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sábado, 12 de agosto de 2017

Filosofía en el bachillerato

Hace solo unas pocas décadas, por lo menos en Colombia, se daba a los estudiantes de bachillerato una formación en filosofía que era de una notable solidez, si juzgamos a partir de los textos que usaban y que aún es posible encontrar en los mercados de libros 'viejos'. Esto comenzó a cambiar y hoy nos encontramos ante un panorama lamentable.

Ante todo hay que decir que la educación no se trata, como creen hoy nuestros flamantes 'políticos', de generar 'competencias' en lectoescritura, comprensión textual y matemática. Todo eso forma parte del proceso educativo, pero este va mucho más allá hasta abarcar la formación de una nueva persona, la formación de la personalidad. De esto ya hablamos hace poco y no vamos a repetirnos, hoy quisiéramos referirnos al rol de la filosofía en la formación de dicha personalidad del alumno.

La filosofía fue durante mucho tiempo la disciplina encargada de poner a pensar a los estudiantes, de ejercitar su sentido crítico y reflexivo, de llevarlos por la senda de la maduración del juicio. Y como esto se hacía comúnmente bajo la tutela de la iglesia a través de sus congregaciones religiosas con carisma educativo, como los jesuitas, dominicos y lasallistas, el proceso se conducía bajo la guía del tomismo, aunque muchas veces se tratara de un tomismo un tanto diluído, como es fácil de comprobar al ojear algunos textos a que hemos tenido acceso.

La formación en filosofía enfocada de esa forma daba a los bachilleres herramientas de juicio suficientes para manejarse con cierta soltura a través de los ires y venires de la vida que recién estaban comenzando; podían emitir juicios sobre las realidades más importantes: Dios, el hombre, el alma, la ética, etc.

Sin embargo todo esto comenzó a cambiar y poco a poco fue eliminada la filosofía tomista de los manuales escolares, reemplazándola por meras síntesis históricas que daban al estudiante una impresión de eclecticismo, como de autoservicio del pensamiento en que podía entrar y servirse lo que más le gustara. 

A día de hoy incluso esa perspectiva meramente histórica se deja de lado y se reemplaza por una materia gaseosa, superficial y en el fondo inútil. Ya los estudiantes no tienen acceso a esa formación que solo la filosofía podía dar (con perdón de las demás materias). ¿Y entonces a dónde van a buscar los adolescentes los criterios para los juicios que deben emitir y las decisiones que deben tomar? En los medios de comunicación, en los artistas de moda, en la opinión pública, en la 'farándula', o peor aún... en los "youtubers".

No es de extrañar entonces que los 'ismos' como el materialismo, el hedonismo, el nihilismo y el relativismo se hayan enseñoreado de las almas de los jóvenes y sea hoy tarea sumamente complicada educarlos convenientemente o por lo menos guiarlos con algo de acierto en medio de la selva social que deben enfrentar.

Y lo curioso de todo esto es que cuando a los adolescentes de hoy se les pone delante de esa herencia de pensamiento filosófico que ya no les es ofrecida en ninguna parte, se interesan, interrogan, preguntan, muestran deseo de recibir más de eso. Es algo que he tenido la oportunidad de vivir. La naturaleza no muere del todo y dado que la inteligencia está hecha para la verdad es normal que cuando se le pone delante de ella reacciones con ansia y gozo.

Bien harían los padres de familia en estar al tanto de la estructura de la materia de filosofía que reciben sus hijos. Pero dado que también los padres fueron educados en ese vacío fundamental, es de suponer que no les interesará el tema.

Rescatar lo que ha sido abandonado, transmitir lo que ha sido construido por nuestros mayores, he ahí un bello ideal.


Leonardo Rodríguez

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