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martes, 29 de noviembre de 2011
¿Evolucionan la química y la física, componentes fundamentales de la biología?
Aceptando que el punto de vista evolucionista es el mayoritariamente aceptado por los biólogos y el mundo científico, independientemente de los matices cristianos o ateos que se le quieran dar, reiteraremos que goza de una magnífica popularidad entre los filósofos, estudiantes, las amas de casa y los académicos, en general; por eso, avanzar un cuestionamiento de los fundamentos de tan popular teoría, no deja de ser un ensayo en futilidad, cuando no una necedad rayana en la estulticia.
Aun con estos riesgos, particularmente el de la burla académica, habremos de continuar nuestra marcha hacia la misión imposible de argumentar (y ser creídos) desde la ciencia, la lógica y la realidad observable… Desde la ciencia, porque el alegato científico no parece suficientemente convincente para que tanto la creación espontánea como la evolución, atea o no, se haya enraizado de la forma en que lo ha hecho; desde la lógica, porque su presentación no resiste la prueba de la coherencia y el error del non sequitur es su más sobresaliente característica; desde la realidad observable, porque a nuestro juicio todo apunta a una misteriosa forma de creación de todas las especies sin evolución de por medio.
Los siguientes dos postulados enmarcan dos posiciones antagónicas;
la primera:
“Hay que contrastar marcadamente la teoría de la evolución de los seres vivos, que postula un cambio progresivo en la forma de animales y plantas a partir de comienzos muy elementales, con el dogma de la creación específica, que implica la creación de animales y plantas con las mismas características hoy en día que exhibían en el principio”.
La segunda:
“Que la evolución ha ocurrido, que todas las formas de vida existentes son descendientes directos (...) de organismos unicelulares (...); y que la selección ocurre y podría dar cuenta de una parte considerable [si no de todos] los cambios en sentido evolutivo que producen (...) variedad de vida (...), es el juicio virtualmente unánime de todos los biólogos de hoy en día”.
Los dos enunciados son de dos científicos, ambos prestigiosos académicos, que tienen diversa opinión sobre el tema, muy a pesar de que “ciencia” signifique conocimiento obtenido por el método inductivo que parte de casos particulares para llegar a principios generales. Así, nos encontramos aquí con la paradoja que la ciencia progresa, avanza, pero no uniformemente y, muchas veces, regresivamente en algunos campos del saber. El origen del hombre es uno de ellos. La evolución otro. Pocos científicos se han molestado en preguntarse por qué la evolución se ha circunscrito a la biología y no a la química y a la física, que son componentes fundamentales de esa biología. Es muy extraño que si sus componentes fundamentales no evolucionen, todo lo demás lo haga.
Vale anotar que los químicos y físicos que aceptan los principios de la evolución en la biología no los aceptan en sus respectivas ciencias, porque si lo hicieran, “un cambio progresivo de formas primitivas hacia formas avanzadas” haría imposible que se previera lo que podría ocurrir entre una investigación y otra. La materia podría comportarse de una manera inesperada. Ellos saben esto, y es por eso que, tanto químicos como físicos, se desentienden de toda consideración evolutiva en sus trabajos de investigación.
La mitocondria, que es un órgano celular que desempeña un papel fundamental en los intercambios de energía, es una máquina complejísima que logra hazañas químicas que pocos químicos pueden reproducir o comprender totalmente. Y aquello que se logra comprender o reproducir, permanece constante, sin evolución, lo cual constituye el requisito sine qua non de la propia comprensión. Ningún químico en siglos ha considerado, que sepamos, que las sustancias con las que trabaja son el resultado final de un proceso de “descendencia con modificaciones”, y ningún manual clasifica ninguna sustancia química como “adelantada” o “primitiva”. Para poner un ejemplo de mi propia área, la economía: los fenómenos económicos se comprenden bajo la condición ceteris paribus y no la mutatis mutandis.
Es así, pues, como avanza la ciencia y no con procesos incomprensibles donde todo está sujeto al cambio y donde no se sabe cuáles elementos lo ocasionan. No obstante, los biólogos se empeñan en la evolución de los procesos químicos y físicos, algo que no se aplican a sí mismos ni los químicos ni los físicos en sus supuestos fundamentales.
Como lo expresó Robert Clark hace cincuenta años, “La evolución es antes que nada un problema químico. Los seres vivos no están constituidos por herencia, selección natural, lucha por la existencia, ni por cualquier otro tópico biológico; están constituidos por moléculas químicas (...). Para el materialista, entonces, los organismos están limitados por las propiedades de los átomos y las moléculas. De una manera u otra, él tiene que explicar cómo moléculas de complejidad gigantesca han llegado a existir, y han podido arreglarse una con otra en maneras cada vez más complejas. Éste es el problema fundamental de la evolución, pero todavía todos los libros modernos lo ignoran, y, que yo sepa, nadie se ha enfrentado nunca con él”.
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