LAS VIRTUDES CARDINALES
1. Noción
Como ya hemos dicho más arriba, el nombre
de «cardinales» se deriva del latín cardo, cardinis, el quicio o gozne de
la puerta; porque, en efecto, sobre ellas, como sobre quicios, gira y descansa
toda la vida moral humana y cristiana.
2. Número
Las virtudes cardinales son cuatro: prudencia,
justicia, fortaleza y templanza. La prudencia dirige el entendimiento
práctico en sus determinaciones; la justicia perfecciona la voluntad
para dar a cada uno lo que le corresponde; la fortaleza refuerza el apetito
irascible para tolerar lo desagradable y acometer lo que debe hacerse a pesar
de las dificultades, y la templanza pone orden en el recto uso de
las cosas placenteras y agradables.
3. El conjunto total de las virtudes infusas
teologales y morales podría representarse gráficamente con una imagen astronómica,
que estaría formada del siguiente modo:
a) Tres grandes estrellas o soles con luz propia: fe,
esperanza y caridad.
b) Cuatro grandes planetas con luz recibida del sol: prudencia,
justicia, fortaleza y templanza.
c) Muchas virtudes satélites relacionadas con sus respectivos
planetas, como derivadas o anejas.
Estudiadas ya las tres virtudes estrellas
o soles, vamos a abordar ahora el estudio de los cuatro planetas, que
son las cuatro virtudes cardinales, que, a su vez, nos darán paso al estudio de
sus correspondientes satélites o virtudes derivadas que se
relacionan en algún aspecto con su virtud cardinal correspondiente.
LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA
1. Noción
La prudencia es una gran virtud que
tiene por objeto dictarnos lo que tenemos que hacer en cada caso particular. Como
virtud natural o adquirida fue definida por Aristóteles: «La recta razón en
el obrar», Como virtud sobrenatural o infusa puede definirse: «Una virtud
especial infundida por Dios en el entendimiento práctico para el recto gobierno
de nuestras acciones particulares en orden al fin sobrenatural».
Expliquemos un poco los términos de la
definición.
a) Una virtud especial; distinta
de todas las demás.
b) Infundida por Dios en el entendimiento
práctico. Como es sabido, el entendimiento es una de las potencias o
facultades del alma (como la memoria y la voluntad). Pero el entendimiento se subdivide
en especulativo y práctico. EI especulativo se dedica a La
formulación teórica de los principios en que se apoya La prudencia, mientras
que el práctico recae sobre los actos particulares o concretos que
hay que realizar. La prudencia, como virtud, recae precisamente sobre esos actos
concretos que han de realizarse: luego reside en el entendimiento práctico, no
en el especulativo.
c) Para el recto gobierno de nuestras
acciones particulares. EI acto propio de La virtud de La prudencia es dictar
(en sentido perfecto, o sea, intimando o imperando) lo que hay
que hacer en concreto en un momento determinado hic et nunc, habida cuenta
de todas Las circunstancias y después de madura deliberación y consejo.
d) En orden al fin sobrenatural. Es
el objeto formal o motivo próximo, que La distingue radicalmente de
La prudencia natural o adquirida, que sólo se fija en Las cosas de este mundo.
2. Importancia
Es La más importante de todas Las virtudes
morales, después de La virtud de La religión como veremos en su lugar. Su
influencia se extiende a todas Las demás, señalándoles el justo medio en
que consisten todas ellas, para que no se desvíen por exceso o por detecto hacia
sus extremos desordenados. Incluso Las mismas virtudes teologales necesitan el control
de La prudencia, no porque consistan en el medio -como Las morales-, sino
por razón del sujeto y del modo de su ejercicio, esto es, a su debido
tiempo y teniendo en cuenta todas Las circunstancias; ya que sería imprudente ilusión
vacar todo el día en el ejercicio de Las virtudes teologales, descuidando el cumplimiento
de los deberes del propio estado. Por eso se llama a La prudencia auriga
virtutum, porque Las dirige y Las gobierna todas como el que lleva Las riendas
de un carruaje tirado por caballos.
La importancia y necesidad de La prudencia
queda de manifiesto en multitud de pasajes de La Sagrada Escritura. EI mismo Jesucristo
nos advierte que es menester «ser prudentes como Las serpientes y sencillos como
las palomas» (Mt 10,16). Sin ella, ninguna virtud puede ser perfecta.
Es útil, además, para evitar el pecado,
dándonos a conocer –adoctrinada por La experiencia- Las causas y ocasiones
del mismo, y señalándonos los remedios oportunos. ¡Cuántos pecados
cometeríamos sin ella y cuántos cometeremos de hecho si no seguimos sus dictámenes!
