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martes, 28 de junio de 2011

UNA BATALLA FAMOSA


                                        
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Batalla de Lepanto

"La más alta ocasión que vieron los siglos ni esperan ver los venideros"

El día 7 de octubre del año mil quinientos setenta y uno ocurrió la batalla de Lepanto, ganada por los cristianos a los turcos. donde se distinguió, por su valentía, el soldado español y glorioso escritor Miguel de Cervantes Saavedra.
El jefe que mandaba a los cristianos era Don Juan de Austria. Conmemoremos este día recordando algunas noticias interesantes sobre aquel acontecimiento:
Los turcos, pueblo numeroso y guerrero, invadieron Europa en el siglo XV, tomando a Constantinopla, que era la capital del Imperio de Oriente, en 1453. Sus habitantes sufrieron la más dura esclavitud; y los más instruidos, deseosos de evitar el yugo otomano, salieron de su país y se desparramaron por Italia. La república de Venecia, dueña de la isla de Chipre, había celebrado un tratado de paz con Seliman, emperador de los turcos; pero rompió esta tregua su sucesor Selim II, ansioso de poseer tan fértil isla, en que se producían ya entonces los famosos vinos que hoy le dan tanto renombre.
El sultán había anunciado, jactancioso y lleno de orgullo, que pensaba llegar hasta Roma y apoderarse de la Iglesia de San Pedro, para dar en ella un pienso de avena a su caballo. Y si Europa no hubiese puesto todos los medios para vencer su orgullo, lo hubiera conseguido. Era un deber de las naciones oponerse a su ambición. Y España estaba muy interesada en combatirlo, porque hacía algunos años que las conquistas hechas en la costa de Africa, que había pertenecido a nuestra Patria, los turcos trataban de arrebatárnoslas, y lo consiguieron en parte.
Don Alvaro de Bazán, el célebre Marques de Santa Cruz, gran marino, los atacó cerca de Mazalquivir y Orán; no se atrevieron entonces los turcos a combatir al insigne marino español, y tuvieron que desistir, por el momento, de su empresa. Después sitiaron la isla de Malta con una poderosa escuadra, de la cual desembarcó un formidable ejercito; pero fue defendida con heroísmo sin igual por los caballeros de la Orden de su nombre y por La Valette y don García de Toledo.
El papa Pío V había excitado a los cristianos a una Cruzada contra los turcos, mas no pudo en aquellos momentos conseguir ningún resultado positivo. La isla de Chipre fue sitiada por un poderoso ejército, desembarcado de muchas naves de combate, perfectamente equipado. La isla estaba mal defendida y el resultado final fue desastroso. Después de mucho tiempo, fue tomada Nicosia, la capital, degollando los sitiadores turcos a 20.000 de sus defensores.

