¿Es lícita
la venganza?
Objeciones por las que parece que la venganza
no es lícita.
1. Quien
usurpa lo que es propio de Dios, peca. Pero la venganza pertenece en exclusiva
a Dios, pues se nos dice en Dt 32,25: Para mí la venganza, y yo les daré su
merecido. Luego toda venganza es ilícita.
2. No se
tolera a la persona sobre la que se ejerce la venganza. Pero hay obligación de
tolerar a los malos, según lo que sobre aquel texto de Cant 2,2: Como lirio
entre cardos, dice la Glosa: No ha sido bueno quien no ha sido capaz de tolerar
a los malos. Por tanto, no se debe tomar venganza de los malos.
3. La
venganza se ejecuta por medio de castigos y éstos son causa del temor servil.
Pero la ley nueva no es ley de temor, sino de amor, como dice San Agustín en
Contra Adamantum. Por tanto, al menos en el Nuevo Testamento, no debe ejercerse
la venganza.
4. Decimos
que se venga la persona que se desquita de las injurias con castigos. Pero,
según parece, ni siquiera al juez le es lícito castigar a los que cometen algún
delito contra él, pues escribe a este propósito el Crisóstomo en Super Mt.:
Aprendamos con el ejemplo que Cristo nos da a soportar con magnanimidad las
injurias que nos hacen; pero no toleremos ni siquiera el tener que oír las
ofensas dirigidas contra Dios. Luego la venganza, según parece, es ilícita.
5. El
pecado colectivo parece ser más nocivo que el pecado individual, pues se nos
dice en Eclo 26,5-6: De tres cosas tiene miedo mi corazón: de la maledicencia
en la ciudad, del motín de la muchedumbre y de la calumnia. Pero no se debe
tomar venganza de un pecado colectivo, porque, comentando la Glosa aquel texto
de Mt 13,29-30: Dejad que crezcan ambos: no vaya a suceder que arranquéis
también el trigo, dice: No se debe excomulgar ni a la multitud ni al príncipe.
Luego tampoco la otra venganza es lícita.
Contra esto: está el que nada debe esperarse
de Dios sino lo que es bueno y lícito. Pero debemos esperar de Dios el poder
vengarnos de los enemigos, pues leemos en Lc 17,7: ¿Dejará Dios de vengar a sus
elegidos que claman a El día y noche?, como si dijese: «Cierto es que los
vengará». Luego la venganza no es de suyo mala e ilícita.
Respondo: La venganza se lleva a cabo
mediante algún mal penal impuesto al pecador. Por consiguiente, en la venganza
se debe tener en cuenta la intención del vengador. Pues si lo que
principalmente intenta es el mal de aquel de quien se venga y en él se
complace, eso es totalmente ilícito; porque gozarse del mal de otro es odio,
opuesto a la caridad con que debemos amar a todos los hombres. Ni vale el que
alguien se excuse diciendo que intenta causar un daño a quien injustamente se
lo causó a él, como tampoco queda uno excusado por odiar a quien lo odia. Pues
no hay razón que justifique el que peque yo contra otro porque este primero
pecó contra mí, lo que sería dejarse vencer por el mal, cosa que prohíbe el
Apóstol cuando dice (Rom 12,21): No debes dejarte vencer por el mal, sino que
debes vencer el mal con el bien. En cambio, si lo que principalmente intenta el
vengador es un bien, al que se llega mediante el castigo del pecador, por
ejemplo, su enmienda o, por lo menos, el que se sienta cohibido, la
tranquilidad de los demás, la conservación de la justicia y del honor debido a
Dios, entonces puede ser lícita la venganza, siempre que queden a salvo las
otras circunstancias debidas.
A las objeciones:
1. Quien
ejerce la venganza sobre los malos según su jurisdicción no usurpa lo que es de
Dios, sino que usa del poder que Dios le ha dado; pues, acerca del príncipe
terreno, leemos en Rom 13,4 que es ministro de Dios, vengador para castigo del
que obra mal. Mas si alguien, fuera del orden establecido por Dios, ejerce la
venganza, usurpa lo que es de Dios y, por consiguiente, peca.
