LA DEGRADACIÓN DE LA CULTURA Y LOS VALORES EN NUESTRO TIEMPO
La degradación de la cultura y los valores en nuestro tiempo, en la búsqueda de
un Pensamiento Único y un Nuevo Orden Mundial forma parte de una inteligente
estrategia diseñada por Antonio Gramsci (1891-1937).
1.- ¿QUIEN FUE ANTONIO GRAMSCI?
Fue un pensador y político
italiano, uno de los fundadores del Partido Comunista italiano. Nació en
Cerdeña el año 1891 de familia muy humilde. Estudiante universitario en Turín
de 1911 a 1914. Abandonó por problemas de salud. En 1919, junto con Palmiro
Togliatti, fundó el diario ORDINE NUOVO, que luego fue órgano del partido
comunista italiano fundado por él en 1921. 1921-1924: trabajó en Moscú y Viena
para la II Internacional Socialista 1925: Regresado a Roma enfrenta a la
dictadura de Benito Mussolini. Fue arrestado en 1926 y encarcelado en 1928.
1928-1937: Desde la cárcel difundió sus ideas revolucionarias a través de
cuadernos manuscritos que solo después de su muerte se dieron a conocer con el
nombre de Cuadernos de la Prisión (1948 y 1951) El 27 de abril de 1937 murió en
el hospital de la cárcel en Roma.
2.-LA ESTRATEGIA GRAMSCIANA
Gramsci sostenía que ninguna
ideología podía imponerse por la fuerza. Toda revolución violenta genera, como
inmediata respuesta, una contrarrevolución que debilita y hasta puede superar
la fuerza de la primera. Todo cambio exige una mentalización previa que abone
la tierra donde el cambio debe florecer. El ideario marxista no escapaba a esa
regla. Por ello diseñó su estrategia del siguiente modo: Para imponer un cambio
ideológico era necesario comenzar por lograr la modificación del modo de pensar
de la sociedad civil (“pueblo o habitantes de un determinado país) a través de
pequeños cambios realizados en el tiempo en el campo de la cultura. Había que
construir un NUEVO PENSAMIENTO. Crear lo que él llamaba el SENTIDO COMÚN de la
gente, entendido como el modo común de pensar de la gente que históricamente
prevalece entre los miembros de la sociedad. Había que lograr que la sociedad
civil alcanzara un nuevo modo de “ver la vida y sus valores”. Para Gramsci,
esto era más importante, y prioritario, que alcanzar el dominio de la sociedad
política. (conjunto de organismos que ejercen el poder desde los campos
jurídico, político y militar). Para lograr que la sociedad civil (el pueblo
soberano, la opinión pública) llegara a tener un modo común de sentir y pensar
(sentido común), era necesario ADUEÑARSE de los ORGANISMOS E INSTITUCIONES en
donde se desarrollan los valores y parámetros culturales: MEDIOS DE
COMUNICACIÓN, UNIVERSIDAD, ESCUELA Y LAS ARTES. Hacia allí había que apuntar.
Con paciencia, con el paso del tiempo, educando a las nuevas generaciones desde
su niñez. (Ej.: La CHINA de Mao; la CUBA de Fidel Castro). Después de cumplido
este proceso a lo largo de los años, la consecución del PODER POLÍTICO caería
por su propio peso, sin revoluciones armadas, sin resistencias ni
contrarrevoluciones, sin necesidad de imponer el NUEVO ORDEN por la fuerza, ya
que el mismo tendría consenso general.
3.- OBSTÁCULOS A SUPERAR PARA EL ÉXITO DEL PROCESO
GRAMSCIANO.
El mismo Gramsci señaló que, para que el proceso fuera exitoso,
habría que sortear 2 obstáculos: LA IGLESIA CATÓLICA Y LA FAMILIA. 3.1. ¿POR
QUÉ LA IGLESIA CATÓLICA? Porque Gramsci pensaba que la razón de la permanencia
de la Iglesia a través de los siglos se apoyaba en los tres puntales
siguientes: a) La profesión de una fe firme e inquebrantable, sin concesiones,
y la constante repetición de los mismos contenidos doctrinales. De este modo
pudo lograr un fuerte sentido común (modo de pensar) en el pueblo a través de
los siglos. b) Haber logrado amalgamar en su seno tanto al pueblo analfabeto, a
la clase media y a la elite intelectual propia. En efecto, ninguna filosofía
inmanentista, incluyendo el marxismo, había acertado a unir en un mismo sentido
común o creencia, a los intelectuales y al pueblo, a los doctrinarios y los
practicantes, a los expertos y los neófitos (o “iniciados”). Gramsci, en eso,
envidiaba a la Iglesia. c) Por último, mientras el marxismo exigía al hombre
luchar para el logro de una sociedad sin clases en el aquí y ahora, porque con
la muerte terminaba todo, la Iglesia había logrado convencer al hombre hacia la
trascendencia, al más allá, y con ello no solamente había dado un respuesta al
sentido de la vida sino también al sentido de la muerte. 3.2. ¿POR QUÉ LA
FAMILIA? Está claro que si la estrategia consistía en la formación de un modo
de pensar a través de la educación en los nuevos valores revolucionarios, la
familia, primera educadora del hombre desde su nacimiento y durantes los
primeros y cruciales 5 años de vida, era un estorbo intolerable.
4.- ESTRATEGIA PARA SUPERAR ESTOS OBSTÁCULOS SEGÚN GRAMSCI.
4.1. DESPRESTIGIAR A LA IGLESIA, en lo posible con la descalificación de su
doctrina (“la religión es el opio de los pueblos”) y de sus miembros
jerárquicos (clero y vida consagrada). 4.2. DESTRUIR A LA FAMILIA,
presentándola como una institución del pasado, ya superada, incapaz de educar.
Retirando a los niños desde su más temprana edad de la influencia de sus
padres, mediante la educación masiva en la “nueva cultura”. (Experiencia de las
granjas colectivas o educación a distancia.). O interviniendo en la educación
de los aspectos fundamentales de su vida, desde la escuela y sin la
participación de los padres. Procurando que, por ausencias de los padres ante
compromisos laborales ineludibles, los niños queden bajo la influencia de la
educación de los contravalores a través de la televisión.
5. ALGUNAS CONSECUENCIAS SOCIOCULTURALES DE LA VIGENCIA
FÁCTICA DEL GRAMSCISMO.
No podemos dejar de reconocer “que muchos de los afanes
y previsiones de este político y filósofo sardo, se han ido materializando en
forma tal, que hoy son elementos que forman parte ya de la atmósfera común que
respiramos. Hay una inocultable hegemonía secularista que satura la mentalidad
de grandes segmentos de la sociedad actual -más allá de matices y variantes por
países, regiones y ciudades- y va posibilitando, de día en día, que lo que
antes era visto como inaceptable, negativo o incluso aberrante, se mire como
"normal", positivo y hasta encomiable, en más de una ocasión. Veamos
algunos ejemplos fácilmente constatables: Gramsci postulaba que de la única
realidad que se puede (y se debe) hablar, es la de "aquí abajo"
(cierre inmanentista total), que los escritores y los pensadores secularistas
debían hegemonizar los medios masivos de comunicación (basta encender el
televisor, escuchar ciertos programas de radio o asomarse a cualquier kiosco),
que había que acabar con el prestigio de autores, instituciones, medios de
comunicación o editoriales fieles a los valores de la tradición y por ende,
opuestos a los designios de secularistas, laicistas y
"modernizantes". Incluso previó Gramsci la defección de numerosos
"católicos" que, deslumbrados por la utopía secularista, habrían de
aceptar las diversas formas de "compromiso histórico". El agudo
intelectual italiano sabía bien que, se obtenían mayores ganancias por estas
vías graduales, de lenta pero sostenida transformación de la mentalidad que por
la vía de una persecución abierta. Toda una hábil guerra de posición
estratégicamente concebida y ejecutada. Y muy mal entendida y enfrentada por
quienes estarían obligados a hacerlo. Parecería que vivimos en un mundo diseñado
por (y a la medida de) Gramsci: se han invertido las valoraciones morales y
políticas, se busca desjerarquizar todo lo valioso, se exalta todo lo que sea o
implique "horizontalismo", se "deconstruye" el sano
pensamiento filosófico y teológico, de forma tal que queda
"pulverizado" en una multitud de nuevas ideologías y
"filosofías" cuyo sólo empeño es "desmitificar",
"secularizar", "desacralizar". Seguramente se complacería
-y mucho- Antonio Gramsci al ver en pleno proceso de realización (actualización,
diría Gentile) algo que alguna vez "profetizó": el fin de la religión
tendría que ocurrir por "suicidio", al diluirse los límites de la
Cristiandad con respecto al mundo moderno. Mientras unos sueñan con que lo que
está acaeciendo es una "cristianización del mundo", lo que en
realidad se está dando es justamente lo contrario: segmentos considerables de
"cristianos" se mundanizan, adoptando los parámetros y criterios
propios de una mentalidad totalmente inserta en una cosmovisión intramundana y
secularista. Aunque no siempre se niega explícitamente, viven como si el mundo
trascendente no existiera, como si todo empezara y terminara "aquí
abajo". El programa era (y es) bien claro: "lograr el desprestigio de
la clase hegemónica, de la Iglesia, del ejército, de los intelectuales, de los
profesores, etc. Habrá incluso que… enarbolar las banderas de las libertades
burguesas, de la democracia, como brechas para penetrar en la sociedad civil.
