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lunes, 14 de octubre de 2013

El SER, ACTO DEL ENTE



Ahora vamos a considerar el elemento principal del ente, que es su ser. El significado de  ser es evidente para todos, sin que sea necesaria -ni posible- una privilegiada intuición del ser; pero eso no impide un mayor esclarecimiento de su sentido por parte de la metafísica.

Se trata de una primera aproximación, pues este tema podrá considerarse con mayor profundidad más adelante. La peculiaridad de la cuestión del ser radica en que  todo es, es decir, no hay ninguna realidad que no sea; sin embargo, ninguna de las cosas creadas es ser puro, sino que consisten en modos determinados de ser, en realidades que  son, pero no son  el ser. De esta manera, el ser se manifiesta como una propiedad o acto del ente: el ente no es ser solamente, sino que  tiene ser. Aquí se intenta determinar algunos rasgos del ser como acto del ente.

a)  El ser es un acto, una perfección de las cosas. Aunque en la vida corriente llamamos «actos» a las acciones u operaciones (acto de ver, leer, caminar), en metafísica se designa con el nombre de acto a cualquier perfección o propiedad de las cosas. En este sentido, por ejemplo, una rosa blanca es una flor que tiene la blancura como un acto que le otorga una determinada perfección. De modo semejante, el «es» de las cosas indica una perfección tan verdadera como el «vivir» para los vivientes. Sin embargo, se trata evidentemente de un acto peculiar, como veremos enseguida.

b)  El ser es un acto universal. No es algo exclusivo de un tipo de realidades, como lo son el acto de correr o de entender, sino que todas las cosas son: sin ser no habría nada. De cualquier objeto del universo, sea el que sea, siempre habrá que decir que es: este pájaro es, las nubes son, el oro es...

c)  El ser es un acto total: abarca todo lo que las cosas son. Mientras las demás perfecciones son parciales, porque indican diversos aspectos o partes del ente, ser contiene todo lo que una cosa posee, sin excluir absolutamente nada.  Leer no expresa la integridad de perfección del lector;  ser, en cambio, es acto de todas y cada una de las partes de la cosa: si un árbol es, todo él es, con todos sus aspectos y elementos, pues su color es, su forma es, su vida y su crecimiento  son; todo en él participa del ser. En este sentido, el ser comprende la totalidad del ente.

d)  El ser es el acto constitutivo y más radical: aquello por lo que las cosas son. Así como la esencia es lo que hace que una cosa sea de un modo u otro (león, hombre, silla), el ser es lo que hace que las cosas sean. Esto puede mostrarse con diversas razones:

-  por la comunidad del ser: siendo distintas unas cosas de otras, aquello que hace que todas ellas  sean, no puede radicar en sus principios de diversidad -su esencia, sus accidentes variados, etc.-, sino precisamente en aquel acto en el que convienen: el ser;

-  por la prioridad de naturaleza del ser: cualquier acción o propiedad de las cosas presupone un sujeto ya constituido, que es previamente; en cambio, el ser es el presupuesto de toda acción y de todo sujeto, ya que sin ser, nada sería; el ser no es un acto derivado de lo que son las cosas, sino precisamente lo que hace que sean;

-  por exclusión: ninguna propiedad física, biológica, etc., de las cosas (su energía, su estructura molecular o atómica) puede hacer que éstas sean, pues todas esas características, para producir sus efectos, antes tienen que ser.

En definitiva,  el ser constituye el acto primero y más íntimo del ente, que desde dentro confiere al sujeto toda su perfección.

Así como el alma informa al cuerpo y le da vida, de modo análogo el ser actualiza intrínsecamente a cada cosa, haciendo que sea; el alma es principio vital, y el ser es principio de entidad o de realidad de las cosas.

Transcribimos a continuación algunas formulaciones de Santo Tomás sobre el acto de ser:

«El ser es lo más perfecto de todo (...), es la actualidad de todos los actos (...) y la perfección de todas las perfecciones» (De potentia, q.7, a.2, ad 9). Pues cualquier acto o perfección antes debe ser, es decir, ha de tener previamente el acto de ser; de lo contrario, nada sería.

«El mismo ser es lo más perfecto de todas las cosas, pues se relaciona con todas como su acto. Nada posee actualidad sino en cuanto es; por eso, el ser mismo es la actualidad de todas las cosas, incluso de las mismas formas (substanciales o accidentales)» (Summa Theologiae, I, q.4, a.l, ad 3).


«El ser es lo más íntimo de cualquier cosa, y lo que más profundamente está en todas, ya que es formal (acto, algo que informa o actúa) con respecto a todo lo que hay en una cosa» (Summa Theologiae, I, q.8, a.l).


(tomado del libro cuya imagen encabeza la entrada)

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