Hace unos días
paseándome por Internet en busca de un texto que andaba necesitando, me
encontré por casualidad con la palabra “posverdad”. Resulta que el Diccionario
Oxford, una especie de enciclopedia muy prestigiosa, la ha escogido como
palabra del año, en inglés se escribe: post-truth.
Según los
eruditos de Oxford, la expresión ‘post-truth’
hace referencia a una actitud de la generación actual, según la cual ya no
importa, ni interesa y probablemente ni siquiera exista (y si existe no
importa) la verdad objetiva, es decir, aquella que es tal independientemente de
los seres humanos. Sino que todo son solamente gustos y opiniones personales,
particulares.
Esta actitud,
según Oxford, se habría manifestado este año en eventos políticos tales como la
salida de Gran Bretaña de la Unión Europea o el triunfo de Donald Trump en la
presidencia de EEUU. Pues, sin ocultar sus propias inclinaciones políticas, los
señores del Diccionario Oxford consideran que dichos resultados se deben en
gran parte a que triunfó la desinformación de tipo irracional y emotiva, por
sobre la verdad objetiva de cada situación. Pero más allá de estos supuestos ejemplos
de “posverdad”, quisiera señalar aquí otros que pertenecen más a la cotidianidad
de las personas comunes y corrientes, y que permiten ver que efectivamente
estamos en la era “después de la verdad”, es decir, que muchos (casi todos) hoy
son ‘posverdadianos’ (y perdón por esa palabra tan fea).
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Son posverdadianos
los que apoyan el aborto diciendo que lo que vale es la libertad de cada
uno a decidir, y que no hay normas de moralidad objetivas, sino que cada uno
decide lo bueno y lo malo.
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Son posverdadianos
los que apoyan la eutanasia diciendo que lo que vale es la libertad de cada uno
a decidir, y que no hay normas de moralidad objetivas, sino que cada uno decide
lo bueno y lo malo.
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Son posverdadianos
los que apoyan la ideología de género diciendo que lo que vale es la
libertad de cada uno a decidir, y que no hay normas de moralidad objetivas,
sino que cada uno decide lo bueno y lo malo.
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Son posverdadianos los que apoyan la adopción
de niños por parejas homosexuales diciendo que lo que vale es la libertad de
cada uno a decidir, y que no hay normas de moralidad objetivas, sino que cada
uno decide lo bueno y lo malo.
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Son posverdadianos
los que apoyan el consumo de droga diciendo que lo que vale es la libertad de
cada uno a decidir, y que no hay normas de moralidad objetivas, sino que cada
uno decide lo bueno y lo malo.
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Son posverdadianos
los que apoyan el mal llamado “matrimonio” homosexual diciendo que lo que vale
es la libertad de cada uno a decidir, y que no hay normas de moralidad
objetivas, sino que cada uno decide lo bueno y lo malo.
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Son posverdadianos
los que enseñan que la Iglesia no se debe meter en política, porque es,
según ellos, una doctrina de tiempos pasados que ya hoy no vale porque va
contra la “sagrada” libertad humana.
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Son posverdadianos
los que enseñan que la política debe ser independiente de la moral, porque eso,
según ellos, es una doctrina de tiempos pasados que ya hoy no vale porque va
contra la “sagrada” libertad humana.
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Son posverdadianos
los que enseñan que la biología no importa, pues cada uno decide a que “género”
quiere pertenecer (hoy hombre, mañana mujer, pasado delfín, y así), opinar que
la biología importa es, según ellos, una
doctrina de tiempos pasados que ya hoy no vale porque va contra la “sagrada”
libertad humana.
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Son posverdadianos,
en fin, todos los que al hablar de temas relacionados con aspectos morales de
la conducta humana, te miran y te dicen: nadie tiene la verdad absoluta, por lo
tanto esa es tu opinión y la respeto, tú respeta la mía.
Y ¿cuál es
el origen de todo esto? ¿Cómo se ha llegado a la era de la ‘posverdad’? creemos
que la causa ha sido un largo proceso histórico de olvido del ser de la
inteligencia humana, ya que a partir de Descartes, o incluso antes con Ockham,
los pensadores distorsionaron el ser de la inteligencia: racionalismo,
empirismo, idealismo, etc. Y de una inteligencia distorsionada han salido luego
decenas de doctrinas demenciales que ya nada tienen que ver con lo real, sino
que más bien han sido creadas para satisfacer el mero orgullo humano.
Lo único
que podemos oponer eficazmente a esta era de la ‘posverdad’ es la recuperación
íntegra y frontal del patrimonio escolástico sobre el ser de la inteligencia,
pensar sobre la inteligencia tal y como pensaron grandes como Tomás de Aquino.
No veo otro camino.
Mientras eso
pasa, veremos cada día los triunfos estrambóticos de los profetas de la ‘posverdad’.
Leonardo
Rodríguez
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