A la iglesia se le puede atacar de muchas maneras, tantas cuantas tesis teológicas y principios filosóficos componen su doctrina y su cosmovisión. Asimismo se puede argumentar contra sus enseñanzas morales en la medida en que se desprenden igualmente de principios metafísicos y antropológicos sujetos a crítica racional.
Por otra parte también pueden los oponentes del catolicismo recurrir a la historia y tratar de ver si el catolicismo ha sido perjudicial para la humanidad o si ha aportado elementos valiosos y positivos al ser humano y a la sociedad.
Todas estas formas han sido utilizadas por los anticatólicos de todos los tiempos y de todas las latitudes, y sus argumentaciones han sido cumplidamente respondidas por los católicos, pues nunca han faltado en la iglesia mentes lúcidas capaces de salir en defensa del honor de su madre ofendida.
Cada época ha renovado los ataques y en cada época la iglesia ha ido asistiendo impávida al funeral de sus enemigos.
Ahora bien, de entre todas las formas posibles de atacar a la iglesia hay una que es particularmente mediocre, aquella que consiste en señalar los malos ejemplos morales de católicos que incumplen con sus deberes de tales.
Hoy son casi pan de cada día los escándalos morales de miembros del clero, desde los curas homosexuales, pederastas o con familia y una doble vida, pasando por los que se ven envueltos en líos de dinero y corrupción económica en general. De estos casos echan mano los anticatólicos para publicarlos con gran aspaviento y concluir que el catolicismo es dañino para la sociedad. Cada vez que algún miembro del clero es sorprendido en alguna conducta inmoral, los enemigos de siempre se lanzan sobre el caso como verdaderas aves de rapiña, con perdón de las aves, y casi con placer pregonan triunfantes la supuesta 'maldad' de la iglesia.
Varias cosas pasan por alto estos personajes:
1) Que malos miembros hay en todas las instituciones, miembros que incumplen los principios de dicha institución y van en contravía de sus enseñanzas. Según esto habría que condenar a todas las instituciones habidas y por haber.
2) Que precisamente los miembros que se alejan del catolicismo en su conducta NO LO REPRESENTAN, es obvio. Y si no lo representan, ¿cómo es que son usados para criticar al catolicismo?
3) Que así como hay personajes inmorales dentro de la iglesia también hay santos, bastaría con tomar cualquier libro de vidas de santos para conocer un poco de la vida maravillosa que han llevado miles y miles de mujeres, niños, adultos, y ancianos. ¿Por qué se ignoran esos casos y se exaltan los malos? La respuesta es clara: hay una intención de hacer daño, más allá de un interés por la objetividad.
4) Que por este camino la mayoría de las veces lo que dejan claro es su incapacidad para argumentar contra el catolicismo de una forma más elevada. Por lo general el anticatólico culto no recurre a esas estratagemas "argumentativas", sino que se enfoca en aspectos de hondo calado teológico o filosófico. Pero ese es un camino para pocos, pues requiere estudio y disciplina.
En fin...
La mediocridad hoy se posesiona hasta de la forma de atacar al catolicismo. Ante los anticatólicos de hoy uno siente casi que nostalgia por los de ayer, tenían más nivel.
Leonardo Rodríguez
¿Y no tiene la culpa la Jerarquía postconciliar de todo esto? Todo han sido "peticiones de perdón por los pecados de los miembros de la Iglesia" que no venían al caso como la Jornadada lamentable del Jubileo del Año Santo 2000. ¡Qué diferencia se nota cuando se leen los bellísimos Discursos de Pío XII o las luminosas Encíclicas de León XIII donde se exaltan la gloriosa Historia de la Iglesia y las hazañas de sus Héroes! Lo cual no obstaba para que un historiador tan honesto como Ludovico Pastor escribiera su monumental Historia de los Papas
ResponderBorrarapuntando también sus errores, porque la Iglesia no teme la luz. Pero cada cosa en su contexto, no como ahora que todo es autoflagelarse.