sábado, 31 de agosto de 2019

LIBROS: Carpeta con libros de Antonio Royo Marín

Presentamos a continuación una carpeta con  las principales obras del teólogo español Antonio Royo Marín, autor de varias obras de mucha importancia sobre todo en temas de espiritualidad. 

Aunque el autor en varios apartados de algunas de sus obras cita textos del Concilio Vaticano II, no obstante se trata de un autor que puede ser leído sin temores de falsas doctrinas o modernismo.


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jueves, 29 de agosto de 2019

Resultados encuesta

Me han preguntado si, a raíz de esta encuesta, me he 'convertido' a la 'religión' democrática. No, solo me pareció un método idóneo para saber si valía la pena el esfuerzo que supone organizar y subir material de estudio en inglés. Porque si no hay interesados en dicho material estaría perdiendo tiempo valioso. He ahí la respuesta, nada de democratismo, solo un modo sencillo de averiguar algo concreto.

Por otro lado, los resultados han quedado así:




Y aunque ha ganado el 'no', lo cierto es que hay un número importante interesado en dicho material, de manera que hemos decidido ubicar en la parte superior del blog una pestaña que los dirigirá a una sección exclusiva de contenido en inglés. Gracias a todos.


Leonardo Rodríguez V.

martes, 27 de agosto de 2019

Cosas, lenguaje y pensamiento: Pbro. Álvaro Calderón

Compartimos el siguiente fragmento de uno de los capítulos del libro "Umbrales de filosofía", escrito por el padre Álvaro Calderón, de la Fsspx. En él aborda brevemente el tema de la diferencia entre imagen y concepto, tema clave para la comprensión de la epistemología tomista.


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Las cosas, el lenguaje y el pensamiento

“Las palabras emitidas por la voz son los símbolos de las pasiones del alma, y las palabras escritas los símbolos de las palabras emitidas por la voz. Y así como la escritura no es idéntica en todos los hombres, tampoco las lenguas son semejantes. Pero las pasiones del alma, de las que son las palabras signos inmediatos, son idénticas para todos los hombres, lo mismo que las cosas, de que son imagen estas pasiones, son también las mismas para todos”.

Tres cosas nos propone Aristóteles, por las cuales se conoce una cuarta. Nos habla de palabras escritas, palabras orales y pasiones del alma; y por medio de esto conocemos las cosas. Estas hojas están llenas de palabras escritas que son signos de las palabras orales pronunciadas en clase. Nos hemos referido así a muchas cosas: perros, gatos y osos polares. Pero lo más importante que aquí dice Aristóteles, es que las palabras escritas y orales no se refieren directamente a las cosas, sino que lo hacen por medio de ciertas pasiones del alma. Sobre estas pasiones del alma en las que consiste el pensamiento debemos reflexionar. ‘Reflexio’ significa volver hacia atrás: hemos estado pensando en las cosas, ahora volvamos hacia atrás y pensemos en lo que estamos pensando.

Aristóteles dice que las palabras son símbolos o signos de las pasiones del alma en las que consiste el pensamiento; y que estos signos no son idénticos para todos los hombres. Esto es evidente, porque las letras y las voces son signos convencionales, y otros hombres usan otros lenguajes: inglés, francés. 
De las pasiones del alma, en cambio, dice que son imágenes de las cosas, y que son idénticas para todos los hombres. Esto ya no es tan evidente, pero no es muy difícil verlo:

1. Signo de ello es que siempre es posible aprender la lengua de los otros y que muchos que hablan diferentes idiomas se pongan de acuerdo para pensar lo mismo sobre alguna cosa, mostrando que las imágenes concebidas de esa cosa son idénticas.

2. Además, la imagen se forma por la impresión que dejan las cosas sobre los sentidos (por eso Aristóteles las llama «pasiones»); ahora bien, los sentidos son los mismos para todos los hombres; por lo tanto, las imágenes también.


