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jueves, 5 de abril de 2012

Un senador chileno nos ilustra sobre la democracia




La “verdadera” Democracia, una anécdota chilena


El día de ayer el senado de Chile ha votado en contra de la legalización del aborto en ese país. En concreto se produjeron tres votaciones y en todas el proyecto fue ampliamente rechazado. Según las leyes chilenas no podrá presentarse otra iniciativa legislativa en tal sentido por lo menos en un año, de forma tal que los abortistas tienen un año para prepararse y volver, que seguro lo harán.

No han pasado desapercibidas las palabras del presidente del senado, Camilo Escalona perteneciente al partido socialista (a favor del aborto); al finalizar las votaciones ha dicho que esperaba que esta decisión no dañara ante la comunidad internacional la imagen de Chile y también dijo “Espero que la comunidad internacional entienda que la democracia chilena todavía está creciendo".

A veces hay que agradecer que esta gente hable con tal claridad, nos tienen tan acostumbrados a las frases ambiguas que cuando alguno se atreve a ser franco no deja de asombrarnos. Al fin éste personaje se ha atrevido a dibujarnos en un breve trazo lo que es la democracia actual.

En pocas palabras, una democracia sólo es “adulta”, “plena”, “verdadera”, etc. cuando permite el aborto. Si en una democracia aún no está permitido matar niños en los vientres de sus madres esto sucede porque tal democracia aún está creciendo. De manera que un signo claro de “madurez” de una democracia es poder matar bebés. Hasta que ese “derecho” no sea declarado no se puede aún hablar de verdadera democracia. 

¡Ahí está todo dicho! Y valga aclarar que no lo hemos dicho nosotros. Sucede que estas personas de vez en cuando son honestas y hablan sin equívocos y sin doblez.

Vean ustedes algunas de las cosas que se derivan de las palabras del senador chileno: 

  •    Si en una democracia aún se respetan parámetros morales de conducta, NO ES DEMOCRACIA VERDADERA.   
  •    Si en una democracia se legisla a favor de la vida, NO ES DEMOCRACIA VERDADERA.
  •  Si en una democracia las iniciativas legislativas contrarias a la moral no triunfan, NO ES DEMOCRACIA VERDADERA.

Por el contrario:

  •        Cuando en una democracia se logra eliminar de las leyes todo respeto a la moral natural, ES UNA VERDADERA DEMOCRACIA.

  •          Cuando en una democracia las iniciativas legislativas de aquellos que buscan la corrupción total del pueblo triunfan, ES UNA VERDADERA DEMOCRACIA.

  •         Cuando en una democracia se puede matar bebés, ES UNA VERDADERA DEMOCRACIA.

Según las frenteras palabras del señor senador no hay relación alguna entre moral y democracia. Poco importa que los argumentos esgrimidos por los senadores que votaron a favor de la vida fueran en su mayoría de orden médico-científico; para los amigos del aborto la lucha es siempre ideológica de fondo, ellos no entienden ni les importa nada el origen de la vida y esas cosas complicadas a nivel molecular, para ellos lo importante es que una “verdadera” democracia se aleje lo más posible de todo contacto por indirecto que sea de cualquier tipo de normatividad moral, y su ideología los lleva incluso a despreciar la esencia (absurda por cierto) del democratismo, que es la “soberanía” del pueblo: el pueblo elije unos representantes que votan, legislan y gobiernan por él. De manera que hablando en idioma “democrático” la votación de ayer en contra del aborto fue totalmente democrática, una cuestión matemática de conteo de votos y nada más.

Pero eso a ellos no les importa, porque aunque todo se hizo según las absurdas reglas del juego democrático, para ellos aún no triunfa ese rechazo de toda moral y de todo principio que para ellos es la verdadera esencia del democratismo. 


¡AÚN NO ESTÁN CONFORMES, AÚN HAY MORAL, POR TANTO AÚN NO HAY DEMOCRACIA!


¿Estamos exagerando o tergiversando las palabras del señor senador? Veamos.

Sabido es que la democracia tal y como la conocemos actualmente es una creación reciente. No va más allá del siglo XVIII, y su padre es Jean Jacques Rousseau. El siglo XVIII fue el siglo de la muy mal llamada “ilustración”, que fue un movimiento pseudofilosófico cuyos propagadores se autodenominaron “filósofos” y se dedicaron con sus escritos a criticar, ridiculizar y destruir la religión y la moral del pueblo. Decían que las normas morales “oprimían” la “libertad” de las personas, y que sólo sería “justo y verdadero” un régimen político que no tomara para nada en consideración la moral del pueblo, y que legislara abiertamente contra esta moral. Para estos señores “filósofos” sólo es libre aquél que puede obrar el mal, porque es obvio que para hacer el bien siempre había habido libertad: no estaba prohibido decir la verdad; no estaba prohibido ser fiel al esposo o esposa; cuidar de los hijos; cumplir las promesas; servir a la patria; hacer el bien a las personas; dar limosnas; no estaba prohibido ser santo; si nada de esto estaba prohibido por las normas morales,  ¿entonces cuál era la libertad que tanto reclamaban? Ah, pues la libertad de hacer todo lo contrario. Querían una organización social en la cual estuviera permitido todo, y para ello proponían la democracia, pues de todas las formas de organización política la democrática es la que mejor se presta a tal empeño por la suprema sencillez con que se puede manipular, corromper y comprar el “voto” del individuo.

Cuando la revolución francesa triunfó, se consolidaron las doctrinas “ilustradas” y la sociedad empezó a organizar sus instituciones conforme a tales doctrinas.

De esta manera el escepticismo (sistema que afirma que no hay nada verdadero ni en moral, ni en religión, ni en metafísica, etc.) se puso como fundamento de la nueva organización social y se legisló en consecuencia. 

Con el escepticismo institucionalizado se difundió rápidamente por todas partes la duda contra la religión y la moral, y contra cualquier verdad que no viniera del pueblo soberano y pretendiera imponérsele “desde fuera”; en derecho esto se llamó “positivismo jurídico” y es el sistema reinante en la actualidad.

De esta manera se puede afirmar que la indiferencia absoluta ante el bien y el mal, ante la verdad y el error, constituye la base de los estados democráticos modernos.

 ¿Pero qué pasa cuando el pueblo aún no está lo suficientemente corrompido como para que sólo produzca representantes corruptos que aprueben leyes criminales como el caso de Chile? Sencillo, ¡a esperar!, sigamos corrompiendo mediante los medios de comunicación y ya llegará el momento (que ya ha llegado en muchos países) en que el pueblo sólo produzca seres sin conciencia que aprueben en los parlamentos las mayores aberraciones. 

¡MIENTRAS ESTO NO OCURRA NO ESTAREMOS AÚN EN UNA VERDADERA DEMOCRACIA!

Leonardo Rodríguez.

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