La palabra significa,
es signo de un concepto. ¿Cuál es el origen de los conceptos? Ya vimos que las
palabras tiene un origen convencional, artificial, arbitrario y
consuetudinario. ¿Ocurre lo mismo con los conceptos? Por ser signos formales,
esto es imposible.
A pesar de ser un
problema muy difícil, que ha sido abordado desde el inicio de la filosofía,
conviene que señalemos aquí el mínimo indispensable para comprender la
naturaleza de los conceptos, ya que son lo más importante en el pensamiento.
Sin conceptos es imposible pensar, son el primer acto de la inteligencia e
interviene en todos los demás.
Según Aristóteles,
todos nacemos con nuestra inteligencia totalmente desprovista de conocimientos.
Es la tesis más admitida en la historia de la filosofía. Pero hay otros
filósofos que han negado tal vacío primordial, mas no parece haber suficientes
evidencias como para sostener que nacemos sabiendo de alguna manera.
El primer contacto con
la realidad que nos circunda nos viene dado por ciertos órganos especializados
de nuestro cuerpo a los que llamamos sentidos: ojos, oídos, nariz, etc. Estos
primeros actos de conocimiento: ver, oír, oler, etc., pasan al cerebro que los
reúne en una síntesis que reconstruye la cosa exterior de la cual provienen
esos colores, sonidos, olores, etc., por los que pudimos conocerla. Así
formamos una percepción de la cosa exterior que luego guardamos como su imagen.
Cuidémonos de creer que una imagen es una fotografía; ésa sería tan solo la
imagen visual, pero también las hay olfativas, táctiles, sonoras, etc., tantas
como sentidos tenemos. Finalmente, recogiendo todas las sensaciones que nos
proporcionas los diversos órganos sensoriales, formamos la imagen de la cosa
completa, con todos estos atributos.
Hasta aquí llega el
conocimientos de las bestias, que los filósofos llaman conocimiento sensible,
ya que se realiza por sentidos. Aún no hemos pensado nada, no hemos comprendido
nada; nos hemos limitado a ver, oír, oler, etc., sensaciones que hemos reunido
en una percepción, y la hemos conservado como una imagen. Cuando la
inteligencia comprende aquello, ha nacido el concepto. Y como esto último es
muy difícil de hacer, a menudo tenemos una muy buena imagen acompañada de un
rudimento de concepto. A esto llamamos conocimiento vulgar. Será la ciencia la
encargada de forjar buenos conceptos.
A este largo proceso,
muy brevemente descrito, los filósofos llaman abstracción, que quiere decir
separación. En efecto, el concepto no reúne colores, olores, sonidos, de la
cosa para formar el concepto -eso la hace la percepción- sino que los separa,
los deja fuera.
Este proceso se
entiende mejor si comparamos los resultados. Tomemos la imagen de templo y su
concepto. La primera nos dará la visión de determinado templo, con sus colores,
dimensiones, figura exterior e interior, los sonidos de los cánticos
religiosos, el olor del incienso, etc. En el concepto no figura ninguno de esos
elementos, sino la comprensión de qué es un templo: edificio destinado a un
culto religioso. En el concepto, pues, no hay ningún dato sensorial, ninguna
sensación de las que componen la percepción, sino tan solo lo que nos parece
ser esencial. Esto es la comprensión intelectual.
NATURALEZA DEL CONCEPTO
Definamos concepto:
acto por el cual la inteligencia capta o percibe alguna cosa.
Ya sabemos cuan
distinto es este modo de aprehender la cosa respecto del de la percepción. Este
aprehender, cuando es de la inteligencia, es lo que normalmente queremos
expresar cuando decimos: ahora comprendo de qué se trata, o bien, ahora
entiendo.
¿Entiendes qué es la
alfalfa? Si no lo sabes, quiere decir que careces del concepto de alfalfa,
aunque, tal vez, tengas una buena imagen de ella. Pero si sabes que es un
vegetal, que es un buen alimento para vacunos y equinos, que no es árbol ni
arbusto, sino mera hierba, posees muchos conceptos que puedes aplicar a la
palabra alfalfa y comprender, hasta cierto punto, qué es cuando te la
mencionan. La mayoría de nuestros conceptos son así, son comprensiones
parciales de la cosa que señalan.
Pero, ¿qué señalan o
significan los conceptos?
Los lógicos distinguen
el concepto formal, aquello en lo cual alcanzamos la cosa, del concepto
objetivo, el objeto alcanzado por medio del formal, llamado también mental.
Vale decir, en el concepto distinguimos el acto mental, de carácter psíquico,
realizado por la inteligencia, del significado o contenido de dicho acto. A la
psicología le compete el estudio del concepto formal; a la lógica, el objetivo.