II. Imágenes y conceptos

Reflexionando, entonces, sobre las pasiones o huellas que la cosa deja en el alma al ser conocida, que son – dice Aristóteles – como imagen de la cosa, podemos distinguir una doble imagen:

1. La imagen formada a partir de las impresiones recibidas por los sentidos, llamada imagen sensible, o imagen a secas, o ‘phantasmata’ (fantasma) por los escolásticos 2.

2. La imagen concebida por la inteligencia, llamada también idea o concepto.

La imagen sensible se va formando en nosotros por la conjunción de experiencias que tenemos de la cosa. En ella se reúnen de manera orgánica todos los aspectos alcanzados por nuestros cinco sentidos, acumulados por nuestra memoria y comparados entre sí. Si reflexionamos en nuestro interior buscando cómo es la imagen sensible que tenemos de una manzana, vemos que combina una cierta variedad de formas y tamaños propios de manzanas, una gama de colores entre el rojo y el verde, entre brillante y opaco, un tipo de olor característico, una variedad de sabores de múltiples aspectos característicos (acidez, dulzura, intensidad), muchos datos ofrecidos por el tacto, ya sea al tocarla con las manos (textura de piel, peso, consistencia propias) o al comerla (si es arenosa o no, dureza de la piel, etc.). La imagen de la manzana que comimos ayer se nos presenta al espíritu como dentro de los límites de la imagen de manzana, pero con características definidas, con circunstancias de tiempo y lugar.

El concepto o idea, en cambio, que queda en nuestro espíritu por obra de la inteligencia como imagen intelectual de la cosa es, de todo aquello que nos ofrecen los sentidos, sólo lo esencial. La obra de la inteligencia consiste, como dijimos, en descubrir lo esencial, la ‘quididad’, de entre todo aquello que sentimos de la cosa. De toda la rica experiencia alcanzada de la manzana (rica en más de un sentido), entiende que es esencialmente una sustancia, parte de otra sustancia mayor: el árbol; entiende que es viviente con vida vegetal, entiende pertenece al género de las frutas, y entiende por fin que todas las gamas de sensaciones aso-ciadas al ‘phantasmata’ de la manzana son variaciones accidentales de lo que esencialmente es una misma especie de cosa: la manzana.

Conclusión. La imagen y el concepto son, entonces, en un aspecto lo mismo y en otro muy distintos:

1. Son lo mismo, porque ambos componen como una única imagen de lo mismo: la inteligencia concibe la idea entendiendo lo esencial de la cosa «en» la imagen sensible alcanzada de esa misma cosa.

2. Son muy distintos, porque el concepto es simple huella de lo esencial de la cosa, mientras que la imagen es huella muy compleja de todos sus aspectos sensibles.


domingo, 25 de agosto de 2019

LIBRO: Las pruebas de la existencia de Dios - Ángel Luis González (selección)

Compartimos a continuación algunas páginas extractadas del libro "Teología natural", donde el autor presenta de manera ordenada las cinco pruebas clásicas de la existencia de Dios. El libro completo ya ha sido compartido aquí y recomendamos su lectura, sin embargo, creemos que tiene utilidad tener estas páginas a la mano para facilitar su recordación a los que están recién iniciando en la teología natural tomista.

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jueves, 22 de agosto de 2019

Cita sobre la santísima Virgen María





«Una de las razones por que tan pocas almas llegan a la plenitud de la edad en Jesucristo es porque María, que ahora como siempre es la Madre de Jesucristo y la Esposa fecunda del Espíritu Santo, no está bastante formada en sus corazones. Quien desea tener el fruto maduro y bien formado, debe tener el árbol que lo produce; quien desea tener el fruto de la vida, Jesucristo, debe tener el árbol de la vida, que es María. Quien desea tener en sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa, fiel e indisoluble, la divina María . . . Persuadíos, pues, que cuanto más miréis a María en vuestras oraciones, contemplaciones, acciones y sufrimientos, si no de una manera clara y distinta, al menos con mirada general e imperceptible, más perfectamente encontraréis a Jesucristo, que está siempre con María, grande y poderoso, activo e incomprensible, y más que en el cielo Y en cualquier otra criatura del universo»



san Luís María Grignion de Montfort

martes, 20 de agosto de 2019

LIBRO: Teología de la perfección cristiana, Royo Marín, (Completo en un solo tomo)

Les traemos en UN SOLO TOMO la obra ya clásica de Antonio Royo Marín "Teología de la perfección cristiana". Obra de gran utilidad para los que deseen bases sólidas para su vida espiritual.

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sábado, 17 de agosto de 2019

LIBRO: El psicoanálisis de Freud. De Rudolf Allers.


Rudolf Allers fue un psiquiatra y filósofo católico nacido en Viena en 1883 y fallecido en 1963 en Estados Unidos. En sus inicios fue seguidor de la escuela freudiana de psicología, pero más adelante se separó de Freud al detectar errores graves en sus planteamientos. Estudió en Italia la filosofía tomista y dedicó sus esfuerzos a dar a la psicología una base antropológica sólida que proviniera de la filosofía de Tomás de Aquino. Sus textos, aunque densos, son interesantes.

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miércoles, 14 de agosto de 2019

LIBROS: Historia de la filosofía (Fraile y Urdanoz; falta el tomo VII)

Les presentamos los tomos que hemos podido reunir de Internet de esta obra de gran valor. Son originalmente ocho tomos, no nos ha sido posible encontrar el tomo VII, si algún amable lector lo tiene le agradeceríamos nos lo facilite para poder publicar la colección entera.








TOMO VII: Filosofía de las ciencias, neopositivismo y filosofía analítica.

No somos tan importantes


Hace un par de días mi ciudad y sus alrededores recibieron una generosa lluvia, más bien aguacero acompañado de tormenta eléctrica, que nos puso a pensar un poco acerca de la fragilidad humana y los aires de superioridad con los que a veces vivimos nuestro día a día.
Resulta que de los siete pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza), es la soberbia como la madre y raíz de los demás, de modo que todos de una forma u otra se pueden reconducir a ella como a fuente primera de las conductas autodestructivas del ser humano. Nos dice el viejo catecismo que la soberbia es “el amor desordenado de la propia excelencia”, lo que en palabras sencillas significa un apego desordenado a nosotros mismos, a nuestras reales, o la mayoría de las veces, ficticias cualidades; apego a nuestra propia opinión no tanto porque quizá pueda ser correcta sino porque es la nuestra; apego a nosotros mismos y nuestro propio beneficio y bienestar, pasando si es necesario por encima de los demás y olvidando los deberes de caridad y amor fraterno que nos deben unir con nuestro prójimo. La soberbia es, en resumen, una egolatría que nos enceguece y nos hace ubicarnos, como si dijéramos, en el centro del universo con todo lo demás girando a nuestro alrededor para nuestro servicio y utilidad. El soberbio es un ególatra.
Y resulta entonces que en ocasiones la naturaleza se agita un poco, tan solo un poco, nos deja entrever una milésima parte de su poder, de su fuerza, de su furia si se quiere, y es allí donde comprendemos muy a pesar nuestro que en realidad no somos tan importantes. Somos débiles criaturas henchidas de aire, confiados ciegamente en nuestra propia “excelencia”, soberbios, vanidosos y las más de las veces presas de un tremendo complejo de superioridad que se manifiesta en mil detalles cotidianos: incapacidad de aceptar una crítica, dificultad a veces grande para pedir perdón, imposibilidad de reconocer errores, falta de humildad y sencillez, etc.
Gracias a Dios la naturaleza de cuando en cuando nos recuerda lo pequeños que realmente somos y nos despierta de la borrachera de vanidad en la que vivimos sumergidos.

¡Bienvenidas las tormentas!

Leonardo Rodríguez Velasco



lunes, 12 de agosto de 2019

Filosofía y sofística: El filósofo y su gemelo malvado el sofista.


