Desde su aparición, el internet ha sido blanco de muchas críticas, casi todas ellas centradas en la facilidad con que las personas se ven expuestas a contenidos inmorales, no sólo pornográficos, sino también violentos y degradantes de todo tipo.
Lo anterior, sin embargo, no ha sido obstáculo para que en los últimos años la Web haya crecido de manera notable hasta el punto de convertirse actualmente en un elemento indispensable en la vida tanto de individuos como de organizaciones, incluyendo a los mismos gobiernos.
Una de las bondades aparentes del internet es la facilidad con que es posible acceder a información de todo tipo, favoreciendo notablemente el aprendizaje y el desarrollo intelectual de las personas. De hecho el internet se ha convertido en una herramienta de uso cotidiano en los establecimientos educativos.
A pesar de lo que venimos diciendo, en los últimos tiempos se han venido multiplicando las voces que denuncian un efecto totalmente contrario del internet en el psiquismo de sus usuarios habituales. Y se trata en esencia de lo siguiente: el internet tiende a “robar” gran parte de nuestro tiempo y de nuestra atención; dificulta el ejercicio de un pensamiento profundo y sólido; imposibilita el recogimiento necesario para la reflexión; trae daños psicológicos importantes afectando de manera profunda la personalidad de los “navegantes”.
Digamos en primer lugar que la crítica primera contra el internet sigue siendo procedente. Es un hecho de fácil comprobación que el internet con sus millones de “sitios” se convierte en un proveedor inagotable de basura pornográfica.
Hasta el punto de que incluso las personas ajenas a ese mundo degradante acaban tarde o temprano cayendo en él, a causa precisamente de la facilidad del acceso, movidas las más de las veces por una insana curiosidad.
La anterior idea se puede expresar también en lenguaje moral: el internet es, evidentemente, una “ocasión próxima” de pecado. El catecismo define la ocasión próxima afirmando que es “toda persona o cosa externa que constituye un peligro de pecado para el hombre”.
De manera que, por ejemplo, un joven que “navegue” ociosamente por la Web puede ser presa fácil de estos sitios.
Vengamos ahora a lo mencionado más arriba. Se trata de un aspecto sobre el cual muy poco se ha dicho, y que ha pasado casi desapercibido para la mayoría de las personas.
¿Son perjudiciales sólo algunos contenidos disponibles en internet? ¿O se trata más bien de que el internet mismo, en su estructura actual, tiene efectos perjudiciales sobre las personas independientemente incluso de los contenidos visitados?
Especialistas de diversas áreas responden afirmativamente la última pregunta. Según ellos el internet, tal y como lo conocemos en la actualidad, posee la capacidad de afectar negativamente a sus usuarios.
No es nuestro objetivo negar las evidentes ventajas de orden práctico que trae el uso del internet, (de hecho esto lo escribo en un “blog”), sólo pretendemos alertar a nuestros lectores en procura de que hagan un uso más consciente de esta herramienta y de los demás medios electrónicos.
Este es un tema muy interesante y de primer orden, esperamos en las próximas entradas profundizarlo para beneficio de todos.
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