En otras palabras, nos interesa lo que conocemos gracias al acto intelectual.
Estudiamos, pues, lo pensado por el intelecto y no el acto por el que lo
pensamos. Esto es, aquello de lo que es signo el concepto, o, dicho con otras palabras,
su significado.
Los lógicos distinguen
también el objeto material del objeto formal de los conceptos. El objeto
material de un conocimiento, que eso es un concepto, es la cosa captada, sea
real o no, por ese acto cognitivo. Veo el color, huelo el olor y pienso en la
rosa; el objeto material de esos tres actos es la rosa. El objeto formal es lo
que directamente y en primer lugar es alcanzado por un acto de conocimiento. En
el ejemplo propuesto: se ve el color, se huele el olor y se piensa qué es una rosa.
El objeto formal de la visión es, en consecuencia, el color; el del olfato, el
olor, y el de la inteligencia es la quididad de la cosa conocida. Quididad
viene de quidditas, que es un término latino derivado de la pregunta típica de
la inteligencia: Quid sit? = ¿qué es? Mas, cuando el hombre sabe qué es algo,
se dice que conoce su esencia. Por eso suele decirse que el objeto formal de la
inteligencia es la esencia de las cosas que les muestran los sentidos. En este
punto conviene hacer dos aclaraciones.
Sea la primera la
significación del vocablo cosa, que tanto hemos usado en estas páginas. Supongo
que ya todos mis lectores han advertido que la amplitud de su significación es
inmensa. No hay que creer que cosas son únicamente los entes materiales que existen
en el mundo. No. Cosa, en filosofía, sirve para mencionar prácticamente todo,
es tan amplio en su significación como el término algo. Así, lo cosa estudiada
por una disciplina puede ser una mera relación, como en gramática cuando
estudiamos los casos, el predicado, las preposiciones, etc. Estas cosas no son
entes materiales que existan en el mundo, sino meras funciones del lenguaje.
Sea la segunda ¿qué
significa aprehender una esencia? Si éste es el objeto formal del concepto,
parece que no tendríamos conceptos, puesto que es muy difícil alcanzar la
esencia de una cosa real natural, si es que es alcanzable. Es verdad, nadie
conoce aún la esencia del perro o del gato, a pesar de que nos acompañan desde
tiempos prehistóricos. Eso sólo significa que no poseemos un concepto que sea
capaz de incluir toda la realidad que se da en estos simpáticos animales. Sin
embargo, no dudamos de que sean algo en sí mismos, que no se limitan a los
aspectos que nos señalan los sentidos, diferentes de los demás entes naturales
que conocemos, y que eso es, precisamente, lo que deseamos saber. Todo lo que
percibimos acerca de ellos, se nos presenta como un aproximarnos a su
naturaleza íntima, su esencia, y que, si la conociésemos, los comprenderíamos
mejor. De modo que todos los conocimientos que nuestra inteligencia logra
construir, se dirigen, en última instancia, a desvelar la esencia de las cosas.
Por eso, la quididad es la misma esencia o naturaleza de algo en tanto en
cuanto es conocida por nosotros. Es la misma esencia real parcialmente
alcanzada por nuestros conceptos.
PROPIEDADES ESENCIALES
DEL CONCEPTO OBJETIVO
Lo que realmente
constituye a un concepto es su comprensión: el conjunto de notas inteligibles
que lo componen. Por eso, al desarrollar todas esas notas, tenemos la
definición del objeto. Triángulo es una figura geométrica cerrada, plana,
formada por tres lados y tres ángulos. El sujeto de esta proposición dice lo
mismo que el predicado, pero en éste se desarrolla lo que se piensa en aquél.
Expreso con diversas palabras lo que pienso al pronunciar la voz triángulo.
Estas notas inteligibles, o características del objeto pensado, son, a su vez,
conceptos que podría definir y expresar así todo su contenido inteligible.
Vemos, pues, cuán importante es definir. ¡Cuántas veces conocemos la palabra
pero carecemos del concepto correspondiente! Al no preguntársenos la
definición, parece que entendemos lo que decimos. Mas, si nos hacen la
pregunta, ¡menuda sorpresa nos llevamos al comprender que somos incapaces de
responder adecuadamente! Por otra parte, puede ocurrir que dos personas usen el
mismo vocablo pero no el mismo concepto, o, lo que es lo mismo, ese concepto no
contenga las mismas notas inteligibles en ambos. En tal caso, las personas no
se entienden entre sí.
También puedo
preguntarme por la extensión de un concepto, es decir, a cuántos inferiores
puedo aplicarlo, a cuántos se extiende. Si desarrollo esta extensión, obtengo
la división del concepto que me permite verificar de cuántas maneras se puede
realizar la esencia expresada por la comprensión del concepto objetivo. Así,
por ejemplo, comprendo que la esencia humana, sin variar, se realiza de modo
levemente diferente en las diversas razas.
