Los razonamientos (cuya expresión oral o escrita son los
argumentos o discursos) consisten en ciertos conceptos complejos en los que se
enlazan varios enunciados, de suerte que de alguno o algunos de ellos, que
constituyen lo que se denomina antecedente, se siga otro enunciado que recibe
el nombre de consiguiente o conclusión. Por supuesto que esa secuencia no es
solamente temporal, sino que es una secuencia lógica, en el sentido de que el
antecedente es la razón o fundamento del consiguiente, y éste procede de aquel,
cíe manera parecida a como el efecto procede de la causa.
En el razonamiento se buscan dos cosas: que sea verdadero
y que sea correcto. Que sea verdadero, es decir, ajustado a la realidad, en
tanto que es un instrumento para aumentar nuestro saber, que no se alimenta de
errores. Que sea correcto, en cuanto el instrumento en cuestión debe ser eficaz
desde el punto de vista lógico o de la buena marcha del discurso. Para cumplir
esos dos objetivos se requiere que el antecedente sea verdadero y que sea
además verdadero antecedente, y asimismo que el consiguiente sea verdadero y
que sea verdadero consiguiente. Para salvar la corrección lógica ha de darse
una buena consecuencia, o sea, que un verdadero antecedente sirve de base a un
verdadero consiguiente del mismo. Para salvar la verdad se requiere además que
el antecedente sea verdadero, adecuado a la realidad, y que también lo sea el
consiguiente de un antecedente verdadero.
Con ello queda expresada la ley fundamental de todo
razonamiento, a saber, que un antecedente verdadero, que sea verdadero
antecedente, lleva siempre a un consiguiente verdadero, si es que es un
verdadero consiguiente. Procediendo con corrección lógica, de la verdad siempre
resulta la verdad; y no se puede sin más afirmar lo opuesto, o sea, que de la
falsedad resulta siempre la falsedad, pues puede ocurrir que por casualidad,
manteniendo la corrección lógica, de la falsedad resulte la verdad. La segunda
ley del razonamiento es ésta: que el consiguiente sigue siempre la peor parte
respecto del antecedente, o sea, que si el antecedente contiene alguna
negación, el consiguiente será negativo, y si contiene alguna restricción o
particularidad, el consiguiente será particular.
Por lo demás, el razonamiento puede ser deductivo o
inductivo. Es deductivo cuando procede de lo universal a lo particular o a lo
menos universal (o incluso a lo universal de la misma amplitud), y es inductivo
cuando procede de lo particular a lo universal. Pero de estas dos modalidades
del razonamiento trataremos después, cuando nos ocupemos de la demostración.
(Tomado de "Tomás de Aquino, maestro del orden")
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