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lunes, 5 de octubre de 2015

(5) Los pilares de la falta de fe - Sigmund Freud


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Autor: Peter Kreeft

Freud fue el Colón de la psique. Ningún psicólogo vivo escapa de su influencia.

Sin embargo, junto con los destellos de genialidad, en sus escritos nos encontramos con las ideas más extrañas y retorcidas: por ejemplo, que las madres acunan a sus bebés sólo para sustituir sus deseos de tener relaciones sexuales con ellos.

La enseñanza más influyente de Sigmund Freud fue su reduccionismo sexual. Como ateo, Freud reduce a Dios a un sueño del hombre. Como materialista, reduce al hombre a su cuerpo, el cuerpo humano al deseo animal, el deseo al deseo sexual y el deseo sexual al sexo genital. Todas ellas son simplificaciones excesivas.

Freud fue un científico y en cierto modo un gran científico, pero sucumbió a un riesgo ocupacional: el deseo de reducir lo complejo a lo controlable. Quería hacer de la psicología una ciencia, incluso una ciencia exacta. Sin embargo, ello es imposible ya que su objeto, el hombre, no es sólo un objeto sino que también un sujeto, un "yo".

En los cimientos de la "revolución sexual" de nuestro siglo hay una demanda de satisfacción y una confusión entre lo que necesitamos y lo que deseamos. Todos los seres humanos normales tienen apetitos o deseos sexuales, pero es absolutamente falso, como sostiene Freud constantemente, que ellos sean necesidades o derechos; que no puede esperarse que nadie viva sin satisfacerlos; o que suprimirlos es psicológicamente enfermo.

Esta confusión entre necesidades y deseos surge de la negación de los valores objetivos y de una ley moral natural objetiva. Nadie provocó más estragos en esta área crucial que Freud, especialmente en lo que hace a la moral de la sexualidad. El ataque moderno al matrimonio y a la familia, para el que Freud sentó las bases, hizo más daño que cualquier otra guerra o revolución política. ¿De qué otro lugar podemos aprender la lección más importante de la vida — el amor generoso — si no en las familias estables que lo predican con la práctica?

No obstante, con todos sus defectos, Freud todavía sigue en el podio de las psicologías que lo reemplazaron en la cultura popular. A pesar de su materialismo, explora algunos de los misterios más profundos del alma. Tiene un gran sentido de la tragedia, el sufrimiento y la desdicha. Los ateos honestos suelen ser infelices, mientras que los ateos deshonestos son felices. Freud fue un ateo honesto.

No cabe duda de que su honestidad fue la que hizo que fuera un buen científico. Consideraba que el mero acto de sacar represiones o miedos de la oscuridad oculta del inconsciente hacia la luz de la razón nos liberaría de su poder sobre nosotros. Se trataba de la creencia de que la verdad es más poderosa que la ilusión y que la luz es más poderosa que la oscuridad. Desgraciadamente, Freud clasificó a toda religión como la ilusión más fundamental del género humano y al cientificismo materialista como su única luz.

Deberíamos distinguir claramente tres dimensiones diferentes en Freud. Primero, como el inventor de la técnica práctica y terapéutica del psicoanálisis, es un genio y todos los psicólogos están en deuda con él. Del mismo modo que es posible que filósofos cristianos, como San Agustín o Santo Tomás de Aquino, utilicen las categorías de filósofos no cristianos como Platón y Aristóteles, es posible que un psiquiatra cristiano se valga de las técnicas de Freud sin estar de acuerdo con su forma de entender la religión.

Segundo, como psicólogo teórico, Freud se parece a Colón en cuanto que fue el primero en trazar el mapa de nuevos continentes, pero también cometiendo errores graves. Algunos de ellos son excusables, como los de Colón, debido a la novedad del territorio. Pero otros son prejuicios implícitos, tales como la reducción de toda culpa a un sentimiento patológico o el no ser capaz de comprender que la fe en Dios pueda tener algo que ver con el amor.

Tercero, como filósofo y pensador religioso, Freud es un completo amateur y poco más que un adolescente. Veamos estos puntos uno por uno.

No hay dudas de que el trabajo más importante de Freud es "La interpretación de los sueños". La investigación de los sueños como una copia del subconsciente parece obvia hoy en día. Sin embargo, para los contemporáneos de Freud fue una absoluta novedad. Su error no consistió en poner demasiado énfasis en las fuerzas del subconsciente que nos mueven, sino en poner poco énfasis en su profundidad y complejidad, del mismo modo que el explorador de un nuevo continente podría confundirlo con una isla de gran tamaño.

Freud descubrió que podía ayudar a los pacientes histéricos que parecían no tener motivo racional para sus trastornos con lo que él llamó la "cura del habla", valiéndose de la "asociación libre" y prestando atención a los "actos fallidos" como pistas del subconsciente. En pocas palabras, esta técnica funcionó a pesar de las deficiencias en la teoría que la respaldaba.

Desde el punto de vista de la teoría psicológica, Freud dividió la psique entre id (ello), ego (yo) y superego (superyó). A simple vista, esto parece ser bastante similar a la división tradicional y comúnmente aceptada de apetito, deseo e intelecto (y conciencia) que comenzó con Platón. Sin embargo, aparecen diferencias cruciales.