Pío V volvió a llamar la atención de los cristianos sobre este nuevo y horrible hecho, que patentizaba una vez mas el odio terrible de los turcos de entonces hacia los cristianos. Venecia imploró la protección del Papa, pero fue Felipe II, rey de España, quien abrazo con entusiasmo aquella idea.
Venecia, los comerciantes de Génova, los caballeros de Malta y España se comprometieron a combatir a los turcos juntamente. Formose una Liga y se alistaron gran número de naves, porque la guerra había de hacerse en el mar; organizose asimismo un ejercito respetable, formado por 50.000 infantes y diversas fuerzas de caballería y artillería.
Felipe II había de pagar la mitad de los gastos de esta expedición guerrera; Venecia un tercio, y el Papa un sexto. El botín de la victoria —con la que se contaba— se había de repartir también proporcionalmente. Las conquistas que se hicieran en Europa y Asia quedarían para Venecia; las de Africa, para España, y había de ser el jefe de la expedición el ya celebre Don Juan de Austria, hijo natural de Don Carlos I y su hermano el rey Don Felipe II.
El famoso Don Juan de Austria se había distinguido mucho tanto en el mar como en la tierra; lo prueba de modo patente el que el mismo rey Felipe le encomendará el mando de las galeras de Sicilia para perseguir a los corsarios africanos, y poco después, en 1570, le encargará la terminación de la guerra contra los moros de las Alpujarras, en Granada. En ambas empresas logró triunfar completamente.
En esta proyectada lucha contra los turcos, a propuesta de rey y de la Santa Sede, fue nombrado Don Juan almirante de la escuadra y se le dio por consejero a don Luís de Requeséns, su leal amigo que había compartido con él las acciones contra lo berberiscos; y esto se hizo con aplauso de todos los cristianos así de España como de Italia, de donde también salieron muchos centenares, mejor dicho, millares de voluntarios.
La nación española había de desempeñar el principal papel en aquellos hechos. Contribuyeron a su mejor organización y desarrollo el cardenal Granvela y el Marqués de Santa Cruz, espanto este último, por sus hazañas audaces, de los berberisco. y de los turcos.
Mandaba las naves de Venecia el almirante Venevio; las del Papa, el general Colonna, y las de Génova, Andrés Doria. Don Juan tenía a su mando 253 naves y un ejército, entre marinos y soldados, de 79.000 hombres y 4.000 caballos.
No hay que ver en la empresa de la Europa cristiana, al organizarse contra los turcos, la aspiración de Venecia y de las repúblicas italianas de adquirir nuevos territorios y de contar con nuevos mercados en los cuales afianzar una prosperidad comercial, según opinión de algunos escritores. En realidad fue un acontecimiento de finalidad menos práctica, pero más romántica
Fue una empresa cristiana, ante todo, promovida por la aspiración de la Europa católica contra el mahometismo; existía fuerte empeño por parte del Papa para vencerlo, unido a nación tan religiosa como lo era a la sazón España, cuyos destinos regia Felipe II, rey católico por antonomasia.
Las fuerzas de los turcos eran muy respetables. El sultán Selim II, ayudado por su gran visir Muhamad y por Piali, general de la armada, contaba con los refuerzos que Alí debía traer de Argel.
Alí Bajá apretaba entre tanto el cerco de Famagusta, la mejor ciudad de Chipre, poniendo a contribución todos sus recursos para tomarla. Don Juan de Austria embarcó en Barcelona y llegó a Nápoles, donde el cardenal Granvela le entregó el estandarte de la Liga, que le había enviado el Papa. juntamente con el bastón de general en jefe.
Lanzose seguidamente al mar con sus escuadras y llego a Messina precisamente el mismo día en que tomaba Alí Bajá a Famagusta y pasaba a cuchillo a los defensores de aquella ciudad. A mediados de septiembre zarpó la armada cristiana del puerto de Messina, mientras la de Piali, reunida ya con la de Argel, saqueaba las costas del Adriático y amenazaba a Venecia. Las naves cristianas se dirigieron a Grecia. Tardaron muchos días en encontrarse con las naves enemigas; al fin, junto a la ciudad de Lepanto, cerca del promontorio de Aecio, lugar celebre en la Historia romana, se encontraron las dos flotas y dieron comienzo a la acción del domingo 7 de octubre a cosa de mediada la mañana.
Los cristianos estaban poseídos de noble ardor y Don Juan animaba a todos con su valor probado.
-Hoy es día de pelear como caballeros y como creyentes; mantened la gloria de vuestra patria.
Todos, enardecidos y llenos de entusiasmo, esperaban con impaciencia el momento culminante de la lucha. Las naves de Venecia ocupaban la izquierda de la formación; Doria con las genovesas y maltesas, la derecha; Don Juan con sus galeras y Cotonna con las de Roma, el centro; y don Alvaro de Bazán, con las suyas, formaba el grupo de reservas.
En el bando contrario, las galeras egipcias formaban el ala derecha turca. Con ímpetu atacaron éstas nuestra línea a la izquierda y echaron a pique ocho galeras venecianas; pero el almirante Venevio apareció entonces con sus naves de reserva, que tenia ocultas detrás de un promontorio, y destruyó la nave capitana turca; las demás se retiraron rápidamente.
Las galeras argelinas mandadas por Alí, y que formaban el ala izquierda, cayeron sobre nuestra derecha; sufrieron la mayor embestida las de Malta. La capitana de la Orden se vio cerrada por siete navíos argelinos y tomada al abordaje; todos sus marinos murieron. Los genoveses acudieron rápidamente en su auxilio; lograron recobrarla y ahuyentar a las naves de Argel.
El almirante turco Piali arremetió contra la nave de Don Juan de Austria. El choque fue terrible. Mandó Don Juan poner la proa a la capitana turca, y las dos naves chocaron con tal empuje, que los cañones quedaron inutilizados, reunidos los puentes, y la gente luchando cuerpo a cuerpo. La lucha se hizo entonces general.
En esto llegaron el Marqués de Santa Cruz y don Luis de Requeséns con sus 35 naves de reserva. El estandarte turco de la nave capitana cayo en poder de los cristianos y Piali cayó muerto sobre la cubierta. Los cristianos gritaron: ¡Victoria! La derrota se declaró en toda regla para los turcos, hasta el punto de amenazarlos con degenerar en catástrofe. A las cuatro de la tarde sólo quedaban a los otomanos 40 naves. Los cristianos perdieron unos 7.000 hombres; los mahometanos, 25.000; se les tomaron 135 galeras y 10.000 prisioneros; se rescataron 15.000 cautivos cristianos que iban al remo en los buques de la armada otomana.
El triunfo de Lepanto celebrose con el mayor entusiasmo en todas las naciones europeas. El Papa felicitó y agasajó al almirante Don Juan de Austria, y le regaló magníficas mesas de mosaicos, que se admiran aún en el Museo de pinturas de Madrid. Instituyó, además, la fiesta del Santísimo Rosario para el primer domingo de octubre, que todavía se celebra en el mundo cristiano.
Los expedicionarios se llevaron en una nave el Cristo que había en la ciudad de Barcelona, como símbolo de su fe y deseo de protección divina. Dícese que como una bala resultara dirigida contra el cuerpo de la imagen, ésta se ladeó, evitando así, milagrosamente, que recibiera el impacto. A este milagroso Cristo se le conoce por el Cristo de Lepanto.
El famoso pintor Tiziano, a pesar de sus 94 años, hizo entonces el hermoso cuadro que representa el combate de Lepanto. Venecia erigió una suntuosa capilla en uno de sus mejores templos para conmemorar tan valerosa hazaña de los cristianos de la Liga. Antonio Agustín escribió un poema laborioso, celebrando aquel portentoso hecho.
Y en cuanto a la inspiración poética, de seguro conocéis, por la lectura de trozos literarios, aquella hermosa canción de nuestro gran lírico Fernando de Herrera, poeta sevillano, dedicada a glosar el combate que nos ocupa.
Las lisonjeras esperanzas que hiciera concebir aquella victoria, encaminadas a dominar a Constantinopla, no pudieron, empero, realizarse, tanto por la prematura muerte de Pío V como por la conducta de Venecia, que celebró poco después un armisticio con el sultán vencido; por otra parte, el mismo rey Felipe en vez de favorecer los planes de Don Juan, que quería perseguir a los turcos hasta la misma Constantinopla y restaurar un segundo Imperio bizantino le mandó dirigirse a Túnez con su escuadra. También contribuyó a que no se lograra este resultado la antigua guerra que sostenía por entonces España en los Países Bajos. Felipe II tuvo necesidad de distraer tropas para ello, y envió a Don Juan de gobernador; y en dicho país murió tempranamente este invicto general, a los treinta y tres años de edad.
El cadáver de este famoso guerrero y marino a la vez, descansa en un suntuoso mausoleo en el panteón del Escorial.
-En el mismo monasterio se guardan varios trofeos de la singular batalla de Lepanto.
El monje escurialense Fray Juan de San Jerónimo resume así el triunfo de Lepanto: "En 7 de octubre de 1571, las galeras de la Santa Liga, que fueron las de España y las del papa Pío V y las de Venecia, pelearon con la armada del turco nuestro enemigo y le tomaron 180 galeras, las 39 con fanal, y le echaron a fondo 60 y tomaron otras muchas fentas. Degollaron 20.000 turcos, cautivaron cerca de 6.000. Dieron libertad a 15.000 cristianos que estaban cautivos, que andaban al remo en la misma armada.
Cupieron al Sumo Pontífice Pío V: 20 galeras, 19 cañones gruesos y otros muchos chicos y esclavos 1.200.
"Al rey Don Felipe II: 81 galeras, 68 cañones gruesos y esclavos de cadena 3.600.
"A los señoríos de Venecia: 54 galeras, 38 cañones gruesos, otros muchos pequeños y esclavos de cadena 240.
"Al príncipe Don Juan de Austria le cupo la décima, que fueron: 16 galeras, esclavos 720 y otras cosas; y fue esta la más solemne y notable batalla cual nunca jamas se ha oído ni visto en guerra naval hasta ahora."
Por espacio de siglos enteros persistió en Europa, y singularmente en España, la resonancia de la batalla de Lepanto. Tuvo por efecto limpiar en buena parte del mar Mediterráneo de las asechanzas de los piratas turcos y argelinos, dando así a nuestras gentes de mar una relativa tranquilidad para poder realizar sus travesías marítimas. Esta batalla contribuyó asimismo notablemente al ocaso del poderío turco.

UNA ACUSACIÓN PARADÓJICA - 2

UNA ACUSACIÓN PARADÓJICA
Decíamos al terminar la entrada anterior que existe un abismo entre el fascismo y el catolicismo. Esta afirmación quizá sorprenda a los que, estando mal informados, acostumbran establecer similitudes a la ligera pasando por alto las diferencias, que en este caso son verdaderamente de fondo.
Es cierto que tanto el fascismo como el catolicismo tienen una gran veneración por cosas como la familia, la tradición, la autoridad, etc. (Talvez sea esta la causa de que se haya presentado en algunos momentos cierta convivencia “pacífica” entre ambos); pero también es cierto que el fascismo tiene como núcleo doctrinal la filosofía del devenir y el voluntarismo; dos corrientes hermanas que son exactamente lo contrario del núcleo doctrinal del catolicismo el cual es una filosofía del Ser y realista. Veamos las diferencias.
Una filosofía del Ser y realista como la profesada por el catolicismo, concibe al mundo, al hombre, a Dios, como elementos de una realidad objetiva, independiente de nosotros mismos. Tenemos, eso sí, la capacidad y la necesidad de conocer esa realidad para vivir, pero en forma alguna somos sus creadores. Somos “creaturas” y al igual que todo lo existente somos obra de Dios.
De esto se desprende la urgencia de conocer la realidad para vivir conforme a ella. Para adecuarnos a ella y no el revés. Así se explica que muchas veces se haya repetido en el catolicismo la frase de que: “se debe vivir conforme a la razón”. Pues siendo la razón humana la facultad de conocer la realidad en su esencia intima, no significaba otra cosa que decir que debíamos vivir conforme a la realidad.
Por el contrario, la filosofía del devenir y el voluntarismo conciben una “realidad” que no es tal, pues carece de fundamento; el lema de tal filosofía es “todo fluye”, “todo cambia”, “no nos bañamos dos veces en el mismo rio”, etc. y es voluntarista pues al no existir una realidad estable que deba ser conocida para servirnos de guía, la razón pierde su lugar de honor y pasa a estar al servicio de la voluntad humana, del hacer, de la “praxis” . Es el triunfo del hombre que no encontrando frente a sí una realidad ante la cual doblegarse se levanta orgulloso y se erige en constructor de su propio mundo, en creador, en demiurgo.
Y es precisamente esta filosofía delirante la que se encuentra a la base de la concepción fascista de la realidad. El Estado es concebido, siguiendo los lineamientos hegelianos, como la realidad suprema en cuyo altar se deben sacrificar todos los intereses individuales. Es por ello que no existe en el fondo diferencia entre fascismo y comunismo, cosa que ha sido señalada por muchos autores en el pasado, pero que ignoran los que siguen pretendiendo ubicar maniqueamente a todos los mortales o del lado comunista o del lado fascista.