Es evidente que la filosofía no goza hoy de buena fama. Las razones son muchas, mencionemos algunas al menos de pasada:

1. El predominio socio-económico indiscutible de las disciplinas “productivas”. Muchos concluyen con pasmosa imprudencia que, dado el éxito técnico de las ciencias “duras”, la filosofía no tiene un papel de importancia en la sociedad actual. A fin de cuentas a punta de filosofía no se fabrican nuevos celulares.

2. La proliferación de un estilo de vida marcado por un creciente consumismo hedonista, según el cual lo importante es lo útil, lo que pueda provocar una mejora directa en la “calidad de vida” de las personas, entendiendo calidad de vida por bienestar físico preferentemente. Es el antiguo “carpe diem” que toma el lugar de director de orquesta. Dicho estilo de vida hace imposible en la práctica que el interés por las arduas cuestiones metafísicas tenga alguna relevancia social.

Lo anterior ha producido una progresiva desaparición de la filosofía del panorama cultural contemporáneo. Sin embargo, no es exacto hablar de desaparición de la filosofía, sino que más bien habría que decir que lo que ha ocurrido es una sustitución o más bien una suplantación de la filosofía por parte de su hermana gemela pero malvada, la sofística.

El sofista es un personaje que ha estado presente a lo largo de la historia del pensamiento humano, como antagonista del filósofo. Para decirlo brevemente el filósofo busca la verdad de las cosas, busca que sus juicios se ajusten lo más posible a la realidad. Y aunque es consciente de las limitaciones de la inteligencia humana, de lo frecuentes que han sido, son y serán las equivocaciones de los hombres, etc., prosigue su camino contento con ir descubriendo verdades, por humildes que estas puedan ser. El sofista, por el contrario, no es movido por el puro interés por la verdad, por ajustar sus juicios a lo real. Lo que lo mueve en primer lugar es el amor propio, la búsqueda de algún tipo de beneficio, de ganancia, de triunfo, de lucimiento personal. De hecho si alguna vez se encuentra ‘accidentalmente’ proponiendo y defendiendo alguna verdad, no es la verdad misma lo que lo mueve, sino algún beneficio que desea obtener por medio de ella. Siempre es él mismo el centro de sus motivaciones.

El filósofo en todas las épocas ha tenido a su lado al sofista. Por eso en todas las épocas al lado de una auténtica filosofía es posible encontrar una sofística, con épocas de predominio filosófico seguidas o preparadas por épocas de predominio sofístico.

¿Y nuestra época? ¿Filosofía o sofística? ¿Predomina hoy el filósofo o el sofista? Esta pregunta se puede responder fácilmente si primero respondemos a la siguiente, ¿predomina hoy el interés por la verdad?

No es difícil percibir que en la actualidad la sociedad se encuentra en un estado de somnolencia con respecto a las grandes cuestiones filosóficas. No solo ha desaparecido el interés por los temas trascendentes, sino que incluso podemos sospechar que a fuerza de no estudiarlos hemos perdido incluso la capacidad de comprenderlos. Las preocupaciones actuales del hombre promedio se limitan a los afanes del día a día y las preocupaciones de las clases altas, en su mayoría, se encuentran confinadas al mantenimiento y acrecentamiento de sus fortunas. ¿Y los intelectuales? Los auténticos intelectuales son una especie en vía de extinción y muchos se han consagrado a la defensa de causas ‘políticas’ de dudosa nobleza. Brillan por su ausencia.

Así las cosas han venido a brillar en la actualidad una serie de personajes que se han apoderado de los “micrófonos” actuales: redes sociales, cátedras universitarias, columnas de opinión, etc. Desde allí dan rienda suelta no tanto al interés por la verdad cuanto al deseo de hacer triunfar a toda costa las tesis con las cuales se han comprometido previamente. Ha llegado una nueva época de dominio de los sofistas. Las redes sociales podrían servir bien de muestra de lo que llevamos dicho. Allí pululan los “expertos” en todo tipo de asuntos, se multiplican los debates en donde lo buscado es el lucimiento personal, se pierde tiempo en asuntos baladíes, se entroniza lo efímero y se endiosa, en últimas, la voluntad de poder, como diría Nietzsche, gran sofista él mismo sin saberlo o a sabiendas.

