Mártires durante la revolución francesa
Hoy domingo 19 de Junio se celebra en Roma la Misa de beatificación de la religiosa vicentina Margarita Rutan, mártir decapitada durante la Revolución Francesa el 7 de abril de 1794, cuando era superiora del hospital local de Dax.
Al igual que ella son ya numerosos los mártires cuyo sacrificio ha sido públicamente reconocido por la Iglesia y figuran ahora en la lista de santos y santas del catolicismo. Pero ¿por qué tocamos este tema aquí? ¿No es éste un blog sobre pensamiento clásico? ¿Qué relación tienen unas personas asesinadas durante la revolución francesa con la filosofía?
En 1789 estalla en Francia la revolución que lleva su nombre. ¿En qué consistió? Para unos la revolución francesa significó el fin del régimen monárquico, el nacimiento de la democracia, el fin de los abusos de la aristocracia, el inicio de una nueva era en la cual reinaría la igualdad entre todos y se pondría fin a toda injusticia.
Bien miradas las cosas se debe reconocer que en efecto hubo un cambio de estructura política. El rey Luis XVI fue decapitado y en su lugar gobernaron en adelante sujetos elegidos mediante el voto. Primero hubo voto restringido y luego voto universal. Pero aparte de este cambio estructural de la sociedad hay que reconocer que el cambio más radical de todos, el cambio más trascendental de todos, el cambio que en verdad marcó el inicio de una nueva era fue el que ocurrió a nivel religioso.
Como todos saben antes de 1789, y en algunos lugares del mundo aun después de esa fecha la Iglesia Católica poseía un nivel de influencia amplio sobre la vida de los pueblos. Incluso las leyes de los países respetaban las enseñanzas morales de la Iglesia. Ahora bien, uno de los objetivos de los revolucionarios de 1789 fue precisamente eliminar esta influencia moral de la Iglesia; ellos querían edificar una sociedad “laica”, es decir, una sociedad en la cual el hombre hiciera su propia ley, siguiera sus propias normas, determinara lo bueno y lo malo, sin tener que escuchar los sermones de ningún sacerdote. Una sociedad donde los colegios y las universidades echaran fuera la educación moral y religiosa católica; donde existiera el divorcio; donde existiera la falsa libertad de decir y pensar lo que cada cual quisiera.
Para llevar a cabo este proyecto de expulsión del catolicismo de la vida de los pueblos se pusieron en práctica muchas estrategias. Por aquellos años se publicaron miles de libros atacando, criticando, ridiculizando, insultando, etc. a la Iglesia Católica. También se cambiaron las leyes y con nuevas leyes quisieron destruir los conventos, cerrar iglesias y expulsar a los sacerdotes que se mostraran contrarios a tales atropellos.
Y para aquellos franceses de profundo catolicismo que definitivamente no estaban dispuestos a permitir que se pisotearan de tal forma los derechos de Dios la solución ideada por la revolución fue la muerte. Y es aquí donde entran los mártires de que hablábamos. Cientos y quizá miles de Obispos, Sacerdotes, religiosos y religiosas; así como un ingente número de laicos fueron asesinados a veces en forma cruel y despiadada. Su único crimen era su deseo de permanecer fieles a la fe de sus padres, de sus abuelos, de sus antepasados; a esa fe que había hecho grande y respetada a la nación francesa y que formaba como el alma de ese pueblo.
Muchos de ellos murieron decapitados en la guillotina; otros fueron fusilados, atravesados con bayonetas o arrojados al mar. La revolución no respeto ni edad ni sexo. Cientos de mujeres y niños fueron asesinados brutalmente por no querer renunciar a su fe en Dios.
Paradójicamente a este siglo se le llamó el siglo de las luces. Precisamente el siglo que desató tal grado de brutalidad contra los indefensos es conocido como el siglo de las luces, el siglo de la ilustración.
Se le llamó el siglo de la ilustración porque según los revolucionarios asesinos Francia vivía sometida al yugo de la aristocracia y de la Iglesia, que con su filosofía “escolástica” y su moral retrógrada mantenía prisionero al pueblo. En materia de pensamiento lo que ellos proponían era la nueva era del racionalismo. La era de la diosa razón. De hecho se cuenta que durante aquellos días los revolucionarios tomaron una prostituta la llevaron a una catedral y la coronaron como la diosa razón.
El siglo que siguió, el siglo XIX, fue el siglo de los grandes sistemas racionalistas: Fichte, Schelling, Hegel. Así como también fue el siglo que vio el nacimiento de los sistemas nihilistas.
Probablemente la hermana Margarita Rutan no sabía nada de filosofía, probablemente no sabía lo que estaba en juego, probablemente no sabía que los frutos de la revolución que le costó la vida serían tan amargos para las generaciones venideras. Pero lo que estamos seguros que sí comprendía la hermana al momento de subir las escaleras de la guillotina era la imperiosa e ineludible necesidad de dar testimonio de su fe.
Los acontecimientos que han ocurrido después le han dado la razón. La revolución devoró a sus propios hijos; la democracia degeneró prontamente para convertirse en lo que es hoy, un sistema político vacuo al servicio de los grandes grupos de poder. Y ese futuro brillante que prometían en 1789 ha venido ser este mundo actual en el cual, según palabras de Saint Exupery: el hombre se muere de sed.
Pueda el ejemplo de tantos mártires alentarnos a permanecer firmes en la defensa de los principios que nos fueron arrebatados hace dos siglos.
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