Por lo dicho
vemos también que el sumo bien del hombre no consiste en la reputación que se
tiene por la nombradía.
La reputación
buena es, según Cicerón, “una laudable opinión habitual”; y, según San
Ambrosio, “un conocimiento cierto y laudatorio”. Ahora bien, el objeto que los
hombres persiguen al darse a conocer con cierta alabanza y notoriedad es
recibir honor de quienes los conocen. Luego la reputación se busca por el
honor. En consecuencia, si el honor no es el sumo bien, menos lo será la
reputación.
Son bienes
laudables los que manifiestan que alguien está, ordenado al fin. Pero quien se
ordena al fin, todavía no ha alcanzado el fin último. Según esto, a quien
consiguió el último fin no se le tributa alabanza sino más bien honor, como
dice el Filósofo en el I de los “Éticos”. Por lo tanto, como la reputación
consiste principalmente en la alabanza, no puede ser el sumo bien.
Es más noble
conocer que ser conocido pues el conocer es privativo de las criaturas
superiores, mientras que el ser conocidas compete a las inferiores. Así, pues,
el sumo bien del hombre no puede ser la reputación, que consiste en que alguien
sea conocido.
Todo hombre
desea ser conocido en sus buenas obras y busca pasar inadvertido en las malas.
Luego ser conocido es bueno y deseable por los bienes que en uno se conocen.
Por lo tanto, los bienes son mejores que el ser conocido. Por consiguiente, la
reputación, que consiste en que uno sea conocido, no puede ser el sumo bien del
hombre.
El bien sumo
debe ser perfecto, puesto que aquieta el apetito. Mas la publicidad de la fama,
en que consiste la gloria humana, es imperfecta, porque encierra mucho de
incertidumbre y de error. Luego tal gloria no puede ser el sumo bien del
hombre.
Lo que se
considera como sumo bien del hombre ha de gozar de la máxima estabilidad entre
las cosas humanas, puesto que naturalmente deseamos una prolongada permanencia
en el bien. Sin embargo, la reputación que se tiene por la fama es sumamente
variable, porque nada cambia tanto como la opinión y la alabanza humanas. Luego
tal reputación no puede ser el sumo bien del hombre.
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