Primera descripción de estos dos modos de ser
Además de algunas mutaciones más
profundas en las que una cosa deja de ser lo que era (cambios sustanciales,
muerte de un viviente, transformación de una sustancia química en otra, etc.), tenemos
una experiencia inmediata y constante de cambios accidentales, en los que una
realidad varía sólo en sus aspectos secundarios, sin perder su naturaleza: por
ejemplo, el agua al cambiar de temperatura no deja de ser agua, una persona
sigue siendo la misma a pesar de la variación de estados de ánimo, de salud o
enfermedad, etc. Las mutaciones accidentales manifiestan, pues, que en las
cosas existe un sustrato permanente y estable, la sustancia, y unas
perfecciones secundarias y mudables, que son los accidentes.
Otra característica que
diferencia estos dos modos de ser es que en cada cosa hay un solo núcleo
sustancial, pero afectado por como determinaciones derivadas y secundarias del
núcleo central de una cosa. Lo que los caracteriza, pues, de modo radical, es
su dependencia con respecto a la sustancia. De ahí la definición común a todos
ellos: los accidentes son realidades a cuya esencia le conviene ser en otro
como en su sujeto. Mientras lo más propio de la sustancia es subsistir, lo
constitutivo de cualquier accidente es «ser en otro» (esse in o inesse).
Igual que la sustancia tiene una
naturaleza a la que le conviene subsistir y que sitúa al sujeto en una especie,
así cada accidente posee también una esencia propia, que distingue a unos
accidentes de otros, y a la que le corresponde depender del ser de un sujeto.
Por ejemplo, el color tiene una esencia diversa que la temperatura, aunque a
ninguna de las dos le compete tener ser propio, sino que son en alguna
sustancia.
Existe una gran variedad de
accidentes, que podemos clasificar según distintos criterios. Para una primera
visión de su diversidad, puede servir, por ejemplo, la siguiente clasificación
de los accidentes según su origen:
a) Accidentes propios de la especie: son
aquéllos que surgen de los principios específicos de la esencia de una cosa y
constituyen, por tanto, las propiedades comunes a todos los individuos de una
misma especie; por ejemplo, la figura propia del caballo, o bien, en el hombre,
su facultad de entender y querer, su sociabilidad, el reír y llorar.
b) Accidentes inseparables de cada individuo:
nacen del modo concreto como la especie se realiza en cada individuo; por
ejemplo, ser alto o bajo, rubio o moreno, hombre o mujer, son características
individuales que tienen una causa permanente en el sujeto.
c) Accidentes separables, como estar sentado,
caminar, estudiar, etc., que proceden de los principios internos del sujeto,
pero le afectan sólo de modo transeúnte.
d) Accidentes que proceden de un agente
externo: algunos son violentos, como una quemadura, o la enfermedad provocada
por un virus; otros, en cambio, perfeccionan a quien los recibe, como la ayuda
de otra persona o la enseñanza.
El accidente metafísico y lógico
Desde el punto de vista metafísico,
es decir, atendiendo al ser de las cosas, no hay término medio entre la
sustancia y los accidentes: cualquier realidad, o es en sí o es en otro. Por
eso no debe extrañar que propiedades tan importantes del hombre, como la
inteligencia y la voluntad, deban incluirse entre los accidentes, pues no
subsisten en sí mismas, sino en el sujeto. El distintivo de los accidentes no
es ser algo poco importante, de lo que se puede prescindir, sino su ser en
otro; y así, hay accidentes de gran trascendencia, como el querer, y otros de
menor relieve, como estar sentado.
Sin embargo, en la lógica los
accidentes propios de la especie, que se predican de modo necesario de todos
sus individuos, reciben la denominación precisa de «propiedades» o «propios»;
en cambio, el término «accidente» se reserva para las características que
pueden darse o no en cada uno de sus individuos. Desde esta perspectiva lógica,
las «propiedades» son, de alguna manera, un término medio entre la sustancia y
los «accidentes».
En el lenguaje común, muchas
veces la palabra accidente se entiende en un sentido distinto, como sinónimo de
algo extrínseco, yuxtapuesto, de lo que se puede prescindir. En esta acepción
del término se olvida que los accidentes, como veremos, guardan una estrecha
relación con la sustancia. Así, por ejemplo, la vida de los hombres
(sustancias) depende en gran medida de su educación, hábitos morales, etc.
(accidentes).
Gran libro que va por la 9ª edición creo.Fue el primero que me compré para entender la "Summa contra los Gentiles" de Sto Tomás.Es metafísica tomista, que no arístotélica.La persona que se inicie, podrá aprender los fundamentos de la filosofía de Sto Tomás, sin erudiciones pesadas, ni pedanterías.El libro insiste mucho, en lo esencial de su pensamiento ; la diferencia entre la esencia y el ser, que no hacía Aristóteles.Hay otros 2 con la misma portada, de Eunsa, que son un complemento perfecto, "Gnoseología" y "Logica" orientados siempre al pensamiento del gran Sto Tomás.
ResponderBorrarOtra introducción perfecta al pensamiento del Aquinate, es "Metafísica Tomista:ontología, gnoseología y teología natural" de Jesus Lopez García.Después podréis leer la Summa Teológica, con total facilidad.Espero que los 4 gatos que seguimos el blog, te estimulen algo :-))
Es Jesús García (no López) López, me he equivocado.
ResponderBorrarBuenos días, estimado Luís. Es verdad, los manuales de Eunsa son buenos. Los tengo todos y son de gran valor.
ResponderBorrarPor cierto, no son cuatro gatos, ;)
Un saludo.
Hola, espero no haberte ofendido.Cuando dije 4 gatos, me refería a que no era "masivo", no a que no tuvieras seguidores.Hay muchos blogs cristianos, pero de cristianos-progres, son mayoría.Afortunadamente aún somos numerosos, los que no pasamos por el tubo.Un saludo!
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