sábado, 25 de junio de 2011

UNA PARADÓJICA ACUSACIÓN



EL MITO DEL FASCISMO

Es bastante común actualmente que a todo el que defienda la existencia de un orden objetivo de principios morales y políticos se le tilde de “Fascista”.
Si alguien dice ¡NO! al aborto es un fascista
Si alguien dice ¡NO! a las uniones homosexuales es un fascista
Si alguien dice ¡NO! a la adopción de niños por homosexuales es un fascista
Si alguien dice ¡NO! a los destrozos causados por vándalos en universidades públicas, es un fascista
Si alguien dice ¡NO! a los ataques sistemáticos contra la labor de las fuerzas armadas legítimas de un país, es un fascista
Si alguien DEFIENDE  la necesidad de normas morales de comportamiento, es un fascista
Si alguien DEFIENDE la familia como institución, es un fascista
Y un  largo etc.
El problema está en la “demonización” que ha sufrido el calificativo de “fascista”. Parece que ser llamado “fascista” es lo peor que se le puede decir a alguien, es el mal absoluto. Ser “fascista” se ha convertido en lo peor que le puede pasar a un ser humano.
Y entonces sucede que esta palabrita ha adquirido un enorme poder “emotivo”. Psicológicamente hablando existen palabras que no vienen desnudas, es decir, palabras que al ser oídas despiertan una oleada de emociones que impactan con fuerza el psiquismo del oyente. Y esto independientemente de que la “carga” emotiva sea positiva o negativa. Vean  por ejemplo: “pederastia”, “corrupción”, “masacre” ó “amor”, “amistad”, “mamá”.
Ahora bien, nadie ignora la fuerza que palabras como: libertad, igualdad, fraternidad, respeto, amor, patriotismo, equidad, justicia, tienen en boca de ciertos personajes que buscan ganar votos o seguidores. Bien usadas, con el tono adecuado, estas palabras tienen fuerza suficiente para despertar en un auditorio incauto deseos vehementes de seguir o por lo menos aprobar al “orador” de turno, aunque sus ideas no sean del todo comprendidas ni sus motivaciones del todo claras, parece suficiente que haga adecuado uso de estas “palabras mágicas” y ellas solas hacen todo el trabajo.
Pero como decíamos arriba existen también palabras con “valencia” negativa, y quizá actualmente una de las más populares sea el adjetivo “fascista”.
Lo curioso es que son calificados como “fascistas” personas cuyo código ético e ideológico está en las antípodas del fascismo. Lo que pasa es que hay un desconocimiento de lo que fue en realidad el movimiento fascista italiano, sumado a lo que llamábamos al inicio una “demonización” del mismo.
Luego del fin de la segunda guerra mundial y la derrota de las “potencias del eje”, se desplegó un movimiento mundial de repudio al nazismo alemán y al fascismo italiano señalados, por los vencedores, como responsables de crímenes terribles en sus respectivos países antes y durante la guerra.
Las atrocidades atribuidas a nazis y fascistas surtieron un efecto que bien podemos llamar “psicológico” que consistió en que los términos “nazi” o “fascista” empezaron a significar en la mente de todos, los peores calificativos que se le podían dar a alguien, incluso independientemente de que en verdad ese “alguien” tuviera o no alguna relación con la ideología nazi-fascista.  Llamar a alguien fascista era similar a llamarlo animal, monstruo o cosas por el estilo.
Y aquí viene lo paradójico. ¿por qué alguien que defiende el derecho de los no nacidos a la vida, la necesidad de la moral en la conducta, el papel de defensa de la soberanía que cumplen las legítimas fuerzas armadas de una nación, o la urgencia de cuidar y respetar los bienes públicos, es llamado fascista? Acaso ¿Defender todo lo anterior es un crimen atroz? ¿Qué crimen cometen quienes así actúan?
Y lo más extraño aún es que entre las personas que suelen realizar la defensa de las anteriores tesis y que por ello son tildadas como “fascistas” la mayoría son católicos, y en verdad no hay nada más opuesto doctrinalmente hablando que la ideología fascista y el catolicismo.
De esto hablaremos en una próxima entrada.

domingo, 19 de junio de 2011

MARGARITA RUTAN - IN MEMORIAN


Mártires durante la revolución francesa

Hoy domingo 19 de Junio se celebra en Roma la Misa de beatificación de la religiosa vicentina Margarita Rutan, mártir decapitada durante la Revolución Francesa el 7 de abril de 1794, cuando era superiora del hospital local de Dax.
Al igual que ella son ya numerosos los mártires cuyo sacrificio ha sido públicamente reconocido por la Iglesia y figuran ahora en la lista de santos y santas del catolicismo. Pero ¿por qué tocamos este tema aquí? ¿No es éste un blog sobre pensamiento clásico? ¿Qué relación tienen unas personas asesinadas durante la revolución francesa con la filosofía?
En 1789  estalla en Francia la revolución que lleva su nombre. ¿En qué consistió? Para unos la revolución francesa significó el fin del régimen monárquico, el nacimiento de la democracia, el fin de los abusos de la aristocracia, el inicio de una nueva era en la cual reinaría la igualdad entre todos y se pondría fin a toda injusticia.
Bien miradas las cosas se debe reconocer que en efecto hubo un cambio de estructura política. El rey Luis XVI fue decapitado y en su lugar gobernaron en adelante sujetos elegidos mediante el voto. Primero hubo voto restringido y luego voto universal. Pero aparte de este cambio estructural de la sociedad hay que reconocer que el cambio más radical de todos, el cambio más trascendental de todos, el cambio que en verdad marcó el inicio de una nueva era fue el que ocurrió a nivel religioso.
Como todos saben antes de 1789, y en algunos lugares del mundo aun después de esa fecha la Iglesia Católica poseía un nivel de influencia amplio sobre la vida de los pueblos. Incluso las leyes de los países respetaban las enseñanzas morales de la Iglesia. Ahora bien, uno de los objetivos de los revolucionarios de 1789 fue precisamente eliminar esta influencia moral de la Iglesia; ellos querían edificar una sociedad “laica”, es decir, una sociedad en la cual el hombre hiciera su propia ley, siguiera sus propias normas, determinara lo bueno y lo malo, sin tener que escuchar  los sermones de ningún sacerdote. Una sociedad donde los colegios y las universidades echaran fuera la educación moral y religiosa católica; donde existiera el divorcio; donde existiera la falsa libertad de decir y pensar lo que cada cual quisiera.
Para llevar a cabo este proyecto de expulsión del catolicismo de la vida de los pueblos se pusieron en práctica muchas estrategias. Por aquellos años se publicaron miles de libros atacando, criticando, ridiculizando, insultando, etc. a la Iglesia Católica. También se cambiaron las leyes y con nuevas leyes quisieron destruir los conventos, cerrar iglesias y expulsar a los sacerdotes que se mostraran contrarios a tales atropellos.
Y para aquellos franceses de profundo catolicismo que definitivamente no estaban dispuestos a permitir que se pisotearan de tal forma los derechos de Dios la solución ideada por la revolución fue la muerte. Y es aquí donde entran los mártires de que hablábamos. Cientos y quizá miles de Obispos, Sacerdotes, religiosos y religiosas; así como un ingente número de laicos fueron asesinados a veces en forma cruel y despiadada. Su único crimen era su deseo de permanecer fieles a la fe de sus padres, de sus abuelos, de sus antepasados; a esa fe que había hecho grande y respetada a la nación francesa y que formaba como el alma de ese pueblo.
Muchos de ellos murieron decapitados en la guillotina; otros fueron fusilados, atravesados con bayonetas o arrojados al mar. La revolución no respeto ni edad ni sexo. Cientos de mujeres y niños fueron asesinados brutalmente por no querer renunciar a su fe en Dios.
Paradójicamente a este siglo se le llamó el siglo de las luces. Precisamente el siglo que desató tal grado de brutalidad contra los indefensos es conocido como el siglo de las luces, el siglo de la ilustración.
Se le llamó el siglo de la ilustración porque según los revolucionarios asesinos Francia vivía sometida al yugo de la aristocracia y de la Iglesia, que con su filosofía “escolástica” y su moral retrógrada mantenía prisionero al pueblo. En materia de pensamiento lo que ellos proponían era la nueva era del racionalismo. La era de la diosa razón. De hecho se cuenta que durante aquellos días los revolucionarios tomaron una prostituta la llevaron a una catedral y la coronaron como la diosa razón.
El siglo que siguió, el siglo XIX, fue el siglo de los grandes sistemas racionalistas: Fichte, Schelling, Hegel. Así como también fue el siglo que vio el nacimiento de los sistemas nihilistas.
Probablemente la hermana Margarita Rutan no sabía nada de filosofía, probablemente no sabía lo que estaba en juego, probablemente no sabía que los frutos de la revolución que le costó la vida serían tan amargos para las generaciones venideras. Pero lo que estamos seguros que sí comprendía la hermana al momento de subir las escaleras de la guillotina era la imperiosa e ineludible necesidad de dar testimonio de su fe.
Los acontecimientos que han ocurrido después le han dado la razón. La revolución devoró a sus propios hijos; la democracia degeneró prontamente para convertirse en lo que es hoy, un sistema político vacuo al servicio de los grandes grupos de poder. Y ese futuro brillante que prometían en 1789 ha venido ser este mundo actual en el cual, según palabras de Saint Exupery: el hombre se muere de sed.
Pueda el ejemplo de tantos mártires alentarnos a permanecer firmes en la defensa de los principios que nos fueron arrebatados hace dos siglos.  

sábado, 11 de junio de 2011

¿PROGRESISMO O ESPEJISMO?

Tomamos del blog http://fueralosmetafisicos.com/ el siguiente artículo escrito con una lucidez asombrosa.

Artículo absolutamente recomendado.

link del artículo original : http://fueralosmetafisicos.com/2011/06/10/%c2%bfprogresismo-o-espejismo/

¿Progresismo o espejismo?


Podemos observar que en la actualidad se respira una atmósfera intelectual caracterizada por un permisivismo moral que no tiene antecedentes en el mundo entero.

Hoy por hoy, aquello que siempre ha sido considerado como malo, no sólo es aprobado sino que, incluso, es alentado. Desde los gobiernos nacionales, provinciales y municipales se promueven campañas en favor de la ideología del género, del sexo como instrumento de placer, del aborto, etc.

Hace poco tiempo una inspectora de jardines de infantes, fiel a las directivas que se bajan en educación, amonestó severamente a una docente porque se le había ocurrido separar, en un coro, a los varones, que harían sonar las maracas, de las niñas, que tendrían cascabeles. ¿Cómo era posible que a esta pobre docente se le ocurriese desafiar a la ya consagrada y dogmática ideología del género? Ciertamente que era todo un atrevimiento que no se podía permitir. ¿Cómo podía ser posible que una maestra de música desafiase a los númenes de la educación actual que nos enseñan que todo concepto es una pura construcción y que, por lo tanto, no habiendo nada de natural, es preciso someter todo a una resignificación inagotable, menos, claro está, a esta última afirmación.

Estas tesis y otras son moneda cotidiana en nuestras vidas. Sostenerlas equivale a ser progresista. Y ser progresista es la chapa ideal para validarse plenamente ante la sociedad. Sin embargo, si bien respiramos cotidianamente esta atmósfera progresista, no nos resulta fácil aprehender su núcleo de sentido. Por ello nos parece que es de fundamental importancia intentarlo.

El progresismo, que en la actualidad identificamos con el sociologismo, es el producto de la crítica marxista de las ideologías extendida al marxismo mismo. Karl Marx fue un crítico de lo que él mismo denominó ideología. Este término aparece en Marx, por vez primera, en La Ideología Alemana y resulta, a lo largo de la obra del pensador alemán, ambivalente. A veces el término adquiere un sentido peyorativo, casi psicoanalítico, cuando designa las representaciones falsas que los hombres se hacen de sí mismos y que son productos meramente culturales. En otras, adquiere un sentido positivo. Este sentido es aplicado al mismo marxismo para designar la ideología del proletariado. Marx establece, dentro de la ideología misma, la distinción entre verdad y falsedad: se pueden distinguir, en efecto, las ideologías reaccionarias, justificadoras de la realidad dada (ideologías falsas), de las ideologías progresistas y liberadoras (ideologías verdaderas).

Es curioso observar que el marxismo, pese a su historicismo, mantiene un conjunto de verdades eternas (juicios de valor o juicios teóricos universales), válidos para todos los hombres de todo tiempo, como por ejemplo: la idea de hombre social entendida como negación completa de la idea platónico-cristiana de la participación (tesis VI sobre Feuerbach); la idea de la dialéctica como unidad de lo racional y lo real; la posibilidad objetiva de la realización histórica de una comunidad humana auténtica, caracterizada por la abolición de las clases sociales y del disfrute; la unidad de teoría y práctica, de donde viene la crítica de la filosofía especulativa y la reducción de la idea a puro instrumento de producción; la visión de la historia como progreso, etc. Ahora bien, cuando la crítica marxista a las ideologías se aplica al marxismo mismo, el resultado es el sociologismo o progresismo, posiciones verdaderamente postmarxistas.

La afirmación postmarxista sostiene que todo es ideológico, que es como decir, todo sistema de ideas es producto de un contexto socio-histórico. Esta última idea va a ser, a juicio de los progresistas o sociologistas, la única que trascienda todo contexto socio-histórico para adquirir validez transhistórica. Esta idea es la única verdad, el único principio universal, el único dogma que jamás puede ponerse en discusión. Si, entonces, no es posible al hombre alcanzar verdades transhistóricas (excepto aquella de que no hay verdad transhistórica alguna), ¿qué valores quedarán en pie para fundar la vida individual y social? La respuesta es obvia: sólo los valores vitales. De allí que una “sociedad racional” sea aquella que ordena todas sus fuerzas a satisfacerlos.

