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domingo, 31 de mayo de 2015

(13) Perlitas de filosofía

Those who hold the mistaken view of ideas as that which each individual directly apprehends—the immediate objects of which each individual is conscious—lock each of us up in the private world of his or her own subjective experience.


Aquellos que sostienen el punto de vista equivocado de que las ideas son lo que cada individuo conoce directamente, los objetos inmediatos de los cuales cada individuo es consciente, terminan por encerrarnos a cada uno de nosotros en el mundo privado de nuestra propia experiencia subjetiva.

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En el breve estudio sobre el escepticismo repetimos la idea anterior de múltiples maneras. Dicha idea inauguró en la época moderna el triunfo del idealismo, que motivó el escepticismo y engendró en nuestros días el relativismo.

Hay una gran diferencia entre afirmar que las ideas son LO QUE conocemos, o que ellas son aquello CON LO QUE, o por medio de lo cual conocemos. En el primer caso, cuando las ideas son lo que conocemos, quedamos bloqueados para conocer algo extramental, lo real objetivo. En el segundo caso, cuando las ideas son el medio con el que conocemos, se nos abren las puertas a la objetividad del conocimiento. 

¿Qué quiere decir que las ideas son el medio por el cual conocemos? explicar esto no es sencillo, tampoco imposible. Veamos una comparación, inexacta como toda comparación, pero útil al menos en parte:

Supongamos que estamos parados frente a un espejo. El espejo es el medio por el que conocemos la imagen que en él se refleja. Pero cuando miramos el espejo obviamente VEMOS el espejo como tal, su brillo y el material de que está hecho, también sus dimensiones, y de paso contemplamos nuestra imagen que se refleja en él.

En el caso de las ideas como medio de conocimiento las cosas son distintas, las ideas no son espejos cuyas características vemos y SOLO después vemos lo que ellas REPRESENTAN. ¡No! para entender lo que son las ideas imaginemos una espejo que tiene exactamente la silueta de nuestro cuerpo, de tal manera que cuando estamos frente a él NO VEMOS nada distinto de nuestro propio reflejo, solo nos vemos a nosotros mismos, no vemos el espejo como tal.

Esto que acabamos de decir con un ejemplo, los filósofos medievales lo decían de forma mucho más técnica. Ellos decían que hay signos instrumentales y signos formales. Un signo instrumental es aquello que PRIMERO conocemos en sí y LUEGO conocemos su significado, como las señales de tránsito, que primero vemos y luego interpretamos. De manera que el signo instrumental tiene en sí unas características independientes de aquello que significan, como la señal de tránsito que tiene una altura, un color, una material, etc. 

El caso de los signos formales es diferente. El signo formal es un tipo especial de signo que NO TIENE características propias, sino que todo él consiste en su significado. Traten de imaginar una señal de tránsito en la carretera que no esté hecha de ningún material, de ningún color, de ninguna altura, etc. pero que a pesar de ello sirva como señal para advertirnos de un desvío en la carretera, por ejemplo. Ese sería un signo formal, un puro signo, un signo cuyo ser consiste enteramente en su significado.

Pues bien, los medievales decían que las ideas son signos formales, signos que en sí mismos son aquello que significan y nada más, no tienen otro tipo de ser distinto a su significado.

En recientes teorías acerca del signo se suele decir que en todo signo hay significante y significado. El significante sería la cosa que porta el significado, y el significado sería aquello que el signo me dice a mí. En el caso de las señales de tránsito el significante sería la señal materialmente considerada, es decir, ese trozo de lata, metal y pintura que veo en la carretera; mientras que el significado sería el mensaje que me transmite, por ejemplo el hecho de que debo reducir la velocidad.

Pues bien, según ese modo de explicar lo que los signos son, las ideas CON LAS QUE conocemos las cosas, son signos SIN SIGNIFICANTE. Signos puros. Por eso los medievales decían que las ideas son aquello CON LO QUE conocemos, no AQUELLO QUE conocemos.

Quizá en posteriores 'Perlitas' nos sigamos ocupando de este tema que es de la mayor importancia.

(El texo inicial está tomado de "Ten philosophical mistakes" de Mortimer Adler)


Leonardo R.


sábado, 30 de mayo de 2015

(12) Perlitas de filosofía

With very few exceptions, such misunderstanding and ignorance of philosophical achievements made prior to the sixteenth century have been the besetting sin of modern thought. Its effects are not confined to philosophers of the seventeenth and eighteenth centuries. They are evident in the work of nineteenth-century philosophers and in the writings of our day. We can find them, for example, in the works of Ludwig Wittgenstein, who, for all his native bril-liance and philosophical fervor, stumbles in the dark in dealing with problems on which his premodern predecessors, unknown to him, have thrown great light.



