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domingo, 30 de diciembre de 2012

LIBRO: El protestantismo comparado con el catolicismo

Es un gusto presentar en este blog la obra del gran Jaime Balmes; sus libros fueron de los primeros que devoré cuando me dio por estas cosas...lo bueno es que esta edición está en un solo tomo, ya que normalmente se encuentra la obra dividida en varios tomos. Como siempre solo deben dar clic en la imagen.


lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz navidad ¡




Quisiera desearle a todos los visitantes de este blog una muy feliz navidad, quiera el buen Dios nacer en todos y cada uno de vuestros corazones.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Cuando el pastor se transforma en lobo



“Cuando el pastor se muda en lobo, toca desde luego al rebaño el defenderse. Por regla, la doctrina desciende de los obispos al pueblo fiel y los súbditos no deben juzgar a sus jefes en su fe. Mas hay en el tesoro de la revelación ciertos puntos esenciales de los que, todo cristiano, por el hecho mismo de llevar tal título, tiene el conocimiento necesario y la obligación de guardarlos. El principio no cambia, ya se trate de ciencia o de conducta, de moral o de dogma. Traiciones semejantes a la de Nestorio, son raras en la Iglesia; pero puede suceder que los pastores permanezcan en silencio, por tal o tal causa, en ciertas circunstancias en que la religión se vería comprometida. Los verdaderos fieles son aquellos hombres que, en tales ocasiones, sacan de su solo bautismo, la inspiración de una línea de conducta; no los pusilánimes que bajo pretexto engañoso de sumisión a los poderes establecidos, esperan, para correr contra el enemigo u oponerse a sus proyectos, un programa que no es necesario y que no se les debe dar”.

Dom Guéranger.


(visto en http://statveritasblog.blogspot.com.ar/2012/12/cuando-el-pastor-se-muda-en-lobo.html )

viernes, 21 de diciembre de 2012

Hay que gritar contra el mal






“Creo que uno de los venenos más activos y eficaces con que cuenta el infierno es la mezcla de la verdad y el error, de lo bueno y de lo malo… Yo he gritado contra ese mal, y aún he sufrido por gritar; no me arrepiento de haber gritado: si en este punto tengo que arrepentirme, será de no haber gritado más. La fe se va perdiendo: el liberalismo ha ganado lo indecible y esta espantosa realidad proclama con tristísima evidencia el más completo fracaso de la pretendida concordia entre católicos  y liberales. No cabe la tal concordia sin perjuicio del catolicismo”.

Mons. Ezequiel Moreno, Obispo de Pasto, Colombia.

(visto en http://nonpossumus-vcr.blogspot.mx/)

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Visitas al blog


Revisando el historial de visitas del blog hemos hallado algo que nos causa interés.  El mapa muestra que la mayor parte de las visitas se originan desde los Estados Unidos; como dicen los españoles ¡enhorabuena!.

También quisiéramos agradecerles porque hemos pasado ya de las 35000 visitas, es para nosotros una cifra importantísima, ya que somos conscientes de que el contenido de este blog no goza de "popularidad", por no ser "políticamente correcto".

Muchas gracias a quienes nos visitan, si desean hacer alguna sugerencia será bien recibida.

martes, 18 de diciembre de 2012

DIGNIDAD HUMANA Y REVOLUCIÓN CULTURAL


Nunca antes en la historia se había insistido tanto en la dignidad humana como fundamento del ordenamiento jurídico y en la primacía de los derechos inalienables de la persona, pero también es cierto que nunca en la historia de la juridicidad como ahora se había olvidado el interés general como límite de ésta.

Se ha pretendido construir una doctrina personalista donde se caricaturiza su dignidad reduciéndola exclusivamente a la libertad y ésta a la ausencia de coacción, el deseo o el apetito sin limitación alguna sería fundamento del derecho, por tanto dentro de tan sui-generis personalismo la autonomía individual vendría a ser el único valor fundante del ordenamiento jurídico, sin importar la alteridad como elemento esencial del derecho o el cumplimiento del deber y menos el bien común.

El derecho a hacer valer como derecho cualquier acto del querer estatal o individual aunque a veces sea limitado por razones de utilidad, sería el absoluto relativismo: todos pueden hacer valer como derechos las cosas más extrañas, contradictorias e incluso absurdas; sin lugar a dudas tendríamos que concluir que la anarquía sería un derecho. Estamos abocados ante un inexorable envilecimiento so pretexto de la vigencia de un nuevo dogma o mejor de una utopía bautizada por algunos como el libre desarrollo de nuestra animalidad, perfecta caricatura del verdadero desarrollo de la personalidad que le propone al hombre liberarse incluso de su propia naturaleza, lo cual ha comportado un rápido proceso de disolución moral o de envilecimiento colectivo que si no se frena acaba perdiendo todo sentido el concepto clásico de libertad social como libertad dentro de un orden. Al final, vendrá la guerra de todos contra todos.

Lo anterior ¿no es acaso el sustento ideológico del derecho a la dosis personal, al suicidio, al aborto, a la unión homosexual, a la eutanasia, a la eugenesia, al incesto, a la maternidad incógnita, a la zoofilia, etc., reconocidos por diferentes tratados internacionales y por la gran mayoría de los ordenamientos jurídicos nacionales y justificados en nombre de los nuevos dogmas laicos?.

La tolerancia, el pluralismo y la no discriminación, a los que toda la sociedad está siendo conducida, ya fuere mediante los programas estatales implantados por el ministerio de educación  y de salud, o ya sea a través de las decisiones proferidas por la Corte Constitucional  en las sentencias que hacen relación al libre desarrollo de nuestra personalidad. Habiendo perdido el Estado su dimensión moral, se convierte en un claro promotor del desorden. Es una auténtica revolución cultural en la que el colegio donde estudian nuestros hijos, nuestras familias, la empresa donde trabajamos, la mentalidad, la política, la religión, la moral, el derecho, en síntesis toda nuestra vida deberá conformarse a esos postulados "políticamente correctos". Con gran agudeza se lee en el prólogo del texto La Revolución Cultural, un "smog" que envenena a la familia chilena: "Sí, una revolución que penetra como un smog en todos los ambientes, contaminando gradualmente leyes y costumbres, corroyendo los principios, eliminando las nociones del bien y del mal e implantando una nueva moral atea y relativista y que además prepara el clima jurídico y publicitario para que se persiga a quienes le opongan alguna resistencia", se trata de un programa de desconstrucción de los restos de la sociedad de inspiración cristiana, para imponer un modelo relativista en lo ideológico y amoral en las conductas, su fundamento doctrinario se encuentra en una peculiar interpretación de los derechos humanos, haciendo total abstracción de la enseñanza de la iglesia y de la índole cristiana de nuestro pueblo. Desde luego, todo lo anterior ejecutado por la dictadura de los tolerantes quienes están practicando una cirugía social de gran envergadura, cercenando la raíz cristiana de nuestra sociedad e imponiendo un pansexualismo freudiano demoledor de la familia y de todas nuestras tradiciones.

Sin tapujos, Rodolfo Llopis, diligente del PSOE, en los años de la II República española, reconoce la agenda que el socialismo ha diseñado sobre el tema:

"Para mí no hay revolución simplemente porque se lleve a efecto un cambio de régimen político. Ni siquiera hay revolución cuando junto al cambio político hay un cambio social. Para mí, el ciclo revolucionario no termina hasta que la revolución no se haga en las conciencias... hay que apoderarse del alma de los niños".

Después vendría —hoy lo vivimos en nuestra política— lo que proponía el pensador italiano Antonio Gramsci: marxistizar al hombre interior sin violencia o derramamiento de sangre, no importa conquistar las calles y ciudades, lo que se debe conquistar es la mente de la sociedad civil, sobre todo en Hispanoamérica y en el sur de Europa, se deben deconstruir todos los hábitats, las costumbres y las instituciones sociales donde el catolicismo romano ha guiado más profundamente el pensamiento y las acciones de la generalidad de las poblaciones y eso se ha cumplido al pie de la letra, por los organismos estatales y judiciales mencionados.

