Ia-IIae q. 1 a. 5
Santo Tomás nos dice en este artículo que en realidad solo puede haber un fin último verdaderamente tal para el hombre.
Nos dijo en el artículo anterior que necesariamente se da un fin último, pues de lo contrario no tendría sentido lo que hacemos, ya que todo lo que hacemos va dirigido a fines que "parecen" último, pero en realidad se incorporan a un fin superior que a su vez se incorpora en otro, del cual recibe justificación y fuerza; pero ese proceso no puede ir al infinito, puesto que en una serie de causas ordenadas si no hay una primera las demás quedarían sin fuerza causal para operar. Y en el orden de la intención ese principio es precisamente el fin último.
Ahora nos dice que solo hay un fin último para el hombre, y lo prueba con tres argumentos:
1. El fin último debe ser tal que colme plenamente toda la fuerza apetitiva del hombre, de tal manera que no quede fuera de él nada que desear, sino que su deseo se vea plenamente colmado. Por ende solo puede ser uno el fin último, puesto que la naturaleza humana, como toda naturaleza, tiende de suyo a algo determinado como fin plenificante, ya que cada naturaleza es algo determinado y no cualquier fin la lleva a su plenitud sino aquél acorde a dicha naturaleza determinada.
2. La voluntad se asemeja a la inteligencia en que así como en la inteligencia el principio de la intelección de las conclusiones ha de ser algo conocido de suyo con evidencia, así en el proceso o movimiento de la voluntad el principio ha de ser algo buscado o apetecido de suyo de forma natural, y ya se vio que el principio primero de la voluntad es el fin último, por donde se concluye que, siendo que la naturaleza tiende a algo único, debe ser único el principio que es fin último de la apetencia humana.
3. Como todas las acciones reciben su especie del fin, es necesario que reciban su género de aquello común (pues eso es el género, la razón común), y lo común en los movimientos voluntarios es el fin último, objeto primario de la voluntad y raíz de todas sus acciones. Por lo tanto cayendo todas las acciones voluntarias bajo un mismo género por su objeto primario, es necesario que dicho fin último sea uno solo.
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Más adelante nos dirá Tomás, al distinguir entre lo que es el fin último y lo que los hombres creen que es, que efectivamente los hombres ponemos el fin último de nuestras vidas en muchas cosas, pero ello no significa que sea así porque de hecho existan muchos fines últimos, sino porque nos equivocamos y llamamos fin último a lo que solo es una veleidad del sentido o de una razón no iluminada por la fe.
Fundamentalmente lo que nos está diciendo aquí ST es que TODOS los seres humanos tendemos naturalmente a UN SOLO fin último. No es que el fin de la vida humana sea uno para el creyente, otro para el ateo, otro para el budista, etc., sino que existe un solo fin último y muchos fines aparentes o engañosos.
Leonardo Rodríguez Velasco
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