El panorama no es alentador. Para quienes amamos la filosofía y deploramos el predominio de la sofística, el mundo actual se nos presenta como motivo de angustia, por un lado, y como ocasión de heroísmos, por otro. Mantener lo que debe ser mantenido, conservar, sostener, aguantar, resistir en espera de mejores épocas, que quizá estamos destinados a no ver. Pero las futuras generaciones, pasada la actual borrachera de pensamiento sofista, seguramente agradecerán el esfuerzo de quienes un poco estoicamente decidimos ir contra corriente y transmitir una herencia imperecedera: las líneas áureas del pensamiento clásico. Somos herederos.


Leonardo Rodríguez Velasco.    


sábado, 10 de agosto de 2019

LIBROS: Teología moral para seglares (Antonio Royo Marín)

Ya en una ocasión habíamos compartido este texto, lo hacemos de nuevo puesto que hemos encontrado una versión de mayor calidad visual.






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viernes, 9 de agosto de 2019

LIBRO: Aprender latín

Interesante libro para ejercitarnos en la lengua latina:



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martes, 6 de agosto de 2019

¿Filosofía implícita?

Uno de los argumentos que se suelen utilizar para motivar el estudio de la filosofía dice más o menos lo siguiente: se debe estudiar la filosofía para poder comprender con cierta profundidad las verdades más altas acerca de la existencia humana y para vivir una vida más consciente y racional; ya que de otra forma seríamos simples actores secundarios de una trama existencial en la que otros dirigirían la obra.

Lo anterior significa en palabras más sencillas que la filosofía permite cuestionarnos acerca de todo, incluyendo los principios mismos que rigen la vida social en cada momento de la historia. Pero no solo los que rigen la vida social sino también aquellos ideales y "cosmovisiones" que son el marco referencial de la vida de cada individuo, a sabiendas o no. Dicho cuestionamiento es fundamental si es que nos interesa la revisión continua de la validez de dichos principios, con el fin de ajustarlos cada vez más al logro verdadero de nuestra esencial plenitud de vida. 

Vivir sin esa conciencia clara que brota del esfuerzo por comprender el marco 'filosófico' que opera como música de fondo de nuestra cotidianidad, es vivir una vida que muy difícilmente podría calificarse de humana, si es que es cierto aquello de que la diferencia entre los humanos y los animales es que el humano es animal racional, es decir, pensante.

Ahora bien, ante dicha argumentación la respuesta más común consiste en afirmar que eso de la "cosmovisión", la filosofía de vida, la música de fondo, etc., no significa nada y que en realidad nadie vive hoy preocupado por filosofías, principios y cosmovisiones. Se nos dice que hoy el hombre moderno es 'pragmático', queriendo decir con ello que no se preocupa por cuestiones 'teóricas', 'abstractas', 'inútiles', sino que se consagra a la búsqueda del éxito, del progreso, del bienestar. De manera que eso de filosofías y cosmovisiones vendría a ser algo del pasado, algo superado, algo antiguo.

¡¡¡Nada más alejado de la realidad!!!

Una filosofía de vida, una determinada visión de la realidad, de la vida, de Dios, del hombre, de la humanidad, de la ética, etc., puede estar presente en una persona de dos formas: explícita o implícita.

Está presente explícitamente cuando dicha persona en forma consciente y voluntaria ha hurgado en su interioridad y con la lámpara de la razón ha hecho visibles aquellos hilos profundos que a manera de postulados teórico-prácticos dirigen en silencio, pero muy eficazmente, la toma de decisiones, la orientación general que el individuo ha dado a su vida, sus opiniones y posturas políticas, su religiosidad o irreligiosidad, su teísmo o ateísmo, en general, su postura total ante la vida. Hecho este ejercicio ha avanzado así en el conocimiento propio y ha procedido a cultivarse para tratar de ser coherente en su proceder, incluso aunque no siempre dicha coherencia sea lograda. 