Es necesario, en cumplimiento de los cometidos de la revolución cultural, alterar esa mente, convertirla en su opuesto en todos sus detalles, de manera que se convirtiera no simplemente en una mente no cristiana sino en una mente anticristiana. Tales metas se han logrado por medio de una revolución tranquila y anónima en nombre de la dignidad y de los derechos del hombre y en nombre de la autonomía y libertad con respecto a las restricciones exteriores.

La ideología de los derechos humanos que impera en la hora presente acaba impulsando la liberación absoluta del hombre, de toda clase de dominaciones y potestades, incluso las constitucionales. En su origen, el hombre liberal se independiza no sólo de los reyes y de los privilegios, sino básicamente de Dios, de su ley y de la religión, luego de los desigualdades materiales y en la hora presente buscan liberarnos de todo aquello que limite la autonomía, empezando por nuestro cuerpo, es la primacía del cuerpo individual, a que la razón ahora se somete. Hoy, los blancos favoritos de la revolución cultural no son los cuarteles militares o las instalaciones públicas, como otrora acontecía, hoy como ya se dijo, es el alma de los niños, en un trasbordo ideológico inadvertido que se produce de manera imperceptible en toda nuestra cultura. La toma del palacio de invierno decía el mismo Gramsci refiriéndose al poder político es lo último, antes deberá preceder la toma de la cultura, nuestro inefable Nicolás Gómez Dávila lo resume en una de sus extraordinarias sentencias doctas o escolios como popularmente se le conocen: "La revolución solo invade palacios previamente desertados".

ALEJANDRO ORDÓÑEZ MALDONADO

sábado, 15 de diciembre de 2012

9 consecuencias de la revolución francesa


Consecuencias funestas de la revolución francesa, por Miguel Poradowski:


1.        La destrucción del régimen tradicional corporativo-feudal.

2.        La consciente descristianización de toda la cultura y de todas las costumbres.

3.        La colocación del hombre en lugar de Dios, es decir, un cambio radical en la cosmovisión: el paso del teocentrismo bíblico tradicional al antropocentrismo pagano y, poco después, a un antropocentrismo radicalmente ateo, absolutista y autosuficiente.

4.        Como consecuencia de ello, surge el culto del hombre y la Declaración de los Derechos Humanos.

5.      La introducción del concepto del «contrato social» como base de la sociedad, junto con el liberalismo y el individualismo, ideologías aplicadas a todos los aspectos de la vida social, económica, política y cultural, especialmente en el nuevo orden jurídico.

6.        La adaptación, como régimen político, de la democracia rousseauniana, en la cual el poder y la soberanía residen en el «pueblo», sujeto de la «voluntad general», la cual degenera en un absolutismo tiránico y despótico y es generadora e inspiradora de las cuatro corrientes del comunismo revolucionario que aparecen en sucesión cronológica, a saber: la primera, de Rabaut, aplicada a la cultura (1789), siendo su autor el precursor de Gramsci; la segunda, del materialismo histórico de Barnave (1792), el precursor efe Karl Marx; la tercera, de los Rabiosos (1793), precursores de los trotskistas; la cuarta, la igualitaria de Babeuf (1796), el precursor de Lenin. Todas ellas desembocan en el totalitarismo.

7.        La radical secularización de la sociedad y de la cultura, realizada bajo el atrayente lema, sacado del Evangelio, de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

8.        La soberbia pretensión de construir una sociedad radicalmente secular, laica, absolutamente autosuficiente, es decir, una sociedad que prescinda de Dios e, incluso, se declare contra Dios; una universal Civitas mundi, modernizada con el culto de sus principales ídolos: de la Razón, de la Ciencia, de la Tecnología y del Bienestar; una Ciudad (Estado-Mundial) afincada sólo aquí, en la Tierra, en lo temporal, y por tanto materialista, inmanentista, adoradora de sí misma, y que, llegando al comunismo, puede alcanzar su plenitud y perfección.

9.        Se trata, pues, de una herencia dinámica, concebida más bien como una tarea a hacer, a cumplir, a realizar plenamente; un legado para las generaciones futuras, y que la Revolución francesa realiza sólo parcialmente, dejando a la posteridad su realización completa, considerándose a sí misma una Revolución permanente, mundial y universal.


lunes, 10 de diciembre de 2012

EL ABORTO ANTE LA FILOSOFIA TOMISTA



Me han pedido que tocara, en esta ponencia, el tema del aborto, y me han colocado así ante una curiosa paradoja: en un Congreso dedicado a la doctrina de Santo Tomás de Aquino tengo que desarrollar un tema sobre el cual Santo Tomás no ha escrito absolutamente nada. Por muy desesperante que me resulte esta situación, es un hecho: Santo Tomás no ha escrito nada acerca del aborto, ni que sea pecado, ni que haya que prohibirlo, ni que sea lícito en casos extremos, nada de nada. Es que la época en que vivió le libró de defensores del aborto. Entonces, el aborto no era, ni podía ser, tema de discusión y, por tanto, el Aquinatense no tuvo necesidad de pronunciarse acerca de él.

Pero nosotros, hoy en día, no tenemos este feliz privilegio. Todos hemos tenido ocasión de leer en la prensa, especializada o no, defensas, no del aborto, por supuesto, sino de la "interrupción artificial del embarazo", con lo cual hemos comprobado —una vez más— que hay plumas para todo. Sabemos de gobiernos que han cedido ante esta campaña, y que han autorizado el aborto, con lo cual hemos comprobado, con tristeza, que también hay gobernantes para todo. Y esto nos obliga a tocar el tema, a dar nuestra respuesta a quien quiera oírla, incluso en un Congreso tomista.

Ahora bien, si no disponemos de doctrina tomista expresa acerca del aborto, sabemos, al menos, cómo la habría expuesto Santo Tomás, caso de tenerla. Todos sabemos cómo está estructurada la Summa Theologica: se divide en partes, las partes en cuestiones, y cada cuestión en artículos; cada artículo, a su vez, también tiene una estructura fija: comienza Santo Tomás exponiendo la opinión contraria a la suya, con los argumentos en que se apoya; a continuación (sed contra), aduce una autoridad en favor de su propia opinión.

Entonces sigue el "corpus" del artículo, en que Santo Tomás expone y demuestra, con independencia de lo anterior, su respuesta al planteamiento del artículo. Luego, por fin, se recogen y se contestan, uno por uno, los argumentos de la parte contraria (ad primum ergo dicendum quod, ad secundum dicendum quod ..., etc.).

Pues bien, ya que estamos en un Congreso tomista, vamos a discutir nuestro tema al modo tomista. Vamos a intentar construir un artículo "Utrum licet aborto" y ver qué resulta de ello.

Comenzaremos, naturalmente, por el videtur quod. En nuestro caso, tendría que ser algo así como lo siguiente. "Parece que el poder civil no debe prohibir el aborto", según se demuestra con los siguientes argumentos:

1. El mundo está superpoblado. Estamos demasiados. Luego hay que matar a unos cuantos para que los demás estemos más anchitos

2. Un feto humano es una cosa tan fea y cabezona que realmente no puede inspirar lástima a nadie. Luego es lícito matarlo.

3. Además, es una cosa tan tontita que ni siquiera se da cuenta de cuando la matan. Luego, eso hay que aprovecharlo.

4. Aunque se diera cuenta, el feto no puede defenderse, ni oponer resistencia alguna. Por tanto, se puede matar sin peligro. Luego, es lícito hacerlo.

5. No hay acuerdo entre los teólogos sobre si el feto tiene o no tiene alma racional. Y en la duda, como todo el mundo sabe, es mejor matar al reo.

