El presente artículo guarda una cierta relación con el anterior. En aquél mencionábamos ese fenómeno reciente llamado 'infoxicación', consistente en una intoxicación por exceso de información, que ha traído como consecuencias, entre otras, la vanalización de lo importante y la desaparición del hábito de razonar entre la nuevas generaciones.
Pues bien, en este artículo quisiéramos dirigir un poco la mirada hacia la educación, tratando sobre todo de señalar en qué consiste y si aún hoy existe en alguna parte.
Para ello recurramos a un texto que sin ser directamente de santo Tomás de Aquino (pues figura en el suplemento de la tercera parte de la Suma Teológica, que ya no escribió Tomás sino uno de sus discípulos) sí nos señala muy bien su pensamiento en este asunto:
La educación es...
«Conducción y promoción de la prole al estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud»
Según eso entonces, la educación debiera consistir en un esfuerzo de los padres de familia (porque hay que aclarar que la responsabilidad y potestad de educar a los hijos es principalmente de los padres, y la escuela solo ejerce tal potestad como delegada de los padres. Por tanto no hay lugar para una tiranía del Estado en cuanto a la educación, hasta el punto de incluso pasar por encima de los padres mismos inculcando a los menores ideologías dañinas para la moralidad. Ese comportamiento abusivo del Estado es propio de una dictadura) por llevar a sus hijos al estado de virtud, o status virtutis como lo llamaban los filósofos medievales.
Pero ¿Qué es el status virtutis?
Para aclarar en qué consiste el estado de virtud, que es el fin de la educación, conviene aclarar primero qué es la virtud.
La virtud, en el pensamiento tomista, es un hábito que perfecciona a una potencia para que ejerza su acto de manera perfecta acorde a su naturaleza. En el caso del ser humano, sus dos potencias o facultades superiores son el intelecto y la voluntad, por tanto se le llama virtud a todo hábito que perfecciona dichas potencias para que actúen de forma perfecta según la naturaleza de cada una: la inteligencia en cuanto busca la verdad y la voluntad en cuanto tiende al bien.
Aunque cabe aclarar que se llama más propiamente virtud al hábito que perfecciona la parte tendencial o apetitiva del hombre, es decir, su voluntad y sus movimientos pasionales, ya que es lo que el hombre hace y no lo que el hombre sabe, lo que lo convierte en bueno o malo moralmente. A los hábitos de la parte intelectual se les denomina sencillamente hábitos. En cambio a las de la parte apetitiva, como por ejemplo a las cuatro virtudes clásicas de prudencia, justicia, fortaleza y templanza, se les denomina propiamente virtudes, pues ellas perfeccionan el obrar humano.
Pues bien, sabiendo ya en términos generales lo que es una virtud, podemos ahora comprender lo que significa ese STATUS VIRTUTIS del que nos hablan los medievales como fin de la educación: el estado de virtud no es más que el estado de una persona que ha desarrollado plenamente sus potencias o facultades, por medio de la adquisición de las virtudes correspondientes a cada esfera de su personalidad. De manera que la inteligencia fortalecida por sus respectivos hábitos capta mejor la verdad objetiva de las cosas y la voluntad y las pasiones (apetitos concupiscible e irascible) realizan el verdadero bien humano. Dicho estado de plenitud humana es el estado de virtud, y debe ser el fin u objetivo de todo proceso educativo.
¿Existe esto hoy día? ¡no!. Hoy ni siquiera la palabra virtud es tomada en cuenta a la hora de estructurar los modelos educativos, los cuales se enfocan en lo académico o en lo técnico, según el gusto o carisma particular de la institución. De tal manera que las instituciones que debieran ser "educativas" se han convertido solo en fábricas industriales de obreros, quizá poseedores de habilidades "operativas" para el mercado laboral, pero con enormes vacíos a nivel humano. Lo cual se ve reflejado luego en el ejercicio concreto de la actividad laboral y empresarial.
La pérdida del antiguo ideal educativo ha traído el modelo nuevo, academicista, tecnicista, de producción masiva de operarios para el respectivo engranaje industrial o comercial del país.
Urge recuperar en las familias la conciencia de la verdadera naturaleza de la educación, para implementar estrategias que ayuden a los individuos a encontrar en el seno familiar aquello que ha desaparecido ya del espacio socio-cultural.
Pero, ¿Hay familias para llevarlo a cabo?
Leonardo Rodríguez
Muy buen artículo estimado Leonardo. Ahora bien, a propósito de su último interrogante, comprometedor por cierto, y como padre de familia me tomo el atrevimiento de repreguntar: ¿hay padres virtuosos o que aspiren a ello?
ResponderBorrarSaludos!