Páginas

jueves, 7 de febrero de 2019

(3) Características diferenciales de la moderna filosofía, respecto de la medieval


3) Pluralismo

Con esta característica aludimos aquí al rechazo sistemático de  la  noción de ‘verdad’ única. Durante la Edad Media los escritores abordaron una multiplicidad de temas con gran libertad, pero lo hicieron conscientes de que se movían dentro de un marco de principios rectores provenientes de su fe religiosa. Lo anterior no ha de ser interpretado en el sentido de que dichos principios limitaran, asfixiaran, impidieran o reprimieran la investigación propiamente racional y filosófica, no, de hecho en los escritos de un autor tan medieval como Tomás de Aquino podemos encontrar una doctrina muy clara sobre la distinción entre los niveles teológico y filosófico de la investigación, así como una defensa y justificación de la capacidad de la razón dentro de su propia esfera. Efectivamente no pocas veces el sistema tomista es catalogado como intelectualista y aún hoy día sus tesis son usadas para defender los derechos de la razón frente a doctrinas que rebajan la inteligencia al no diferenciarla esencialmente del conocimiento sensible.

De manera que no se debe creer que la fe limitara a la razón, más bien le establecía puntos de referencia, señales de demarcación y avisos de peligro. En lenguaje técnico se ha dicho que la teología ejercía una función de vigilancia sobre la filosofía, por cuanto le señalaba los peligros de ciertas doctrinas. Pero más allá de eso la mente del filósofo quedaba en plena libertad para abordar los problemas más arduos imaginables. Bastaría para convencernos de ello dar una mirada a las obras que nos quedaron de aquellos tiempos, y veríamos la diversidad de temas abordados, la variedad de soluciones en disputa y la, en ocasiones, agresividad de ciertas disputas en torno de temas trascendentales.

La fe no limitaba la razón. Sería como decir que las señales de tránsito limitan la libertad de movimiento del conductor y su vehículo. En cierto sentido sí, pero en realidad, bien miradas las cosas, sucede que las señales de tránsito le ayudan a llegar seguro a casa, cosa de agradecer sobre todo en aquellas vías de mayor peligrosidad. La señal de tránsito no mueve el vehículo, pero le indica a su conductor los lugares peligrosos y la mejor manera de transitar para llegar sano y salvo a su destino. Algo así ocurría con la fe en la mente del filósofo medieval. La fe no le decía cómo filosofar, pero le indicaba los peligros y las mejores rutas.

Todo lo anterior ocurría en aquella época debido a que todos se movían dentro de un marco mental que en términos generales podemos denominar cristiano. Dicho marco abría un sinfín de posibilidades investigativas para la razón por cuanto postulada de entrada la racionalidad del cosmos partiendo de la sublime inteligencia del Creador. Incluso se defendía en aquella época la posibilidad de una investigación racional del mismo Dios, de su existencia primero y también de algunos aspectos (forma de hablar humana puesto que Dios es inmensamente ‘simple’, no compuesto) de su naturaleza. Se puede decir que a los estudiosos medievales no les faltó ni variedad de temas ni posibilidad de profundizar en los mismos.

Lo que sí es cierto es que creían en la verdad, es decir, creían que la inteligencia humana podía conocer con certeza muchas cosas, desde la existencia de Dios hasta los conocimientos más básicos de las distintas ciencias. Cuando estudiaban un tema no lo hacían para formarse opiniones o creencias igualmente discutibles que sus contrarias, sino con el fin de encontrar la verdad sobre dicho tema. Y creían que muchas veces dicha verdad era efectivamente alcanzable.

La filosofía que arranca con los autores del Renacimiento y sobre todo después de Descartes es una filosofía en la cual el concepto de verdad comienza a sufrir modificaciones que la van volviendo un asunto cada vez más subjetivo. Poco a poco la verdad comienza a diluirse en opiniones, posturas, perspectivas, corrientes, etc., todas respetables, todas defendibles, todas con argumentos a favor y en contra, todas igual de válidas. Lo importante ya no es llegar a la verdad sino edificar sistemas explicativos autorreferenciales, coherentes, autónomos, racionales y libres de toda tradición religiosa. Todo filósofo desea fundar su propio sistema, todo filósofo sueña en adelante con crear su propia corriente, ya nadie quiere ser discípulo, todos quieren ser maestros. Ya no se trata, como en la Edad Media, de que exista una variedad de temas, sino de que proliferan perspectivas, abordajes, opciones de respuesta, posibilidades de explicación, etc. Ya no hay una verdad sobre nada, sino solo distintas visiones y propuestas, todas igualmente respetables. Todo se argumenta, todo se defiende, todo se opina, ya no hay verdad, no se le busca, no se aspira a ella…la verdad muere.

La única verdad que parece quedar en pie es aquella que afirma que no hay verdad.

En ese orden de ideas el pluralismo de la filosofía moderna no es fruto de la riqueza de temas y de la fuerza de una razón ‘liberada’, sino más bien de la debilidad de una razón que abandona la tarea de buscar la verdad, la realidad de las cosas, y se limita a construir múltiples sistemas posibles.

Es como si en hora pico quitáramos de las vías como por arte de magia todas las señales de tránsito. Se puede decir en cierto sentido que habría más libertad de movimiento para los conductores, pero las posibilidades de llegar sano y salvo a casa se verían drásticamente reducidas y los accidentes estarían a la orden del día. Igualmente en la Edad Moderna con el eclipse del contexto religioso y teológico, la razón adquiere mayor “libertad de movimiento”, pero el precio a pagar fue quizá demasiado alto.

Leonardo Rodríguez V.


Continuará...



4) Inmanentismo
5) Liquidación de la metafísica
6) Dominio del conocimiento técnico-instrumental por sobre el filosófico-sapiencial
7) Primacía de la praxis sobre la teoría
8) Rechazo a-priori de la tradición filosófica
9) Idea de la libertad como pura auto-determinación

No hay comentarios.:

Publicar un comentario