Considera cómo, habiendo determinado Dios de hacerse hombre,
aunque hubiera podido tomar cuerpo de varón perfecto como el de Adán, no quiso
sino nacer de mujer y tener Madre como
los demás hombres.
Quería la divina Bondad, tan amiga de comunicarse a sus
criaturas, honrar los dos sexos de la humana naturaleza, levantando un varón a
la infinita dignidad de Hijo natural de Dios, y una mujer a la dignidad de
Madre de Dios, que también en algún modo es infinita. Además, como nuestra
perdición comenzó por un hombre y una mujer, así quiso que nuestra redención
tuviese principio de otro hombre y de otra mujer. La cual, siendo Madre del
Redentor, fuese también Madre y abogada de los pecadores, a la cual acudiesen
confiadamente los que, temerosos de su justicia, no osasen acudir a Él.
Considera luego cómo la Santísima Trinidad, entre
innumerables mujeres que vio en su eternidad, puso los ojos graciosamente en la
Virgen, la escogió para ser Madre del Verbo encarnado y su cooperadora en la redención
del mundo, Madre y abogada de los hombres, y a quien el mismo Dios en cuanto
hombre se sujetase y obedeciese. Esta elección, como dicen los santos Padres, fue
la raíz de las otras grandezas de esta Señora; y de ello tuvo siempre grande
estima y agradecimiento, viendo que había
sido de pura gracia y sin merecimientos suyos; porque como Dios la escogió
para ser Madre suya, pudiera escoger a otras muchas mujeres , y hacer tales
como a Ella.
Pero tú has de gozarte de que le cupiese esta buena suerte,
y darla el parabién de ella, diciéndola: ¡Oh Virgen Santísima! Gózome de que
hayáis sido escogida para dignidad tan soberana como es ser Madre del mismo de quien
sois hija. Y pues con esta dignidad os dan también ser Madre y abogada de los
pecadores, mostraos ser Madre nuestra en favorecernos, y abogad por nosotros,
para que seamos dignos hijos de quien Vos sois Madre.
(tomado de las meditaciones del Padre Luis de la Puente)
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