Dentro de esta lógica, todo adquiere razón de instrumento, de medio, incluidos el conocimiento y la persona humana misma. Ya no podremos decir, con Kant, que la persona debe ser considerada como un fin. Y si la persona humana, en lugar de instrumento apto, se transformase en obstáculo, deberá ser eliminada. Una vida humana dentro del vientre de una madre, por ejemplo, que se plantease como un estorbo para la mujer, para la familia o para la sociedad, deberá ser eliminada. Por esta razón se habrá de abogar, entre otras cosas, para que el ordenamiento jurídico de la sociedad legalice el aborto.

En esta sociedad de la opulencia, cuyo núcleo constitutivo es el sociologismo o el progresismo, el hombre ha quedado reducido a la pura dimensión biológica y, en consecuencia, han quedado sólo en pie los valores vitales. En un mundo así configurado, donde no queda lugar alguno para el espíritu ni para su cultivo, el reinado del progresismo equivale a la degradación del hombre a la pura y mínima vida animal y la consiguiente renuncia a la excelencia humana. En un mundo así planteado, los negocios, en lugar de los ideales, ocupan el lugar central. Es por ello que nuestros revolucionarios han devenido de «revolucionarios de la hoz y del martillo» a «revolucionarios de la hoz y del bolsillo».

Augusto del Noce describe esta patética situación con estas palabras: «El desarrollo lógico de este proceso espiritual debe ser, por eso, el “activismo”, la mística de la acción para la acción, la fuga de sí y de la verdad de la acción. La acción es ya querida por sí, no más como medio para la realización de un fin. Los valores, en lugar de dirigir y dar significado a la acción, valen solamente como instrumentos que pueden promoverla. Pero la acción así entendida se reduce a una simple transformación de la realidad; y esta transformación, este “mover” que es por sí querido, no implica una humanidad mejor.

De allí que el retroceso de los valores equivalga a un retroceso de los hombres. Ellos cesan de ser fines en sí mismos para convertirse en instrumentos y en obstáculos para mi acción. La lógica inmanente del activismo conduce a la negación de la personalidad de los otros, a su reducción a “objetos” (y nos viene en mente el sentido etimológico de objeto: “realidad puesta delante de mí”; y por eso, ya no centro de vida espiritual, sino límite que puedo utilizar o abatir, por mi acción)»


ÚLTIMOS CAPÍTULOS


Capítulo 7: EL NUEVO ORDEN MUNDIAL.

La manipulación en la confusión.

Es el último paso hacia el establecimiento de la cultura sin Dios. Ya todos los pasos están dados, sólo hay que darle una forma aparentemente coherente al desorden organizado. En poquísimas palabras, el nuevo orden mundial que están proponiendo los organismos internacionales deberá estar basado en la Carta de la Tierra (que deberá sustituir a los Mandamientos de la Ley de Dios).

 Los principales planteamientos de este nuevo orden mundial presentan a la naturaleza como buena y el hombre como depredador de la misma; un desarrollo sustentable (que acepta matar niños si es necesario para salvar a las ballenas); un dios impersonal y cósmico que se confunde con el universo y para el que todas las religiones son iguales; el bienestar espiritual significa “sentirme bien conmigo mismo” “lograr la paz interior y la armonía con el Universo” y… poco más que eso.


Capítulo 8: CONCLUSIÓN.

¿Cómo debemos actuar?

¿Qué debemos hacer los cristianos ante este ataque frontal y estratégico, ante esta buscada destrucción de la sociedad cristiana?

Simplemente frustrarles su plan, no dejar que se apoderen de nuestras mentes:

1. Abrir los ojos. Estar muy atentos para no dejarnos influir por las ideas materialistas, humanistas, naturalistas, racionalistas, antinatalistas e inmanentistas que promueve el enemigo.

2. No trabajar para ellos. Evitar nuestra participación en los programas que ellos organizan (encuentros de religiones, eventos new age, conferencias de líderes agnósticos o ateos, etc).

3. Transformar las misiones y apostolados sin Dios que ellos organizan, en misiones y apostolados cristianos, en los que se predique el Evangelio y se hable de Dios sin reparos.

4. Mantenernos muy cerca de Dios con la oración y los sacramentos y denunciar al obispo los abusos litúrgicos que detectemos en las parroquias, en donde se estén impartiendo sacramentos sin Dios.

5. Volvernos impermeables ante las críticas y las burlas a la Iglesia y sus representantes. Que digan lo que quieran, que nosotros diremos lo que debemos decir y seguiremos creyendo en la Verdad y anunciando las maravillas de Dios a todos los hombres.

6. Eso último, ante todo: hablar de Dios, a diestra y a siniestra; a tiempo y a destiempo. Recordarle al mundo con nuestra vida, palabras y acciones, que Dios sí existe, que Dios es un Padre que nos ama, que los hijos son un don maravilloso, que existe una vida eterna, que su vida vale muchísimo no sólo para este tiempo, sino para una eternidad feliz.

7. Por último, unir fuerzas, no duplicar esfuerzos, no duplicar gastos en la Iglesia. Tenemos pocos recursos humanos y materiales, pero si nos unimos todos los cristianos que aún permanecemos fieles, de todas las congregaciones, órdenes y movimientos y compartimos entre nosotros los programas, subsidios, planes y estrategias que cada uno desarrolle, podremos igualar y superar la influencia del enemigo en los medios, en la política, en la economía, en la cultura y en la sociedad.

¿Es peligroso este plan? Sí, por supuesto, pues son muy poderosos y muy perversos… pero… ¿qué con eso? Ya Jesús se los había advertido a sus discípulos cuando los “motivaba” para la misión, con palabras que decían algo parecido a esto: Los mando como ovejas en medio de lobos. Se burlarán de ustedes, seréis perseguidos y os odiarán. Dirán contra vosotros todo género de mal por mi causa. Los entregarán a los tribunales y los azotarán. Seréis odiados y menospreciados por todos y los matarán.
Así que… ¿qué hay de nuevo? Nada.

Los cristianos no le tenemos miedo a la muerte, ni a las críticas, ni a las humillaciones, pues sabemos que nuestra recompensa será grande en el Cielo.

La Iglesia necesita santos, hombres valientes al estilo San Francisco Xavier, que proclamen al mundo sin temor, que Dios existe, que la vida eterna existe, que Jesucristo es nuestro Señor y Redentor y frustre con ello, desde la raíz, el plan del enemigo.

jueves, 9 de junio de 2011

DE LA CRISTIANDAD A LA INCREENCIA - CAPÍTULO 6



(RECOMENDAMOS LA LECTURA DE ESTE CAPÍTULO EN PARTICULAR PUES EN NUESTRO CONTEXTO ACTUAL TIENE ESPECIAL IMPORTANCIA)

Capítulo 6: LA REVOLUCIÓN SEXUAL.

