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sábado, 24 de diciembre de 2011

HACIA UN NUEVO ORDEN MUNDIAL (1)


La razón social contra la razón de Estado


La investigación precedente nos habilita para plantear algunas reflexiones y consideraciones sobre lo que he querido nombrar como el Nuevo Orden Mundial hacia el cual avanzamos aceleradamente. La vieja tesis de Maquiavelo, en la que toda acción contra el hombre o la sociedad eran posibles “por razones de Estado”, ha abierto franco paso a la “razón social” para justificar las mismas acciones patrocinadas por unas minorías social y políticamente activas que lentamente van socavando el acervo cultural de nuestros países. Es un humanismo de nuevo cuño agazapado en los entresijos del poder cuya génesis intelectual proviene de un pretérito socialismo económicamente derrotado, y científicamente desvirtuado, que hunde sus raíces en el adormecimiento paulatino que experimenta el mundo occidental y se nutre, como los parásitos de la biología, de los desechos culturales hoy reputados inservibles.

Un sinnúmero de Organizaciones no Gubernamentales se constituyen en grupos de presión en busca de legislación que favorezca todo tipo de ideas llamadas de “avanzada”, particularmente aquellas que tienen que ver con el reclamo de “derechos humanos” bajo cuya sombra se ampara su violación por parte de los grupos radicales que también a través de la violencia buscan los cambios sociales. Tal ha sido la experiencia en un país, como por ejemplo Colombia, azotado por las más aberrantes formas de violencia narco-comunista hasta el punto que han logrado casi paralizar la acción del Estado contra esos grupos. También la de la sociedad, que asiste atónita al espectáculo de la proclama de tales derechos para grupos de asesinos, torturadores y secuestradores a tiempo que guardan silencio cuando esos mismos derechos les son violados a sus víctimas.

Poderosas organizaciones internacionales, como Human Rights Watch, o Amnesty International encuentran eco en Washington y Bruselas en sus desaforadas acusaciones contra un Estado que agoniza en medio de la más enconada y desigual lucha por imponer el orden. Exhiben al mundo las supuestas violaciones del Estado colombiano a tan feroces y despiadados criminales mientras callan cuando esos mismos criminales, a viva fuerza, enlistan y entrenan niños para el combate; cuando los arrancan del seno materno para pedir por su rescate; cuando mantienen en cautiverio a miles de ciudadanos y en campos de concentración a cientos de soldados y policías; cuando cobran por entregar los cuerpos de sus víctimas; cuando expiden paz y salvos a los que, bajo amenaza, han contribuido a su causa. Entretanto, en Europa, concretamente en Alemania y Suecia, exhiben tales organizaciones criminales, como el ELN, sendas emisoras desde donde transmiten su propaganda “pro-liberalización” del pueblo, mientras Suiza se niega a clasificar a las FARC y al ELN como organizaciones terroristas porque, muy posiblemente, sus gordas cuentas del crimen están depositadas en los bancos desde donde financian sus embajadas volantes para cabildear ante el Parlamento Europeo sus protervos fines.

Colombia ha sido tomada como el laboratorio donde se pone a prueba la capacidad internacional de creer las mentiras de una izquierda que hace de la combinación de las distintas formas de lucha su bandera; pero también donde se prueba la capacidad de resistencia de una sociedad que todavía lucha por mantener unos lineamientos ideológicos y creencias ancestrales que han venido desapareciendo en el resto del mundo. Es muy curioso que mientras el juez Garzón perseguía la extradición de Pinochet a España para procesarlo por delitos cometidos contra nacionales españoles involucrados en conspiraciones izquierdistas en Chile, ese mismo juez no haya alzado su mano justiciera para procesar por los mismos delitos a los cabecillas de las FARC, acusados de asesinar españoles, norteamericanos y europeos cuando vinieron varias veces a España a finales de los 90 a negociar con el gobierno de Pastrana un eventual cese de hostilidades. El laboratorio colombiano está funcionando bien.

