En un artículo anterior enumerábamos algunas normas básicas a tener en cuenta a la hora de querer exponer o defender nuestras ideas u opiniones. Releyéndolas caímos en cuenta de que habíamos olvidado una que quizá debiera haber ido en primer lugar:
NO HABLAR DE LO QUE NO SE CONOCE, Y MENOS EN TONO DOCTORAL.
Y es una pena que se deba insistir en algo que debería ser obvio, pero es que lamentablemente no lo es tanto por estos días. Yo no se si siempre ha sido así, lo cierto es que últimamente (y de nuevo las redes sociales tienen también aquí su cuota de responsabilidad) es ha multiplicado exponencialmente el número de personas que hablan, opinan y pontifican acerca de absolutamente todo. Atrás quedó la época en la que lo anterior solo ocurría en el terreno futbolístico, donde antes, durante y después de un partido, todos sentíamos el impulso morboso de comentar hasta el más mínimo detalle del encuentro, criticar todas las decisiones del técnico y crucificar a algunos jugadores por su mal desempeño. Todos nos creíamos expertos en el deporte rey.
Pero de eso hace ya bastante tiempo. Hoy dicha actitud no solo no ha desaparecido sino que se ha trasladado a prácticamente todas las áreas de la vida humana, desde las más intrascendentes (como el fútbol), hasta las más esenciales relacionadas con la política, la cultura, la ética, la filosofía y hasta la religión y el universo de la teología. Todos (o casi todos) hoy se creen expertos politólogos, moralistas, filósofos y teólogos.
Y ojalá lo anterior fuera el resultado de un aumento del interés por el estudio juicioso de todas esas temáticas, a partir del cual las personas con juicio bien formado intervienen con sus aportes y puntos de vista. Pero no, lo trágico es que con cero estudios juiciosos sobre tales materias, de por sí tan arduas, se lanzan a emitir todo tipo de juicios categóricos sobre los temas más fundamentales de la vida humana. Hablan desde la ignorancia, satisfechos de su ignorancia y convencidos de que su ignorancia es en realidad ciencia.
Considero que el culpable de ese fenómeno tan lamentable es el relativismo en el cual estamos sumergidos actualmente. En la modernidad muchos sectores de la filosofía han proclamado la muerte de la verdad y la entronización, en su lugar, de la opinión personal. A partir de allí muchos han terminado por considerar que no es en verdad necesario estudiar un tema, basta con abrir la boca y emitir lo que sea que te salga del caletre.
Esa actitud mental nacida en la filosofía moderna, fue adoptada por el ciudadano de a pie por un proceso de 'contagio ambiental' y es la responsable de que hoy todos pretendan (incluso sin admitirlo o saberlo explícitamente) ser filósofos, teólogos, politólogos, etc.
Dejemos hasta ahí. Creo que es claro lo que intento decir.
¿Cuál es la consecuencia de todo esto?
Pues que cuando todos hablan de cosas que en realidad no han estudiado, difícilmente se puede esperar que el nivel argumentativo sea alto. ¿Por qué? Porque para argumentar un tema hay que manejarlo, saberlo, haberlo estudiado; y partimos del hecho de que precisamente eso es lo que le hace falta al que habla de todo sin ton ni son.
Consejos:
- Antes de emitir un concepto o una opinión sobre un tema, revisar primero si en verdad hemos estudiado el tema. Si no lo más honesto es emitir nuestro punto de vista aclarando que no conocemos bien el asunto.
- Cuidarnos mucho de entrar en una discusión sobre algo que no conocemos, llevados únicamente por el deseo de no aparecer como ignorantes. Es mil veces mejor aclarar con sencillez que no conocemos un tema que abrir la boca aparentando ciencia y quedar en ridículo. Además pretender hablar de todo es señal de inmadurez. La persona madura y segura de sí misma acepta con tranquilidad que hay una infinidad de temas sobre los cuales no sabe casi nada o nada.
- Si un tema nos interesa y queremos entrar en debate sobre ello, debemos antes ponernos a estudiar. La paciencia hará que luego al entrar en el debate podamos hacerlo con cierto conocimiento de causa.
- No perder el tiempo con personas que siempre están queriendo polemizar sobre cosas que evidentemente no han estudiado en profundidad. Hay que ser firmes en esto y con amabilidad pero con seguridad hacerles saber que no están en condiciones de tocar ese tema y que si en realidad lo desean deben estudiarlo primero. Se les hará un bien procediendo así con ellos.
Dejemos hasta aquí.
Leonardo Rodríguez Velasco.
Usted me ha retratado.
ResponderBorrarTanto más porque Dios me ha otorgado el don o la maldicion de hablar con convicción.