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jueves, 31 de agosto de 2017

Érase una vez la educación...

Hubo un  tiempo en que se creía que la razón de ser de la educación era propender por la formación integral de las personas, es decir, se creía que educar no era ni sola ni principalmente un proceso de transmisión de conocimientos técnicos y especializados de las distintas ramas del saber (matemática, biología, literatura, geografía, ciencias sociales, etc.), sino que era ante todo un proceso encaminado a la formación de la persona en todas sus dimensiones, cognitiva, volitiva y emocional. Y lo anterior se conseguía principalmente por medio de la asimilación de comportamientos virtuosos que consolidaban en el carácter una armazón conductual que le garantizaba a la persona, en la medida en que ello es posible, una vida buena, útil socialmente, plena y de aspiraciones trascendentes.

Pero todo esto ya ha quedado muy atrás...

Hoy lo que vemos a nuestro alrededor como tendencia educativa cada vez más omnipresente es la implantación de un modelo "educativo" según el cual, en últimas, lo que importaría sería capacitar al educando en una serie de habilidades básicas de tipo académico (competencia numérica y competencia lectora y de escritura), con el fin de prepararlo directamente para exámenes en esas áreas que le garantizarían el ingreso a la educación universitaria, donde podrá escoger una profesión y estudiarla para luego ejercerla y de esa forma "garantizar su futuro".

Y no estamos diciendo aquí que los aspectos netamente académicos se descuidaban en el modelo clásico de la educación (entendiendo por tal el implantado en instituciones de origen y orientación católica), ya que como es fácilmente comprobable, dichas instituciones siempre sobresalieron por su nivel académico entre todas las existentes en cada país. Pero sí que ponían las cosas en su orden correcto y daban a lo académico el peso que le correspondía, para dar cabida a lo que consideraban lo esencial: la formación de la persona en la virtud.

¿Cuál es el resultado de que esto se haya dejado atrás? Creo que el resultado salta a la vista. Actualmente es cierto que las personas que egresan de los colegios y de las universidades tienen unos conocimientos notables (aunque no siempre) en las distintas ciencias y disciplinas que existen hoy, pero al mismo tiempo egresan con muchas falencias a nivel humano, a nivel humanista, es decir, precisamente el nivel que los antiguos consideraban el más importante. Y es que ciertamente a fin de cuentas poco importa si eres un gran conocedor de la química si al mismo tiempo como persona eres un problema para ti mismo y para quienes te rodean.

Un reflejo aún más dramático de esto que estamos diciendo es la corrupción brutal que ha copado la clase política de nuestros países. Los políticos parecen personas respetables hasta el momento en que se les hacen públicas sus corrupciones, excesos y deshonestidades. Esta corrupción se da en ellos al lado de muchos pergaminos académicos, muchos de ellos se han educado en las más prestigiosas universidades del mundo y exhiben títulos envidiables. Y aún con todo eso a nivel humano se quedaron analfabetas, y con el tiempo dicho analfabetismo se traduce en corrupción de mil tipos distintos.

Por lo tanto una cosa es la formación académica y otra distinta la formación humanista. Antes las dos iban de la mano, se les consideraba igualmente valiosas, con preferencia del lado humanista del procesos educativo. Incluso no era raro ver padres de familia que decían: prefiero un hijo honesto, aunque no saque las mejores notas en biología. Hoy estamos en un estado de cosas tal que no tarda en llegar el día en que muchos padres de familia reconozcan sin ruborizarse que prefieren un hijo adelantado en matemática que uno preocupado por "moralismos". Su 'instinto' de padres les dice que hoy vale más un 'vivo' que un 'mojigato'.

En ese orden de ideas no es extraño que a nuestro alrededor cada vez más se instale triunfante ese nuevo modelo educativo que reduce la educación a una especie de periodo de tiempo donde se les capacita en habilidades 'para el mundo laboral', al paso que la formación humana, en principios y virtudes, la formación humanista, etc., queda relegada al olvido. Un olvido que luego se traduce en tragedias individuales y sociales como resultado de la perversión de las costumbres.

A quienes de una u otra forma estamos en contacto con niños y adolescentes, nos cabe la responsabilidad de pugnar por que las ideas clásicas de la educación como proceso integral, no pierdan vigencia y permanezcan presentes iluminando la labor que con ellos se lleva a cabo. Porque me parece a mí que cuando esa luz se haya apagado por completo, no habrá forma (humana) de enderezar las familias y la sociedad, y lo que resultará será un caos tal de principios éticos que la convivencia será imposible y el Estado despótico será el único camino para controlar el hormiguero de voluntades desbocadas por la borrachera de los caprichos individuales.

¡Dios nos guarde!

Leonardo Rodríguez


miércoles, 30 de agosto de 2017

Oración y formación

La actual batalla cultural que se libra ante nuestros ojos requiere de ambas cosas: orar y estudiar. Siempre ha sido así, por lo menos dentro del catolicismo, que ha sido siempre amigo y aliado de la vida de la inteligencia.