Menos aparente, pero en otro sentido no menos pernicioso, resulta ser el larvado “retorno a la naturaleza” de los ecologistas y los llamados movimientos verdes que bajo la falsa pretensión de guardar la armonía con ella, sacrifican y entraban las posibilidades del desarrollo. Es el regreso al estado primitivo de carácter tribal que parece desconocer que, una vez comparada la civilización con la tribu, el hombre opta por la primera en su afán de disminuir su enfermedad y penuria. Tales partidos verdes pretenden poner al hombre al servicio de la naturaleza y, en los países subdesarrollados, negarle toda posibilidad de progreso socapa de defender intereses ecológicos y preservar la naturaleza de los intentos depredadores de los capitalistas. Han abierto paso al concepto de la “razón social” para imponer sus tesis y hacerlas prevalecer sobre toda otra consideración; es la lucha de la razón social contra la razón de Estado.

Es cierto que existe mucha destrucción de bosques y fauna por inescrupulosos empresarios, pero no lo es menos que muchos proyectos de desarrollo que llevan bienestar a innumerables comunidades marginadas se ven innecesariamente retrasados, o simplemente abolidos, por estos grupos de presión que rechazan la idea de que la naturaleza es la que debe estar al servicio del hombre. Sobre todo cuando se piensa que muchos de los países desarrollados se dieron en el pasado la oportunidad del desarrollo mediante la apertura de nuevas fronteras y grandes obras que domeñaron la naturaleza y que posteriormente sirvieron para conservarla. No es retórica afirmar que la preservación de los intereses del propio sistema capitalista ha hecho cobrar conciencia de la necesidad de conservar, mientras que las grandes depredaciones se realizan, en mayor escala proporcional, en aquellos países donde el ingreso per capita es bastante reducido.

Es un hecho comprobado que fueron más los bosques que se talaron y mayores los daños ecológicos que se causaron durante la era comunista de los países del este europeo que los causados en los países de la era postindustrial o de capitalismo maduro. Contra la economía, en general, también se dirigen los más enconados enemigos del Estado de Derecho individual y no coercitivo. El “capitalismo con rostro humano” no es más que una excusa para que haga tránsito el Estado empresario y se abra paso la “concertación” o “pacto social” por negociación, acuerdo o imposición. Todos estos conceptos, y otros, como la llamada “vivienda de interés social” (como si toda vivienda no lo tuviera), o la definición constitucional en España, o en Colombia, de que “la propiedad tiene una función social”, coadyuvan en lograr implantar en la mente de las personas un lenguaje envenenado que claramente persuade que, por ejemplo, la vivienda de una persona pudiente es “antisocial”, o que el capital que sólo produzca beneficios para sus dueños no produce beneficios para los demás.

Tales son las nuevas formas capitalistas que proclaman el Estado sobre el individuo, ya no tanto bajo el maquiavélico concepto de la razón de Estado, sino bajo la égida de la antilibertaria razón social, concepto que ha venido prevaleciendo sobre el anterior.

Es, en cierta forma, el regreso de Maquiavelo a Platón que hace el péndulo de la civilización. Y no debe cabernos la menor duda: el socialismo económico podrá haberse acabado, pero no así el socialismo cultural que pretende infiltrarse por las rendijas de la sensibilidad, la sociología, la religión y la escuela para animarnos a todos a una colectivización de la moral, las costumbres y las instituciones y, lo que es peor, a una esterilización de las creencias y al decaimiento de la voluntad.


(tomado de :  "LOS INSTRUMENTOS DEL NUEVO ORDEN MUNDIAL:
EL DERECHO, LA ECONOMÍA, LA CIENCIA, EL LENGUAJE Y LA RELIGIÓN EN LA SOCIEDAD DEL SIGLO XXI" , Pablo Victoria Wilches )

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