La palabra 'fobia' según el Diccionario de la Real Academia Española significa aversión o rechazo hacia algo o alguien, y es una de las palabras de mayor uso en los tiempos que corren debido principalmente a su uso en la terminología psicológica, dentro del conjunto de los trastornos de ansiedad (agorafobia, aracnofobia, etc.). Pero también es célebre por componer una palabra que hoy en día más que palabra es un arma arrojadiza, un boomerang poderoso que se lanza contra alguien con el objetivo de paralizarlo y anularlo, me refiero claro está a la palabra: homofobia.
En condiciones normales se diría que la palabra homofobia significa una aversión o rechazo hacia los homosexuales, también un miedo hacia ellos ya que la palabra fobia tiene igualmente ese significado. De manera que un homófobo vendría siendo alguien que siente una aversión, un rechazo o incluso un miedo hacia la persona homosexual.
Pues bien, he dicho arriba que se trata de un arma arrojadiza porque hoy se suele usar dicha palabra para anular a todo aquél que se oponga a la ideología de género con sus agendas homosexualistas, abortistas y lgbt...etc. Todos los que públicamente en redes sociales manifestamos nuestro desacuerdo con esas corrientes subversivas del orden natural de la sociedad y de las familias, somos inmediatamente catalogados como homófobos, y esa estrategia lingüística es tan efectiva que verdaderamente termina uno en ocasiones silenciado, condenado al ostracismo, casi que avergonzado por creer como cree y pensar como piensa. Es un arma de una efectividad tremenda.
Además es un arma de uso sencillo, ya que solo se debe etiquetar con ella al oponente: ¡eres un homófobo! Y listo, asunto arreglado, no se requiere argumentar, debatir, analizar, razonar, etc., con tan solo usar esa palabra está ganada la partida. Y si a eso le sumamos la rapidez con que hoy las redes sociales llevan de un extremo al otro del planeta todo tipo de noticias, la fuerza de esa arma se multiplica enormemente porque puedes ser tenido como homófobo a un nivel planetario. Y nadie quiere ser homófobo porque es una palabra que más allá de su significado etimológico, ha sido también cargado con una connotación sumamente negativa, al extremo de que ser llamado homófobo es en la imaginación de la gente tanto o más grave aún que ser llamado ladrón, deshonesto, corrupto, mentiroso, etc.
Se trata de una simple estratagema semántica, pero de gran efectividad. Al igual que pasaba hace algunos años con la palabra nazi, o fascista. Hoy el turno en el arsenal del marxismo cultural es para la palabra homofobia, y ni qué hablar cuando esas tres palabras se juntan en una sola ráfaga oral: ¡eres un nazi, homófobo y fascista! Se trata de una frase que nadie quiere ver usada en su contra, todo menos ser acusado de eso, cualquier acusación es preferible a eso. Su poder para anular, silenciar, apabullar al contradictor es inigualable. Sin disparar una sola bala, como sí hacía el marxismo clásico, anulas a tu oponente, lo reduces al silencio y le abres una ancha autopista de aceptación a tus propias ideas. Porque ese es el efecto secundario de esas palabras, que automáticamente las ideas de quien las usa para atacar a su contradictor quedan como 'santificadas', ¿por qué? Porque se supone que serán exactamente lo contrario de ideas homófobas, nazis o fascistas, y 'por lo tanto' deben ser muy buenas y muy excelentes ideas.
Se trata realmente de una estrategia ruin y despreciable, en ella se renuncia al debate de ideas para reducir todo a una andanada de epítetos eficaces para apabullar al otro, se gana la partida sin esfuerzo, sin siquiera la necesidad de presentar con claridad las propias ideas, pues con tan solo etiquetar a las del contrario de ideas fascistas se santifica las propias, aunque nadie sepa muy bien su contenido ni su finalidad última a nivel de deconstrucción de la sociedad natural y tradicional.
¿Qué hacer? En mi experiencia es una situación difícil ya que puedes pedir a tu contradictor que explique por qué considera que tus ideas son nazis o fascistas, y por lo general rehusarán darte esa explicación ya que están confiados en la mera potencia del adjetivo utilizado y razonarlo no es su fuerte. Sin embargo, si logras que intente explicar el adjetivo que lanza contra ti puedes comenzar a espigar debilidades en su discurso y por ahí reencausar la conversación racionalmente, lejos de los calificativos y más próxima al desarrollo argumentativo de la idea. Lo cual no siempre es posible con este tipo de contradictores, pues su fascinación por la fuerza del mero adjetivo les paraliza su capacidad argumentativa, pues como decían nuestros mayores: órgano que no se usa se atrofia, y llevan tanto tiempo haciendo callar a todo mundo con meras etiquetas, que la sola idea de detenerse a exponer sus ideas de base los agobia.
¡Menos adjetivos, más silogismos!
Leonardo Rodríguez
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