Una de las actividades más propiamente humanas es hacerse preguntas. Dios no se hace preguntas porque lo sabe todo y los animales tampoco se hacen preguntas porque no tienen pensamiento abstracto y universal que les permita procesar conceptos y razonamientos. Por lo tanto es propio del hombre, que ni es Dios ni es un completo animal, hacerse preguntas.
Y la pregunta por excelencia es la que busca el QUID, la que pregunta ¿qué es esto? ¿Qué es lo otro? Al hacernos esa pregunta buscamos responder con la QUIDITAS, la esencia de las cosas, con lo que las cosas son. Pero no lo que las cosas son de forma accidental, sino lo que son esencialmente, preguntamos por el ser esencial de las cosas, aquello que son y no pueden no ser, su naturaleza.
Pues bien, resulta que cuando encontramos dicha esencia de las cosas la enunciamos en una definición, la definición es entonces la expresión de la esencia de una cosa, la que sea. Al definir, como la misma palabra indica, lo que hacemos es descubrir los "fines" o "límites" o "contornos" de algo, aquellos aspectos de su ser que la hacen ser lo que es y la distinguen de las demás cosas. Definir es descubrir lo que hace a una cosa aquello que es. al definir al hombre y decir que es ANIMAL RACIONAL, estamos diciendo que la animalidad y la racionalidad limitan esa realidad que es el hombre, le dan contornos claros, lo hacen lo que es y lo diferencian de lo demás seres. Definir es delimitar.
Y aquí hay que hacer una aclaración de la mayor importancia: en filosofía realista la definición DESCUBRE y señala la esencia de las cosas, pero NO en cuanto establecida por el hombre, sino en tanto descubierta por el hombre luego de un trabajoso procesos de penetración en las cualidades de la cosa, desde lo más accidental hacia lo esencial, que es el camino natural de nuestra inteligencia, que debe comenzar por lo sensible para avanzar hacia lo inteligible.
En otras palabras, el hombre no establece la esencia de las cosas, solo la estudia, la descubre y la enuncia en una definición. Las cosas son lo que son, y siendo lo que son esperan a que la inteligencia del hombre las encuentre y se pregunte por su QUID, su qué.
Claro que ocurre distinto con las cosas artificiales, como una mesa, una moto, un edificio, etc. Porque en esos casos, al tratarse de cosas hechas por el ingenio humano, evidentemente lo que esas cosas son depende del fabricante y es éste quien establece en cierta forma su definición, su esencia. Aunque habría que aclarar aquí que en las cosas artificiales la esencia de la cosa NO ESTÁ en la cosa misma sino en la inteligencia del fabricante o del artista. Porque una silla de madera, en sí misma, es un trozo de madera de cierto árbol, de cierta especie, que no dependen del artista, como todo lo natural. La forma de silla que accidentalmente el carpintero le da a ese trozo de madera es externo a la madera misma y solo existe como idea en la inteligencia del carpintero.
¿Pero a qué viene todo lo anterior? Pues a señalar un cierto MAL de la mentalidad moderna (o posmoderna para algunos). El moderno ha perdido de vista la naturaleza de las definiciones y ha llegado a creer que las cosas son LO QUE EL SER HUMANO DIGA QUE SON. De manera que al definir algo ya no se trata de que la inteligencia esté DEVELANDO la intimidad de la cosa, sino que la está construyendo, a la manera como el carpintero fabrica primero en su mente la idea de la silla, idea que luego plasma en el trozo de madera. En un proceso semejante el moderno fabrica en su mente ideas que luego aplica a la realidad para que ésta sea lo que él establece, desde la independencia soberana y "creadora" de su inteligencia. El hombre se convierte así en "creador" de la realidad. La realidad pasa a ser un mero producto del hombre, ya no es lo que es sino lo que el hombre establece.
¿Con qué criterio establece el hombre "realidades"? El criterio cambia según la circunstancia, pero siempre será de una forma u otra el deseo de no ser criatura sino "creador". El deseo de liberarse del yugo de lo REAL, para convertir su entorno en una masa informe a la espera de que el hombre le de forma según sus deseos.
Los ejemplos que podrían darse son muchos. El mismo concepto de Dios (¡con perdón!) será sometido a este proceso. Se dirá que no es más que una creación de tiempos antiguos poco desarrollados, producto de una conciencia temerosa y anticientífica. Pero que el moderno nada encuentra que justifique mantener dicho "concepto", entre otras cosas porque si hay alguna divinidad, es el hombre mismo.
La moralidad sufre iguales golpes. Ya no se podrá sostener una moral universal y permanente. La moral se reducirá a la constatación en cada momento histórico de lo que la sociedad establece, de lo que la sociedad quiere. Serán "normas" pasajeras, provisionales, mientras dura cierto estado de cosas. Pero apenas el contexto cambia o la conciencia "evoluciona", se impondrá una moralidad distinta, en parte o en todo. Es una moralidad en constante movimiento.
Y a partir de la inestabilidad de la moralidad y de la desaparición del "concepto" de Dios, TODO lo demás, en al ámbito político, social, económico, cultural, familiar, etc., se verá expuesto a una crítica semejante y a la implantación, como sistema, del movilismo radical. Terreno fecundo para todo tipo de subjetivismos.
Y todo esto a causa de haber perdido de vista el poder de la inteligencia para definir.
Recuperar la pregunta por el QUID, recuperar el afán por las definiciones, es no solo una empresa conveniente sino necesaria y urgente. Sin definiciones la inteligencia naufraga en un mar de impresiones pasajeras, quedando todo al arbitrio del capricho del momento. Sin definiciones la inteligencia se reduce a poco más que secretaria de las pasiones o ama de llaves de la voluntad de poder. O definimos o tenemos que asistir inevitablemente a la muerte de la inteligencia. Pero como la inteligencia no muere, la veremos convertida en esclava de una voluntad enceguecida.
La inteligencia humana está hecha para el ser, es su objeto propio, la inteligencia contempla el ser y está llamada a contemplar un día al SER por esencia. Todo se trastorna al negar o alterar la naturaleza de nuestra inteligencia.
Leonardo Rodríguez Velasco
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