Las definiciones y las demostraciones
Para elaborar correctamente una ciencia se precisa
atender, ya a las definiciones, en lo que concierne a los elementos primarios
del saber, que son las nociones, ya a las demostraciones, en lo que añade a la
explicación o fundamentación de los enunciados que constituyen propiamente el
contenido de la ciencia.
Por las definiciones, como decimos, se perfilan y aclaran
las nociones de que toda ciencia se sirve, y en este punto también cree Santo
Tomás necesario recurrir a las causas. Una definición completa es la que se
hace por las cuatro causas, siempre que sea posible, y así la definición completa
de un cuerpo natural, pongamos por caso, deberá recoger sus causas extrínsecas:
el agente y el fin, y sus causas intrínsecas: la materia y la forma. Pero esto
no ocurre con una figura geométrica, por poner otro ejemplo, en la cual no se
pueden señalar, porque no los tiene, ni el agente, ni el fin, ni la materia;
aquí sólo cuenta la forma y las propiedades que de ella dimanan. De una manera
general Santo Tomás piensa que las definiciones de la Física o de la Ciencia
Natural deben hacerse por las cuatro causas; las definiciones de la Ontología
deben hacerse por la causa eficiente, por la formal y por la final, pero no por
la causa material, de la que se prescinde en esa ciencia; las definiciones de
la Lógica o la Ciencia Racional deben hacerse atendiendo sólo a la causa
formal, y lo mismo ocurre con la Ciencia Matemática; por último, las
definiciones de la Ética o de la Ciencia Moral deben hacerse atendiendo sobre
todo a la causa final, aunque no sólo a ella.
Por lo demás, las definiciones que se hacen por la causa
formal son las más perfectas (dentro de su parcialidad, si es que la cosa
definida tiene otras causas y no se atiende a ellas), y la mejor manera de hacer
esas definiciones consiste en señalar el género próximo y la diferencia
específica.
Después de aclaradas las nociones mediante las
definiciones correspondientes, es preciso, para constituir la ciencia, dar
razón o fundamentar los enunciados que se forman con esas nociones, y esto se hace
mediante las demostraciones. Como se trata de enunciados mediatos, cuya verdad
no es por sí misma evidente, es preciso demostrarlos, y la demostración nos
hará ver:
• Primero, que las cosas son así (como las propone el
enunciado).
• Segundo, por qué son así, señalando la causa o causas
correspondientes.
• Tercero, que no pueden ser de otra manera, manifestando
su necesidad, ya absoluta, ya relativa.
Hablando de las distintas ciencias Santo Tomás afirma que
no todas utilizan todas las causas para sus demostraciones. Así, la Lógica y la
Matemática utilizan solamente la causa formal, que tiene vigencia tanto en el
orden real como en el orden lógico o racional; la Física emplea en sus demostraciones a todas las
causas: la final, la eficiente, la formal y la material; la Metafísica utiliza
sobre todo la causa formal, pero también las causas eficiente y final; por
último, la Ética utiliza principalmente la causa final. Como se ve, se repite
aquí la misma doctrina defendida para las definiciones. Pero veamos algunos
textos del propio Santo Tomás:
Los principios de ciertas ciencias, como la Lógica, la
Geometría y la Aritmética, se toman de los solos principios formales de las
cosas, de los cuales depende la esencia de la cosa. (Contra Gentes, II, cap.
25)
En los asuntos morales las principales demostraciones se
toman del fin. (In V Met., lect. 1, n. 762)
En cuanto esta ciencia [la Metafísica] es considerativa
del ente, considera sobre todo la causa formal. Además a esta ciencia en cuanto
es considerativa de las primeras sustancias, le corresponde considerar
principalmente la causa final, y de algún modo también la causa eficiente. En
cambio, la causa material, en sí misma, no es considerada en modo alguno. (In
III Met., lect. 4, n. 348)
Por su parte, la Filosofía Natural demuestra por todas
las causas. (In I Physic, lect. 1, n. 5)
Pero el señalamiento de las causas no lleva de suyo a
enunciados universales y necesarios, que son los propios de las ciencias. Esto
se logra con el recurso a los razonamientos inductivos y deductivos, que vamos
a estudiar a continuación.
• Por lo que se refiere a la inducción se basa en el
principio de que lo que ocurre siempre o la mayor parte de las veces, no puede
ocurrir por azar, sino que tiene su razón de ser, su fundamento, en la misma
naturaleza de las cosas o en las inclinaciones naturales de éstas. Así, si
vemos que el calor aplicado a un cuerpo produce la dilatación de éste, y lo
mismo en otros muchos casos que podemos experimentar, sin excepción alguna, de
esta acumulación de verdades particulares (este calor dilata este cuerpo, y
este otro calor dilata este otro cuerpo, y así un número suficiente de veces),
estamos autorizados a concluir que hay algo en la naturaleza misma del calor
que produce de suyo la dilatación en cualquier cuerpo, o sea, que hay una
relación necesaria (aunque sólo sea con necesidad física o de hecho) entre el
calor y la dilatación de los cuerpos. Y entonces es cuando formulamos el
enunciado universal de que «el calor (todo calor) dilata los cuerpos (todos los
cuerpos)». Este modo de proceder es distinto de la búsqueda concreta de las
causas, pero la da por supuesta. Y las ciencias, sobre todo las ciencias
naturales, hacen las dos cosas:
a) establecer la existencia de las causas de un hecho
dado.
b) generalizar, en caso de que sea posible, a todos los
hechos de la misma especie, la relación encontrada entre los efectos y sus
causas.
• Pero existe otro modo de demostración más perfecto: el
razonamiento deductivo, que se basa en la causalidad formal. Tal es la
demostración de la que habla Aristóteles en los Segundos Analíticos y que
recoge Santo Tomás. Es el silogismo que consta de premisas verdaderas,
primeras, inmediatas, anteriores y más conocidas que la conclusión y causas de
ésta (Analyt. Post., I, 2, 71 b 20-23). Tal tipo de demostración está basado:
ante todo, en los primeros principios del conocimiento humano, a saber, el de
contradicción, el de identidad y el de tercero excluido; en segundo lugar, en
la aplicación de dichos principios al razonamiento deductivo y que se concreta
así: lo que se afirma de un todo universal se afirma también de todas las
partes subjetivas contenidas en él, y lo que se niega de un todo universal se
niega también de todas las partes subjetivas contenidas en él, y en tercer
lugar, en el conocimiento de una esencia o forma en sí misma, de la que
resultan determinadas propiedades o determinados efectos formales. Este tipo de
demostración es el único de que se valen la Lógica y la Matemática, pero puede
también emplearse en otras ciencias cuando se conoce suficientemente una esencia
común a muchos individuos, y se procede, a partir de ella, a deducir sus
propiedades.
(Tomado de "Tomás de Aquino, maestro del orden")
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