La “verdadera” Democracia, una
anécdota chilena
El día de ayer el senado de Chile
ha votado en contra de la legalización del aborto en ese país. En concreto se
produjeron tres votaciones y en todas el proyecto fue ampliamente rechazado. Según
las leyes chilenas no podrá presentarse otra iniciativa legislativa en tal
sentido por lo menos en un año, de forma tal que los abortistas tienen un año
para prepararse y volver, que seguro lo harán.
No han pasado desapercibidas las
palabras del presidente del senado, Camilo Escalona perteneciente al partido
socialista (a favor del aborto); al finalizar las votaciones ha dicho que
esperaba que esta decisión no dañara ante la comunidad internacional la imagen
de Chile y también dijo “Espero que la comunidad internacional entienda que la
democracia chilena todavía está creciendo".
A veces hay que agradecer que
esta gente hable con tal claridad, nos tienen tan acostumbrados a las frases
ambiguas que cuando alguno se atreve a ser franco no deja de asombrarnos. Al fin
éste personaje se ha atrevido a dibujarnos en un breve trazo lo que es la
democracia actual.
En pocas palabras, una democracia
sólo es “adulta”, “plena”, “verdadera”, etc. cuando permite el aborto. Si en
una democracia aún no está permitido matar niños en los vientres de sus madres
esto sucede porque tal democracia aún está creciendo. De manera que un signo
claro de “madurez” de una democracia es poder matar bebés. Hasta que ese “derecho”
no sea declarado no se puede aún hablar de verdadera democracia.
¡Ahí está todo dicho! Y valga
aclarar que no lo hemos dicho nosotros. Sucede que estas personas de vez en
cuando son honestas y hablan sin equívocos y sin doblez.
Vean ustedes algunas de las cosas
que se derivan de las palabras del senador chileno:
- Si en una democracia aún se respetan parámetros morales de conducta, NO ES DEMOCRACIA VERDADERA.
- Si en una democracia se legisla a favor de la vida, NO ES DEMOCRACIA VERDADERA.
- Si en una democracia las iniciativas legislativas contrarias a la moral no triunfan, NO ES DEMOCRACIA VERDADERA.
Por el contrario:
- Cuando en una democracia se logra eliminar de las leyes todo respeto a la moral natural, ES UNA VERDADERA DEMOCRACIA.
- Cuando en una democracia las iniciativas legislativas de aquellos que buscan la corrupción total del pueblo triunfan, ES UNA VERDADERA DEMOCRACIA.
- Cuando en una democracia se puede matar bebés, ES UNA VERDADERA DEMOCRACIA.
Según las frenteras palabras del
señor senador no hay relación alguna entre moral y democracia. Poco importa que
los argumentos esgrimidos por los senadores que votaron a favor de la vida
fueran en su mayoría de orden médico-científico; para los amigos del aborto la
lucha es siempre ideológica de fondo, ellos no entienden ni les importa nada el
origen de la vida y esas cosas complicadas a nivel molecular, para ellos lo
importante es que una “verdadera” democracia se aleje lo más posible de todo
contacto por indirecto que sea de cualquier tipo de normatividad moral, y su
ideología los lleva incluso a despreciar la esencia (absurda por cierto) del
democratismo, que es la “soberanía” del pueblo: el pueblo elije unos
representantes que votan, legislan y gobiernan por él. De manera que hablando
en idioma “democrático” la votación de ayer en contra del aborto fue totalmente
democrática, una cuestión matemática de conteo de votos y nada más.
Pero eso a ellos no les importa,
porque aunque todo se hizo según las absurdas reglas del juego democrático,
para ellos aún no triunfa ese rechazo de toda moral y de todo principio que
para ellos es la verdadera esencia del democratismo.
¡AÚN NO ESTÁN CONFORMES, AÚN
HAY MORAL, POR TANTO AÚN NO HAY DEMOCRACIA!
¿Estamos exagerando o tergiversando
las palabras del señor senador? Veamos.
Sabido es que la democracia tal y
como la conocemos actualmente es una creación reciente. No va más allá del
siglo XVIII, y su padre es Jean Jacques Rousseau. El siglo XVIII fue el siglo
de la muy mal llamada “ilustración”, que fue un movimiento pseudofilosófico
cuyos propagadores se autodenominaron “filósofos” y se dedicaron con sus
escritos a criticar, ridiculizar y destruir la religión y la moral del pueblo. Decían
que las normas morales “oprimían” la “libertad” de las personas, y que sólo
sería “justo y verdadero” un régimen político que no tomara para nada en consideración
la moral del pueblo, y que legislara abiertamente contra esta moral. Para estos
señores “filósofos” sólo es libre aquél que puede obrar el mal, porque es obvio
que para hacer el bien siempre había habido libertad: no estaba prohibido decir
la verdad; no estaba prohibido ser fiel al esposo o esposa; cuidar de los
hijos; cumplir las promesas; servir a la patria; hacer el bien a las personas;
dar limosnas; no estaba prohibido ser santo; si nada de esto estaba prohibido
por las normas morales, ¿entonces cuál
era la libertad que tanto reclamaban? Ah, pues la libertad de hacer todo lo
contrario. Querían una organización social en la cual estuviera permitido todo,
y para ello proponían la democracia, pues de todas las formas de organización política
la democrática es la que mejor se presta a tal empeño por la suprema sencillez
con que se puede manipular, corromper y comprar el “voto” del individuo.
Cuando la revolución francesa
triunfó, se consolidaron las doctrinas “ilustradas” y la sociedad empezó a
organizar sus instituciones conforme a tales doctrinas.
De esta manera el escepticismo
(sistema que afirma que no hay nada verdadero ni en moral, ni en religión, ni
en metafísica, etc.) se puso como fundamento de la nueva organización social y
se legisló en consecuencia.
Con el escepticismo
institucionalizado se difundió rápidamente por todas partes la duda contra la religión
y la moral, y contra cualquier verdad que no viniera del pueblo soberano y
pretendiera imponérsele “desde fuera”; en derecho esto se llamó “positivismo
jurídico” y es el sistema reinante en la actualidad.
De esta manera se puede afirmar que
la indiferencia absoluta ante el bien y el mal, ante la verdad y el error,
constituye la base de los estados democráticos modernos.
¿Pero qué pasa cuando el pueblo aún no está lo
suficientemente corrompido como para que sólo produzca representantes corruptos
que aprueben leyes criminales como el caso de Chile? Sencillo, ¡a esperar!,
sigamos corrompiendo mediante los medios de comunicación y ya llegará el
momento (que ya ha llegado en muchos países) en que el pueblo sólo produzca
seres sin conciencia que aprueben en los parlamentos las mayores aberraciones.
¡MIENTRAS ESTO NO OCURRA NO
ESTAREMOS AÚN EN UNA VERDADERA DEMOCRACIA!
Leonardo Rodríguez.
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