Por otra parte, está presente implícitamente cuando al individuo jamás le ha interesado dirigir esa mirada escrutadora hacia su interior para esclarecer los fundamentos de sus posturas básicas ante la vida. Ha ido viviendo cada momento en forma, dijéramos, automática, sin conciencia profunda de lo que está en juego, sin sospechar los hilos que mueven su conducta y sus preferencias, sin notar el entramado conceptual que actúa bajo las innúmeras decisiones y contingencias de su vida diaria. Y lo que es aún más peligroso, sin darse cuenta nunca de que posiblemente su descuido en explicitar y conocer su 'filosofía de vida', ha dado lugar a que otros redacten el guión de su existencia, le digan qué pensar, cómo hacerlo y cuándo inclinarse por esto o por lo otro. Cual marioneta.

Se preguntarán algunos. ¿cómo es posible que alguien a quien no le interesa la filosofía, el estudio de las cosas trascendentes, el análisis de los principios, etc., se vea siguiendo unos principios y una filosofía que otro le ha dictado?

El proceso no es difícil y mediante una analogía se comprende con bastante sencillez:

Todos hoy usamos con total naturalidad un número cada vez mayor de elementos tecnológicos: computadores, tabletas, celulares, televisores, Internet, aplicaciones, Redes Sociales,  GPS, y un largo etcétera. Pues bien, resulta que muy pocos, extremadamente pocos, de los cientos de millones de usuarios de dichos dispositivos han estudiado alguna vez física, matemática, electrónica, electricidad, termodinámica, robótica, ni ninguna de las ciencias que hacen posible la existencia de toda esa tecnología. Y, ¡oh sorpresa! A pesar de no haber estudiado nunca de forma CONSCIENTE todas esas ciencias y disciplinas, usamos todos a diario las maravillas que han resultado de la aplicación técnica de todos esos saberes. En otras palabras, compramos, usamos y dependemos cada vez más de elementos cuya existencia tiene detrás todo un conjunto de conocimientos que estamos lejos de manejar o conocer en forma consciente.

¿Por qué los usamos si no entendemos ni hemos estudiado nunca ninguna de las ciencias que los han hecho posibles? Sencillo: PORQUE PARA USARLOS NO ES NECESARIO ENTENDER TODAS ESAS CIENCIAS, BASTA CON QUE SIMPLEMENTE HAGAMOS LO QUE TODO EL MUNDO HACE. Son fáciles de usar, todo el mundo los usa y nadie anda cuestionándose acerca de su origen, su explicación científica ni nada por ese estilo. Simplemente se usan por contagio ambiental. 

Pues bien, de esa misma manera es como podemos asumir una filosofía de vida, unos principios básicos ante la realidad, ante la muerte, ante Dios, ante nosotros mismos, etc., sin siquiera darnos cuenta. Los tomamos del ambiente, de la atmósfera social, de la idiosincrasia imperante en un determinado lugar y momento. Los adquirimos a medida que crecemos en el contacto diario con el medio social circundante, viendo a nuestros mayores, oyendo, mirando, presenciando la dinámica propia de las micro-sociedades de las que vamos formando parte. Y así es como, sin darnos cuenta, se van instalando en nosotros una serie de posturas ante la vida que actúan como estructura interna que vivifica, sostiene y explica las decisiones que tomamos, las preferencias que nos caracterizan, nuestra particular forma de pensar y de 'ver la vida', incluso nuestras más íntimas convicciones acerca de realidades de tanto peso como el alma, la eternidad, Dios, la vida y la muerte.

En realidad resulta totalmente inevitable que todos tengamos una filosofía de vida. Queramos o no así es y solo nos queda tratar de que dicha filosofía nos sea consciente, explícita y conocida. Ya que de no hacerlo así viviríamos en el fondo como personajes secundarios dentro de nuestra propia novela personal, sujetos en todo momento a que otros piensen, digan, impongan, difundan, defiendan, sostengan, enseñen y transmitan, los postulados elementales, los más fundamentales principios y directrices que han de dirigir la intencionalidad de nuestras propias existencias. Sería como vivir nuestras vidas interpretando con ellas un guión escrito por alguien más. Cual marionetas, nuevamente.

