La
matemática es una ciencia esencialmente deductiva. Opera partiendo de
principios formales, no necesariamente reales, que son enunciados básicos y
primeros que formulan ciertas características de los objetos matemáticos;
suelen llamarse axiomas o postulados: la matemática clásica consideraba que los
axiomas eran principios verdaderos, mientras que los postulados no eran
conocidos como verdaderos ni falsos, de modo que se asumían como hipótesis de
trabajo. La matemática moderna parece haber eliminado esta distinción, dando al
término axiomas el sentido de un simple postulado: los principios matemáticos
ahora no se formulan según un criterio de evidencia material (por inducción a
partir de la realidad), sino por simple evidencia formal (en el sentido de
no-contradicción). Pero ya veremos que no pueden eliminarse en matemáticas
algunos axiomas en el sentido clásico.
Algunos
principios matemáticos son consecuencia de libres construcciones ideales, no
fruto de la inducción, y por tanto no son ni verdaderos ni falsos. Al moverse
la matemática en la abstracción cuantitativa, se desentiende de la realidad
extramental, sobre todo en las elaboraciones sumamente abstractas de los dos últimos
siglos. Posee, por eso, un amplio margen de libertad para construir
definiciones (conceptos de razón), y para proponer axiomas, juicios en que
entran construcciones matemáticas (por ejemplo, espacios de n dimensiones), que
no se contradicen entre sí (por ejemplo, la recta de la geometría euclidiana no
es la misma que la recta de las geometrías de Riemann y Lobatchewski). El
objeto de la matemática es un ente de razón (si no puede existir en la
realidad) o bien un ente posible (en el caso de que pueda existir) que a veces
encontrará un refrendo en la realidad física.
Los
principios matemáticos no son arbitrarios, pues se sujetan a la
no-contradicción, y se han elaborado partiendo de una abstracción originaria de
la cantidad real. La matemática no es una ciencia puramente convencional, pues
como mínimo se somete a la ley de la no-contradicción aplicada al ámbito
cuantitativo. Ninguno de sus axiomas puede negarse sin contradicción, aunque sí
pueden negarse las definiciones, cambiando el concepto o el sentido del nombre
(por ejemplo, definir la recta de un modo u otro). Por otra parte, la idea de
cantidad -número y dimensión- no es una invención humana, sino que se ha tomado
abstractivamente de la multiplicidad de entes y de la extensión corpórea,
fundamentos últimos de la ciencia matemática.
Existen
principios matemáticos reales, leyes de la cantidad como tal, obtenidos por
inducción, inmediatamente evidentes, y que están implícitos en todo
razonamiento matemático. Por ejemplo, «dos cantidades iguales a una tercera son
iguales entre sí», «el todo es mayor que la parte», son enunciados que se
aplican a las cantidades reales, y ni siquiera de un modo aproximado, sino
exacto. No tiene importancia que estos principios sean muy pocos, y que no
aparezcan explícitamente en los sistemas axiomáticos (pueden estar
presupuestos).
Lógicamente los principios convencionales a que antes nos
referíamos no sólo son más numerosos, sino que pueden ser indefinidos; pero
todos ellos se basan en estos principios reales, que la filosofía de la
metafísica examina a fondo.
Algo
semejante ocurre con los principios de la lógica simbólica, aunque los signos
lógicos se refieren no ya a la cantidad, sino a las segundas intenciones. La
lógica formal se fundamenta en el principio de no-contradicción, ley lógica y
principio real del ente.
El
método axiomático. Las ciencias deductivas, como la matemática y la lógica
formal, se construyen actualmente según el método axiomático. En lógica, este
método se basa en la construcción de una serie de enunciados formales
-compuestos de signos variables, cuyo significado material se deja de lado por
abstracción-, de modo que casi todos ellos se deducen de unos pocos, tomados
como axiomas indemostrables.
Las
relaciones entre los signos se llaman sintácticas. El cuerpo de todos esos
enunciados constituye un Sistema lógico deductivo formal, una Teoría deductiva,
o un Lenguaje formalizado y axiomatizado. Un sistema formal consta
esencialmente de: a) signos primitivos; b) signos introducidos por definición;
c) reglas de formación, para establecer expresiones con sentido entre los
signos; d) axiomas, o enunciados indemostrables; e) reglas de inferencia, que
establecen el modo en que se pueden usar los axiomas para efectuar deducciones;
0 pruebas, o demostraciones en las que, partiendo de los axiomas y aplicando
las reglas, se obtienen nuevos enunciados, que se consideran demostrados
(teoremas).
La
relación de los signos con su significado se llama relación semántica. Una vez
que se estudia la estructura interna de un sistema formal, se puede considerar
su aplicación a ciertos objetos externos al sistema, a través de relaciones
semánticas. Con la referencia semántica de los signos a un universo de objetos
reales o posibles (universo llamado modelo), se dice que un sistema es
interpretado.
Desde
el punto de vista sintáctico, un sistema deductivo aspira a tener las
siguientes propiedades; a) consistencia, o no contradicción, condición básica
sin la cual el sistema no existe; b) completitud, o capacidad de los axiomas de
demostrar todas las fórmulas válidas en su dominio, aunque a veces esto no es
posible; c) independencia de los axiomas, de manera que uno no pueda ser
deducido de otro; d) decidibilidad de las fórmulas, cuando existe un mecanismo automático
para demostrarlas o refutarlas, lo cual muchas veces no se consigue.
Hay
procedimientos que demuestran, en algunos casos, la existencia o no de estas propiedades
para determinados niveles de los cálculos lógico-matemáticos. Estos estudios
reflexivos de un sistema formal sobre sus propias características, se denominan
metalógicos (o también metateoréticos). La metalógica comprende pues una
sintaxis, una semántica, y también una pragmática, cuando se considera la
relación de los signos con los individuos que los emplean.
Ya
desde los años 30, con algunos importantes teoremas del matemático K. Gódel, se
han demostrado los límites del formalismo axiomático. Los sistemas
lógico-formales no son autosuficientes: no pueden autodemostrar su consistencia
con sus propios medios, y en ciertos niveles son incompletos e indecidibles.
Están como gobernados desde fuera por la mente humana, que intuye más allá de
las fórmulas demostrables.
Como
sucede en las matemáticas, el convencionalismo de los sistemas axiomáticos es
limitado, ya que están regulados por la no-contradicción que, aunque no
comparezca en los axiomas formales (o aunque pueda deducirse de un teorema),
constituye su principio real lógico-metafísico. Además, su utilidad es del
mismo alcance que la lógica formal del raciocinio: aseguran la coherencia, mas
no la verdad material, y son aplicables sólo a las ciencias deductivas. Por eso
la fundamentación formal de una ciencia no ha de confundirse con su
fundamentación real o metafísica.
(Tomado de "Lógica", de J.J Sanguineti)
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