2. Los
malos son tolerados por los buenos en lo de soportar pacientemente, como
conviene que sea, las injurias propias; pero no así las injurias contra Dios o
contra el prójimo. Pues dice, a este propósito, el Crisóstomo en Super Mt.: Ser
paciente en las injurias propias es digno de alabanza; pero disimular las
injurias contra Dios es demasiado impío.
3. La ley
del Evangelio es ley de amor. Por tanto, no se debe atemorizar con castigos a
quienes hacen el bien por amor, que son los que, hablando con propiedad,
pertenecen al Evangelio, sino solamente a quienes no se sienten movidos a hacer
el bien por amor, los cuales, aunque forman parte de la Iglesia en cuanto al
«número», no ocurre otro tanto en cuanto al «mérito».
4. La
injuria contra una persona redunda a veces en ofensa de Dios y la Iglesia, y
entonces debe uno exigir reparación de la misma. Tal sucedió, evidentemente, en
el caso de Elias, el cual hizo que descendiera fuego sobre los que vinieron a
prenderle, conforme a lo escrito en 4 Re 1,9. Y otro tanto en el de Elíseo, que
maldijo a los muchachos que se burlaban de él, como leemos en 4 Re 2,23. Y el
papa Silvestre excomulgó a quienes le desterraron, como consta en XXIII, q.4.
Mas, por lo que se refiere a la injuria contra alguien que afecta únicamente a
su propia persona, debe ser tolerada con paciencia si así conviene que se haga.
Pues tales preceptos sobre la paciencia deben ser entendidos en cuanto a la
disposición de nuestro espíritu, como dice San Agustín en el libro De serm.
Dom. in monte.
5. La
venganza del pecado de la colectividad toda entera debe recaer o sobre la
totalidad, como en el caso de los egipcios, sumergidos en el mar Rojo por perseguir
a los israelitas (Ex 14,22), y el de los sodomitas, que murieron todos (Gén
19,25); o sobre una gran parte de la misma, como en el castigo de los que
adoraron al becerro. Pero a veces, si se espera la corrección de muchos, la
severidad de la venganza debe ejercerse sobre unos pocos principales, con cuyo
castigo escarmienten los demás, como mandó el Señor (Núm 25,4) ahorcar a los
príncipes del pueblo por el pecado que el pueblo había cometido.
Mas, si no
todos pecaron, sino tan sólo una parte, y es posible separar los buenos de los
malos, se debe ejercer la venganza sobre éstos, si es que cabe hacerlo sin
escándalo de los demás. De no ser así, se debe perdonar a todos y renunciar a
la severidad.
Lo mismo
debe decirse del príncipe a quien obedece la multitud. Se debe tolerar su
pecado si no se le puede castigar sin escándalo del pueblo, a no ser que su
pecado sea tal que cause más daño espiritual o temporal a sus súbditos que el
escándalo que se podría temer.
Gracias por su comunicación.
ResponderBorrarGracias a usted y su esfuerzo he descubierto la filosofía aplicada a problemas prácticos.
Incluso dar como autoridad opiniones sopesadas de gente como Agustín, Crisóstomo o los glosadores, añaden enriquecimiento a la discusión.
Me pregunto si no sería útil ofrecer a la juventud este tesoro, que no solo vale para la propia alma, sino para el cultivo racional de uno mismo y el avance del país.
Buenos días. Gracias por su comentario. El texto pertenece a la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino, me gusta publicar sus escritos directamente porque son muy claros y sencillos de entender la mayoría de las veces.
ResponderBorrarRespecto de poner esta sapiencia al servicio de la juventud, estamos trabajando en algunos textos con esa finalidad.
Dios le bendiga.
Leonardo R.