Entre los interesados en el pensamiento de santo Tomás de Aquino hoy día, son muy pocos los que conocen, o más bien, tienen el privilegio de conocer, la obra del padre Álvaro Calderón, sacerdote de la Fsspx, argentino, insigne hijo del aquinate, quien luego de algunas décadas enseñando varios de los tratados de la 'Summa theologiae' a los seminaristas, y también la filosofía, me atrevo a decir que ha alcanzado una profundidad tal en su comprensión del tomismo, que lo ubica sin duda entre los mayores tomistas de la historia.
La obra escrita que está
produciendo quedará sin duda para la posteridad como un monumento de sapiencia,
de trabajo paciente, de obediencia al maestro común, de trabajo intelectual
arduo. Sus libros no tienen desperdicio, son una real joya.
Ha escrito una
introducción a la filosofía llamada "Umbrales de la filosofía", donde
de forma magistral penetra en el corazón mismo de la lógica, la filosofía de la
naturaleza y la metafísica. Pero no es que las desarrolle como hacen los
manuales comunes, sino que ante todo nos pone en contacto con su
verdadera naturaleza, como interesado en que antes de hacer lógica sepamos de
qué estamos hablando, igual con la filosofía de la naturaleza y la metafísica.
Porque de nada sirve lanzarnos a hacer metafísica si antes no nos hemos
ejercitado en su ser.
También ha dado a luz una obra en dos volúmenes llamada "La naturaleza y sus causas", y me atrevo a decir que estando ya escrita una obra así, es de necesaria y obligada lectura para el que quiera pisar con pie firme en el real y genuino pensamiento tomista. Y no crean que exagero, la obra es un monumento a la solidez intelectual, una real invitación a pensar con toda rigurosidad sobre la naturaleza física, escalón obligado del filósofo realista que desea construir una filosofía atenta a lo real.
En esa obra el primer volumen es una exposición del ser de la filosofía de la naturaleza, de manera que el lector tenga claro de una vez y para siempre de qué hablamos cuando hablamos de filosofía natural, definición, objeto, método, especificidad propia; pero todo ello desarrollado con tal acopio de autores, y sobre todo en tal fidelidad al propio Tomás, que se puede decir que estamos verdaderamente ante una de las obras máximas del pensamiento tomista de todos los tiempos.
Certeza que sube si consideramos el volumen II, dedicado a las causas. Y es que el volumen segundo de esa obra lo dedica el padre a la exposición escrupulosamente exacta de las cuatro causas aristotélicas, material, formal, eficiente y final. Porque si la ciencia es conocimiento cierto POR las causas, y las causas son cuatro, hay que saberlas antes.
Pero quizá la mayor obra que ha escrito hasta ahora es la que se llama "El orden sobrenatural", subtitulada como 'una inmersión en el tomismo profundo'.
Aquí me quedo sin palabras, lo alcanzado por el padre en esta obra excede todo elogio que yo pudiera hacer de él.
Es una obra en la que el padre se sumerge en el corazón del tomismo, la distinción entre esencia y ser, distintos en la creatura, pero identificados en el Creador. El padre va llevando como de la mano al lector hacia la comprensión de esa profunda verdad, llave maestra que abre la puerta de las mayores alturas alcanzadas por Tomás de Aquino, tanto en el orden natural, como en el propiamente sobrenatural. Se trata de una obra de tomismo consumado, TAL VEZ LA MÁXIMA OBRA TOMISTA de los últimos dos o tres siglos.
Para encontrar algo así tendríamos que retroceder hasta los tiempos de Juan de santo Tomás, del cardenal Cayetano...o incluso retroceder hasta el siglo XIII, siglo de santo Tomás de Aquino. Porque el que habla en dicha obra es un auténtico discípulo del aquinate. Monumental.
¿Qué más se podría decir? Mucho y nada que esté a nuestro alcance, tan solo pedir a la divina providencia que le conceda al padre años de vida suficientes para dejarnos algunos escritos más que nos acompañen en este valle de lágrimas que es el panorama intelectual moderno. Aunque por otro lado, quizá el propio padre en sus oraciones personales esté pidiendo más bien ir pronto al cielo a gozar con la clara visión de Aquél que aquí contemplamos tan solo bajo el velo de conceptos como acto puro o Ipsum Esse Subsistens.
Leonardo
Rodríguez Velasco