El liberalismo supone que el
hombre se basta a sí mismo para realizar sus fines por medio de su inteligencia
y por medio de su libertad. Por causa de esta libertad es dueño y señor de sus
actos, completamente independiente, y no reconoce una autoridad superior a él
mismo, sea en el orden intelectual, sea en el orden religioso, sea en el
político. Este principio fundamental del liberalismo es la negación directa y
absoluta de la doctrina católica, que enseña, que la naturaleza del hombre fue
corrompida por el primer pecado, y como consecuencia se oscureció su
inteligencia y se debilitó la rectitud de su voluntad, quedando sujeto a las concupiscencias
desordenadas y al error.
En lugar de consistir el progreso
humano en la emancipación y desarrollo de los instintos naturales, consiste,
como enseña nuestra religión, en la lucha incesante contra los apetitos
inferiores que impiden el desarrollo de las facultades superiores, y en
perfeccionarse contrariando las inclinaciones sensuales.
Y lejos de ser el hombre
independiente y juez único entre la verdad y el error, está sometido en todas
las cosas y en todos los órdenes a su Criador; necesita de la gracia divina
para obrar el bien y evitar el mal, y tiene el deber ineludible de cumplir los
preceptos divinos. La perfección de la libertad consiste en la obediencia
voluntaria a la ley, no en la posibilidad de infringirla: pues sería una locura
suponer que la perfección de un ser consiste en poder apartarse de su fin.
Niceto Alonso Perujo
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