6. El Papa, en cambio, sí ha dicho repetidas veces que el feto tiene alma racional y que no es lícito matarlo. Pero como se sabe, el Papa sólo es infalible cuando declara dogmas de fe. En todo lo demás, lo más probable es que esté equivocado.

7. La prohibición no resuelve nada: a pesar de ella, seguirán habiendo abortos clandestinos. Luego el problema se resuelve permitiéndolos, para que se hagan a la luz del día (exactamente igual que los asesinatos, los robos, etc., etc.).

8. Toda mujer tiene derecho al propio cuerpo: luego tiene derecho a matar a otra persona

9. En muchas familias humildes, la llegada de un nuevo hijo impediría adquirir otros bienes necesarios, como un coche, un televisor, una lavadora, etc. Luego, es absolutamente preciso matar al hijo.

10. En los países que prohíben el aborto, hay mujeres que se desplazan a otro para realizarlo. Y es injusto privar a los médicos nacionales de esta fuente de ingresos, en beneficio de los extranjeros.

11. Esta actividad de los médicos no tendría ningún parecido con la de los asesinos a sueldo, en absoluto, claro que no: sería una actividad legal.

12. También hay que ver el aspecto humano de la cuestión: ¿Qué haría esa pobre señora con un niño en la casa? ...

13. Hay gobiernos que prohíben el aborto. Apoyar esta prohibición, allí donde existe, es una actitud "conservadora". Luego la actitud contraria es "progresista". Como lo "progresista" es siempre mejor que lo "conservador", ergo.

14. Por fin, en los países democráticos, cabe el argumento más sencillo y concluyente de todos: lo quiere la gente, luego es lícito.

Sed contra: pese a tan numerosos y poderosos argumentos, la Iglesia Católica ha mantenido siempre que el aborto es un crimen y debe ser prohibido.

Tenemos, pues, planteada la dificultad y ha llegado el momento de fundamentar nuestra opinión. Santo Tomás aquí diría "Respondeo dicendum quod ...".

Bien, pues hablando ya en serio, hay que dejar sentado que no hay ninguna diferencia cualitativa entre matar a un niño en formación y matar a un niño ya nacido. El niño en formación es un ser vivo, como tal ser vivo tiene alma, y este alma es humana (dado que no puede ser de ninguna otra cosa). Ningún biólogo ha conseguido determinar el momento en que el feto pasa de no ser humano a serlo. Al contrario, cuando estudian la cuestión sin perjuicios, llegan a la conclusión de que es imposible hallarlo, salvó el momento de la concepción. En cuanto a los criterios de los biólogos que a toda costa quieren justificar el aborto, se los nota, a poco que se piense, especialmente preconcebidos para ello: primero decide uno justificar el aborto (por motivos confesables o no, pero que no se confesarán), y luego se buscan razones "científicas". Así son los resultados obtenidos: se ha propuesto, para distinguir al ser humano de lo que "todavía no lo es", el criterio de la capacidad de vida autónoma (que tampoco tienen los niños recién nacidos, ni a los dos años, ni todos los adultos), el de la actividad racional (a más razón...), etc. Pero la realidad sigue siendo que un feto, aun sin haber nacido, es tan ser humano como cualquier otro en cualquier otra etapa de su desarrollo. Y en el fondo, todos nosotros lo sabemos.

Pues bien, si de los gobernantes de una sociedad humana cabe exigir algo, es que al menos aseguren la supervivencia de sus miembros hasta donde les sea posible. Luego deben (no "pueden", deben) prohibir el aborto.

Y ahora, siguiendo con el plan que nos hemos propuesto, habría que contestar a cada uno de los argumentos contrarios (ad primum ergo dicendum quod ...). Peto no lo vamos a hacer. En este caso, no lo creo realmente necesario. Quizá sea mejor decir algo de todos ellos in genere.

En primer lugar, se me podría reprochar que al exponer los argumentos abortistas en una forma abiertamente ridícula, me he facilitado demasiado las cosas; que no he hecho ningún esfuerzo por comprenderlos. En parte, es cierto; no he hecho este esfuerzo, y además, me niego a hacerlo. Puedo comprender a una mujer que se hace abortar, como puedo comprender al señor que colabora con el invasor, que comete un desfalco o que engaña a su mujer. Todos somos humanos, nadie es perfecto, y el que pueda, que tire la primera piedra. Ahora bien, al que se pone a teorizar sobre ello, para intentar demostrar, encima, que está bien, cuando en realidad sabe muy bien que está mal, a ese, me niego a comprenderlo. De acuerdo, él también puede tener razones atendibles para actuar de esa forma, desde una mala ideología hasta un buen sueldo. También a él puedo comprenderlo como persona, pero me niego a extender esta simpatía a sus razonamientos.

Pero a pesar de esto, el reproche sólo es verdadero en parte. Una cosa es no manifestar simpatía hacia las razones adversas, otra muy distinta es deformarlas. Por eso quiero hacer constar que los argumentos que he expuesto son todos auténticos. No he inventado ninguno, y supongo que la mayoría de ellos les resultarán conocidos.

Todos ellos han sido expuestos, en una u otra ocasión, sea en la gran prensa, sea en la prensa especializada, algunos de ellos incluso por colegas míos, profesores de derecho (lo digo sin ningún orgullo).

De ahí los he sacado, y no he citado a sus autores sólo por no hacerles propaganda gratis. Que se la hagan ellos.

Y también quiero hacer constar que no he deformado ninguno de estos argumentos. Lo único que he hecho ha sido condensarlos, reducirlos a su esqueleto lógico y despojarlos de toda la fraseología pedante o sentimental con que se suelen adobar para hacerlos más "convincentes". En ocasiones, también, los he completado con premisas que los abortistas, prudentemente, suelen dejar implícitas.

Pero nada más. El ridículo ha salido por sí sólo. No es una cualidad añadida; estaba ya allí, sólo que un poco más disimulado.

Dicho esto, no quiero en absoluto ignorar o minimizar la parte razonable que puedan tener estos argumentos. Porque, efectivamente, al estar autorizado el aborto en unos países y prohibido en otros, crea serias complicaciones; pero de esto sólo se deduce que la prohibición tiene que ser internacional. Efectivamente, también, la mera prohibición no es suficiente: continúa habiendo abortos clandestinos, que constituyen un grave peligro, no sólo para el hijo, sino también para la "madre", por las prisas, lo rudimentario de las técnicas empleadas, la impericia del personal que los efectúa, etc. Pero de esto sólo se deduce que toda prohibición ha de ir acompañada de una eficaz labor de policía, que consiga acabar con esta manera de ganar dinero.

Por otra parte, no sólo hay que luchar contra la práctica misma del aborto, sino también contra las causas que lo hacen posible. Y en esto, las simples medidas de policía, efectivamente, resultan insuficientes.

Por cierto, el bajo nivel de vida de una familia, o de un país, no parece ser, por sí solo, un factor decisivo. Los abortos con salida al extranjero, por ejemplo, se observan exclusivamente en familias acomodadas. Es más cuestión de impunidad, de ambiente y, por supuesto, de egoísmo personal Naturalmente, el aumento del nivel de vida no deja por ello de ser deseable, y los gobernantes deben procurar que se extiendan sus beneficios al mayor número posible de personas, pero no como medida contra el aborto, sino simplemente, porque es beneficioso en sí. En cambio, para luchar específicamente contra el aborto, hay que terminar, en primer lugar, con toda ilusión de impunidad, y en lo que respecta al ambiente, hay que considerar a la propaganda abortista como lo que es: apología de un delito penado por la ley.