¿Qué hacer? ¿Estudiar filosofía? Sí y no. No, si con ello se quiere decir estudiar filosofía de manera profesional, con miras a un título universitario y a convertirlo en carrera. Esta es una vocación de unos pocos. Pero sí en el sentido de filosofar nuestra vida, mirarla, analizarla, vivirla a nivel consciente, saborearla racionalmente, llevar luz hasta allí donde se ocultan los postulados esenciales que me estructuran como persona, mis 'principios y valores', como dicen hoy con expresión engañosa.

Se trata en el fondo de una tarea de auto-conocimiento, es el viejo consejo socrático del "conócete a ti mismo". Conócete para que te entiendas, te comprendas y puedas llevarte hacia la plenitud. Conócete para que detectes las manipulaciones a las que puedes estar sujeto sin haberlo notado. Conócete para que te puedas elevar desde lo que eres hacia aquello que estás llamado a ser.


Leonardo Rodríguez V.




domingo, 4 de agosto de 2019

Babel

Babel es el nombre que en las Sagradas Escrituras recibe el lugar en que, a causa de la soberbia humana, fueron confundidas las lenguas de los hombres de forma tal que ya nadie pudiera entender lo que los otros decían, ni ser entendido por los demás. Babel es entonces sinónimo de confusión.

Y no otra cosa más que una profunda confusión es la que a todas luces reina hoy en los espíritus de los hombres. Y no nos referimos claro está a la mera confusión de las 'lenguas', dificultades idiomáticas, no. Se trata de una confusión que cala hondo y se instala en el alma misma de la sociedad moderna, si es que aún puede hablarse de alma respecto de los tiempos que corren.

La Babel moderna se origina de una particular metafísica y de una también particular epistemología, de donde brota como natural consecuencia una ética específica y a partir de allí un completo ordenamiento social. Veamos.

No hay duda alguna de que hoy presenciamos (proceso iniciado hace ya un buen tiempo) lo que podría llamarse la liquidación teórico-práctica de la verdad, del concepto de verdad, de lo verdadero. Desde fines de la Edad Media se asiste a un proceso de creciente subjetivización del concepto de verdad, en el que las teorizaciones medievales, como la de Tomás de Aquino, por ejemplo, van cayendo en el olvido sujetas a sucesivas críticas que van minando su preponderancia en los centros de estudio, siendo reemplazadas por posturas acerca de la verdad que se distancian del realismo que fue la nota principal de aquellas.

En efecto, para Tomás de aquino la verdad no era otra cosa que la adecuación entre el intelecto y la cosa, es decir, hay verdad cuando nuestro conocimiento se encuentra conforme con la realidad. En otras palabras: hay verdad cuando conocemos las cosas tal y como ellas son. A esta postura se le ha dado el nombre de realismo en la historia de las ideas filosóficas. El realismo es la postura natural del espíritu humano, ya que todo hombre medianamente cuerdo está seguro de que cuando afirma algo lo hace con la intención de significar que aquello que afirma ES tal cual en la realidad, no solo en su cabeza. Otra cosa distinta es el vicio de la mentira, pero ese es otro tema.

De este realismo acerca de la naturaleza de la verdad, surge una ética bien delineada y clara: comportamiento bueno es aquél que objetivamente ayuda al desarrollo y plenitud de la naturaleza humana; comportamiento malo o vicioso es aquél que daña o impide el desarrollo armónico de la naturaleza humana. El bien y el mal existen, lo bueno y lo malo no son construcciones individuales y subjetivas, sino realidades derivadas del buen o mal uso de la libertad con relación a la naturaleza propia como seres racionales con vocación trascendente.

La entera organización socio-política de los pueblos ha de nutrirse de dichas convicciones filosóficas y estructurarse en un ordenamiento social donde la objetividad de los principios éticos sea reconocida a la hora de establecer el patrimonio jurídico de un pueblo, sus costumbres, su idiosincrasia, su cultura, etc.