Y es que en la actualidad ser católico es un riesgo por partida doble. De un lado está el hecho mismo, terrible y sublime, de tener que afrontar la tarea de la salvación personal. Tarea nada fácil, ni ahora, ni antes ni nunca, donde se lucha contra los tres enemigos que enumera el catecismo: el demonio, el mundo y la carne. Llevar adelante la lucha contra ese oscuro tridente es ya en sí mismo todo un proyecto de vida. Pero resulta que hoy además de ello el católico debe hacer frente a un ambiente cultural agresivo, hostil y perseguidor. Ambiente en el cual triunfan ideas radicalmente contrarias a la antropología católica en lo cultural, lo político, lo social y hasta lo económico. Entonces resulta que el católico debe llevar adelante la ya ardua tarea de su salvación en medio de una atmósfera ideológicamente putrefacta, por decir lo menos. Y ello es lo que hace que hoy ser católico sea un riesgo por partida doble.

Por ello mismo es que se requiere hoy quizá más que nunca que el católico sea consciente de la necesidad en que está de recurrir a esas dos armas que los buenos católicos de todos los tiempos han usado tan bien: la oración y la formación.

La oración es la elevación del alma hacia Dios para alabarlo, pedirle perdón por nuestras ingratitudes y socorro en nuestras necesidades. Es conversar con Dios como con un padre al que se recurre con amor y confianza porque se descansa en Él, se le ama y se espera de Él amor, protección y esperanza. De Dios viene todo bien, es la fuente de todo y es por tanto la causa de todo. Nada podemos sin Él, ni siquiera existiríamos a cada momento si no fuéramos a cada momento sostenidos en la existencia por su infinito poder y amor. Pensar en emprender la tarea de la salvación propia o de la lucha en la batalla cultural de nuestro tiempo sin su ayuda es un error fatal, sería como querer pelear desarmados, puesto que la fuerza y la victoria proceden de Él. 

Eso por un lado. Pero por otro resulta que Dios, como dicen los filósofos, gusta de actuar por medio de causas segundas, es decir, tiene instrumentos para intervenir a favor de sus criaturas, y uno de esos instrumentos evidentemente somos nosotros mismos, con nuestras capacidades y defectos. O en otras palabras, no responde al orden querido por Dios el sentarnos a esperar que a cada momento Dios intervenga milagrosamente en la historia humana, sino que debemos hacer uso de nuestras propias capacidades, que son don de Dios, para hacer nuestra parte y pelear nuestras propias peleas. Solo Dios salva, pero salva al que se esfuerza.

Ahora bien, la capacidad intelectual, la inteligencia, la razón, es, como todo, un don de Dios, y puede y debe servir como canal de la acción de Dios en el mundo, ¿cómo? Siendo fiel al ser, siendo fiel a lo real, al orden natural de las cosas, al orden de la creación. Eso significa no alterar lo real, no hacer intervenir el capricho personal o ideológico en la captación de las exigencia de lo real. En una palabra: no pretender fabricar lo real, sino reflejarlo con humildad.

Y en un mundo que ha perdido la noción de lo real, cambiándolo por el capricho individual o de masas, la tarea de la inteligencia ha de ser el permanecer fiel a esa voz de la realidad, conocerla, estudiarla y difundir una sana comprensión de las cosas.

De ahí la importancia de la formación. Hay que hacer nuestra parte y no pretender que Dios por nuestra oración esté obligado a intervenir a cada instante solucionando los líos que nosotros mismos provocamos. 

Pongamos un ejemplo: pensemos en una pequeña población a la que de repente un buen día comienzan a visitar "misioneros" de una secta protestante con la intención de hacer abandonar a todos la iglesia católica y unirse a ellos. ¿Conviene que los católicos de allí recen a Dios pidiendo libre a su comunidad de la influencia de aquella gente? ¡Claro que sí! ¿Pero solo eso? ¡Claro que no! Mal harían aquellas buenas gentes si solo se limitaran a pedir a Dios que los libre de las sectas, olvidando la obligación que tienen de estudiar la doctrina y hacer frente con argumentos sólidos a las falacias propagadas por los sectarios. Y no es que Dios no pueda protegerlos o no quiera hacerlo, lo que pasa es que Dios espera que hagamos nuestra parte usando los talentos que Él mismo nos ha dado. Entonces lo correcto sería que aquellos católicos rezaran a Dios, y al mismo tiempo iniciaran grupos de estudio para preparar a las personas para los ataques sectarios de los "misioneros" protestantes. Ahí sí Dios bendeciría aquél esfuerzo y seguramente alcanzarían la victoria sobre la tentación de apostasía.

