Es reconfortante ver cómo día a día aumenta el interés por conocer el la obra de santo Tomás de Aquino, el máximo teólogo de la iglesia católica, cuyo pensamiento está hoy tan vivo como cuando él redactó sus escritos hace ocho siglos.
Pero, a pesar de ver como algo completamente positivo ese interés por el aquinate, surge también la preocupación por el modo en que muchos se acercan a santo Tomás, es decir, ¿qué santo Tomás es el que van a conocer? Porque efectivamente aunque santo Tomás es uno solo, se pueden tener de su obra diversas imágenes según que uno se aproxime a él por uno u otro camino. Me explico.
A lo largo de los siglos nunca han faltado discípulos del de Aquino, ya en vida del propio Tomás los tuvo en gran cantidad, así como también tuvo enemigos de su pensamiento, que lo combatieron ya desde el principio. Pero amigos tuvo, ha tenido, tiene y seguirá teniendo, santo Tomás es un caso único, ya que ningún otro pensador puede gloriarse de que a pesar del paso del tiempo, cada nueva generación trae consigo un sinnúmero de interesados en continuar con su herencia teológica y filosófica. ¿Cuántos filósofos pueden decir hoy, pleno 2023, que cuentan con un nutrido número de seguidores, en todas las latitudes y en todas las lenguas conocidas?
Pero surge entonces, decíamos, el peligro de aproximarse a un Tomás modificado, alterado, un poco enrarecido. Y es que en ocho siglos mucha tinta ha corrido sobre la herencia intelectual del santo, cientos y quizá miles de manuales se han escrito, para uso universitario y también para nivel de bachillerato. Así como tratados profundos y sistemáticos que presentan el pensamiento de santo Tomás en forma estructurada, algunos se han hecho clásicos.
¿Leer esos manuales equivale a leer a santo Tomás? Sí y no. Sí, en cuanto a la intención de esos autores, indudablemente bienintencionados. No, en cuanto a que casi siempre, por no decir siempre, en algo se apartan de Tomás, en la interpretación de alguna idea, en la definición de un concepto, en la argumentación de algún punto, en la inclusión de algo que no está de suyo en la obra del propio Tomás, o en la eliminación de algo que sí está, etc. Es sencillo, al tomar uno, dos o tres de estos manuales, ver cómo incluso difieren no pocas veces entre ellos en ciertas definiciones o divisiones de conceptos claves.
¿Qué hacer entonces? IR A TOMÁS, tan sencillo como eso y tan arriesgado como eso. Sencillo porque los escritos de Tomás están todos en Internet, traducidos a los principales idiomas para el que no puede leer latín. Pero decimos arriesgado porque no se trata solo de tomar el texto de Tomás, leerlo y como por arte de magia comenzar a entenderlo y asimilarlo. No. En realidad se requiere un bagaje conceptual que no es poco, ni fácil. Requiere esfuerzo, constancia, disciplina y mucha paciencia. De ahí que resulte mucho más fácil el manual, porque este ha sido hecho con intención pedagógica, pensando en los principiantes, y llevando al lector como de la mano y poco a poco. Pero que algo sea fácil no implica que sea lo mejor.
Lo recomendable sería alternar la lectura del texto directo de Tomás, con el apoyo de los mejores manuales sobre todo para aclarar definiciones y divisiones de conceptos, cosa clave en escolástica. Pero dando siempre la primacía a Tomás mismo, algo así como un 80/20, por decirlo de alguna manera.
¿Manuales sí o manuales no? Sí, siempre y cuando se usen en su justa medida y jamás reemplazando al propio Tomás, en ese caso se correría el inmenso riesgo de quizá nunca conocer el pensamiento del santo, sino la versión un poco alterada en algún punto, de uno de sus bienintencionados discípulos.
Leonardo Rodríguez Velasco
No hay comentarios.:
Publicar un comentario