Resumido en sus lineas generales el realismo que acabamos de describir cae con la Edad Moderna (la historia de dicha caída la hemos abordado en otros escritos) y se comienza a esbozar primero , para imponerse después, un ordenamiento social en el cual el relativismo (postura según la cual no hay verdad sino solo multitud de opiniones, tanta cuántas cabezas opinantes), reina sin oposición posible.

En la actualidad vivimos sumergidos radicalmente en ese relativismo ante la verdad. Es inútil y ocioso tratar de argumentar algo que resulta evidente. Quien ose hablar hoy de la verdad o calificar como "verdad" alguna afirmación suya sobre temas de naturaleza ética sufre de inmediato una avalancha de epítetos y descalificaciones que lo silencian con mucha eficacia. Es un nuevo y muy poderoso medio de censura. 

La Babel de que hablábamos arriba se refiere entonces a un estado de cosas en el cual reina la indiferencia ante la verdad y emerge como sustituto útil el imperio de la 'opinionitis'. El fenómeno se disfraza hábilmente de 'respeto a las diferencias', 'tolerancia', 'diversidad', etc., ocultando detrás de esas edulcoradas expresiones una aversión que raya en el odio hacia todo aquello que pueda estar por encima del querer individual, del capricho personal, de la fantasía particular, de la ilusión del hombre que se cree dios. 

En tal estado de cosas resulta inevitable la confusión. No hay consensos posibles puesto que las 'posturas' son infinitas, se cuentan millones, tantas cuantos individuos; todas igualmente 'validas' según los presupuestos de un tolerantismo que raya en la idiotez. Se nos dice que la doctrina de los Derechos humanos (DDHH) configura un marco de referencia capaz de traer la paz social universal. Pero todos sabemos lo que los DDHH significan para los gobiernos, para los poderosos, para las organizaciones trans-nacionales de todo tipo. Aún así se insiste en que ese es el camino, se nos dice: no hay verdades universales pero hay unos DDHH y si todos se comprometen a respetarlos habrá paz. El hombre en cada época alimenta una utopía distinta.

Entonces ante la confusión surge imperiosa la necesidad de imponer un cierto orden o apariencia de orden que asegure un mínimo de convivencia social. Y como ya no hay un marco de referencia ética sobre el cual cimentar con carácter de universalidad unos principios capaces de vivificar la vida en común, tal tarea 'rectora' viene a parar a manos del Estado, único con la fuerza suficiente para hacerse obedecer en medio de las discrepancias infinitas de las infinitas cabezas opinantes. Es el estatismo. El Estado que absorbe cada vez con mayor voracidad la vida social hasta convertirse en árbitro supremo de todos los aspectos de la vida del individuo. Entre más disminuye la sociedad más crece el Estado.

La desaparición de un marco de referencia ético objetivo nacido de un realismo metafísico y gnoseológico sólido, termina por crear las condiciones suficientes para la eclosión de un Estado totalitario. 

Pues, ¿si no hay verdad, si no hay principios inmutables, universales y eternos, si la ética es subjetiva y hay tantas cuantas cabezas, entonces de dónde si no del Estado mismo han de surgir las condiciones necesarias para el desarrollo de la vida en sociedad?  

El hombre necesita la verdad, es el alma de su alma y la fuente de todo bien, tanto individual como social. De su olvido nos han venido una multitud de males incontables a estas alturas. Males a los cuales estamos ya tan aclimatados que ni notamos su presencia ni los reconocemos como tales. A lo bueno llamamos malo y a lo malo, bueno. Es Babel.

En Babel hubo confusión de las lenguas y fue imposible entenderse. En la sociedad moderna la confusión parte del relativismo ante la verdad: millones de opiniones distintas, todas valederas y ninguna mejor que otra solo pueden crear el caos social y hacer imposible la convivencia. Aparece entonces papá Estado a poner orden. Es el Estado Leviatán que previó Hobbes.

De Babel al Leviatán hay solo un paso. Y la sociedad actual lo da gustosa. 



Leonardo Rodríguez V.