Hubo un tiempo en que se creía que la razón de ser de la educación era propender por la formación integral de las personas, es decir, se creía que educar no era ni sola ni principalmente un proceso de transmisión de conocimientos técnicos y especializados de las distintas ramas del saber (matemática, biología, literatura, geografía, ciencias sociales, etc.), sino que era ante todo un proceso encaminado a la formación de la persona en todas sus dimensiones, cognitiva, volitiva y emocional. Y lo anterior se conseguía principalmente por medio de la asimilación de comportamientos virtuosos que consolidaban en el carácter una armazón conductual que le garantizaba a la persona, en la medida en que ello es posible, una vida buena, útil socialmente, plena y de aspiraciones trascendentes.
Pero todo esto ya ha quedado muy atrás...
Hoy lo que vemos a nuestro alrededor como tendencia educativa cada vez más omnipresente es la implantación de un modelo "educativo" según el cual, en últimas, lo que importaría sería capacitar al educando en una serie de habilidades básicas de tipo académico (competencia numérica y competencia lectora y de escritura), con el fin de prepararlo directamente para exámenes en esas áreas que le garantizarían el ingreso a la educación universitaria, donde podrá escoger una profesión y estudiarla para luego ejercerla y de esa forma "garantizar su futuro".
Y no estamos diciendo aquí que los aspectos netamente académicos se descuidaban en el modelo clásico de la educación (entendiendo por tal el implantado en instituciones de origen y orientación católica), ya que como es fácilmente comprobable, dichas instituciones siempre sobresalieron por su nivel académico entre todas las existentes en cada país. Pero sí que ponían las cosas en su orden correcto y daban a lo académico el peso que le correspondía, para dar cabida a lo que consideraban lo esencial: la formación de la persona en la virtud.
¿Cuál es el resultado de que esto se haya dejado atrás? Creo que el resultado salta a la vista. Actualmente es cierto que las personas que egresan de los colegios y de las universidades tienen unos conocimientos notables (aunque no siempre) en las distintas ciencias y disciplinas que existen hoy, pero al mismo tiempo egresan con muchas falencias a nivel humano, a nivel humanista, es decir, precisamente el nivel que los antiguos consideraban el más importante. Y es que ciertamente a fin de cuentas poco importa si eres un gran conocedor de la química si al mismo tiempo como persona eres un problema para ti mismo y para quienes te rodean.
Un reflejo aún más dramático de esto que estamos diciendo es la corrupción brutal que ha copado la clase política de nuestros países. Los políticos parecen personas respetables hasta el momento en que se les hacen públicas sus corrupciones, excesos y deshonestidades. Esta corrupción se da en ellos al lado de muchos pergaminos académicos, muchos de ellos se han educado en las más prestigiosas universidades del mundo y exhiben títulos envidiables. Y aún con todo eso a nivel humano se quedaron analfabetas, y con el tiempo dicho analfabetismo se traduce en corrupción de mil tipos distintos.
Por lo tanto una cosa es la formación académica y otra distinta la formación humanista. Antes las dos iban de la mano, se les consideraba igualmente valiosas, con preferencia del lado humanista del procesos educativo. Incluso no era raro ver padres de familia que decían: prefiero un hijo honesto, aunque no saque las mejores notas en biología. Hoy estamos en un estado de cosas tal que no tarda en llegar el día en que muchos padres de familia reconozcan sin ruborizarse que prefieren un hijo adelantado en matemática que uno preocupado por "moralismos". Su 'instinto' de padres les dice que hoy vale más un 'vivo' que un 'mojigato'.
En ese orden de ideas no es extraño que a nuestro alrededor cada vez más se instale triunfante ese nuevo modelo educativo que reduce la educación a una especie de periodo de tiempo donde se les capacita en habilidades 'para el mundo laboral', al paso que la formación humana, en principios y virtudes, la formación humanista, etc., queda relegada al olvido. Un olvido que luego se traduce en tragedias individuales y sociales como resultado de la perversión de las costumbres.
A quienes de una u otra forma estamos en contacto con niños y adolescentes, nos cabe la responsabilidad de pugnar por que las ideas clásicas de la educación como proceso integral, no pierdan vigencia y permanezcan presentes iluminando la labor que con ellos se lleva a cabo. Porque me parece a mí que cuando esa luz se haya apagado por completo, no habrá forma (humana) de enderezar las familias y la sociedad, y lo que resultará será un caos tal de principios éticos que la convivencia será imposible y el Estado despótico será el único camino para controlar el hormiguero de voluntades desbocadas por la borrachera de los caprichos individuales.
¡Dios nos guarde!
Leonardo Rodríguez