En cuanto al egoísmo personal, que es, en el fondo, el principal factor de toda actividad delictiva, es, por desgracia, imposible erradicarlo con medios jurídicos o políticos. Ahí está el aspecto humano tan traído y llevado por los partidarios del aborto. Efectivamente, no todo niño es bienvenido para su madre. Pero ésta tiene que saber que eso no es suficiente razón para matarlo. Si no, se enterará después. Se lo dirá su propia conciencia. Y en el "aspecto humano", lo pasará todavía peor. Es mejor, incluso para la madre, dejar nacer a su hijo. Luego, como último recurso, puede abandonarlo.

Naturalmente, hacérselo comprender no es misión del Estado.

Aquí es terreno del médico, del sicólogo y, sobre todo, de la Iglesia. En cambio, lo que aquí puede hacer el Estado es tener una red de inclusas satisfactorias y, sobre todo, facilitar los trámites de la adopción. En efecto, existe en la mayoría de los países europeos una curiosa paradoja: por una parte, muchas mujeres acuden o desean acudir al aborto para librarse de niños que no quieren; por otra parte, hay numerosas parejas que desean adoptar a un niño, peto para hacerlo tienen que comprarlo a traficantes, en el "mercado negro" o bien acudir, como hacen en Bélgica, a una especie de servicio de importación de niños hindúes o coreanos. Sería mucho mejor poder ofrecer a las madres que no desean a sus hijos la seguridad de que serán bien atendidos y educados.
Aún podría enumerar otras medidas prácticas que se pueden tomar en relación con nuestro problema, como el fomento de la construcción de jardines de infancia, una política familiar coherente, etcétera.

Por lo demás, estas medidas son de desear aunque no hubiera ningún problema de aborto. Pero lo principal no es eso. Lo principal es que entendamos todos, gobernantes y súbditos, que de ninguna manera podemos permitirnos el lujo de autorizar el aborto.

Sí, de acuerdo, en toda vida social ha de reinar, hasta cierto punto, el egoísmo; extirparlo es imposible. Pero al menos podemos exigir que se lo circunscriba a límites razonables, y cuando sea posible, que se le saque provecho. Si se le deja campo hasta admitir que cualquiera pueda matar a otro por simple capricho, de esa sociedad no podrá salir nada bueno. A la larga se pudrirá y perecerá a manos de cualquier otra. Nos enseña la historia —pero nunca acabamos de aprendérnoslo— que una sociedad, para subsistir, necesita un mínimo de moral social. Quizá se viva más cómodo sin él, pero se vive menos tiempo. Por eso, hay que conservarlo. Y el legalizar el aborto, de eso estoy íntimamente convencido, implica descender por debajo del mínimo tolerable.


Por:

VLADIMIRO LAMSDORFF GALAGANE.


domingo, 9 de diciembre de 2012

La dictadura de las minorías

He decidido publicar este breve escrito directamente en SCRIBD puesto que estoy teniendo problemas con la redacción directa en blogger.La dictadura de las minorías

Libro: "El realismo metódico" Etienne Gilson


Este es un excelente libro sobre el tomismo. El autor defiende un "realismo metódico", frente a los defensores del llamado "realismo crítico", que no es otra cosa que el intento de conciliar el pensamiento tomista con el idealismo de origen cartesiano. Es un texto muy recomendado para los amantes de la sana filosofía.

martes, 4 de diciembre de 2012

¿Los tiempos cambian?



Se oye muy a menudo decir que los tiempos cambian. Esto se oye en medio de debates y polémicas sobre temas como el aborto, la eutanasia, el “matrimonio” homosexual, la adopción de niños por parejas homosexuales, etc. los que promueven la aceptación social de estas prácticas suelen argumentar que tales prácticas son fruto del progreso de la sociedad. Dicen que hoy la sociedad ha “avanzado”, ha “progresado”, ha “cambiado”, y por tanto hoy se debe aceptar todo eso. De inmediato, todo aquél que se oponga a tales “transformaciones” será tildado de anticuado, retardatario, reaccionario, cavernícola, etc.

De manera que se trata de lo siguiente: la sociedad cambia y hay que estar al día de tales cambios y no estorbarlos, porque son fruto del progreso social.

Esto crea en los adversarios de esos cambios un cierto sentimiento de culpa, porque acaban creyéndose el cuento de que la sociedad “cambia”, y por tanto terminan creyendo que están estorbando el cambio y el progreso. Y por otra parte los amigos de los cambios se llenan siempre la boca repitiendo que ellos, y solo ellos, son los defensores del progreso y  del cambio.

Es increíble pero muchas veces la argumentación en torno a temas tan importantes acaba reduciéndose a eso, los unos acusan a los otros de estorbar el “cambio” y el “progreso”, y los así atacados terminan resignándose a ver cómo sus tesis son combatidas con tan débiles argumentos.

Pero, ¿es así?; ¿la sociedad “cambia”, “progresa”, “avanza”, se “transforma”, en el sentido afirmado por los defensores de los temas arriba mencionados?

Parece que no. A lo mejor una analogía permitirá explicar mejor lo que queremos decir. ¿Han visto ustedes cómo de una oruga, se forma una crisálida, y de esta una mariposa? Se trata de un proceso natural de cambio. Dentro de las potencialidades naturales de la oruga está su poder de llegar a ser, primero crisálida y finalmente mariposa. Evidentemente se trata de un proceso de transformación enteramente natural, que brota de la naturaleza misma de la oruga.
¿Pasa algo semejante con las transformaciones culturales, tales como el aborto o el “matrimonio” homosexual? ¿La sociedad, por medio de un proceso natural y espontáneo, ha llegado a tales posturas? La respuesta es un contundente NO.

Cuando se estudia con juicio la historia de tales transformaciones socio-culturales se descubre que detrás de sus “triunfos” jurídicos actuales hay una serie de personajes que han luchado por imponer a la sociedad sus ideas revolucionarias, y se descubre además que tales “ideas” han sido, casi siempre, consecuencia de sus propios estilos de vida. Biografías como la de Alfred Kinsey, “padre” (junto a Freud) de la llamada “revolución sexual”, o la de Margaret Sanger, fundadora de “Planned Parenthood”, la principal internacional abortista, nos permiten ver que tales transformaciones NO han sido fruto de una evolución espontánea de la sociedad, sino que han sido el fruto de un reducido grupo de personas que han luchado por imponer su visión de las cosas a la inmensa mayoría de la sociedad.

Y cualquiera puede comprobar lo que decimos. Tomen un tema cualquiera, revolución sexual, hedonismo, aborto, eutanasia, adopción gay, “matrimonio” homosexual, etc. y busquen cuál fue el origen del proceso, sus defensores, sus proponentes, etc. lean biografías, textos de autores defensores de esas corrientes, verán que hay toda una lucha por llevar esas ideas a la sociedad e irlas imponiendo poco a poco, estratégicamente, ideas que jamás hubieran brotado por sí solas del corazón de la sociedad.

De manera que ese argumento tan usado de que “la sociedad cambia”, “la sociedad ha evolucionado”, “ahora las cosas son diferentes”, “hay que adaptarse al cambio”, “no hay que ser anticuados”, etc. carece completamente de valor. Se basa en un sofisma, que consiste en hacer creer que los cambios han sido naturales y espontáneos, cuando en verdad han sido imposiciones de pequeños grupos de interesados en tales transformaciones.

La próxima vez que alguien al ver que condenas el aborto o el “matrimonio” homosexual, te diga: “las cosas han cambiado”, respóndele: NO, las cosas NO hubieran cambiado de no haber sido por las imposiciones ideológicas de ciertas personas, que han luchado por imponer a la sociedad sus propios “estilos” de vida.

¡Nada de procesos naturales y espontáneos, pura imposición de grupos organizados y agresivos!


