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viernes, 4 de enero de 2019

A tener en cuenta...

En un artículo anterior deplorábamos la nula capacidad para argumentar que se exhibe en la sociedad actual, maximizada por el vacío de contenidos de las redes sociales. En esta ocasión quisiéramos indicar un par de normas que pudieran ser un buen inicio para quienes estén interesados en ir corrigiendo su manera de expresar sus opiniones o ideas. Con el tiempo iremos, con el favor de Dios, añadiendo otras.

-   Lo primero es estar dispuesto a escuchar. Nada más molesto que aquella persona que al expresar sus ideas u opiniones no para de hablar, no deja hablar al otro, no escucha, solo se escucha a sí mismo. Incluso eleva el tono de la voz para imponer silencio a los demás.

-   Lo segundo es ser claro. En ocasiones vemos a personas que enredan lo más posible su discurso con el fin de apabullar al otro, por medio del uso de palabras excesivamente técnicas o rebuscadas. Puede ser señal de desconfianza en su argumento o de soberbia. Por el contrario, lo conveniente es expresarnos siempre de la forma más sencilla posible de tal manera que se nos entienda cabalmente.

Lo tercero es tratar de entender. Muchas personas se apresuran a contestar al otro incluso antes de haber entendido bien lo que el otro está tratando de decir. Esto causa que la respuesta en realidad no refute lo que el otro dice, ya que ni siquiera se entendió lo que trataba de decir. Por lo tanto es necesario asegurarse muy bien de haber entendido lo mejor posible la idea que el otro está defendiendo.

-   Lo cuarto es responder a lo que el otro expresó y solo a lo que el otro expresó. Sucede muy a menudo que se tocan muchos temas al mismo tiempo. Con eso se genera confusión. Lo conveniente es hablar de una sola cosa a la vez y no pasar a otro tema antes de haber cerrado el anterior. 

-   Lo quinto es no generalizar. Es un error muy común. Conviene evitar a toda costa las generalizaciones. Por ejemplo afirmaciones como "todo abogado es corrupto", "todo policía soborna", "todo sacerdote es pedófilo", etc., son afirmaciones falsas ya que con solo un ejemplo en contra se invalidan. Y es evidente que no hay solo un abogado honesto, ni solo un policía correcto, ni solo un sacerdote devoto. Las generalizaciones no deben ser usadas en una argumentación porque restan credibilidad.

-   Lo sexto es argumentar contra la idea y no contra la persona. En los estudios de lógica a eso se le llama argumento "ad hominem", es decir, argumento dirigido al hombre y no a la idea. Consiste en atacar a la persona que afirma algo y no a lo que la persona está afirmando. Se busca ridiculizar al oponente para derrotar así sus tesis o ideas. Es una forma deshonesta de competir. Lo ideal siempre es argumentar sobre la idea en cuestión y no sobre la persona.

Lo séptimo es evitar el lucimiento personal. Muchas veces se ve en los intercambios de ideas un afán por pasar por encima del otro apareciendo como más inteligente o más informado, y no tanto un interés por llegar al fondo del asunto y conocer la verdad. Hay que huir de ese tipo de situaciones porque son señal de una personalidad inmadura y suelen ser una completa pérdida de tiempo.



Dejemos hasta ahí por hoy. Este sería un buen comienzo. Son normas elementales pero caídas hoy en desuso lamentablemente. Por supuesto que el arte de la argumentación supone muchas más cosas, pero la idea es ir poco a poco.


Leonardo Rodríguez V.



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