Es una parte importantísima en el camino hacia la increencia y que forma parte de la estrategia dictada por Gramsci: destruir a la familia, para erradicar de la vida del hombre sus creencias y tradiciones sagradas.
Esta destrucción familiar para acabar con los criterios cristianos, les interesaba a muchas personas, no sólo a los comunistas. A ella se sumaban intereses racistas, comerciales y económicos de muchas personas, que incluían algunos grupos judíos y masones… entre muchos otros. Por eso, el apoyo económico a la estrategia fue inmenso.
Si tratamos de imaginarnos una familia verdaderamente destruida, terriblemente destruida, completamente destruida, podríamos imaginar a una familia en la que los esposos se lastiman, se engañan y se separan; una familia en la que las madres abandonan a sus hijos, o… tal vez… una en la que las mamás matan a sus hijos y los hijos matan a sus padres enfermos. Suena algo terrorífico, pero… eso era lo que buscaba Gramsci.
Era un reto grande: ¿Cómo hacer para que familias latinas, sólidas, unidas, aferradas a sus creencias, tradiciones y valores cristianos y familiares se desintegraran? No podían sacar de repente anuncios que dijeran: maridos, abandonen a sus mujeres; mamás, maten a sus hijos; nietos, maten a sus abuelos. Nadie le hubiera hecho ni medio caso.
Así que se preguntaron: ¿Qué es lo más sagrado en la familia, lo que más aprecian estas familias conservadoras? Los hijos. Arremetamos contra ellos y convenzámoslas de que tener un hijo es lo peor que les puede suceder. Después de eso, el resto será fácil.
Usaron dos estrategias:
Una, disfrazada de ciencia, para llegar al ámbito económico y de las empresas, que la desarrolló
Malthus en su teoría demográfica de la sobrepoblación y la carestía:
“Si la población sigue creciendo, no habrá alimentos suficientes para todos.”
Aunque era totalmente ridícula, porque la historia del mundo económico demuestra lo contrario, la propagaron por todos los medios, con fotografías desgarradoras y gráficas llamativas, de manera que pareciera la pura verdad y el mundo… se lo creyó. Ahora vemos las consecuencias en las poblaciones envejecidas de Europa.
La otra estrategia fue una campaña publicitaria, dirigida directamente a cambiar la mente del pueblo, en el que ya existía un gran interés por tener cosas materiales. La campaña consistía en un solo mensaje aparentemente aceptable y poco dañino, que decía así:
“La familia pequeña vive mejor”
Cualquiera que analice la frase racionalmente, un solo segundo, se dará cuenta de que es mentira, pues todos conocemos familias grandes y pequeñas que viven bien y también conocemos familias grandes y pequeñas que viven fatal. Así que… nada que ver con la verdad.
Pero… nos la repitieron tanto, tanto, tanto, tanto… durante tantos, tantos, tantos años (más de veinte), que nos la llegamos a creer.
La frase aparentemente nada dañina, traía dos fines muy bien planeados:
1) Que la gente relacionara e igualara el “vivir mejor” con el “tener más cosas”, de esa manera… el hombre olvidaría que “vivir bien” significó algún día “portarse bien”, “ser bueno”.
2) Que la gente empezara a ver a los hijos como los enemigos del bienestar. Con esto, el hijo dejó de ser un don maravilloso de Dios y pasó a convertirse, en la mente de las personas, en el enemigo potencial del bienestar familiar.
Como la gente olvidó que el “vivir bien” tenía mucho que ver con el “ser bueno”, las virtudes y valores familiares pasaron a un segundo plano casi olvidado (exactamente lo que buscaba la estrategia de Gramsci) y fueron sustituidas por el “si quiero vivir bien, debo tener pocos hijos para poder tener más cosas”.
Por supuesto, la industria de los anticonceptivos y todos los vendedores de “cosas”, de cualquier cosa que pudieran comprar las familias, apoyaron felices esta iniciativa. Significaba mucho, mucho, mucho dinero para ellos.
A un cristiano convencido de sus valores, difícilmente le puedes vender algo que no necesite, pues sabe del recto uso de las creaturas. Tal vez te lo compre por hacerte el favor, pero… nada más. En cambio, a alguien que ha puesto el materialismo por encima de los valores cristianos, le puedes vender… lo que quieras.
Por eso recibió tanto apoyo esta campaña.
Pero todavía no lograban destruir a la familia (sólo la habían hecho chiquita), así que completaron su estrategia con una segunda campaña, que sonaba casi igual que la anterior. De nuevo, una frase solamente, repetida millones de veces, por todos los medios y durante mucho tiempo:
“Pocos hijos para darles mucho”
Esta segunda campaña, que duró otros veinte años, además de reforzar las ideas de la primera (el hijo como enemigo y el cambio de los valores por el materialismo), trajo como consecuencia una generación de padres que se sintieron obligados a “darles mucho” a sus hijos únicos (todo lo que pidieran) para compensar la falta de hermanos.
Y así crecieron estos niños, egoístas, demandantes y exigentes, acostumbrados a dar nada y recibir mucho (todo lo que quisieran).
Ahora… estos niños ya son adultos y se están casando con niñas de la misma generación, igual de egoístas, demandantes y exigentes, que no saben dar y se sienten con derecho a recibir mucho (todo lo que se les antoje). El resultado, ya lo estamos viendo: matrimonios que duran uno o dos años, cuando mucho. Una verdadera epidemia de divorcios. Gramsci era muy listo, sin duda.
Otra consecuencia que trajo esta segunda campaña de los pocos hijos, fue una generación de mamás que se quedaron sin nada qué hacer cuando sus hijos únicos crecieron. Mujeres de cuarenta años que se encontraron un día con que lo único que tenían que hacer, a falta de otros hijos a quien entregarse, era pensar en ellas mismas, en su autorrealización. No sólo ésta es la causa, pero sí es una de las raíces del Feminismo radical: mujeres cuarentonas que se sienten oprimidas (porque no tienen a nadie más en quien pensar) y desean liberarse (de su soledad y falta de actividad) para realizarse.
En esta generación encuentran una tierra fertilísima el físico culturismo, las cirugías estéticas, los cursos de auto superación y todas las corrientes del New Age que promueven, ante todo, el sentirse bien con uno mismo. El resultado… miles de mujeres que abandonan sus hogares para “estar bien consigo mismas”.
Otro triunfo de la estrategia de Gramsci.
Y… bueno… ¿a quién se le antoja llegar a una casa en donde sólo vive una mujer cuarentona, operada de pies a cabeza, que vive a base de apio y agua, habla del ying y el yang y que sólo piensa en sí misma? A nadie, creo. Esta generación de esposos, hombres, significó un mercado hermoso para las industrias de la pornografía y la prostitución. El adulterio… sí… una medalla más para Gramsci.
Una vez que la mente del pueblo aceptó la separación de la sexualidad y la fecundidad, la aceptación de lo demás ya viene por sí sola: de la anticoncepción vienen luego las relaciones sexuales antes y fuera del matrimonio y ¿por qué no? la homosexualidad. Si una cosa se vale, la otra también.
Y… una vez que la mente del pueblo aceptó que el hijo es el enemigo del bienestar, entenderá fácil que no sólo hay que evitarlos, sino que también hay que matarlos cuando no los deseamos. El aborto: mamás que matan a sus hijos… corona de laureles para Gramsci.
Aún hay más: si el niño por nacer significa un estorbo para el bienestar, mucho más lo será un anciano, un enfermo o un niño deforme. Eugenesia… selección de embriones… y eutanasia: mamás que matan a algunos hijos y se quedan sólo con los sanos y nietos que matan a sus abuelos enfermos… Gramsci, te mereces un aplauso, has destruido a la familia cristiana.
Ahora sí, con la “Revolución sexual”, la sociedad latina está lista para la toma de la sociedad política, la fuerza coercitiva. Leyes que aprueben todo lo anterior: divorcio, anticoncepción (salud reproductiva), homosexualidad (ideología de género), concubinato, aborto, eugenesia y eutanasia.
Adelante Gramsci, la mesa está puesta para ti, cuando se cumplen setenta años de tu muerte.


martes, 7 de junio de 2011

SESQUIPEDALIA VERBA

Traemos hoy un breve artículo hallado como por casualiadad al ojear algunos blogs. Está dedicado a aporrear un poco a esos personajes que creen que usando palabras raras pasan por eruditos.