Leonardo Rodríguez.


martes, 27 de noviembre de 2012

Alfonso Llano, modernista y hereje


JESUITA MODERNISTA Y HEREJE BLASFEMA CONTRA LA VIRGINIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

«El ángel Gabriel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios... sábete que has de concebir en tu vientre y darás a luz un hijo... María dijo al ángel: ¿Cómo será esto PUES NO CONOZCO VARÓN alguno?. Respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra: por esta causa el fruto santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.» Lc. 1, 30-35


Se han publicado recientemente cifras que apuntan a una tendencia hacia la eventual extinción, a largo plazo, de la Compañía de Jesús. Por ejemplo, "en Francia apenas quedan 400 jesuitas. Y lo verdaderamente grave es que el 50% de los mismos superan los 75 años. En el curso 2011-2012 fallecieron treinta jesuitas franceses y entraron tres novicios. Que no perseverarán todos. Y hasta es posible que ninguno. Con esas cifras de edad los próximos diez años van a resultar trágicos. Los jesuitas franceses apenas superarán los 100 y en su mayoría serán ancianos. Incapaces los más de todo ministerio".

De lo que fue la gloriosa Compañía de Jesús, queda ya muy poco. El modernismo se apoderó de muchos jesuitas y las vocaciones nuevas no apuntan en dirección de la que fue la gran obra de San Ignacio de Loyola (creada para combatir el error y la herejía), ahora -lamentablemente- en franca decadencia.

La última mala nota la dio un viejo jesuita -que debería estar meditando en las postrimerías ya próximas para él, en lugar de provocar este infame escándalo- de la manera más maligna al atacar lo más venerado por los católicos: la dulcísima siempre Virgen María.

Si la devoción a la Santísima Madre de Dios es un signo de predestinación, ¿qué habrá de pensarse de quien denosta de la manera más ruin a la Virgen María? Más le valdría no haber nacido, como dijo N.S. Jesucristo de Judas.

El P. Alfonso Llano Escobar, S. J., sacerdote jesuita colombiano, lanzó el vómito de esta blasfemia: «María engendra al Hijo de Dios virginalmente, en sentido teológico, sin la intervención de José, tal como lo relata Mateo 1,26, por obra y gracia del Espíritu Santo. En cambio, como madre del hombre Jesús, igual a nosotros, lo engendra con un acto de amor con su legítimo esposo, José, del cual tuvo cuatro hijos varones y varias mujeres». Así lo dijo en un artículo el 27 de noviembre (2012) para El Tiempo. Alega este hereje modernista: «Es hora de dejar el cuento de que son primos hermanos de Jesús. Tal supuesto se aducía para poner a salvo la virginidad corporal de María». Para este blasfemo «el tema de la virginidad de María está siendo revisado por algunos teólogos católicos y requiere aclaración». De ahí que pregunte colocando la interrogante en dizque boca de otros téologos: «¿Por qué vuelve el Papa sobre un punto que parecía ya superado, a saber, la virginidad de María?».

"No tengas recelo en recibir
a María tu esposa, porque lo
que se ha engendrado en su
vientre es obra del Espíritu
Santo". Sn. Mt. 1, 20.
En pocas palabras, para este infeliz, Cristo, en cuanto hombre, es producto de una relación carnal de San José y María Santísima. Y Cristo, en cuanto Hijo de Dios, es engendrado por el Espíritu Santo. ¡Herética y falsa distinción! Así que, arguye, el dogma de fe sobre la Virginidad corporal de la Santísima Madre de Dios antes, durante y después del parto está siendo revisado por los téologos (obviamente modernistas y herejes) y es algo "superado" o al menos -según este hereje- "parecía ya superado" de la enseñanza de la Iglesia. Y si no lo ha sido, debe superarse ya, pues el jesuita blasfemo falsamente sostiene que Cristo tuvo varios hermanos y hermanas ¡CARNALES! hijos de José y María. Así que -según él- adiós a las enseñanzas bíblicas, adiós a los dogmas de fe de la Iglesia. Se infiere, por lo tanto, que la Santa Iglesia Católica Romana nos engañó durante dos mil años y ahora, este jesuita vejete viene a "iluminarnos" a todos los católicos con su dizque "ciencia" y con sus herejías. ¡Vaya desfachatez! Si no cree ya en el dogma católico, que se salga de su congregación religiosa y reconozca que ha dejado de ser católico, pero que no nos venga a vomitar estas blasfemias y en asunto tan delicado para intentar deshonrar lo que tenemos como más puro y de mayor significado: la dulcísima Madre que Dios nos dejó en el Calvario.

 ¿Cómo denominará este pseudo jesuita a Señor San José que -lleno de dudas- estuvo a punto de abandonar a la Sma. Virgen por estar embarazada esperando al Mesías, si él -como alega este blasfemo- era quien lo había engendrado? ¿Para que tuvo que detenerlo un ángel? ¿Por qué la futura Madre de Dios le dijo al ángel, durante la Anunciación, que no conocía varón? Hay tantos pasajes de la Escritura y tantos textos del Magisterio infalible de la Iglesia para llenar lineas y lineas contra la blasfemia herética de este anciano octagenario que -insistimos- debería de estar pensando y preparándose para el juicio de Dios -que ya está cerca, si nos atenemos a su edad- en vez de escandalizar a los fieles y propagar la herejía más infame y miserable contra la Madre de Dios.

Alfonso Llano Escobar, S.J.
debería de estar meditando
en las postrimerías y no en
vomitar blasfemias contra
la siempre Virgen María
La Compañía de Jesús nació para combatir la herejía, y ahora resulta que éste como otros jesuitas se suma a la herejía modernista. 

Por cierto, ¿quiénes son esos dizque 'teólogos católicos' que están revisando ¡sin ninguna autoridad! el dogma de la virginidad de María? ¡A la calle con ellos! ¡Y a la calle, también, este jesuita! ¿Llamará Roma a Adolfo Nicolás Pachón, Prepòsito  General de la Compañía de Jesús, a poner orden? ¿O el nuevo y flamante cardenal colombiano estrenará su dignidad tomando las medidas conducentes contra este jesuita de su clero? 

María fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto, Jesús salió de su seno como el sol atraviesa un cristal sin romperlo ni mancharlo. El invento de los supuestos "hermanos de Jesús" lo hemos desbaratado ya con la publicación de este post:


Quien deshonra a la Madre, deshonra también al Hijo. Ningún seguidor de N.S. Jesucristo puede escuchar esto y permanecer callado. El ataque a la Santísima y siempre Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, no pudo ser más infame.

María dijo al ángel: ¿Cómo será esto PUES NO CONOZCO VARÓN alguno? Lc. 1,30-35. Y este jesuita hereje la contradice.


(Tomado de 
http://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/)

lunes, 26 de noviembre de 2012

Tomismo y Personalismo



Críticas tomistas al “personalismo”

Lic. Néstor Martínez

En algunas ocasiones, se presenta como “personalismo” una filosofía radicalmente opuesta al tomismo en su principio fundamental.

Esto es importante aclararlo, porque algunos autores que se denominan personalistas suelen presentar su filosofía como una continuación o profundización de la filosofía tomista, cuando, en realidad, es su negación radical.

No nos referimos, por tanto, en lo que sigue, al personalismo como tal, sino a cierta forma de “personalismo” que tiene las características que se verán a continuación.

En el tomismo el valor supremo es el ser. En lo que a partir de ahora denominaremos, con las salvedades ya hechas, el “personalismo”, es la libertad. Este “personalismo” es otro intento (uno más) de “conciliar” al tomismo con la filosofía moderna.

En el tomismo la libertad no es el valor supremo. El valor supremo es el ser, y la libertad supone el ser, con el cual no se identifica. El personalismo, por el contrario, tiende a hacer de la libertad el valor supremo, poniéndola por encima del ser o identificándola con el ser mismo.

El personalismo se revela así como la continuación del existencialismo de Sartre. De ahí la oposición del personalismo a la noción de “esencia” y de “naturaleza humana”, sea negándola, sea subordinándola a la persona.

En efecto, el personalismo no define a la persona por el ser, en tanto distinto y anterior a la libertad, sino que la define por la libertad, al menos por la libertad identificada con el ser.