Para los escolásticos,
la comprensión es el verdadero contenido esencial del concepto, mientras que la
extensión es una propiedad que de ella dimana; para el nominalismo moderno, en
cambio, es la extensión el constitutivo propio del concepto. Esta diversa
interpretación de la esencia del concepto se debe a que los modernos consideran
que lo que importa es saber a quienes se puede aplicar un concepto construido
por el hombre según sus categorías o modos de captar la realidad y no por un
conocimiento de esencias. Hay un escepticismo en la raíz de esta diferente
interpretación.
Se enfrentan así dos
concepciones radicalmente opuestas de nuestra inteligencia entre las cuales es
difícil elegir. Seguiremos aquí la explicación escolástica, pues nos parece que
lo propio de la inteligencia es eso, ser inteligencia; es decir, leer en medio
de (inter legere) la realidad lo que ella es. Lo leído por la inteligencia es
la comprensión del concepto objetivo y lo que lo constituye como tal.
La comprensión y la
extensión de un concepto están en razón inversa. A mayor comprensión, menor
extensión y viceversa. Es fácil comprender que si aumento el número de notas de
un concepto, encontraré menos cosas a qué aplicarlo. Así, hay más animales que
mamíferos y más mamíferos que hombres. A la inversa, si un concepto se extiende
a más deberá poseer menos notas.
Pero no se trata de
contar los individuos a los que se aplica un concepto. ¿Hay más perros o gatos
en el mundo?, sino saber si la extensión de un concepto queda incluida en la
extensión de otro. Esto se sabe atendiendo a la comprensión, lo que nos revela,
nuevamente, que los escolásticos tienen razón al considerar a la comprensión
como lo que constituye esencialmente a todo concepto. Así, toda la comprensión
de animal está incluida en la de hombre, mas no a la inversa. Luego toda la
extensión de hombre está incluida en la de animal, pero no a la inversa.
Para comprender mejor
la extensión y la comprensión de los conceptos, nada mejor que volver a
considerar el objeto del concepto. Este era material y formal, y este último
era la quididad o esencia de lo conocido. En otras palabras, el modo de ser, el
tipo de ser de algo. Es decir, lo que el concepto busca es la naturaleza del
objeto material. Si bien pocas veces lo logra de modo satisfactorio, siempre
apunta a ello. Por esto, todo concepto es universal, ya que la naturaleza de
una cosa es idéntica para todas las cosas de la misma especie o tipo. Así, la
definición de virtud se aplica a todos los actos virtuosos y la de vicio, a
todos los viciosos. En este caso, la inteligencia ha alcanzado adecuadamente la
naturaleza de la virtud y del vicio, como se estudia en ética.
La dificultad de
conocer las esencias de los entes naturales que nos rodean explica la
frecuencia del error en nuestros conocimientos. Porque lo que el concepto debe
captar es la esencia de algo, y como esto es muy difícil, lo reemplazamos con
la propiedad más cercana a ella. A veces creemos que esa propiedad es la
esencia, lo que sería un error grave. Otras, aceptamos como propiedad esencial
una característica muy accidental del objeto, lo que también constituye un
error, más grave aún, a menos que se tenga clara conciencia de ello.
Si alguien entiende que
un hombre es un animal de dos pies, ha considerado como propiedad esencial una
propiedad bastante extrínseca al mismo, si bien es realmente una propiedad
suya. Más acertado está el que lo considere como un animal que habla, pues el
hablar es una propiedad más cercana aún a su esencia que la anterior.
Finalmente, la mayoría de los filósofos ha aceptado la definición de los
estoicos: animal racional mortal, para distinguirlo de los dioses de la
mitología que eran inmortales. Quien lo defina como bípedo implume está tan
lejos de lo esencial que no vale la pena criticarlo.
La extensión es una
propiedad lógica del concepto, pero deriva de algo real. Efectivamente, así
como podemos, en la industria, fabricar muchos objetos según un modelo único,
así también, la naturaleza produce muchos entes según una misma esencia. Hay
muchos perales y chirimoyos en el mundo y todos poseen la misma estructura esencial
que los botánicos se esfuerzan por dilucidar. Y si bien nos falta mucho por
conocer en ellos, ya sabemos que su esencia es idéntica en todos los de la
misma especie, la que podemos reconocer por un conjunto de accidentes. Ese
conjunto es único y no se repite en otra. Puede ser el tono del verde de sus
hojas, además de su figura, etc. Porque cada ente posee los accidentes que su
esencia requiere para su realización individual.
(tomado de "Aprendiendo a pensar" de Ossandón Valdés)
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