Primero, el "superyó" de Freud no es el intelecto o la conciencia, sino que es la presencia no libre y pasiva de las restricciones sociales sobre los deseos individuales en la psiqué de cada persona: son los "no se debe". Lo que creemos que es nuestra propia comprensión del bien y mal verdadero es sólo un espejo de leyes sociales hechas por el hombre, según Freud.

Segundo, el "yo" no es el libre albedrío, sino más bien una mera fachada. Freud negó la existencia del libre albedrio, fue determinista y veía al hombre como un complejo animal-máquina.

Finalmente, el "id" ("ello") es el único verdadero yo, según Freud, y está compuesto simplemente de deseos animales. Es impersonal; de allí su nombre "ello". De este modo Freud niega la existencia de una verdadera personalidad, del yo individual. Del mismo modo que niega a Dios ("Yo Soy") así también niega la imagen de Dios, el "yo" humano.

Las ideas filosóficas de Freud se expresan con toda franqueza en sus dos obras antirreligiosas más famosas, "Moisés y la religión monoteísta" y "El porvenir de una ilusión". Como Marx, rechazaba todo tipo de religión por ser infantil sin evaluar seriamente sus afirmaciones y argumentos. Sin embargo, planteó una explicación detallada del supuesto origen de esta "ilusión", que básicamente consta de cuatro partes: ignorancia, miedo, fantasía y culpa.

En lo que respecta a la ignorancia, la religión consiste en adivinar, a través del conocimiento pre-científico, cómo funciona la naturaleza: si hay un trueno, debe haber un Tronante, un Zeus. En cuanto al miedo, la religión es nuestra invención de un sustituto celestial para nuestro padre terrenal cuando muere, envejece, se va o hace que sus hijos salgan de la seguridad del hogar hacia el temible mundo de la responsabilidad. Como fantasía, Dios es el producto de la realización del deseo de que exista una fuerza providencial todopoderosa detrás de las apariencias horriblemente impersonales de la vida. Por último, como culpa, Dios es quien garantiza la conducta moral.

La explicación de Freud del origen de la culpa es el punto más débil de su teoría. Se remonta a la historia de que una vez, mucho tiempo atrás, un hombre mató a su padre, el jefe de una gran tribu. Desde entonces, ese asesinato primario persiguió a la memoria subconsciente del género humano. Sin embargo esta explicación no fundamenta la aparición de la culpa: ¿por qué sintió culpa ese primer asesino? La pregunta queda sin respuesta.

La obra más filosófica de Freud fue la última, "La civilización y sus descontentos", en la que planteó la cuestión tan importante del summum bonum (sumo bien), el significado de la vida y la felicidad humana. Llegó a la misma conclusión que el Eclesiastés, que no puede alcanzarse. De hecho dice "vanidad de vanidades, todo es vanidad". En cambio, prometió movilizarnos a través de una psicoterapia exitosa, "de una inmanejable desdicha a una desdicha manejable".

Uno de los motivos de su pesimismo fue su creencia de que existe una contradicción inherente en la condición humana; a esto se refiere el título de su obra, "La civilización y sus descontentos". Por una parte, somos animales que buscan placer, motivados únicamente por el "principio del placer". Por otro lado, necesitamos el orden de la civilización para salvarnos del dolor del caos, pero las restricciones de la civilización coartan nuestros deseos. Entonces, la misma cosa que inventamos como un medio para nuestra felicidad se convierte en un obstáculo.

Hacia el final de su vida, el pensamiento de Freud se tornó aún más oscuro y más misterioso cuando descubrió el thanatos, el deseo de la muerte. El principio del placer nos lleva hacia dos direcciones opuestas: el eros y el thanatos. El eros nos lleva hacia adelante, a la vida, al amor, al futuro y a la esperanza. El thanatos nos lleva de regreso al vientre materno, al lugar en donde estamos solos y no sentimos dolor.

Nos molestan la vida y nuestras madres por habernos traído al dolor. Este odio a la madre corre en paralelo con el famoso "complejo de Edipo" o el deseo subconsciente de matar a nuestro padre para casarnos con nuestra madre: que es una perfecta explicación del propio ateísmo de Freud, ofenderse con Dios Padre para casarse con lo terrenal.

Hacia el final de la vida de Freud, Hitler llegaba al poder. Freud pudo ver, proféticamente, el poder del deseo de la muerte en el mundo moderno y no estaba seguro de cuál de estas dos "fuerzas celestiales", como él las llamaba, se impondría. Murió ateo, pero casi místico. Tenía suficiente de pagano dentro suyo para ofrecer algunas visiones profundas mezcladas en general con puntos ciegos escandalosos. Esto nos trae a la memoria la descripción que C.S. Lewis hace de la mitología pagana: "destellos de vigor celestial y belleza cayendo en una jungla de suciedad e imbecilidad".

Lo que hace que Freud supere por mucho a Marx y al humanismo secular es su comprensión del demonio en el hombre, de la dimensión trágica de la vida y de nuestra necesidad de salvarnos. Lamentablemente, consideraba al judaísmo que rechazó y al cristianismo que desdeñó como cuentos de hadas, demasiado buenos para ser ciertos. Su sentido trágico estaba arraigado en la separación drástica entre la verdad y el bien, "el principio de realidad" y la felicidad.


Sólo Dios puede unirlos en la cima.


(Tomado de http://www.catholiceducation.org/es/religion-y-filosofia/filosofia/5-los-pilares-de-la-falta-de-fe-sigmund-freud.html)

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