Para el personalismo, la persona se define por el ser, en el sentido de que está antes de la esencia o naturaleza, y ese ser se identifica con la libertad, que, así, define a la persona, y es anterior a la naturaleza o esencia, como en Sartre.

Por eso el personalismo combate la noción clásica de “libertad de elección”, acusándola de estar reducida al obrar humano, mientras que, sostienen, la libertad fundamental es la libertad constitutiva o “trascendental”, es decir, identificada con el acto de ser mismo de la persona.

Esta libertad, dicen, no es una libertad de obrar, sino de ser. También dicen que una libertad así es inefable, y que, en general, al consistir la persona en el ser y no en la esencia, y siendo el ser inefable, sobre todo si se lo identifica con la “libertad constitutiva”, la verdad filosófica sobre la persona resulta algo inefable y no expresable conceptualmente, lo cual no impide que los personalistas escriban mucho acerca del tema.

En Santo Tomás, la persona es el ser más perfecto. Los personalistas aceptan esto, y aceptan, algunos al menos, que la persona se compone de esencia y acto de ser. Pero no aceptan que la persona sea persona por su esencia o naturaleza, es decir, por tener la esencia de un ser racional, sino que lo es, dicen, por su acto de ser, el cual identifican con la libertad radical o constitutiva.

Por eso mismo no aceptan que la persona sea libre por su esencia o naturaleza, es decir, por tener la naturaleza de un ser racional, sino que hacen derivar la libertad del acto de ser.

También hablan de una especie de “amor primordial” que radicaría en la persona, no en la naturaleza, y por tanto, según ellos, en el acto de ser y no en la esencia. Esto se relaciona, en la doctrina de Leonardo Polo, con el rol de los hábitos, algunos de los cuales son considerados como propiedades de la persona, es decir, aquí, del acto de ser, y no de la esencia o naturaleza:

“El profesor Juan Fernando Sellés, conocedor de la obra de Leonardo Polo, refleja el interés por la doctrina filosófica de los hábitos, muy presente en el pensamiento poliano. “El hombre no es una esencia en tanto que incluida en la unidad del orden, sino una esencia en tanto que capaz de perfeccionarse en su mismo carácter principal, en su mismo carácter natural, y ésa es la estricta noción de hábito”.” (1)

Tomada al pie de la letra, una esencia capaz de modificarse a sí misma en tanto que esencia, precisamente, es un absurdo y un imposible, es decir, no es, simplemente, una esencia. Pensemos solamente que “el obrar sigue al ser”, es decir, la capacidad operativa natural de un ente depende justamente de su esencia o naturaleza, y por eso mismo no puede nunca ir más allá o fuera de esa esencia o naturaleza.

Aquí justamente es necesaria la distinción entre esencia y accidente. La sustancia es lo que existe en sí; el accidente, lo que existe en otro. Los accidentes son accidentes de la esencia, que la perfeccionan en el plano accidental, no en el plano esencial. Los hábitos no son sustancias, no tienen existencia independiente, son hábitos de algo o de alguien. Los hábitos no pueden constituir la esencia de nada, porque son accidentes, por definición. Son disposiciones que facilitan los actos de las facultades, y tanto las facultades como sus actos son accidentes. La esencia humana se perfecciona a sí misma mediante los hábitos en el orden accidental, no en el orden esencial. De lo contrario tendríamos que los hábitos harían que el ser humano cambiase de esencia o naturaleza, y entonces dejase de ser humano.

Dicho más precisamente: los accidentes son accidentes de la sustancia, y la esencia es el acto primero de la sustancia en la línea de “lo que” la sustancia es. Los accidentes perfeccionan a la sustancia en la línea accidental, no en la línea sustancial, y, por tanto, no tocan a la esencia en sí misma, sino solamente en cuanto que, como acto primero de la sustancia en el orden de “lo que” la sustancia es, es perfeccionada ella misma por esos accidentes de la sustancia, en el orden accidental, no en su propio orden esencial.

En armonía con esa doctrina del hábito como radicado en la persona y no en la naturaleza, y de la persona constituida finalmente por un hábito, un deseo, un amor o una libertad, tenemos también este texto:

“El análisis de los hábitos permite remontarnos a los orígenes mismos del hombre. ¿Qué significa que el hombre es un ser habitual? El hábito es un impulso primigenio o una disposición originaria, que radica en el alma, y más todavía, en la persona. La persona no es un ser estático, sino todo lo contrario. Es dinamismo y amplitud de ser. ¿No podría considerarse la existencia de un deseo fundamental radicado en la persona?; ¿o de un impulso primigenio nacido de su ser personal?; ¿o de un amor originario que se correspondiese con el ser de la persona?; ¿No podría tratarse de una vida intimísima de la persona? Más todavía, ¿no podría corresponderse con un hábito innato de la libertad personal o trascendental, entendido como amor íntimo de la libertad?; ¿no podría existir un hábito de la libertad, comprendido como impulso amoroso de sentido? ¿Existe acaso una pasión fundamental de la libertad, es decir, una libertad trascendental apasionada?”(2). La nota al pie de página remite a Innerarity, D., Libertad como pasión, EUNSA, Pamplona 1992.

La respuesta auténticamente tomista a todas esas preguntas es sencilla: no. La persona no es un dinamismo, sino una substancia, un subsistente, un sujeto, en todo caso, de dinamismos,  que brotan del compuesto de su acto de ser y su naturaleza racional. Es el compuesto, el “suppositum” concreto y total, el compuesto concreto de esencia y acto de ser, el sujeto de los deseos, tendencias, libertades y acciones, y no un elemento integrante del mismo como es el acto de ser. La persona no es el acto de ser, sino que el acto de ser es de la persona, del compuesto concreto de esencia y acto de ser. Y ese compuesto concreto puede ser sujeto de libertades y amores porque la esencia que lo integra es racional y como tal dotada de inteligencia y voluntad.  

Algunos de estos autores reducen la esencia al plano del obrar, al plano de las operaciones, contra el nombre mismo de “esencia” que viene de “esse”: ser. Es evidente que la esencia, en Santo Tomás, designa “lo que algo es”, no solamente ni en primer lugar “lo que algo hace”.

Tampoco alcanza con decir que la “naturaleza” es, como dice Santo Tomás, la esencia en cuanto principio de operaciones. Porque allí no se habla de un principio “operativo” y “próximo”, por así decir, de las operaciones, como son por ejemplo las facultades, sino de un principio “entitativo” y “remoto”, es decir, lo que la cosa es, en tanto determina el modo en que la cosa obra. De la esencia de algo, de lo que ese algo es, en el plano entitativo, derivan las facultades, las capacidades operativas, y de estas facultades, las operaciones o actos concretos. Es por eso que la esencia se conoce por las operaciones o actos, y no porque la esencia misma sea como tal un principio operativo.

Los personalistas oponen persona y esencia o naturaleza. La naturaleza, dicen, es lo común a todas las personas, la persona es lo propio e irrepetible de cada una.

Para el tomismo, en cambio, tanto la persona como la naturaleza son concretas y singulares en la realidad, y abstractas y universales en el pensamiento. La “naturaleza” no existe sino como la naturaleza de este ente concreto, y “persona” es un concepto abstracto, como todo concepto, que significa aquello que es común a todas las personas concretas, en cuanto personas.

La relación que hay entre naturaleza y persona, en los entes finitos, no es la que hay entre lo abstracto y lo concreto, sino la que hay entre la parte y el todo, sea en el nivel abstracto, de razón, sea en el nivel concreto, real. La persona finita en Santo Tomás es un compuesto de esencia o naturaleza y acto de ser.

Ahora bien, el acto de ser no se diversifica y especifica más que por la esencia, por lo que es un contrasentido decir que la persona es persona y, por tanto, distinta de los entes impersonales, por su acto de ser.

