JEAN-DOMINIQUE, O.P
LA VERDAD
ESTUDIO FILOSÓFICO
I
La cobra es una serpiente
terrible. Escupe su veneno a 2 m de distancia. Apunta hacia los ojos de la
víctima, la ciega, temporal o definitivamente, y así la convierte en presa
fácil.
Desde nuestros orígenes, la
serpiente ha tenido el triste privilegio de representar al demonio, a causa de
su malicia y de la mordida mortal que la caracteriza. Sin embargo, parece que,
después de algunos siglos, la técnica demoniaca ha evolucionado. No contento
con morder nuestro calcañar, como la víbora, descubrió un veneno que nos ciega. La
víbora se hizo cobra. Veámoslo.
En el inicio del cristianismo, el
demonio atacaba la fe suscitando herejías. Pero la Iglesia se valía de esas
negaciones transformándolas en ocasiones para proclamar sus dogmas con más
fuerza y claridad: “Oportet haereses esse”, es necesario que haya herejías (1
Co. 11, 19). Para hacer aparecer en la Iglesia almas que nieguen el objeto de
la fe, es necesario cegar la inteligencia humana, imposibilitarle cualquier
contacto con lo verdadero. Obrando de esta manera, la fe se diluiría en el
relativismo, las almas se perderían sin percibirlo.
Como es fácil de constatar, el intento tuvo
éxito.
¿Quién no ha tenido alguna vez la siguiente
experiencia?: Habla durante una hora con una persona con el propósito de
llevarla de regreso a la Iglesia; argumenta con toda sabiduría; responde
claramente a todas sus objeciones; y sin embargo, al despedirse le oye decir:
"todo lo que usted dice es interesante, pero es su verdad. Lo que importa
es estar bien dondequiera que estemos", "muy bien... todo eso era
verdad... en el pasado".
Estas reflexiones revelan un mal profundo y
universal. De hecho, decir que la verdad es subjetiva, es atentar contra
nuestra propia inteligencia, en su estructura íntima y en su ejercicio natural.
Es impedir cualquier conocimiento verdadero.
En este análisis, seguiremos al Papa San Pío X en
su encíclica “Pascendi” (8 septiembre de 1907). Su santidad señaló a una falsa
teoría del conocimiento -el agnosticismo- como punto de partida del modernismo.
Y así resume sus causas: "se trata de la alianza entre la falsa filosofía
y la fe, las cuales, al mezclarse, forman una masa llena de errores,
perjudicando todo el sistema de la fe".
Entre los remedios contra el modernismo, San Pío
X destaca como el mejor, "la enseñanza de la filosofía que nos dejó el
doctor angélico" (Santo Tomás). Y advirtió a los profesores:
"despreciar a Santo Tomás, sobre todo en las cuestiones metafísicas, trae
graves consecuencias".
A fin de seguir esas órdenes del Santo padre,
volvámonos hacia Santo Tomás de Aquino, el cual estudió, en varias obras, la
cuestión de la verdad. Nos limitaremos a revisar cuatro artículos de la Suma
teológica, que nos dan un resumen de su pensamiento (I. q. 16, a.1 a a.4). Estos
artículos no son un tratado sistemático del asunto, pero nos permiten refutar
los errores en boga actualmente. Este estudio comprenderá cinco partes:
Preámbulo: la necesidad de la verdad.
Artículo primero: definición y división de la
verdad.
Artículo segundo: la verdad en el hombre que
conoce.
Artículo tercero: la verdad respecto de la cosa
que es conocida.
Artículo cuarto: la verdad y el bien.
Preámbulo
Santo Tomás extrae la definición de la verdad, en
su primer artículo, de un hecho supuestamente aceptado por todos: "se
llama verdadero aquello hacia lo cual tiende la inteligencia". La verdad
es aquello que toda inteligencia busca.
Santo Tomás, dirigiéndose a personas de buen
sentido, no necesita explicar que "así como la voluntad quiere el bien,
así la inteligencia busca lo verdadero", sigue adelante sin parar.
Infelizmente, hoy comprobamos que esa evidencia
es negada por muchos de nuestros contemporáneos. Existen, ciertamente, enemigos
ardorosos de la verdad, es decir, personas que la combaten a causa de aquello
que creen ser verdadero, y por ello estamos cada vez más enfrente de un
espíritu aún más peligroso. El indiferentismo. Toda curiosidad se extingue, los
espíritus están embotados, ya no hay sed de verdad. Nos vamos a encargar, en
este preámbulo, de resaltar esa ordenación esencial de la inteligencia hacia la
verdad.
Y no solamente porque es ordenación es el punto
de partida del estudio de Santo Tomás, sino también porque aquí se cumple, una
vez más, el adagio: "no se hace beber a un asno que no tiene sed".
Para esto, comprendamos bien el método que se
seguirá. Queremos aclarar el siguiente hecho: la inteligencia de todo hombre
está hecha para la verdad. Así como la retina está hecha para recibir la luz, y
el pulmón el oxígeno, la inteligencia también necesita conocer la verdad. Es su
propia vida.
Sin embargo, esa afirmación, si no se puede
demostrar, no será discutible. Es una evidencia.
Delante una evidencia, sólo hay dos cosas que
podemos hacer: comprobar que nadie piensa diferente, y luego, examinar con
atención cada uno de los términos de la evidencia, de forma que esa evidencia
salte a la vista.
(La presente es una traducción hecha por nosotros con base en el texto portugués. Pedimos excusas por los posibles errores cometidos en la misma. Nuestro único interes es poner a vuestra disposición un material que consideramos muy valioso)
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