Algo semejante ocurre hoy. La batalla cultural que actualmente se desarrolla es agresiva y luciferina en su raíz. Ante ella hay que oponer la fuerza de la oración, sí, pero también se le deben oponer cabezas formadas en las buenas ideas, en los principios filosóficos correctos, mentes capaces de argumentar, de desnudar las falacias de los ideólogos, de los charlatanes. Personas conocedoras de su fe, de la doctrina católica, y dispuestos a dar la batalla cultural. 

Oración y formación, los dos elementos indisociables de la batalla actual. El que no se sienta preparado para involucrarse en la batalla cultural que colabore rezando por los que sí. Y los que sientan la vocación de dar la pelea en el terreno de las ideas que lo hagan, apoyados siempre en una sólida vida de oración. Nunca lo uno sin lo otro, sino lo uno con lo otro y la protección de Dios se hará sentir.


Leonardo Rodríguez


sábado, 12 de agosto de 2017

Filosofía en el bachillerato

Hace solo unas pocas décadas, por lo menos en Colombia, se daba a los estudiantes de bachillerato una formación en filosofía que era de una notable solidez, si juzgamos a partir de los textos que usaban y que aún es posible encontrar en los mercados de libros 'viejos'. Esto comenzó a cambiar y hoy nos encontramos ante un panorama lamentable.

Ante todo hay que decir que la educación no se trata, como creen hoy nuestros flamantes 'políticos', de generar 'competencias' en lectoescritura, comprensión textual y matemática. Todo eso forma parte del proceso educativo, pero este va mucho más allá hasta abarcar la formación de una nueva persona, la formación de la personalidad. De esto ya hablamos hace poco y no vamos a repetirnos, hoy quisiéramos referirnos al rol de la filosofía en la formación de dicha personalidad del alumno.

La filosofía fue durante mucho tiempo la disciplina encargada de poner a pensar a los estudiantes, de ejercitar su sentido crítico y reflexivo, de llevarlos por la senda de la maduración del juicio. Y como esto se hacía comúnmente bajo la tutela de la iglesia a través de sus congregaciones religiosas con carisma educativo, como los jesuitas, dominicos y lasallistas, el proceso se conducía bajo la guía del tomismo, aunque muchas veces se tratara de un tomismo un tanto diluído, como es fácil de comprobar al ojear algunos textos a que hemos tenido acceso.

La formación en filosofía enfocada de esa forma daba a los bachilleres herramientas de juicio suficientes para manejarse con cierta soltura a través de los ires y venires de la vida que recién estaban comenzando; podían emitir juicios sobre las realidades más importantes: Dios, el hombre, el alma, la ética, etc.

Sin embargo todo esto comenzó a cambiar y poco a poco fue eliminada la filosofía tomista de los manuales escolares, reemplazándola por meras síntesis históricas que daban al estudiante una impresión de eclecticismo, como de autoservicio del pensamiento en que podía entrar y servirse lo que más le gustara. 

A día de hoy incluso esa perspectiva meramente histórica se deja de lado y se reemplaza por una materia gaseosa, superficial y en el fondo inútil. Ya los estudiantes no tienen acceso a esa formación que solo la filosofía podía dar (con perdón de las demás materias). ¿Y entonces a dónde van a buscar los adolescentes los criterios para los juicios que deben emitir y las decisiones que deben tomar? En los medios de comunicación, en los artistas de moda, en la opinión pública, en la 'farándula', o peor aún... en los "youtubers".

No es de extrañar entonces que los 'ismos' como el materialismo, el hedonismo, el nihilismo y el relativismo se hayan enseñoreado de las almas de los jóvenes y sea hoy tarea sumamente complicada educarlos convenientemente o por lo menos guiarlos con algo de acierto en medio de la selva social que deben enfrentar.

Y lo curioso de todo esto es que cuando a los adolescentes de hoy se les pone delante de esa herencia de pensamiento filosófico que ya no les es ofrecida en ninguna parte, se interesan, interrogan, preguntan, muestran deseo de recibir más de eso. Es algo que he tenido la oportunidad de vivir. La naturaleza no muere del todo y dado que la inteligencia está hecha para la verdad es normal que cuando se le pone delante de ella reacciones con ansia y gozo.

Bien harían los padres de familia en estar al tanto de la estructura de la materia de filosofía que reciben sus hijos. Pero dado que también los padres fueron educados en ese vacío fundamental, es de suponer que no les interesará el tema.

Rescatar lo que ha sido abandonado, transmitir lo que ha sido construido por nuestros mayores, he ahí un bello ideal.


Leonardo Rodríguez

jueves, 10 de agosto de 2017

Disculpas

Consciente de que hace poco más de un mes que no recibe actualizaciones este blog, ofrezco disculpas. A veces las ocupaciones no dejan el tiempo suficiente para dedicarlo a esta bonita tarea. Ojalá pudiera pasar más tiempo por estos lares, pero Dios irá diciendo. Por ahora prometo publicar pronto. Gracias por la paciencia.