¡Qué cómodo sería dejarse llevar! Esa sensación en extremos agradable y relajante que se tiene cuando nos tumbamos a placer sobre las aguas del mar o de una piscina y permitimos que el movimiento del agua nos lleve de un lado a otro, sin oponer resistencia, como dormidos... como muertos.
Muchas veces hemos sentido la tentación del cansancio en medio de la resistencia cultural que nos ha correspondido vivir en los tiempos que corren (o que corroen, ya no se sabe). Ganas de abandonar las trincheras y unirnos jubilosos a las caravanas 'divinizadas' de hombres y mujeres 'democráticos' que parecen disfrutar tanto de los frutos del 'progreso indefinido' prometido por sus abuelos revolucionarios. En verdad que vistos desde lejos parecen vivir en un éxtasis continuo provocado por el gozo de su 'libertad' plena, 'omnipotente', 'divina'.
Se ve a diario en las noticias, en las calles, en las escuelas, en las universidades, en los parlamentos, por todos lados; brilla espléndido el triunfo del hombre que se ha hecho consciente de su 'poderío', de su 'madurez' racional. Sus discursos altivos lo revelan, su desprecio hacia Dios le garantiza (eso cree) su 'status' de divinidad. La persecución contra los creyentes que aún quedan le confirma lo ilimitado de su dominio. Las leyes que a diario aprueba le dicen claramente que él es el 'rey'.
Ya no hay dioses en el cielo, ni cielo siquiera. Se ha establecido el paraíso en la tierra y si aún no tiene la apariencia de tal es solo cuestión de tiempo, algunos detalles acabarán por ubicarse en su puesto correcto de forma inevitable. Así lo establece la 'ley' del progreso indefinido. Y de paso ahí está EEUU como garante de que así será.
En medio de tal euforia triunfal del hombre 'divino', ¿qué sentido tiene continuar batallando contra lo que al parecer es ya inevitable? ¿Para qué seguir oponiendo resistencia a un movimiento imparable, irresistible? ¿Sirve de algo?
Esta pregunta debe hacérsela de manera personal cada uno de nosotros. De su respuesta depende el sentido que demos a este empeño.
De parte nuestra la respuesta es clara, ¿que si sirve de algo? ¡Sí! Sirve de testimonio, y hay épocas donde el valor de un testimonio es inestimable. Fácil sería unirse a los aparentemente vencedores (y digo aparentemente porque siendo Dios el señor del tiempo y de la historia, en últimas toda victoria le pertenece), pero nadie ha dicho que lo fácil sea siempre lo correcto. Más bien sucede al contrario, lo correcto suele costar, su conquista suele ser sufrida, alcanzarlo viene acompañado casi siempre de golpes, caídas y derrotas... aparentes.
Y no es solo gusto por llevar la contraria, como adolescentes. No. Es más bien una pasión por la verdad, que no es otra cosa que la realidad en cuanto alcanzada por el intelecto humano o recibida por divina revelación. En ambos casos la consecuencia es la misma: necesidad imperiosa de ser fiel. Y no es una necesidad impuesta, externa, superficial. Es más bien un vínculo fuerte con nuestro más íntimo núcleo personal, un llamado que nos define y nos condiciona. Es verdaderamente una condición existencial que hemos asumido.
¿Tentación de cansancio? ¡Sí! Y pedimos a Dios a diario nos libre de ella o nos de fuerza para resistirla. Dios es fiel y escucha nuestra oración.
Las generaciones venideras seguramente agradecerán a quienes hoy resistimos y custodiamos un bien que gracias a ello les pudo ser transmitido fielmente. En sus rostros plenos de gratitud alcanzamos a ver desde aquí la justificación de nuestra batalla. En sus rostros y en la sonrisa de Dios.
Leonardo Rodríguez
Eso es lo que otros llaman la victoria del hombre mediocre que, para salir adelante y no tener problemas se adapta a todo...hasta que pasito a pasito su cobardía, su comodidad y su tolerancia le llevan a un gulag de Stalin, o a una cheka de Lenin, al consumismo hedonista...o a la desesperación que viven todos los días los venezolanos
ResponderBorrarPero, ¿no hemos estado tranquilos y felices contemporanizandando mientras tanto?
Encima podemos alabarnos a nosotros mismos y sentirnos superiores a los demás por haber sido "tolerantes" y "modernos".
Por eso el anterior Papa urgía minorías creativas.
Porque las necesitamos.
Si, también nosotros, los mediocres.