Suele suceder que aquel que se encuentra con santo Tomás de Aquino, ya no lo abandona más. Encontrarlo, es decir, encontrar sus obras, conocer su vida, adentrarse en las profundidades de su pensamiento filosófico y teológico (fue ante todo y sobre todo un teólogo, pero sabía bien que la teología, ciencia de Dios y de todas las cosas en su relación con Dios, debe construirse sobre la más sólida base filosófica), es hallarse sumergido en un universo conceptual de tal riqueza, de tal amplitud, de tal verdad, que difícilmente se puede hacer a un lado y continuar la búsqueda, pues se percibe haber llegado ya a puerto seguro. La inteligencia descansa con serenidad en las páginas de su Summa theologiae.
Pero suele suceder también, por desgracia, que muchos se
quedan con una versión, como si dijéramos, light del tomismo, un tomismo
fast food, en expresión gráfica del querido padre Álvaro Calderón.
¿Qué queremos decir? Queremos decir con ello que el
pensamiento de santo Tomás de Aquino es exigente, arduo, profundo y requiere
una sólida disciplina de la inteligencia: estudio, reflexión, apuntes,
relecturas, maduración… Y después de todo ello sucede que nos vemos aún apenas comenzando,
siempre discípulos, descubriendo en cada nueva lectura matices de los cuales no
nos habíamos percatado antes, o perspectivas nuevas que se abren y dan más luz a
temas que creíamos ya asimilados. Nunca se deja de ser tomista.
Quizá esa es una de las diferencias más notables con lo que
se ha denominado “filosofía” moderna, que en ella todos han querido ser
maestros, nadie ha querido ser discípulo, y ello ha conllevado una multiplicación
casi ‘ad infinitum’, de escuelas, corrientes, posturas, alternativas… La
disolución de la inteligencia so capa de pluralidad y apertura.
Ante el panorama desolador del perspectivismo de los modernos,
donde la verdad desaparece al ser reemplazada por posturas y opiniones, contradictorias
entre sí y nunca seguras de haber arribado a nada seguro; el tomismo es un faro
firme que indica al navegante los escollos a evitar y el rumbo inequívoco que
debe seguir para llegar a puerto.
Pero ocurre entonces que al tomista principiante le sale al
paso una tentación contra la cual debe luchar si es que quiere en verdad ingresar
en el castillo del pensamiento tomista y recorrer con fruto todas sus habitaciones
y pasillos, repletos de tesoros admirables: la tentación de quedarse con un mero
barniz de doctrina e instalarse en un tomismo NO tomista.
Para decirlo en palabras sencillas, es posible memorizar en
pocos minutos el significado de una serie de términos y con ello creerse ya
tomista consumado. Uno puede tomar un diccionario de filosofía, o incluso algún
vocabulario sacado de un autor tomista y darse a la tarea de memorizar palabras
como: acto, potencia, forma, materia, substancia, accidente, esencia, ser,
causa formal, causa eficiente, causa material, causa final, etc. Y terminada la
labor de memorización ir por la vida hilando discursos con base en dichos
conceptos y con ello considerarse en posesión del tomismo más acendrado.
¡Grave ilusión! ¡Gravísimo error!
Quienes así proceden se privan a sí mismos de gustar el
verdadero tomismo, ese que nace como fruto de la asidua familiaridad con los
textos del maestro, de la permanente meditación de sus argumentos, de la
juiciosa reflexión de sus respuestas y del esfuerzo por penetrar cada vez más y
mejor en el trasfondo metafísico último de sus posturas más características.
Pero entendemos que todo ello conlleva tiempo, dedicación,
esfuerzo, disciplina, tesón, y no todo el mundo, incluso entre los interesados,
está dispuesto a ello o tiene las condiciones para ello o el tiempo,
humanamente hablando, para hacerlo como corresponde. Se cae así en un tomismo light,
que está lejos del tomismo real, del tomismo tomista que debiera ser el ideal
del seguidor de Tomás de Aquino.
Por poner un ejemplo concreto de lo que venimos diciendo, el
orden en que deben ser estudiadas las disciplinas es el siguiente:
1.
Lógica
2.
Filosofía de la naturaleza (y psicología)
3.
Metafísica (y ética)
4.
Y en la cumbre de la metafísica… La teología
natural, Dios contemplado como acto puro y causa eficiente primera de todo
cuanto existe.
Se trata ciertamente de un recorrido amplio y exigente, que
no se hace en un par de semanas, ni siquiera en un par de meses y posiblemente
tampoco en un par de años. Algunos se han aventurado incluso a decir que serían
necesarios unos diez años de estudio, otros han dicho veinte, otros incluso más…
Para poder madurar de forma conveniente toda la riqueza contenida en la obra
tomista. Ello llevaría a un tomismo tomista, no tan solo a un tomismo light
de conceptos aprendidos de memoria para hilar bonitos discursos de apariencia
escolástica.
Por donde se ve lo errados que van aquellos que andan por el
mundo con apariencia de tomistas y creyendo que por hablar de la forma y la
materia ya son consumados discípulos del angélico doctor.
¿Cuál es la invitación? La invitación no puede ser otra que
la de empezar cuanto antes nuestra formación intelectual, las circunstancias actuales
lo requieren, lo exigen, pues los falsos doctores pululan y los lobos con piel
de oveja causan estragos en el rebaño, confundiendo, engañando y devorando a
los desprevenidos.
Si sientes la vocación por el trabajo intelectual y deseas
acercarte al doctor de Aquino en busca de una sólida formación católica, teológica,
filosófica y verdaderamente humanista, debes comenzar ya, el trabajo es mucho y
los obreros pocos.
¡Ánimo! Dios sabrá recompensar con creces tu dedicación y
con seguridad el hermano Tomás acompañará desde el cielo tus empeños y te
alcanzará de Dios nuestro señor, por mediación de la santísima virgen María,
sede de la sabiduría, la gracia de progresar en el estudio y ser luz en medio
de una sociedad cada vez más sumergida en las tinieblas del engaño y el vicio.
Leonardo Rodríguez Velasco
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