Ya decíamos anteriormente que Sócrates es el padre de la filosofía occidental y del sentido realista del pensamiento. Su tarea fue siempre la búsqueda de la verdad, del “logos” de la realidad, por eso acosaba a sus compatriotas con preguntas todo el día, tratando de llevarlos al encuentro de las cosas por medio de las preguntas y del esfuerzo intelectual. De otra parte estaban los sofistas para quienes la búsqueda de la verdad no significaba nada, iban siempre tras la utilidad y el lucro. El anhelo desinteresado de la verdad no existía para ellos.
De aquí que Sócrates atacara con tanta fuerza la retórica de los sofistas pues con ella sólo buscaban convencer a la gente, sin importar la verdad o falsedad de las ideas. También dijimos ya que Gorgias tenía una postura mucho más radical que Protágoras. Según Gorgias la verdad no existe, si existiera no la podríamos conocer y si la pudiéramos conocer sería imposible comunicarla a otros. Según Protágoras la verdad existe, pero es una verdad individual, cada hombre construye la verdad y no existe la verdad universal; lo cual significa que cualquier opinión puede ser verdadera siempre y cuando haya alguien que al sostenga, pues el hecho de ser sostenida por un individuo le da derecho a existir y a no ser criticada por nadie, pues al no existir una regla general de verdad nadie posee el derecho de imponer la suya a los demás sino que se debe tener una tolerancia infinita hacia todas las opiniones.
Ambas posturas, la de Gorgias y la de Protágoras nacen de la ignorancia de lo que es la verdad; y de la renuncia a no buscarla y a no valorarla, ambas conducen al relativismo universal.
Ahora vamos a complicar un poco este escrito. Vamos a referirnos al filósofo francés Jacques Derrida, pero antes un par de palabras sobre Ferdinand de Sausurre.
Sausurre es considerado el padre de la teoría estructuralista, pues fue el fundador de la lingüística moderna que es la base de aquella teoría. Una de sus ideas más conocidas es la llamada “arbitrariedad del signo”, según esta idea los signos que usamos en el lenguaje (las palabras: silla, conejo,árbol,lápiz.amor,estrella,célula,etc.) son sólo construcciones arbitrarias del hombre sin relación alguna con la realidad objetiva. Tratemos de explicar esto un poco más. Es obvio que los hombres inventamos las palabras que usamos, los términos no nacen de los árboles como las manzanas ni salen de la tierra como las papas. No son productos naturales sino artificiales, fruto del ingenio humano.
Hasta aquí no se equivoca el estructuralismo. Pero su error está en no ver que usamos las palabras para referirnos a la realidad, para “decir” la realidad, en nosotros el lenguaje está abierto a la realidad y sirve como medio para expresarla y comunicarla. Según el estructuralismo las palabras no tienen una referencia a la realidad sino al “sistema” dentro del cual es utilizada.
Es como si dijéramos que las palabras no tienen significado sino uso. Usamos las palabras para comunicarnos dentro de un determinado sistema lingüístico pero nunca para referirnos a una supuesta realidad. El lenguaje está cerrado en sí, no comunica la realidad sino que sólo es útil para desenvolvernos en determinado sistema lingüístico.
Según esto las palabras no se diferencian unas de otras por el hecho de que unas se refieran a unas cosas y otras a otras, esto sería aceptar que las palabras se refieren a cosas; lo que en verdad diferencia las palabras entre sí es simplemente que dentro del sistema lingüístico unas son utilizadas para algo distinto que el uso que dentro del sistema se le da a las otras; todo depende del sistema. Un ejemplo: la palabra “virtud”. El hombre crea la palabra para ser usada dentro de un determinado universo lingüístico, y sólo dentro de ese sistema la palabra “virtud” tiene un sentido; fuera de ese sistema puede que la palabra no exista o que tenga un sentido distinto. ¿”Significa” lo mismo el vocablo “virtud” en el universo lingüístico Chino o Árabe que al interior del universo europeo, suramericano, etc.? Seguramente no, esto significa que las palabras no tienen un sentido referencial a la realidad sino que todo su sentido viene determinado por el uso que de él se haga al interior del sistema lingüístico. Ya es posible notar cómo esta concepción del lenguaje es relativista.
En otras palabras se puede decir, como consecuencia de lo anterior, que los hombres nunca tenemos acceso a la realidad sino que siempre estamos encerrados dentro de nuestros universos lingüísticos. Una cosa es la realidad y otra el lenguaje, pero como el lenguaje no refiere a la realidad entonces respecto de la realidad no sabemos ni siquiera si existe, y en verdad no importa porque nos es suficiente con un lenguaje que al menos nos permita convivir en sociedad.
en la siguiente entrada nos ocuparemos del filósofo francés Jacques Derrida.
no entiendo qué es lo malo de sostener que los ombres construimos las palabras con que hablamos. ¿no es obvio que lo hacemos?
ResponderBorrarno hay nada de malo en sostener que los hombres creamos los vocablos, de hecho así sucede. me explico: pongamos por ejemplo la aplabra "árbol". Ese conjunto de letras a-r-b-o-l, ordenado de esa manera y con ese sonido particular es obra del hombre; eso no se niega. ahora bien, cuando suamos la palabra árbol nos queremos referir a esa realidad del mundo vegetal que tiene determinadas características que lo diferencian de otras realidades como pueden ser un niño, un perro, una bandera, etc. precisamente esta referencia a algo real y distinto que posee la palabra árbol es lo que desaparece en el constructivismo. para el constructivista la palabra "árbol" no refiere a ninguna realidad, sino que es tan sólo un símbolo usado en determinada comunidad linguistica y que sirve para que los miembros de esa comunidad puedan entenderse entre si al querer hablar de ciertos fenomenos de los cuales a fin de cuentas nada cierto sabemos pero con als cuales debemos encontrarnos en nuestra vida.
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