Crecimos escuchando por todas partes que la familia es el centro de la sociedad, su célula fundamental, su corazón, la determinante de su fuerza o de su debilidad. Y sabemos que así es. Es por esto que vemos con tanta preocupación ese afán suicida de la sociedad actual por debilitar cada día más una institución verdaderamente esencial, y nunca mejor usada esa palabra, puesto que la familia está realmente en la esencia de la sociedad, en su alma.
De la familia proviene todo: costumbres, comportamientos, moral, valores, principios, límites, educación (instrucción es la que imparten los colegios, y es bien diferente). La debilidad o la fuerza de una sociedad le vienen dadas por la debilidad o la fuerza de las familias. ¿Cómo explicar ese empeño en destruirla? ese empeño en destruir la familia, que va tan a contracorriente de la realidad de las cosas, solo se explica por la caída de la sociedad actual en manos de las ideologías, puesto que éstas son precisamente construcciones teórico-prácticas ajenas a la realidad, edificadas por mentes que han asumido intereses previos, compromisos con tesis espurias que no provienen de la serena contemplación de lo real extramental, sino de la narcisista veneración de la irrestricta 'autonomía' humana.
Divorcio, "matrimonio" gay, adopción homosexual, desaparición efectiva de la patria potestad para efectos de educación (educación en manos del Estado, bajo directrices morales casi siempre en contravía de los valores paternos), etc.
Los que trabajamos de cerca con familias y vemos a diario la desintegración que las aqueja, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que la mayor inversión que tendría que hacer un país, sin escatimar recursos, sería la de invertir en las familias. Pero hoy ese dinero se prefiere invertirlo en campañas de anticoncepción, que envían un mensaje erradísimo a la juventud; en masivas campañas a favor del aborto; en clamorosas iniciativas en pro de la "diversidad" sexual; y en campañas de "sensibilización" sobre unos pretendidos "derechos sexuales y reproductivos".
Si todo ese dinero se invirtiera en el apoyo efectivo a las familias, otro país tendríamos en poco tiempo. Pero como decía al inicio, no atendemos a la realidad sino a la ideología, nuestros dirigentes (o eso se creen ellos) viven de espaldas a lo real y con la mente llena de "ideas" extranjeras que como las plagas de langostas viajan de cultivo en cultivo devorándolo todo.
Urge una oración por las familias, en el rezo del rosario diario reservar siempre una decena por las familias. La familia católica es el último reducto contra este mundo que camina presuroso hacia su propia destrucción, física y moral.
Leonardo Rodríguez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario