PARÁBOLA DE LA SERPIENTE DE BRONCE
(Jo. III, 14)
"Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el Desierto, así será levantado el Hijo del Hombre..." (Jo.I1I, 14) y en otro lugar dice: "Y cuando sea levantado sobre la tierra, todo lo atraerá hacia Él" (Jo. XII, 32), y también: "Cuando levantéis al Hijo del Hombre, entonces conoceréis lo que Yo soy" (Jo.VIII, 28).
Prosigue el coloquio con Nicodemos. El escriba griego ("Pueblo victorioso" significa su nombre) no entiende todavía la parábola del viento y responde irónicamente.
(Ver Parábola anterior). Cristo responde también irónicamente, y lo pone amablemente en su lugar:
- No entiendo.
- Tú eres Maestro de la Ley, ¿y no entiendes estas cosas?
Cristo humilla con humor al Escriba para afirmar después su autoridad de Supermaestro; más allá de lo que reconoció el otro al comienzo; a saber: que era Rábbi y que Dios estaba con él, había proclamado Nicodemos.
Él era el mismo Dios, el Hijo Único de Dios. Así que prosiguió:
"De verdad de verdad te digo
Que lo que oímos hablamos
Y lo que vimos testimoniamos,
Y el testimonio nuestro no recibís vosotros
Si lo terreno os digo y no creéis
Si os digo lo superceleste, ¿cómo creeréis?
Nadie ha subido al cielo
Sino el que bajó del cielo
El Hijo del Hombre que está en el cielo.
Mas así como Moisés
Enarboló la Serpiente en el Desierto
Así será enarbolado el Hijo del Hombre
Para que todos los que en Él crean
Tengan eterna Vida".
Lo que sigue del sermoncito de Cristo es tenido por algunos críticos como comentario del Evangelista Juan. (Loisy). Poco cierto. Falso, mejor dicho. Reza así:
"Pues talmente amó Dios al mundo
Que llegó a darle su Hijo Único
Para que todo el que crea no se pierda
Sino tenga eterna Vida.
Pues no mandó Dios su Hijo al mundo
Para que juzgue al mundo
Sino que por Él se salve el mundo
El que cree en Él no es juzgado
El que no cree en Él ya está juzgado
Porque no cree en el nombre
Del Hijo Único de Dios.
Y éste es el juicio:
Que la Luz vino al mundo
Y amaron los hombres las Tinieblas
Más que a la Luz;
Porque eran sus obras malas.
Pues todo el que obra malicia, odia la luz
De modo que no aparezcan sus obras.
Mas el que obra verdad va hacia la luz
De modo que aparezcan sus obras.
Porque son obradas en Dios".
La razón de los que niegan la historicidad de estas palabras atribuyéndolas a Juan Evangelista, es que la Cruz, la Encarnación, el Bautismo y la Filiación Divina de Jesús eran ininteligibles a Nicodemos, por prematuras; mas todo mueve a pensar lo contrario y lo confirma el coloquio con la Samaritana que ocurre poco después: pues Cristo allí, sin ambages, revela a la mujercita que Él es el Mesías, en forma más clara que a Nicodemos: era una "moza de cántaro" (no un escriba) herética y adúltera; pero estaba bien dispuesta.
Siguiendo a Renán y Strauss, muchos "racionalistas" contemporáneos (cuya lista sería fastidiosa, P. L. Couchoud y Bernard Shaw los más temerarios, Eduard Meyer el más científico), sostuvieron que Cristo no se creyó al principio ni Hijo de Dios ni Mesías, que rechazó muellemente esa atribución; mas el entusiasmo en torno suyo y la presión del contorno y de los discípulos lo hicieron primero aceptar muellemente, después afirmar también muellemente, y en fin reivindicar firmemente el descomunal título: lo cual implica lisa y llanamente demencia; y está en contradicción con la figura de "gran moralista, verdadero profeta, hombre el más sublime y extraordinario" que ellos propugnan... hacernos tragar. Esta conjetura gratuita está en contradicción directa con la letra del Evangelio, como vemos aquí: es al comienzo de su prédica, y Cristo afirma lo mismo que dijo al final, siempre que encuentra a solas almas dispuestas o capaces.
Es verdad que al pueblo no así, sino lenta y progresivamente: "pedagógicamente". Declarar paladinamente de golpe a la multitud que Él era el Mesías, era peligroso; y que era "el Hijo Único de Dios" era incomprensible. Bernard Shaw llega a afirmar que en la Cruz, Cristo se retractó: vio que había vivido engañado y se desesperó. Es disparate.
Alzado en la Cruz, Él fue la Serpiente de Bronce alzada en el Desierto, que daba la salud a los mordidos de serpientes "ígneas", o sea venenosas. Este paso está en el libro de los Números, XXI, 9. En Cades, antelas puertas de Canaán, después de dos sublevaciones contra Moisés sofocadas por Dios mismo, los israelitas errantes se descontentaron y soliviantaron de nuevo; y apareció una manga de víboras cuya mordedura era mortal. Oró Moisés y recibió de Dios el mandato de labrar una serpiente metálica y plantarla alzada en una percha; y todos los emponzoñados que a ella dirigiesen los ojos, sanarían de inmediato. Era una figura de Cristo y su Cruz; la alusión a la Serpiente del Edén "que morderá nuestro talón" es clara; y Cristo no sólo se la aplica a sí mismo aquí, mas alude otra vez a ella al decir: "cuando el Hijo del Hombre sea levantado sobre la tierra lo atraerá todo a sí", La Serpiente sana la serpiente: la natura humana de Cristo indestructible (de bronce) sana a la natura humana emponzoñada del pecado. Pero el enfermo debe "mirar hacia Él", invocarlo, creer en Él y "hacer la verdad", hebraísmo enérgico que significa obrar bien (buenas obras = disposición a la fe) como Nicodemos. Obrando bien "hacemos" en cierto modo la Verdad, obras que pueden resistir la luz (humana), y de hecho atraen la Luz (divina). Es de notar la contraposición en este texto entre "Malicia y Verdad", no entre "Malicia y Bondad", La maldad nace siempre de una falta de verdad, de una ignorancia o un error, como enseñaba Sócrates Heleno; y como veremos en la parábola del Ojo y del Cuerpo.
Y ésta es la Tercera Parábola, "La Luz del Mundo", Esta comparación de la luz está trasladada a los Apóstoles en el Sermón Serrano (de la Montaña, que no era montaña):
"Vosotros sois la Luz del Mundo
Una Ciudad sobre un Monte no se puede esconder
Nadie enciende una luz
Y la pone bajo la canasta
Sino sobre el candelero
Y luce entonces en toda la casa.
Así luzca vuestra Luz sobre los hombres
Que vean vuestras obras buenas
Y alaben vuestro Padre del Cielo."
Otra vez la luz conectada a la bondad, a las obras buenas. La "luz" es una de las palabras más repetidas en la Escritura. San Juan tomó esta parábola de la Luz y las Tinieblas y la insertó en el Prólogo de su Evangelio. Cuando murió Cristo aconteció un oscurecimiento total, un eclipse. Cuando Judas salió del Cenáculo decidido a su traición, "era oscuro". Cuando los ángeles pecaron Dios los arrojó (o ellos mismos se echaron) a la "tempestad de las tinieblas". Cuando Adán pecó, en vez de Ciencia, se hizo oscuridad dentro de él; y de esa oscuridad manaron todas las otras consecuencias, que llamamos Pecado Original.
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