El Hombre sin Dios
De las ideas de Rousseau, se siguen directamente las de Marx. Si el hombre es bueno por naturaleza, el pueblo es bueno por naturaleza y por lo tanto, el proletariado es bueno por naturaleza. La solución a los problemas del hombre, el mundo ideal, es, entonces, la dictadura del proletariado con una visión materialista, a la que se llegará por la lucha de clases, por la dialéctica.
La historia nos ha demostrado que el sueño de Marx, al menos como lo instaló Lenin, no funcionó. El comunismo se estableció en Rusia, en Cuba y en los países del Este, pero nunca se llegó a tener la dictadura del proletariado, sino más bien, una dictadura del Partido, con un pueblo sin Dios, sometido a los intereses del mismo.
Lo interesante a analizar en este punto de la historia, para el tema que nos interesa, ya no son tanto las ideas de Marx ni las de Lenin, sino las ideas de Gramsci, quien pasando casi desapercibido, pienso que ha sido el que más ha influido en la increencia de la cultura actual.
Gramsci fue un marxista italiano, que nació en Cerdeña a fines del S. XIX. Ferviente seguidor de las ideas de Marx y más inteligente que él, dedicó su vida a analizar el camino y la estrategia que debería seguir el comunismo para instalarse en la Europa Occidental y en los países latinos de América.
Gramsci jamás escribió un solo libro. Vivió algunos años de su juventud en Rusia en donde trabajó con el Partido, como asesor para la expansión del Comunismo en Europa. Conoció a Lenin cuando ya estaba por morir y después se fue a vivir a Italia, en donde fue uno de los primeros miembros del Partido Comunista italiano y fue director de un periódico, l’Ordine Nuovo, en el que escribía semanalmente artículos de opinión.
Nada más que eso.
Siendo aún muy joven, a los 35 años, fue apresado y encarcelado por sus ideas revolucionarias y condenado a veinte años de cárcel. En la cárcel pidió que le dieran cuadernos y lápices y ahí fue donde escribió sus ideas estratégicas… en forma de artículos cortos, reflexiones breves, comentarios sueltos, inconexos entre sí y que trataban de los temas más variados. A los cuatro años de estar encarcelado, cumpliendo escasamente la quinta parte de su condena, enfermó de tuberculosis y fue trasladado a una clínica, en donde murió en 1937, en calidad de detenido. En esos años, llenó cincuenta cuadernos… con artículos y cartas… que posteriormente, sus seguidores, compilaron en dos obras que se llaman respectivamente Los cuadernos de la cárcel y Las cartas desde la cárcel.
Trataré de resumir las ideas de Gramsci en unas cuantas líneas, para no alargarme demasiado en este punto.
Gramsci veía que sería imposible instaurar el comunismo en los países latinos y occidentales siguiendo la misma estrategia que Lenin había seguido en Rusia, debido a que el pueblo en estos lugares tenía tan fuertemente arraigadas sus creencias, costumbres y tradiciones, que no aceptarían jamás las ideas del materialismo dialéctico por la vía de la fuerza militar y del Estado.
De nada serviría tomar el poder del Estado y la Educación por la fuerza, si el pueblo no colaboraba después con él, para el adoctrinamiento en el pensamiento materialista.
Para lograr los objetivos comunistas en los países latinos, habría que acabar primero con esas creencias, costumbres y tradiciones del pueblo. Por supuesto, para esto, sus dos obstáculos más importantes, los enemigos a vencer y destruir antes que nada, eran la Iglesia católica y la familia cristiana, pues de estas dos realidades se desprendía “eso” que le estorbaba a su plan.
La estrategia que propone Gramsci es inversa a la de Lenin. Lenin se adueñó del poder, después de la superestructura (educación, economía, política, etcétera) y de ahí adoctrinó en el pensamiento materialista la mente de un pueblo débil.
Gramsci propone, para los latinos, un camino mucho más largo, pero que considera necesario para que el comunismo llegue a tener éxito en esos lugares. Propone adueñarse primero de la mente del pueblo, utilizando la capilaridad y la superestructura y una vez realizado esto, tomar el gobierno, cuando ya el pueblo esté preparado.
Su receta es: “hay que primero adueñarnos del mundo de las ideas para que las nuestras, lleguen a ser las ideas del mundo”
Primer paso: acabar con las creencias, tradiciones y costumbres que hablen de la trascendencia del hombre.
Táctica I: Sembrar la duda. Ridiculizar todas las creencias y tradiciones, siguiendo el estilo de Voltaire, con mensajes cortos y accesibles y por todos los medios, haciéndolas aparecer como algo tonto, ridículo, pasado de moda. De este modo, haremos dudar a los creyentes de sus convicciones más íntimas o, por lo menos, los haremos sentirse avergonzados de ellas.
Táctica II: Sobre la duda, sembrar nuevas ideas. No hablar de materialismo, pues los creyentes
conocen el término y se pondrán en guardia, además de que la materia tiene un gran valor para el cristiano (cuerpo, sacramentos, etc.). Hay que hablar de inmanencia, lo opuesto a la trascendencia y hacerle saber al mundo que eso, el hombre inmanente, el que piensa y vive sólo para el aquí y para el ahora, es lo moderno, lo actual.
Táctica III: Silenciar, a través de la calumnia, la crítica abierta, la burla, la ridiculización y el desprecio social a todo el que se atreva a defender las ideas de un más allá o de una vida trascendente.
Segundo paso: Crear una nueva cultura en donde la trascendencia no halle lugar alguno.
Táctica I: Infiltrarnos en la super estructura. Meternos en la Iglesia y en las instituciones educativas para reforzar desde ahí las ideas de lo que es moderno y actual (lo inmanente) y de lo que está pasado de moda y es ridículo (lo trascendente). Erradicar de los programas educativos todo lo que hable de tradiciones familiares y de una vida eterna.
Táctica II. Conseguir, por cualquier medio (incluidos el soborno y el chantaje) a personajes disidentes que sean famosos dentro de la super estructura, para que sean ellos mismos los que ridiculicen sus propias Instituciones y difundan así nuestras ideas. El mundo católico ya no sabrá qué creer, si logramos que algunos curas y obispos famosos difundan nuestras ideas desde dentro de la Iglesia y en las escuelas. Del mismo modo, no importa cuál sea, habrá que conseguir artistas, pensadores, periodistas y escritores que ridiculicen la fe, las tradiciones y a todo aquél que se atreva a defenderlas.
Tercer paso: Adueñarnos, ahora sí, de la sociedad política, que influirá coercitivamente, a través de las leyes y normas, sobre esa sociedad civil que ya piensa como nosotros o ya no sabe ni qué piensa o, por lo menos, le da miedo decir lo que piensa.
Cuarto paso: Tomar el gobierno y cerrar el plan. Lograremos así la dictadura del pueblo, pues el pueblo pensará como nosotros y apoyará todas nuestras iniciativas como si fueran propias.
Esto es, a grandes rasgos, la estrategia de Gramsci, que seguramente algunos podrán reconocer que se está llevando a cabo, paso a paso, en el mundo latino actual.
Que no nos engañen diciendo que son ideas modernas y revolucionarias. No señor, son ideas de los años 20’s y 30’s… ideas del siglo pasado, elucubradas cuando nacía el Rock and Roll, con el único fin de sacar a Dios de la vida del hombre, para poder, entonces, manipularlo a su antojo.
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