Es cierto que en el tomismo se dice que Nuestro Señor Jesucristo no es persona humana, sino solamente Persona divina (que ha asumido una naturaleza humana), porque en Él el acto de ser es único, es el “Esse subsistente” divino, en el cual subsisten ambas naturalezas, la divina y la humana.

Con lo cual se ve que, para el tomismo, lo que “completa” a la persona y la hace una totalidad independiente es la posesión del acto de ser correspondiente a su naturaleza.

Pero eso no quiere decir que el acto de ser por sí mismo pueda determinar que algo sea persona. Si así fuese, todo ente sería personal, porque todo ente tiene acto de ser.

Más bien quiere decir que la persona, como dice Santo Tomás, es el “supuesto o subsistente distinto de naturaleza racional”. Ambas cosas son necesarias, entonces, para que algo sea persona: el acto de ser, que completa al supuesto como tal, y la naturaleza racional. Cuál de los dos es propiamente el que determina que el supuesto sea persona, se ve claro por el hecho de que toda sustancia completa es un supuesto, dotado de acto de ser, pero no toda sustancia completa es persona, sino solamente la de naturaleza racional. Es, por tanto, la naturaleza racional la que determina que el supuesto sea persona.

No se puede decir tampoco que el acto de ser determina el ser personal, no simplemente como acto de ser, sino cuando posee cierto grado de perfección. Porque el grado de perfección del acto de ser viene justamente de la esencia, que participa más o menos del ser.

Sin duda que el acto de ser, en toda su Plenitud divina, es Personal, y que sólo llega a ser impersonal cuando la esencia participa mínimamente de él. Pero precisamente por eso, es la esencia finita, en cada caso, la que determina si el ente finito es persona o no, según la intensidad y amplitud con que esa esencia mide la participación en el ser.

Es cierto que el ser es superior a la esencia, pero también es cierto que el acto de ser, en los seres finitos, no se da nunca sin una esencia, y es la esencia, como su noción misma lo indica, la que determina qué clase de ente será el que posee ese acto de ser; entre otras cosas, si será personal o impersonal.

No es que haya una “esencia de la persona”, sino que hay esencias que son personales, porque son racionales, y otras que no lo son, porque no son racionales. El carácter personal se predica del supuesto de esa esencia o naturaleza: materialmente, porque es un supuesto, y formalmente, porque posee esa naturaleza racional.

Es cierto que el ser no se reduce a ser solamente lo común a todos los entes, como creía Escoto, y que la esencia es común a todos los miembros de la misma especie, y que el acto de ser, además, es singularísimo y fuente de toda singularidad, y que la persona se caracteriza precisamente por su singularidad irrepetible. Y sin embargo, también en un gato el acto de ser es singularísimo y fuente de toda singularidad, y sin embargo, no tenemos allí nada de la singularidad propia de la persona, porque falta precisamente la naturaleza racional. El acto de ser es material en la constitución de la persona; lo formal es la naturaleza racional, como lo indica la misma definición tomista (“Subsistente distinto de naturaleza racional”), hecha expresamente para poder aplicarse también a las Personas divinas, superando así las limitaciones de la definición que dio Boecio.

La subsistencia distinta ocupa el lugar del género, o sea, el elemento material de la definición. La posesión de una naturaleza racional es la diferencia específica y, por tanto, lo formal.

Lo mismo sucedía con la definición de Boecio, por otra parte: “Sustancia individual (género próximo, material) de naturaleza racional (diferencia específica, formal)”.

Por tanto, debemos derivar las características propias del ser personal de la naturaleza racional que lo especifica como ser personal entre todos los seres, y no del acto de ser que sólo juega un papel material en la constitución de la persona como tal.

Lo que sí es cierto es que esta insistencia  de los personalistas en el acto de ser nos puede servir para entender mejor el famoso y discutido tema de la individuación de las personas humanas. Abstractamente hablando, entonces, una persona finita individual, sin precisar si es humana o angélica, se comprende por el hecho de que haya una esencia racional dotada de su correspondiente acto de ser. En efecto, el acto de ser es de suyo individual, singular y concreto. Las riquezas de la individualidad personal, por así decir, surgen de esa conjunción del acto de ser, “actualidad de todos los actos y perfección de todas las perfecciones”, según Santo Tomás, y la naturaleza racional, siendo la naturaleza racional, como dijimos, la determinante de la personalidad como tal.

Sólo que, en concreto, en la naturaleza humana, a diferencia de la angélica, según Santo Tomás, hay que explicar el hecho de que está realizada en varios individuos personales de la misma especie, pero distintos entre sí. Ahí es donde interviene la tesis tomista de la materia “signata quantitate” como principio de individuación, es decir, de multiplicación de individuos dentro de la misma especie humana. Precisamente porque el acto de ser sólo puede ser concreto e individual, es que la materia “signata” determina que haya tantos actos de ser como personas individuales en la especie humana. Como diremos enseguida, una cosa es ser persona única e irrepetible, y otra, ser persona distinta de otras personas de la misma especie o naturaleza.

En efecto, dice Fuster Camp: “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que son personas distintas, no lo son por su naturaleza divina racional, sino por su carácter único en el seno del único Dios. Efectivamente, en Dios hay una naturaleza divina racional, pero tres personas distintas. No era suficiente con la esencia racional para definir lo último de la persona” (p. 285).

Respondemos que es mejor no mezclar dos cuestiones distintas como son la de “porqué las tres Personas divinas son personas” y la de “porqué son personas distintas unas de otras”. Es la primera cuestión la que se debe resolver ante todo. En efecto, dos personas cualesquiera no son personas porque sean distintas, sino que en todo caso, son distintas porque son dos.

Mientras que son personas, porque tienen la naturaleza racional. Sin duda, la naturaleza racional no es la determinante de la unicidad concreta, en cuanto tal, de la persona, pero sí es determinante de que sea persona en vez de ser una realidad impersonal, y es determinante también de que toda persona tenga la unicidad propia del ser personal.

Negamos, por tanto, que lo definitorio de las Personas divinas en tanto que Personas (es decir, su naturaleza racional) no pueda ser común a las tres Personas, más bien, sostenemos exactamente lo contrario, porque de no ser así no se podría llamar “Personas” a las tres.

En cuanto a lo que las hace distintas, es, como diremos enseguida, la oposición de relaciones. Y esas relaciones surgen de los actos divinos de conocimiento y amor, o sea, de la naturaleza divina racional.

En Iª q. 30 a. 4 arg. 2, Santo Tomás responde de modo semejante a una objeción también semejante: Praeterea, commune opponitur incommunicabili. Sed de ratione personae est quod sit incommunicabilis, ut patet ex definitione Ricardi de s. Victore supra posita. Ergo hoc nomen persona non est commune tribus.” (“Además, lo común se opone a lo incomunicable. Pero es de la razón de la “persona” que sea incomunicable, como es claro por la definición de Ricardo de San Víctor arriba expuesta. Por tanto, este nombre “Persona” no es común a las tres Personas”).

Responde Santo Tomás: “Ad secundum dicendum quod, licet persona sit incommunicabilis, tamen ipse modus existendi incommunicabiliter, potest esse pluribus communis.” (“A lo segundo hay que decir que, aunque la persona sea incomunicable, sin embargo el mismo modo de existir en forma incomunicable puede ser común a varios”).

Es decir, Santo Tomás dice que una persona concreta es incomunicable, y como tal, no es común a varios, pero lo que se entiende por “ser persona”, y lo que se entiende por “incomunicable”, como objeto de concepto, es algo que se realiza en cada persona concreta y, por tanto, es común a todas las personas.

