Quae autem finem cognoscunt ipsum
apprehendunt vel cognitione sensitiva tantum, et ex instinctu ad finem determinantur,
vel cognitione intellectiva et universali, et libera electione bonum
apprehensum prosequuntur.
Los entes que pueden conocer el fin
hacia el cual tienden lo conocen o por mero conocimiento sensible, y tienden
hacia él por instinto, o por conocimiento intelectual y universal, y tienden
hacia él por libre elección.
(Tomado de "Ethica", de Stanislao Lortie)
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Nadie ama lo que no conoce. Y amar es tender hacia...
Nadie tiende hacia lo que totalmente desconoce. A toda tendencia, a todo querer, debe preceder algún modo de conocimiento, de otra manera no se tendería de ninguna manera. Dice santo Tomás:
"Bonum autem non est obiectum
appetitus, nisi prout est apprehensum"
"El bien no es objeto del apetito, sino en cuanto es conocido". (I-II, Q.27, a2, co.)
Ahora bien, como ya se dijo en otra parte, podemos conocer a nivel sensible y a nivel inteligible. Es decir, podemos tender, querer o amar, a cualquiera de esos dos niveles. El amor sensible, es decir, el que compartimos con los animales pues ellos también lo tienen, es el amor con el cual tendemos hacia lo que captan nuestros sentidos o nuestra imaginación. Es el mundo de las pasiones, de lo emocional.
El amor del nivel inteligible no hay que concebirlo como un frío amor ideal, abstracto, seco. No. Simplemente se llama así porque es el amor con el que tendemos hacia algo o alguien en lo cual hemos captado la idea de bien, de bueno. Es decir, no lo hemos captado como agradable a la vista, o al taco, o al gusto, sino como bueno en sí, como portador de bondad.
Otra cosa. Santo Tomás usa las palabras bien y fin de forma intercambiable, es decir, unas veces usa la una, otras veces usa la otra, como a manera de sinónimos. Y es que en cierta forma lo son.
Todo agente tiende a un fin, pero todo agente tiende solo hacia aquello que ha captado como bueno (en sí o para sí), por tanto tender hacia un fin y hacia un bien, viene a ser sinónimo. Bien y fin se identifican. Todo bien puede ser fin de una apetencia, y todo fin debe ser bueno bajo algún aspecto.
Y si bien es cierto que a veces las personas buscan lo malo, no lo hacen en cuanto malo, sino en cuanto que perciben algo bueno en ello. Como el suicida, que hace algo malo, pero en cuanto lo percibe como liberación, solución, alivio, que es para él, en aquel momento, algo bueno. Eso se llama simplemente equivocarse en la apreciación del fin.
Finalmente hay que tener en cuenta que la apreciación de los fines y de los bienes en el nivel sensible, en el caso del hombre, debe ir sujeta a la apreciación de los fines y de los bienes en el nivel inteligible. Puesto que muchas veces se presentan conflictos, en los cuales un bien del nivel sensible es incompatible con un bien del nivel inteligible, por ejemplo:
El trabajador que, en ausencia del jefe, se acuesta a dormir en la oficina, o se ausenta para satisfacer el antojo de un helado. Ambos bienes del orden sensible. Pero en ese caso, debe primar el bien de orden inteligible que es el cumplimiento del deber. Eso es lo que se quiere decir cuando se afirma que lo sensible debe ordenarse a lo inteligible.
De hecho muchos, si no todos, de los problemas individuales y sociales, tienen su causa en ese desorden que se produce en una personalidad cuando los fines y bienes sensibles le ganan la partida a los bienes de orden superior. Todos lo experimentamos en algún momento de nuestras vidas.
Leonardo R.
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