Pío IX - Papa de 1846 a 1878
Encíclica "Qui Pluribus"
Sabemos, Venerables Hermanos, que
en los tiempos calamitosos que vivimos, hombres unidos en perversa sociedad e
imbuidos de malsana doctrina, cerrando sus oídos a la verdad, han desencadenado
una guerra cruel y temible contra todo lo católico, han esparcido y diseminado
entre el pueblo toda clase de errores, brotados de la falsía y de las
tinieblas. Nos horroriza y nos duele en el alma considerar los monstruosos
errores y los artificios varios que inventan para dañar; las insidias y
maquinaciones con que estos enemigos de la luz, estos artífices astutos de la
mentira se empeñan en apagar toda piedad, justicia y honestidad; en corromper
las costumbres; en conculcar los derechos divinos y humanos, en perturbar la Religión
católica y la sociedad civil, hasta, si pudieran arrancarlos de raíz.
Porque sabéis, Venerables
Hermanos, que estos enemigos del hombre cristiano, arrebatados de un ímpetu
ciego de alocada impiedad, llegan en su temeridad hasta a enseñar en público,
sin sentir vergüenza, con audacia inaudita abriendo su boca y blasfemando
contra Dios, que son cuentos inventados por los hombres los misterios de
nuestra Religión sacrosanta, que la Iglesia va contra el bienestar de la
sociedad humana, y que aún se atreven a insultar al mismo Cristo y Señor. Y
para reírse con mayor facilidad de los pueblos, engañar a los incautos y
arrastrarlos con ellos al error, imaginándose estar ellos solos en el secreto
de la prosperidad, se arrogan el nombre de filósofos, como si la filosofía,
puesta para investigar la verdad natural, debiera rechazar todo lo que el
supremo y clementísimo Autor de la naturaleza, Dios, se dignó, por singular
beneficio y misericordia, manifestar a los hombres para que consigan la
verdadera felicidad.
De allí que, con torcido y falaz
argumento, se esfuercen en proclamar la fuerza y excelencia de la razón humana,
elevándola por encima de la fe de Cristo, y vociferan con audacia que la fe se
opone a la razón humana. Nada tan insensato, ni tan impío, ni tan opuesto a la
misma razón pudieron llegar a pensar; porque aun cuando la fe esté sobre la
razón, no hay entre ellas oposición ni desacuerdo alguno, por cuanto ambos
proceden de la misma fuente de la Verdad eterna e inmutable, Dios Óptimo y
Máximo: de tal manera se prestan mutua ayuda, que la recta razón demuestra,
confirma y defiende las verdades de la fe; y la fe libra de errores a la razón,
y la ilustra, la confirma y perfecciona con el conocimiento de las verdades
divinas.
Con no menor atrevimiento y
engaño, Venerables Hermanos, estos enemigos de la revelación, exaltan el humano
progreso y, temeraria y sacrílegamente, quisieran enfrentarlo con la Religión
católica como si la Religión no fuese obra de Dios sino de los hombres o algún
invento filosófico que se perfecciona con métodos humanos. A los que tan
miserablemente sueñan condena directamente lo que Tertuliano echaba en cara a
los filósofos de su tiempo, que hablaban de un cristianismo platónico, estoico,
y dialéctico.
…
Tal es el sistema perverso y
opuesto a la luz natural de la razón que propugna la indiferencia en materia de
religión, con el cual estos inveterados enemigos de la Religión, quitando todo
discrimen entre la virtud y el vicio, entre la verdad y el error, entre la
honestidad y vileza, aseguran que en cualquier religión se puede conseguir la salvación
eterna, como si alguna vez pudieran entrar en consorcio la justicia con la
iniquidad, la luz con las tinieblas, Cristo con Belial. Tal es la vil conspiración
contra el sagrado celibato clerical, que, ¡oh dolor! algunas personas eclesiásticas
apoyan; quienes, olvidadas lamentablemente de su propia dignidad, dejan
vencerse y seducirse por los halagos de la sensualidad; tal la enseñanza
perversa, sobre todo en materias filosóficas, que a la incauta juventud engaña
y corrompe lamentablemente, y le da a beber hiel de dragón en cáliz de Babilonia,
tal la nefanda doctrina del comunismo, contraria al derecho natural, que, una
vez admitida, echa por tierra los derechos de todos, la propiedad, la misma sociedad
humana; tales las insidias tenebrosas de aquellos que, en piel de ovejas,
siendo lobos rapaces, se insinúan fraudulentamente, con especie de piedad
sincera, de virtud y disciplina, penetran humildemente, captan con blandura,
atan delicadamente, matan a ocultas, apartan de toda Religión a los hombres y
sacrifican y destrozan las ovejas del Señor; tal, por fin, para omitir todo lo
demás, muy conocido de todos vosotros, la propaganda infame, tan esparcida, de
libros y libelos que vuelan por todas partes y que enseñan a pecar a los
hombres; escritos que, compuestos con arte, y llenos de engaño y artificio,
esparcidos con profusión para ruina del pueblo cristiano, siembran doctrinas
pestíferas, depravan las mentes y las almas, sobre todo de los más incautos, y
causan perjuicios graves a la Religión.
De toda esta combinación de
errores y licencias desenfrenadas en el pensar, hablar y escribir, quedan
relajadas las costumbres, despreciada la santísima Religión de Cristo, atacada
la majestad del culto divino, vejada la potestad de esta Sede Apostólica,
combatida y reducida a torpe servidumbre la autoridad de la Iglesia,
conculcados los derechos de los Obispos, violada la santidad del matrimonio,
socavado el régimen de toda potestad, y todos los demás males que nos vemos
obligados a llorar, Venerables Hermanos, con común llanto, referentes ya a la
Iglesia, ya al Estado.
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