sábado, 30 de agosto de 2014

Naturaleza de la sustancia y los accidentes

Primera descripción de estos dos modos de ser

Además de algunas mutaciones más profundas en las que una cosa deja de ser lo que era (cambios sustanciales, muerte de un viviente, transformación de una sustancia química en otra, etc.), tenemos una experiencia inmediata y constante de cambios accidentales, en los que una realidad varía sólo en sus aspectos secundarios, sin perder su naturaleza: por ejemplo, el agua al cambiar de temperatura no deja de ser agua, una persona sigue siendo la misma a pesar de la variación de estados de ánimo, de salud o enfermedad, etc. Las mutaciones accidentales manifiestan, pues, que en las cosas existe un sustrato permanente y estable, la sustancia, y unas perfecciones secundarias y mudables, que son los accidentes.

Otra característica que diferencia estos dos modos de ser es que en cada cosa hay un solo núcleo sustancial, pero afectado por como determinaciones derivadas y secundarias del núcleo central de una cosa. Lo que los caracteriza, pues, de modo radical, es su dependencia con respecto a la sustancia. De ahí la definición común a todos ellos: los accidentes son realidades a cuya esencia le conviene ser en otro como en su sujeto. Mientras lo más propio de la sustancia es subsistir, lo constitutivo de cualquier accidente es «ser en otro» (esse in o inesse).

Igual que la sustancia tiene una naturaleza a la que le conviene subsistir y que sitúa al sujeto en una especie, así cada accidente posee también una esencia propia, que distingue a unos accidentes de otros, y a la que le corresponde depender del ser de un sujeto. Por ejemplo, el color tiene una esencia diversa que la temperatura, aunque a ninguna de las dos le compete tener ser propio, sino que son en alguna sustancia.

Existe una gran variedad de accidentes, que podemos clasificar según distintos criterios. Para una primera visión de su diversidad, puede servir, por ejemplo, la siguiente clasificación de los accidentes según su origen:

a)    Accidentes propios de la especie: son aquéllos que surgen de los principios específicos de la esencia de una cosa y constituyen, por tanto, las propiedades comunes a todos los individuos de una misma especie; por ejemplo, la figura propia del caballo, o bien, en el hombre, su facultad de entender y querer, su sociabilidad, el reír y llorar.

b)    Accidentes inseparables de cada individuo: nacen del modo concreto como la especie se realiza en cada individuo; por ejemplo, ser alto o bajo, rubio o moreno, hombre o mujer, son características individuales que tienen una causa permanente en el sujeto.

c)    Accidentes separables, como estar sentado, caminar, estudiar, etc., que proceden de los principios internos del sujeto, pero le afectan sólo de modo transeúnte.

d)    Accidentes que proceden de un agente externo: algunos son violentos, como una quemadura, o la enfermedad provocada por un virus; otros, en cambio, perfeccionan a quien los recibe, como la ayuda de otra persona o la enseñanza.

El accidente metafísico y lógico

Desde el punto de vista metafísico, es decir, atendiendo al ser de las cosas, no hay término medio entre la sustancia y los accidentes: cualquier realidad, o es en sí o es en otro. Por eso no debe extrañar que propiedades tan importantes del hombre, como la inteligencia y la voluntad, deban incluirse entre los accidentes, pues no subsisten en sí mismas, sino en el sujeto. El distintivo de los accidentes no es ser algo poco importante, de lo que se puede prescindir, sino su ser en otro; y así, hay accidentes de gran trascendencia, como el querer, y otros de menor relieve, como estar sentado.

Sin embargo, en la lógica los accidentes propios de la especie, que se predican de modo necesario de todos sus individuos, reciben la denominación precisa de «propiedades» o «propios»; en cambio, el término «accidente» se reserva para las características que pueden darse o no en cada uno de sus individuos. Desde esta perspectiva lógica, las «propiedades» son, de alguna manera, un término medio entre la sustancia y los «accidentes».

En el lenguaje común, muchas veces la palabra accidente se entiende en un sentido distinto, como sinónimo de algo extrínseco, yuxtapuesto, de lo que se puede prescindir. En esta acepción del término se olvida que los accidentes, como veremos, guardan una estrecha relación con la sustancia. Así, por ejemplo, la vida de los hombres (sustancias) depende en gran medida de su educación, hábitos morales, etc. (accidentes).





4 comentarios:

Luís dijo...

Gran libro que va por la 9ª edición creo.Fue el primero que me compré para entender la "Summa contra los Gentiles" de Sto Tomás.Es metafísica tomista, que no arístotélica.La persona que se inicie, podrá aprender los fundamentos de la filosofía de Sto Tomás, sin erudiciones pesadas, ni pedanterías.El libro insiste mucho, en lo esencial de su pensamiento ; la diferencia entre la esencia y el ser, que no hacía Aristóteles.Hay otros 2 con la misma portada, de Eunsa, que son un complemento perfecto, "Gnoseología" y "Logica" orientados siempre al pensamiento del gran Sto Tomás.

Otra introducción perfecta al pensamiento del Aquinate, es "Metafísica Tomista:ontología, gnoseología y teología natural" de Jesus Lopez García.Después podréis leer la Summa Teológica, con total facilidad.Espero que los 4 gatos que seguimos el blog, te estimulen algo :-))

Luís dijo...

Es Jesús García (no López) López, me he equivocado.

Quidam dijo...

Buenos días, estimado Luís. Es verdad, los manuales de Eunsa son buenos. Los tengo todos y son de gran valor.

Por cierto, no son cuatro gatos, ;)

Un saludo.

Luís dijo...

Hola, espero no haberte ofendido.Cuando dije 4 gatos, me refería a que no era "masivo", no a que no tuvieras seguidores.Hay muchos blogs cristianos, pero de cristianos-progres, son mayoría.Afortunadamente aún somos numerosos, los que no pasamos por el tubo.Un saludo!