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domingo, 5 de julio de 2015

El pensamiento humano después de Descartes


El pensamiento humano, después de Descartes,
rechaza ser medido y regulado por las cosas

Repliegue del espíritu humano sobre sí mismo, independencia de la razón respecto de lo sensible, independencia respecto de las naturalezas reales y, finalmente, cisma irremediable entre la inteligencia y el ser: he aquí cómo Descartes reveló el Pensamiento al pensamiento mismo.

Esta desnaturalización de la razón humana debía conducirnos a reivindicar para nuestra inteligencia la autonomía perfecta, la independencia absoluta. Pese a todos los desmentidos y a todas las miserias de una experiencia suficientemente humillante, esta reivindicación sigue siendo el principio secreto de la disolución de nuestra cultura y del mal del que el Occidente apóstata se empeña en morir.

Porque quiere para sí una libertad absoluta e indeterminada, es natural que el pensamiento humano, después de Descartes, rechace ser medido y regulado por las ‘cosas’ y eluda someterse a las necesidades inteligibles.

Libertad respecto de la ‘cosa’: he ahí la madre y nodriza de todas las libertades modernas, la más bella conquista del Progreso, que dispensándonos de toda regla nos somete a cualquier cosa.


La reforma cartesiana no es sólo el manantial del torrente de ilusiones y de fábulas que pretendidas claridades han arrojado sobre nosotros desde hace dos siglos y medio; también es responsable, en gran parte, de la gran futileza del mundo moderno, de esa extraña condición en que vemos a la humanidad, tan poderosa sobre la materia, tan hábil y astuta para dominar el universo físico, cuanto débil y desorientada ante las realidades inteligibles. 

(Texto tomado de la obra "Tres reformadores", de Jacques Maritain. A quien se le pueden criticar muchas cosas, pero no fragmentos como este)

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