El artículo está tomado de http://romera.blogalia.com/historias/39174

ARCHISÍLABOS

El decoro lingüístico -que no debe confundirse con el empleo decorativo de las palabras- no sólo aconseja usar términos y expresiones claras, correctas, precisas y adecuadas. Es también una cuestión de medida.

En el lenguaje hablado tan malo es pecar por defecto, quedándose en el balbuceo de los monosílabos y de las interjecciones parcas tan delatoras de pobreza léxica, como caer en los excesos de la palabra kilométrica. Más reprobable tal vez sea lo segundo.

Pero en nuestros días el habla de sociólogos, políticos, economistas y gritones de radio se está llenando de vocablos archisílabos (en afortunada denominación de Aurelio Arteta, quien los ha coleccionado a puñados) muchas veces espurios, que dicen menos de la cosa tratada que de la pedantería de quien los pronuncia. Saben ustedes a qué me refiero: «reglamentación» donde bastaría decir «regla», «culpabilizar» en vez de «culpar», «peligrosidad» en lugar de peligro.

Es la plaga de las «sesquipedalia verba», como ya las llamó el poeta Horacio en su Arte poética: palabras ampulosas, alargadas a base de la acumulación sufijos y prefijos, vestidas de una falsa pompa o de un dudoso cientifismo que al parecer las hace sabrosas para su emisor y cautivadoras para sus oyentes. Pero Horacio recomendaba no ponerlas en boca de los héroes de tragedias, pues en vez de llegar al corazón del espectador se distanciaban de él.

Abundan hoy los archisílabos empleados como juegos de pirotecnia, volutas de humo con las que distraer la atención, vocablos vacíos que resuenan en el hueco de la cabeza de quien los emplea para escucharse a sí mismo y no con el fin de hacerse entender por los demás. Pasan por los discursos políticos y por las tertulias ruidosas en rimbombante procesión y dejan en el aire el vago eco de los perfumes fatuos, de las apariencias ridículas, de la nada disfrazada de algo.

Palabras de charlatanes de feria ante las que hay que estar precavidos, porque casi siempre llevan escondido el mecanismo de un timo, de un embuste o de un robo de cartera.

Publicado en Diario de Navarra, 12.4.06

sábado, 4 de junio de 2011

DE LA CRISTIANDAD A LA INCREENCIA - CAPÍTULO 5


Capítulo 5: GRAMSCI Y LA REVOLUCIÓN CULTURAL MARXISTA.
El Hombre sin Dios

De las ideas de Rousseau, se siguen directamente las de Marx. Si el hombre es bueno por naturaleza, el pueblo es bueno por naturaleza y por lo tanto, el proletariado es bueno por naturaleza. La solución a los problemas del hombre, el mundo ideal, es, entonces, la dictadura del proletariado con una visión materialista, a la que se llegará por la lucha de clases, por la dialéctica.
La historia nos ha demostrado que el sueño de Marx, al menos como lo instaló Lenin, no funcionó. El comunismo se estableció en Rusia, en Cuba y en los países del Este, pero nunca se llegó a tener la dictadura del proletariado, sino más bien, una dictadura del Partido, con un pueblo sin Dios, sometido a los intereses del mismo.
Lo interesante a analizar en este punto de la historia, para el tema que nos interesa, ya no son tanto las ideas de Marx ni las de Lenin, sino las ideas de Gramsci, quien pasando casi desapercibido, pienso que ha sido el que más ha influido en la increencia de la cultura actual.
Gramsci fue un marxista italiano, que nació en Cerdeña a fines del S. XIX. Ferviente seguidor de las ideas de Marx y más inteligente que él, dedicó su vida a analizar el camino y la estrategia que debería seguir el comunismo para instalarse en la Europa Occidental y en los países latinos de América.
Gramsci jamás escribió un solo libro. Vivió algunos años de su juventud en Rusia en donde trabajó con el Partido, como asesor para la expansión del Comunismo en Europa. Conoció a Lenin cuando ya estaba por morir y después se fue a vivir a Italia, en donde fue uno de los primeros miembros del Partido Comunista italiano y fue director de un periódico, l’Ordine Nuovo, en el que escribía semanalmente artículos de opinión.
Nada más que eso.
Siendo aún muy joven, a los 35 años, fue apresado y encarcelado por sus ideas revolucionarias y condenado a veinte años de cárcel. En la cárcel pidió que le dieran cuadernos y lápices y ahí fue donde escribió sus ideas estratégicas… en forma de artículos cortos, reflexiones breves, comentarios sueltos, inconexos entre sí y que trataban de los temas más variados. A los cuatro años de estar encarcelado, cumpliendo escasamente la quinta parte de su condena, enfermó de tuberculosis y fue trasladado a una clínica, en donde murió en 1937, en calidad de detenido. En esos años, llenó cincuenta cuadernos… con artículos y cartas… que posteriormente, sus seguidores, compilaron en dos obras que se llaman respectivamente Los cuadernos de la cárcel y Las cartas desde la cárcel.
Trataré de resumir las ideas de Gramsci en unas cuantas líneas, para no alargarme demasiado en este punto.
Gramsci veía que sería imposible instaurar el comunismo en los países latinos y occidentales siguiendo la misma estrategia que Lenin había seguido en Rusia, debido a que el pueblo en estos lugares tenía tan fuertemente arraigadas sus creencias, costumbres y tradiciones, que no aceptarían jamás las ideas del materialismo dialéctico por la vía de la fuerza militar y del Estado.
De nada serviría tomar el poder del Estado y la Educación por la fuerza, si el pueblo no colaboraba después con él, para el adoctrinamiento en el pensamiento materialista.
Para lograr los objetivos comunistas en los países latinos, habría que acabar primero con esas creencias, costumbres y tradiciones del pueblo. Por supuesto, para esto, sus dos obstáculos más importantes, los enemigos a vencer y destruir antes que nada, eran la Iglesia católica y la familia cristiana, pues de estas dos realidades se desprendía “eso” que le estorbaba a su plan.
La estrategia que propone Gramsci es inversa a la de Lenin. Lenin se adueñó del poder, después de la superestructura (educación, economía, política, etcétera) y de ahí adoctrinó en el pensamiento materialista la mente de un pueblo débil.
Gramsci propone, para los latinos, un camino mucho más largo, pero que considera necesario para que el comunismo llegue a tener éxito en esos lugares. Propone adueñarse primero de la mente del pueblo, utilizando la capilaridad y la superestructura y una vez realizado esto, tomar el gobierno, cuando ya el pueblo esté preparado.
Su receta es: “hay que primero adueñarnos del mundo de las ideas para que las nuestras, lleguen a ser las ideas del mundo”
Primer paso: acabar con las creencias, tradiciones y costumbres que hablen de la trascendencia del hombre.
Táctica I: Sembrar la duda. Ridiculizar todas las creencias y tradiciones, siguiendo el estilo de Voltaire, con mensajes cortos y accesibles y por todos los medios, haciéndolas aparecer como algo tonto, ridículo, pasado de moda. De este modo, haremos dudar a los creyentes de sus convicciones más íntimas o, por lo menos, los haremos sentirse avergonzados de ellas.


