En el conocimiento humano existen
unas verdades primeras, que son fundamento de todas las demás certezas. Así
como «ente» es la primera noción de nuestra inteligencia, incluida en cualquier
idea posterior, hay también un juicio
naturalmente primero, que está supuesto en todas las demás proposiciones: «es imposible
ser y no ser a la vez y en el mismo sentido». Así, por ejemplo, al afirmar que
una cosa es de tal modo, se presupone, en efecto, que no es lo mismo ser eso
que no serlo: si decimos que ayudar a los demás «es» bueno, es porque no es lo
mismo «ser bueno» o «no serlo».
Aunque se utilice en todos los
sectores del saber humano, este principio básico hace referencia al ser, y por
eso corresponde a la metafísica, ciencia del ente en cuanto tal, poner de
manifiesto todo su alcance. Al considerar esta verdad suprema, estamos ahondando
en una de las características más evidentes y fundamentales del ser.
Ese juicio primero se llama
principio de no-contradicción, porque expresa la condición fundamental de las
cosas, es decir, que no pueden ser contradictorias. Este principio se funda en
el ser, y expresa su misma consistencia y su oposición al no-ser.
Conocemos este hombre, esa
montaña, aquel animal, percibiendo a cada uno como algo que es, como un ente. A
continuación se alcanza la idea de «negación de ente» o «no-ser»; con ocasión
de que advertimos, por ejemplo, que un objeto que estaba aquí, ahora ya no
está, o que este perro no es aquel otro, la inteligencia forma la primera
noción negativa, la idea de no-ente.
Una vez aprehendido a partir de
las cosas el no-ser, entendemos que un ente no puede ser y no ser, a la vez y
en el mismo sentido: el principio de no-contradicción expresa así la incompatibilidad
radical entre ser y no-ser, fundada en que el acto de ser confiere a todo ente
una perfección real, auténtica, que se distingue absolutamente de estar privado
de ella.
Se dice «a la vez», porque no hay
contradicción por ejemplo, en que las hojas de un árbol sean verdes en una
época del año, y marrones o rojizas en otra. Se añade «en el mismo sentido»,
pues no es en absoluto contradictorio, pongamos por caso, que un hombre sea
sabio en unas materias e ignorante en otras.
Aunque parezca muy obvio, este
principio tiene, como veremos, una importancia fundamental en el conocer
humano, tanto espontáneo como científico, y en las acciones de la vida, ya que
constituye el primer presupuesto de la verdad de nuestros juicios.
(tomado del libro cuya imagen encabeza la entrada)
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