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miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿Progreso?


Dicen los que de esto hablan, que la humanidad ha presenciado en los últimos decenios más y mayores avances científicos, técnicos y tecnológicos que los que se habían visto en todos los siglos de historia humana juntos. No sé si tal afirmación es rigurosa, históricamente hablando, puesto que no soy historiador. Pero alcanzo a sospechar que sí. Y es que en verdad durante la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, hemos sido testigos de un desarrollo ciertamente asombroso de las ciencias, que ha llevado a aplicaciones tecnológicas cada vez más asombrosas. Y todo parece indicar que esa marcha hacia adelante en la tecnología, lejos de detenerse, experimentará en los próximos años progresos de tal magnitud que no resulta descabellado pensar que nuestros hijos y nietos verán cosas con las cuales actualmente solo soñamos o que concebimos como producto de la mera ciencia ficción. El futuro dirá.

Y aquí comienza el problema. Porque tal ha sido la envergadura del progreso experimentado que ha venido a instalarse en la conciencia del hombre moderno la firme convicción de que esa marcha hacia adelante, ese progreso que parece indefinido e imparable, ese glorioso dominio del hombre sobre la naturaleza por medio de la técnica, etc., representa no solo un progreso, eso sí indudable, en ciertas áreas de la experiencia humana, sino que de alguna manera ese progreso científico y tecnológico significa el progreso total de la humanidad.

Lo anterior significaría, más o menos, que la humanidad marcha hacia adelante y progresa PORQUE progresan las ciencias y la tecnología. El Progreso de la humanidad, así en mayúscula, vendría a quedar reducido e identificado con el progreso científico-tecnológico. Pero resulta que las habilidades científicas de una persona o sus competencias tecnológicas no determinan su estatura moral, es decir, no dicen NADA acerca de si se está ante una buena o ante una mala persona, que las hay, por cierto. Y, por lo mismo, los avances científicos o tecnológicos de una sociedad en su conjunto NADA dicen acerca de si se está ante una sociedad que progresa verdaderamente o si, por el contrario, se está solo ante una sociedad que ha hipertrofiado uno de sus componentes en detrimento de lo que debiera ser su preocupación radical: el progreso moral, social y personal.

He ahí el porqué de que la palabra progreso que encabeza este artículo la hayamos puesto entre signos de interrogación, como dudando, ¿progreso? Sí, sin duda, y enorme progreso a nivel de las ciencias y de las tecnologías. Pero al mismo tiempo asistimos, sin duda igualmente, a una decadencia moral de las sociedades y de los individuos, que se manifiesta en la pérdida del norte ético a causa de un relativismo subjetivista o de un subjetivismo relativista que lo ha invadido todo. La proliferación de leyes abortistas por todo el mundo es solo una muestra, todo lo dramática posible, de dicho relativismo en el cual el capricho individual es elevado a categoría ética, por encima de los más elementales principios ya no solo morales pero incluso de mera humanidad.

Tenemos entonces, para ponerlo en términos gráficos, edificios plagados de una tecnología asombrosa, funcionando como abortorios en donde mediante procedimientos que rayan en la barbarie demencial de épocas pasadas, se asesina a diario y sistemáticamente a miles de bebés. Es el progreso tecnológico al lado de la más absoluta decadencia moral que se pudiera imaginar. Es la barbarie adornada con lujosa “civilización” técnica.

¿De qué progreso nos enorgullecemos entonces? Las luces de las grandes ciudades encandilan al espectador y lo llevan al convencimiento de que nos hayamos disfrutando de las mieles de una civilización en pleno desarrollo, pero bajo esas mismas luces se revelan al atento observador las lacras de una sociedad que a nivel moral padece de mortal enfermedad.

La sociedad humana progresaría verdaderamente si al lado del desarrollo tecnológico avanzaran también los estándares de la moralidad, los vicios arraigaran cada vez con menor fuerza y se alentara el crecimiento en las virtudes como camino regio para lograr la plenitud humana objetiva. Mientras ello no ocurra y se siga apostando por un mero crecimiento del ámbito material propio de las ciencias y las técnicas, no podrá hablarse con propiedad de progreso, en el sentido más humano del vocablo. Se le seguirá vendiendo humo a las sociedades, oropeles, espejismos y vacíos.


Leonardo Rodríguez Velasco 


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