2. La virtud en sentido estricto
Teniendo en cuenta lo
anteriormente dicho puede darse todavía un último paso para llegar al sentido
más propio y estricto de virtud. En este empeño nos vamos a servir de dos
definiciones clásicas. Una es de Aristóteles y dice así: "virtud es lo que
hace bueno al que la posee y torna buenas las obras del mismo”. Otra es de San
Agustín y reza del siguiente modo: ''virtud es una cualidad buena de la mente
por la cual se vive rectamente y de la cual nadie usa mal". Comencemos por
la primera.
La virtud hace bueno al que la
posee, es decir, lo perfecciona, pues bueno es sinónimo de perfecto. La
perfección que la virtud proporciona ya hemos visto que es intermedia entre la
propia de la esencia y la propia de la operación: es la perfección de las
potencias activas. Pero conviene todavía aclarar un punto. El sujeto de la
virtud, es decir, el hombre, puede ser bueno de una doble manera: primera, en
un determinado aspecto, secundum quid:
por ejemplo, buen médico, o buen orador, o buen matemático; y segunda, de forma
absoluta, simpliciter, es decir, buen
hombre. Pues bien, la virtud en su sentido más propio hace bueno al hombre de
esta manera absoluta, lo hace sencillamente buen hombre. Hacerlo buen
arquitecto o buen gramático es propio de la virtud entendida en sentido menos
estricto.
Esto es lo que proporciona la
base para distinguir entre las virtudes morales, que hacen al hombre bueno en
absoluto, y las virtudes intelectuales, que lo hacen bueno en un determinado
aspecto.
Además, la virtud torna buenas
las obras de quien la posee. Con lo cual se declara que es algo que perfecciona
a las facultades o potencias operativas para que lleven a cabo obras buenas.
Cualquier obra buena, en efecto, debe proceder de una facultad bien dispuesta,
es decir, enriquecida con la virtud. Pero llevar a cabo obras buenas puede
tener el doble sentido antes apuntado: en un determinado aspecto (buenas obras
de ciencia o de arte) y de un modo absoluto (buenas obras humanas). Las
virtudes que dan lugar a estas últimas son las virtudes en el sentido más
propio: las virtudes morales.
La segunda definición de virtud
es más completa. En primer lugar se dice en ella que la virtud es una cualidad,
y aún podría concretarse más diciendo que es un hábito y un hábito operativo.
En segundo lugar se dice que es buena, pues los hábitos operativos pueden ser
buenos o malos, es decir, que dispongan bien o mal a sus sujetos en orden a sus
respectivas y congruentes operaciones. En tercer lugar se señala el sujeto de
la virtud, a saber, la mente. Con esta expresión se designa la parte espiritual
del hombre, o mejor, aquello por lo que el hombre es hombre, la raíz de su vida
racional.
Aquí conviene hacer alguna
precisión. El sujeto inmediato de las virtudes es siempre una facultad o potencia
operativa y precisamente de índole racional (racional por esencia o racional
por participación): pero el sujeto mediato y último es la sustancia humana y
precisamente en cuanto humana o racional. La definición de virtud que estamos
examinando designa al sujeto radical y último: no al inmediato; pero no está de
más que se aclare cuál es ese sujeto inmediato. Hemos dicho que se trata de las
potencias operativas del hombre y más concretamente de las racionales. Pero una
potencia operativa puede ser racional de dos maneras: por esencia o por
participación. Racionales por esencia son el entendimiento y la voluntad, que
son facultades de índole espiritual o inorgánica, facultades no del compuesto
humano de alma y cuerpo, sino del alma sola. En cambio, son racionales por
participación todas aquellas facultades del hombre que obran bajo el influjo de
la razón y de la voluntad, como los sentidos internos, los apetitos sensitivos
y las potencias motoras. Sin embargo, por las razones que luego veremos, sólo
los apetitos sensitivos (el concupiscible y el irascible) pueden ser sujeto de
virtudes, juntamente con el entendimiento y la voluntad.
La definición que comentamos
continúa diciendo que por la virtud se vive rectamente. La vida recta es la
conforme a la razón, la vida honesta o moralmente buena. Con lo cual se ve que
esta definición de virtud se refiere exclusivamente a las virtudes morales, que
son las virtudes en el sentido más propio, como queda dicho más atrás. Y se
confirma esto por lo que se añade en dicha definición, a saber, que de la
virtud nadie usa mal. De las virtudes intelectuales se puede usar mal, se puede
usar de la ciencia y del arte para hacer el nial moralmente hablando; lo que no
es posible tratándose de las virtudes morales: nadie puede usar de la justicia
o de la prudencia para hacer el mal moral. Éste es el sentido obvio de la
definición de virtud que estamos examinando, y por eso es claro que se refiere
a la virtud moral. Pero cabe forzar un tanto ese sentido, y entonces podría
también aplicarse a la virtud intelectual. En efecto, vivir rectamente puede
entenderse también en un sentido absoluto, simpliciter,
que es el que corresponde al vivir moral; pero puede también entenderse en un
sentido parcial, secundum quid, y
entonces cualquier operación vital realizada de acuerdo con la razón será un
vivir recto, por ejemplo, cualquier demostración científica en que se guarden
las reglas de la Lógica. Del mismo modo, en algún aspecto, secundum quid, tampoco se puede usar mal de la virtud intelectual,
pues el que usa de una ciencia o de un arte, mientras usa de ellas, no yerra en
el cometido propio de las mismas: no conoce mal el que conoce científicamente,
ni produce mal el que se atiene a las reglas del arte. Obrar bien o mal no
tiene aquí un sentido moral, que es un sentido absoluto, sino un sentido
parcial, determinado a algunas de las dimensiones de la actividad humana.
También se puede decir que la
noción de virtud es análoga, con analogía de atribución intrínseca y de
proporcionalidad propia. De atribución intrínseca, con un primer analogado, que
son las virtudes morales, y con un analogado secundario, que son las virtudes
intelectuales. Y de proporcionalidad propia, porque la relación que hay entre
las virtudes morales y el bien moral es semejante a la relación existente entre
las virtudes intelectuales y el bien parcial que estas proporcionan: la verdad
de ésta o aquella ciencia, o la eficacia en éste o aquel arte.
Tomado de “Virtud y personalidad” de Jesús García López.
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