Habrá que presentarse maquiavélicamente como defensor de esas libertades
democráticas, pero sabiendo muy bien que se las considera tan solo como un
instrumento para la marxistización general del sentido común del pueblo"
[8]. Otro lamentable hecho fácilmente constatable en diversos ambientes
culturales de Occidente, sobre todo del latino y latinoamericano, es lo que se
ha dado en llamar la "traición de los intelectuales". Esto se ha ido
logrando por diferentes vías, ya sea mediante favores, concesión de prebendas,
canonjías y halagos de todo tipo, o bien, mediante la táctica opuesta, que es
la seguida con los intelectuales y profesores que no se doblegan ante estas
formas de cooptación; para ellos están la presión, el chantaje, la amenaza y el
boicot cuando no de plano, el desprestigio, la calumnia y la difamación. Y es
que en la estrategia gramscista el quebrantar de un modo u otro al intelectual
opositor es fundamental: oigamos de nuevo al Padre Sáenz: "Gramsci
considera que se ha ganado una gran batalla cuando se logra la defección de un
intelectual, cuando se conquista a un teólogo traidor, un militar traidor, un
profesor traidor, traidor a su cosmovisión . . . No será necesario que estos
"convertidos" se declaren marxistas; lo importante es que ya no son
enemigos, son potables" para la nueva cosmovisión. De ahí la importancia
de ganarse a los intelectuales tradicionales, a los que, aparentemente
colocados por encima de la política, influyen decisivamente en la propagación
de las ideas, ya que cada intelectual (profesor, periodista o sacerdote)
arrastra tras de sí a un número considerable de prosélitos" [9]. El que en
la mentalidad predominante de nuestros días prevalezca a nivel popular el
"da igual cualquier religión", "todo es según como tú lo
veas", "haz lo que quieras con tal de que seas auténtico",
"ahora ya todo está permitido", y a nivel filosófico el "no hay
naturaleza (humana) sino historia", "yo me doy mi propia
esencia", "no hay ser, sino tan sólo devenir, o incluso,
devenires", "no hay verdad, todo se reduce a multiplicidad(es)",
"no hay escritor, sólo texto", "no hay sujeto, sino estructuras
epistémicas", y otras sandeces y disparates por el estilo (el catálogo es
inagotable), quiere decir que un gramscismo camuflado, en invisible alianza
(deliberada o no) con el movimiento New Age y otras inefables adherencias, se sigue
imponiendo en toda la línea, más allá de las cada vez más escasas menciones
públicas de este autor, tanto por parte de quienes lo apoyan como por parte de
sus detractores. “ Como hemos visto, el gramscismo representa el más agresivo,
cáustico y disolvente ataque contra toda forma de religión trascendente, y en
particular contra el catolicismo. Mucha de la descristianización actual obedece
en buena parte a la acción destructiva y semioculta de los "intelectuales
orgánicos" a la Gramsci, estratégicamente situados, cuya acción toda se
encuentra encaminada a la "mutación del sentido común" teísta y
cristiano a fin de que devenga su opuesto. Ello implica su proyecto de
"descomposición interna del catolicismo", de "hacer saltar la Iglesia
desde dentro" y de liquidar totalmente el "antiguo concepto del
mundo" insito en la cultura cristiano-católica. Finalmente, hay que
señalar que pocas cosas contribuyen tanto al avance del secularismo como la
defección de teólogos, profesores, pensadores, periodistas o escritores. Por lo
cual habrá que pensar en congruencia con los principios que se dice profesar
pero, no menos importante, también habrá que llevar una vida coherente que no
desvincule e incomunique las distintas dimensiones de la vida humana.
"Quien no vive como piensa, acabará pensando como vive".