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martes, 14 de febrero de 2017

Sobre las manzanas podridas del clero

Por estos días es noticia, o más bien escándalo, en Colombia un caso de pedofilia que involucra a un "sacerdote" de la arquidiócesis de Cali. Como es ya común en este tipo de casos, la prensa se ha encargado de darle un tremendo cubrimiento a la noticia de tal manera que ha fomentado la indignación de miles de colombianos que no han ahorrado los calificativos más duros contra la iglesia.

Las cosas se han puesto aún peor a raíz de unas declaraciones del abogado de la arquidiócesis en las cuales afirma que no es la iglesia como institución la responsable de los hechos y que también los padres de familia de los menores abusados tienen parte de responsabilidad pues, según se parecer, descuidaron su deber de vigilar a sus hijos, es decir, fueron negligentes en el ejercicio de su paternidad. Lo anterior ha motivado en las redes sociales un tsunami de insultos de todo tipo contra la iglesia.

Ante todo quisiera dejar en claro una cosa: el abuso de un menor es un crimen horrendo que debe ser castigado con severidad, sea quien sea el abusador. Es una tragedia que no se le desea a nadie y que tiene consecuencias que duran toda la vida y que si no son tratadas apropiadamente pueden afectar el entero proyecto de vida de la persona abusada.

Pero aclarado eso hay que decir también que este tipo de episodios son utilizados por los enemigos de la iglesia con un doble fin: desprestigiarla un poco más y sacar algún provecho económico. Siempre han habido, hay y habrán enemigos de la iglesia, gente que siente hacia el catolicismo un odio abierto y una aversión inocultable. Y cuando estas cosas ocurren se lanzan sobre ello como aves de carroña y aprovechan para destilar todo su odio. Y el caso de lo ocurrido en Cali no está siendo la excepción. Una sencilla búsqueda sobre el tema en redes sociales permite en menos de cinco minutos leer cientos de insultos soeces contra la iglesia, como si la iglesia fuera la culpable y no el pedófilo indigno de pertenecer a ella.

Ante esto caben las siguientes apreciaciones:

1) La responsabilidad penal en un caso como este es exclusiva del individuo, a no ser que se pudiera probar que la iglesia en sus seminarios y luego en las parroquias incita por medio de su normativa o de su enseñanza a que sus sacerdotes cometan actos de abuso a menores. De no ser así, y aún más de saberse como se sabe que la enseñanza de la iglesia y su normatividad es clara respecto a la pureza del cuerpo, no hay forma de responsabilizarla a ella de lo que hacen sus manzanas podridas.

2) Sería como querer, ante un asesinato por ejemplo, averiguar primero a qué empresa pertenece el sospechoso para proceder a acusar a la empresa de asesinato.

3) En el fondo lo que se mueve muchas veces es simplemente ansia de sacar tajada económica. En el caso de las familias de Cali la reclamación que están haciendo por medio de su abogado asciende a los 8900 millones de pesos. Una suma bastante interesante capaz de atraer la atención y los servicios de un buen número de abogados deseosos de quedarse con el treinta por ciento de esa cantidad.

4) Es sabido que en EEUU hoy en día todavía hay abogados que se dedican a contactar a supuestas víctimas de abuso por parte de miembros del clero, sin importar si los hechos ocurrieron hace diez, veinte o treinta años. La promesa de sacar una buena tajada hace que muchas de estas personas presenten incluso testimonios falsos con tal de armar el caso contra alguna diócesis. Y las demandas las hacen subir a millones.


Urge una reforma de la formación del clero, un filtro más severo en la elección de candidatos al sacerdocio. Lamentablemente sabemos que eso no pasará porque el modernismo que aqueja a la iglesia postconciliar es como un virus que tiene adormecida toda señal de verdadera vida. De manera que esto lamentables casos seguirán ocurriendo y las aves de carroña de siempre seguirán lanzándose contra al institución, culpándola de los desmanes de sus miembros y buscando sacar algún dinero de paso.

¿Qué nos corresponde a nosotros? Lo que siempre nos ha correspondido: ¡rezar! 

Quiera Dios seguir bendiciendo a su iglesia.


Leonardo Rodríguez  


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