3. Funciones
Según Santo Tomás, los actos o funciones
de La prudencia son tres:
a) El consejo, por el que consulta,
delibera o indaga los medios y Las circunstancias para obrar honesta y virtuosamente.
b) El juicio o conclusión sobre
los medios hallados, dictaminando cuáles deben emplearse u omitir hic et nunc,
aquí y en este momento.
c) El imperio u orden de ejecutar
el acto, que aplica a La operación los anteriores consejos y juicios. Este último
es el acto más propio y principal de 1a prudencia.
4. Medios para adelantar en La prudencia
Aunque Las virtudes son substancialmente
Las mismas a todo lo largo de la vida espiritual, adquieren orientaciones y matices
distintos según el grado de perfección en que se encuentre un alma en un momento
determinado. Y así:
A) Los principiantes -cuya principal
preocupación, como vimos, ha de ser La de conservar La gracia y no volver atrás-
procurarán, ante todo, evitar los pecados contrarios a La prudencia:
a) Reflexionando siempre antes de
hacer cualquier cosa o de tomar alguna determinación importante, no dejándose
llevar del ímpetu de La pasión o del capricho, sino de Las luces serenas de La
razón iluminada por La fe.
b) Considerando despacio el pro
y el contra, y Las consecuencias buenas o malas que se pueden seguir de tal o cual
acción.
c) Perseverando en los buenos propósitos,
sin dejarse llevar de La inconstancia o negligencia, a Las que tan inclinada
está La naturaleza viciada por el pecado.
d) Vigilando cuidadosamente la prudencia
de La carne, que busca pretextos y sutilezas para eximirse del cumplimiento
del deber y satisfacer Las pasiones desordenadas.
e) Procediendo siempre con sencillez
y transparencia, evitando toda simulación, astucia o engaño, que es indicio
seguro de un alma ruin y mezquina.
f) Viviendo el día -como nos
aconseja el Señor en el Evangelio (Mt 6,34)-,
sin preocuparnos demasiado de un mañana que no sabemos si amanecerá para nosotros,
y que, en todo caso, estará regido y controlado por La providencia amorosa de Dios,
que viste hermosamente a los lirios del campo y alimenta a Las aves del cielo
(Mt 6,25-34).
Pero no se han de contentar los principiantes
con este primer aspecto puramente negativo de evitar los pecados. Han de
comenzar a orientar positivamente su vida por Las vías de La prudencia, al menos
en sus primeras y fundamentales manifestaciones. Y así:
a) Referirán al último fin todas sus
acciones, recordando el principio y fundamento que pone San Ignacio al frente
de los Ejercicios: «EI hombre es criado para alabar, hacer reverencia y
servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y Las otras cosas
sobre La haz de La tierra son criadas para el hombre y para que le ayuden a La prosecución
del fin para que es criado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de
ellas cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas cuanto para
ello le impiden».
b) Procurarán plasmar en una máxima
importante, de fácil recordación, esta necesidad imprescindible de orientarlo
y subordinarlo todo al magno problema de nuestra salvación eterna: « ¿Qué le
aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?» (Mt 16,26). « ¿De
qué me aprovechará esto para La vida eterna?» (San Juan Berchmans), o, como dice
el conocido cantarcillo: «La ciencia más encumbrada es que el hombre en gracia
acabe, que al final de La jornada, el que se salva, sabe, y el que no, no sabe
nada».
B) Las almas adelantadas, cuya principal
preocupación ha de ser La de adelantar más y más en La virtud, sin abandonar,
antes al contrario, intensificando todos los medios anteriores, procurarán elevar
de plano los motivos de su prudencia. Más que de su salvación, se preocuparán
de La gloria de Dios, y ésta será La finalidad suprema a La que orientarán
todos sus esfuerzos. No se contentarán simplemente con evitar Las manifestaciones
de La prudencia de La carne, sino que La aplastarán definitivamente practicando
con seriedad La verdadera mortificación cristiana, que le es diametralmente
contraria. Sobre todo, procurarán secundar con exquisita docilidad las· inspiraciones
interiores del Espíritu Santo hacia una vida más perfecta, renunciando en absoluto
a todo lo que distraiga o disipe, y entregándose de lleno a la magna empresa de
su propia santificación como el medio más apto y oportuno de procurar La gloria
de Dios y La salvación de Las almas. Nunca trabajamos tanto para ambas cosas
como cuando nos esforzamos en nuestra propia santificación para honra y gloria
de Dios.
C) Los perfectos practicarán en
grado heroico La virtud de La prudencia movidos por el Espíritu Santo
mediante el don de consejo, del que hemos hablado brevemente en su lugar
correspondiente.
(Tomado de "Ser o no ser santo, esa es la cuestión", de Royo Marín)
(Tomado de "Ser o no ser santo, esa es la cuestión", de Royo Marín)
Me parece un blog, muy arcaico y no resuelve las dudas con las que uno entra a leerlo.
ResponderBorrarTal vez sus dudas están mal planteadas y por eso no les encuentra respuesta. Y lo de arcaico, junto a la palabra "bloc" no queda muy convincente.
ResponderBorrar