Táctica II: Sobre la duda, sembrar nuevas ideas. No hablar de materialismo, pues los creyentes
conocen el término y se pondrán en guardia, además de que la materia tiene un gran valor para el cristiano (cuerpo, sacramentos, etc.). Hay que hablar de inmanencia, lo opuesto a la trascendencia y hacerle saber al mundo que eso, el hombre inmanente, el que piensa y vive sólo para el aquí y para el ahora, es lo moderno, lo actual.
Táctica III: Silenciar, a través de la calumnia, la crítica abierta, la burla, la ridiculización y el desprecio social a todo el que se atreva a defender las ideas de un más allá o de una vida trascendente.
Segundo paso: Crear una nueva cultura en donde la trascendencia no halle lugar alguno.
Táctica I: Infiltrarnos en la super estructura. Meternos en la Iglesia y en las instituciones educativas para reforzar desde ahí las ideas de lo que es moderno y actual (lo inmanente) y de lo que está pasado de moda y es ridículo (lo trascendente). Erradicar de los programas educativos todo lo que hable de tradiciones familiares y de una vida eterna.
Táctica II. Conseguir, por cualquier medio (incluidos el soborno y el chantaje) a personajes disidentes que sean famosos dentro de la super estructura, para que sean ellos mismos los que ridiculicen sus propias Instituciones y difundan así nuestras ideas. El mundo católico ya no sabrá qué creer, si logramos que algunos curas y obispos famosos difundan nuestras ideas desde dentro de la Iglesia y en las escuelas. Del mismo modo, no importa cuál sea, habrá que conseguir artistas, pensadores, periodistas y escritores que ridiculicen la fe, las tradiciones y a todo aquél que se atreva a defenderlas.
Tercer paso: Adueñarnos, ahora sí, de la sociedad política, que influirá coercitivamente, a través de las leyes y normas, sobre esa sociedad civil que ya piensa como nosotros o ya no sabe ni qué piensa o, por lo menos, le da miedo decir lo que piensa.
Cuarto paso: Tomar el gobierno y cerrar el plan. Lograremos así la dictadura del pueblo, pues el pueblo pensará como nosotros y apoyará todas nuestras iniciativas como si fueran propias.
Esto es, a grandes rasgos, la estrategia de Gramsci, que seguramente algunos podrán reconocer que se está llevando a cabo, paso a paso, en el mundo latino actual.
Que no nos engañen diciendo que son ideas modernas y revolucionarias. No señor, son ideas de los años 20’s y 30’s… ideas del siglo pasado, elucubradas cuando nacía el Rock and Roll, con el único fin de sacar a Dios de la vida del hombre, para poder, entonces, manipularlo a su antojo.

jueves, 2 de junio de 2011

DE LA CRISTIANDAD A LA INCREENCIA - CAPÍTULO 4




LA REVOLUCIÓN FRANCESA.
 Cristo no, dios sí.

Es el paso lógico después del “Cristo sin Iglesia” de Lutero. En las ideas de la Ilustración y la Revolución francesa nace un “evangelio sin Cristo” un “No creo en Cristo, pero sí creo en un dios”.
Por supuesto, el dios (o los dioses) de la Ilustración y la Revolución francesa, no tienen nada que ver con el Dios Verdadero, Creador, Padre, Todopoderoso, que nos vino a revelar Jesucristo. Los dioses de las ideologías de la Revolución Francesa – sí, aunque suene increíble, regresaron al politeísmo, como los cavernícolas – son: la diosa Naturaleza, la diosa Razón, la diosa Libertad y las diosas Ideas.
El Naturalismo… es el reino de la diosa-Naturaleza. Nos dice que el hombre es bueno por naturaleza (niega así el pecado original y sus consecuencias), que la naturaleza es suficiente para la felicidad. Nos habla de un orden puramente terrenal y niega el orden sobrenatural de las cosas.
El Racionalismo… es el reino de la diosa-Razón. Es la cara intelectual del naturalismo… afirma que la razón por sí misma puede explicar todo y no necesita de Dios.
El Liberalismo… es el reino de la diosa-Libertad. El hombre debe liberarse de todo lo que pueda limitarlo, incluidas las creencias y los valores. Hablan de libertad de pensamiento, de expresión, de prensa, de opinión y de religión, aceptando así que no hay una única verdad.
El Idealismo… es el reino de las diosas-Ideas. Aquí el hombre se sustituye por Dios. Afirma que las ideas son más importantes que el ser, las opiniones plurales están por encima de la verdad, las cosas son como cada quién las ve desde su propio punto de vista. Todo es relativo… cada quien con sus ideas.
¿Se imaginan qué desastre? Reinando la naturaleza sin la gracia, la razón sin la fe, la libertad sin la autoridad y las ideas sin la Verdad. Un caos verdadero.
La Revolución francesa, en resumidas cuentas, llevó a los hombres a creer en un progreso indefinido hacia “un mundo mejor” basándose erróneamente en dos grandes mentiras: la bondad natural del hombre y la infalibilidad de la razón.
Vamos… cualquiera que analice este par de ideas, no tardará nada en darse cuenta de su falsedad.
¿Quién no se ha equivocado en sus raciocinios? Todos lo hemos hecho alguna vez. La razón NO es infalible, nos puede llevar al error, a conclusiones falsas y engañosas.
Y… cualquiera que haya visto a un niño que no ha sido educado por sus padres, se dará cuenta de que el hombre NO es bueno por naturaleza: el niño que no ha sido educado es, por naturaleza, egoísta, altanero, acaparador, gritón, demandante, déspota, destructor, irreverente, cree que el mundo gira a su alrededor.
¿Quiénes hicieron creer a los hombres estas ideas que están tan fuera de toda lógica elemental?
Fueron dos personas, principalmente: Rousseau y Voltaire.
Rousseau influye en la cultura con un libro que se puso de moda entre los hombres “cultos” de aquella época, entre los que quieren sentirse los aristócratas del momento. El libro se llama “Emilio, el hombre nuevo” y trata de un personaje, Emilio, que logrando liberarse de sus prejuicios y valores, hace suya la voluntad de su pueblo. En Emilio, Rousseau afirma una y otra vez que el hombre es bueno por naturaleza, que todos los impulsos naturales son buenos, que no debe haber prejuicios, pues el mal proviene del orden social y no de los actos del hombre. Dice que la conciencia debe callarse cuando la ley ha hablado, poniendo así al pueblo por encima del hombre mismo. Si el hombre es bueno por naturaleza, entonces el pueblo es bueno por naturaleza y el sentir del pueblo es bueno por naturaleza. De ahí surge la revolución contra todo que pueda oponerse al sentir del pueblo, guiado por sus instintos naturales.
Voltaire es el otro personaje de nuestra historia. Es el maestro de la duda. Tenía fuertes vínculos con la masonería y una gran influencia en los Reyes. Voltaire no escribió nada… o más bien, escribió mucho.
Ningún libro como tal, en el que se resuman sus ideas, pero escribió muchas novelitas cortas, folletos, panfletos y afiches, muy fáciles de leer, en un lenguaje ameno y atractivo y los repartía a mansalva entre los ricos y los pobres, entre los incultos y los letrados. Sus panfletos, novelas y folletos tenían como único objetivo el desprestigio del cristianismo. Habla en ellos siempre burlándose de las cosas sagradas; de la Biblia, como un libro insulso y lleno de desgracias y falsedades; del Evangelio, como una serie de preceptos tiránicos e inhumanos; de la Iglesia y su jerarquía, como una organización en la que reina la corrupción y la locura; de los dogmas, como cadenas que limitan de la libertad. Todo sin fundamento alguno, pero… su estilo era ameno y encantador y logró influir en la sociedad entera. Voltaire tenía un reto para sí mismo, pues en una ocasión se atrevió a decir: “Jesucristo necesitó doce apóstoles para difundir el cristianismo. Yo demostraré que hace falta uno solo para acabar con él: Voltaire”
En fin… las ideas de Rousseau y Voltaire todavía revolotean por la sociedad actual, entre aquellos que se quieren llamar “modernos”.