En Iª q. 29 a. 1, Santo Tomás se plantea la siguiente objeción, dirigida precisamente contra la misma definición de “persona” que también atacan los “personalistas”: Videtur quod incompetens sit definitio personae quam Boetius assignat in libro de duabus naturis, quae talis est, persona est rationalis naturae individua substantia. Nullum enim singulare definitur. Sed persona significat quoddam singulare. Ergo persona inconvenienter definitur.” (“Parece incorrecta la definición de la “persona” que asigna Boecio en su libro “Sobre las dos naturalezas”, que dice que “persona es la sustancia individual de naturaleza racional”. Pues nada singular se define. Pero la persona significa algo singular. Luego, es incorrecto definir a la persona”).

Y responde: Ad primum ergo dicendum quod, licet hoc singulare vel illud definiri non possit, tamen id quod pertinet ad communem rationem singularitatis, definiri potest, et sic philosophus definit substantiam primam. Et hoc modo definit Boetius personam.” (“A lo primero hay que decir que, aunque este singular o aquel no puedan ser definidos, sin embargo, lo que pertenece a la razón común de “singularidad” puede ser definido, y así el Filósofo define a la sustancia primera. Y de este modo define Boecio a la persona”).

Argumentando “ad hominem”, entonces, decimos que, dado que en el misterio de la Santísima Trinidad tenemos un solo acto de ser subsistente, y tres Personas divinas realmente distintas entre sí, si lo que hace a la persona, entonces, fuese lo que la hace distinta de otras personas, entonces ciertamente que no podría ser el acto de ser, que en Dios también es único, y  común  a las tres Personas divinas.

Pero en la realidad de las cosas, no se trata de que lo común a las Tres Personas divinas no pueda ser lo que las constituye en tanto que Personas, sino de que eso que las constituye como Personas (no como Personas distintas, recordemos) no es el acto de ser como tal, sino solamente en cuanto idéntico a la Esencia divina que es una Esencia dotada de inteligencia y voluntad, y en ese sentido, “racional”.

Los “subsistentes distintos” que son las Personas divinas, para Santo Tomás, son las relaciones divinas que, en tanto opuestas, son realmente distintas entre sí: Paternidad, Filiación, Espiración pasiva. Esos subsistentes son subsistentes en tanto realmente idénticos a la única Esencia y al único Ser divinos, son distintos unos de otros en tanto son relaciones opuestas entre sí; son Personas, en cuanto son de naturaleza racional, es decir, en cuanto se identifican con la única Esencia intelectual divina, que a su vez se identifica con el único Acto de Ser Subsistente.

Son Personas únicas e irrepetibles, en tanto que cada una se identifica con el único e irrepetible Acto de Ser divino bajo la formalidad propia de una relación específica, opuesta a las otras relaciones subsistentes divinas y por eso mismo realmente distinta de ellas.  Lo propio de cada una de las Personas divinas no procede formalmente del acto de ser, ni de la Esencia, que son idénticos entre sí y comunes a las tres Personas, sino del tipo especial de relación subsistente, opuesta a las otras relaciones subsistentes, que cada una de ellas es.

Y esa característica especial de las relaciones divinas procede justamente de la Esencia o Naturaleza divina, que es la que determina el modo propio y específico del ser divino, precisamente en tanto identificada sin más con el Ser Subsistente, Infinito y Único, y que en tanto Intelectual y Volitiva determina la naturaleza de los actos divinos de conocimiento y amor, idénticos a esa misma Esencia y a ese mismo Ser, que son los que originan las relaciones subsistentes en Dios.

La unicidad o “incomunicabilidad” sola tampoco alcanza para determinar a la persona, porque cualquier ente concreto es único e incomunicable en el sentido de que es un individuo y, como tal, irrepetible. Una piedra, una lapicera, son únicos. Ninguna otra piedra puede ser esa piedra, y ninguna otra lapicera puede ser esa lapicera, por hipótesis. Es cuando lo único es racional, que es personal, y tiene en todo caso la unicidad e incomunicabilidad propia y específica de lo personal.

Esto muestra que el personalismo no es apto para pensar la teología trinitaria. Al basar su noción de “persona” en concepciones empíricas y aparentemente intuitivas, sin la necesaria mediación metafísica, y en realidad mediatizadas por corrientes filosóficas de corte inmanentista, se incapacita para la aplicación analógica de los conceptos que es esencial en teología.

El personalismo identifica voluntad, libertad y amor. En el tomismo, no todo acto voluntario es libre, ni todo acto de amor es libre.

Dios se quiere y se ama a Sí mismo voluntariamente y necesariamente, no libremente.

Si Dios fuese libre de quererse o no, de amarse o no, su Voluntad sería más amplia que su Bondad, lo cual es absurdo, porque su Bondad es Infinita.

Si la Voluntad divina pudiese decir que “no” a la Bondad divina, sería más que Infinita, lo que es absurdo.

Más aún, la Voluntad, el Amor y la Bondad divinas se identifican realmente, por lo que es absolutamente imposible que Dios no ame su Bondad, ya que eso sería lo mismo que estar separado de Sí mismo.

Y es que el objeto de toda voluntad es el bien, pero Dios es el Bien Supremo y la Voluntad divina es realmente idéntica a ese Bien Supremo.

Además, decir que “no” a la Bondad divina es lo mismo que el pecado, lo cual, ni en su actualidad, ni en su posibilidad, puede siquiera mencionarse hablando de Dios.

Y además, si Dios pudiese quererse o no quererse, amarse o no amarse, sería mudable y contingente, lo cual va contra la misma noción de “Dios” como Ser Necesario y por tanto absolutamente Inmutable.

En nosotros mismos hay un querer la felicidad que es de la voluntad y no es libre. No podemos no querer ser felices, pero queremos realmente ser felices sin que eso sea una coacción a nuestra voluntad.

No tiene sentido una libertad que sea libertad de ser y no “meramente” libertad de obrar. La única “libertad de ser” en cierto modo “pensable” sería la capacidad de elegir entre existir o no existir, que en realidad no es pensable, porque es absurda. Para poder elegir cualquier cosa, hay que existir.

Y si se dice que la libertad fundamental no es libertad de elegir, entonces queda por aclarar qué puede querer decir “libertad” en ese caso. Tarea no fácil, y que los mismos defensores de la teoría dicen que desemboca en lo “inefable”.

El error básico del “personalismo” está en oponer absolutamente libertad y naturaleza, siguiendo a Sartre. En el tomismo, la libertad es una característica de la naturaleza racional, no en cuanto naturaleza, sino en cuanto racional.

Por eso es que el ser racional tampoco tiene la libertad de ser libre o no, sino que necesariamente es libre, porque es libre por naturaleza. Pero si la libertad fuese anterior a la naturaleza, como dicen los existencialistas y los personalistas, entonces debería ser libre hasta de ser libertad o no serlo, lo cual es absurdo, porque es contradictorio.

Es posible que la base de ese error sea una concepción insuficientemente analógica del ente. Si pensamos a todo ente con el modelo del ente impersonal o, peor aún, del ente inanimado, es claro que vamos a establecer una oposición radical entre libertad y naturaleza. Pero el ente es análogo, y eso quiere decir que se predica del ente personal y del ente impersonal, del ente finito y del Ente infinito, en sentido simplemente hablando distinto, y bajo cierto aspecto igual.

Ahora bien, nada obliga a los personalistas a ser tomistas. Es perfectamente comprensible que no estén de acuerdo con Santo Tomás y que quieran plantear otra filosofía. Lo que no es comprensible es que quieran presentarla como la auténtica o la mejor interpretación del tomismo. El tomismo dice algo definido e inteligible, aunque a algunos parezca misterioso, abstracto y metafísico. Lo suficientemente definido e inteligible como para poder estar de acuerdo o no con él, sin necesidad de “interpretarlo” como si de suyo fuese una pura indeterminación necesitada del aporte de los distintos “intérpretes” para salir del limbo.


(tomado de http://www.feyrazon.org/Revista/FeyRazon59.htm#Filosof%C3%ADa)