Con muy pocas excepciones, la incomprensión y la ignorancia de los logros filosóficos alcanzados antes del siglo XVI ha sido el pecado dominante del pensamiento moderno. Sus efectos no se limitan a los filósofos de los siglos XVII y XVIII. Ellos son evidentes en la obra de los filósofos del siglo XIX y en los escritos de nuestros días. Podemos encontrar, por ejemplo, en las obras de Ludwig Wittgenstein, quien, a pesar de su brillantez nativa y de su fervor filosófico, tropieza en la oscuridad al hacer frente a los problemas en los que sus predecesores premodernos, desconocidos para él, habían arrojado gran luz.

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También en esta oportunidad me limitaré a traducir el texto que sirve de base a esta 'Perlita'.

En la Perlita anterior citábamos unas palabras de Mortimer Adler acerca de la filosofía postcartesiana. En esta oportunidad el mismo Adler nos dice nuevamente que la causa del fallo de la filosofía moderna, ya desde sus inicios, fue la ignorancia de las soluciones que los antiguos habían alcanzado ya. Y Adler no duda en llamar a ese desprecio por el pasado, el "pecado dominante" con el que nace la filosofía moderna.

(El texto inicial está tomado de la obra "Ten philosophical mistakes", de Mortimer Adler)

Leonardo R.


viernes, 29 de mayo de 2015

(11) Perlitas de filosofía

I must say once more that in philosophy, both speculative and practical, few if any advances have been made in modern times. On the contrary, much has been lost as the result of errors that might have been avoided if ancient truths had been preserved in the modern period instead of being ignored.

Modern philosophy, as I see it, got off to a very bad start—with Hobbes and Locke in England, and with Descartes, Spinoza, and Leibniz on the Continent. Each of these thinkers acted as if he had no predecessors worth consulting, as if he were starting with a clean slate to construct for the first time the whole of philosophical knowledge.


Debo decir una vez más que en filosofía, tanto especulativa como práctica, muy poco o nada se ha avanzado en los tiempos modernos. Por el contrario, mucho se ha perdido como resultado de errores que podrían haberse evitado si las verdades antiguas se hubieran conservado en el período moderno en lugar de ser ignoradas.


La filosofía moderna, tal como yo lo veo, tuvo un muy mal comienzo con Hobbes y Locke en Inglaterra, y con Descartes, Spinoza y Leibniz en el continente. Cada uno de estos pensadores actuó como si no tuviera ningún predecesor digno de ser consultado, como si estuviera empezando de cero en la construcción, por primera vez, de la totalidad del conocimiento filosófico.

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Vamos a ver; tenemos arriba unas afirmaciones asombrosas, pero dignas de atención pues pertenecen a uno de los más célebres pensadores del siglo XX: Mortimer Jerome Adler.

Primera afirmación "asombrosa": En filosofía poco o nada se ha avanzado en la época moderna.

Esto es lo que llaman algunos un "lugar común", es decir, algo archisabido. Lo que se edifica después de Descartes es una filosofía que ha perdido su objeto, el ente en cuanto ente. Y en vez de ser filosofía del ser, pasa a ser fenomenología del pensamiento. Es como si a partir de Descartes la filosofía se hubiera dedicado a reciclar errores del pasado que ya habían sido superados por los maestros medievales. Y así hasta el día de hoy.

Aunque para ser totalmente honestos, el mismo Adler dice que solo se pueden señalar quizá avances y aportes en el campo de la lógica, la filosofía de la ciencia y la teoría política. Nada más. Ni en metafísica, ni en filosofía de la naturaleza, ni en epistemología, ni mucho menos en filosofía moral. En todo esto el retroceso ha sido la marca de la modernidad filosófica.

Segunda afirmación "asombrosa": estos errores de la modernidad se hubieran evitado de no haber sido porque se decidió ignorar los logros del pasado.

¡Ese es el punto! a partir de Descartes se inaugura una especie de "moda filosófica", consistente en que cada nuevo 'filósofo' que venía al mundo, estaba convencido de que antes de él no había habido nada más que ignorancia y error, por lo tanto él debía rehacerlo todo, de cero.

Y el problema con esto es que se despreciaba lo que los medievales habían construido con tanta paciencia y entrega, en una tarea de siglos. En el fondo lo que había era soberbia de parte de esos innovadores. Nadie quería ser discípulo, todos querían ser maestros.

Si en la edad media fue famosa la figura del "comentador", que tomaba los textos de antiguos maestros y se limitaba a explicar sus palabras; la edad moderna fue todo lo contrario, para ella no hubo maestros en la antigüedad, solo engañados y engañadores. 

Este fue el pecado original con el que vino al mundo la filosofía moderna. 

Y el 'bautismo' capaz de borrar ese 'pecado original' no es otro que volver la mirada a esas verdades que la edad moderna ignoró y hacia esos maestros que la edad moderna creyó solo fuentes de ignorancia.

Es lo que tratamos de hacer humildemente en este blog. 

(El texto inicial está tomado de la muy recomendable obra "Ten philosophical mistakes", de Mortimer Adler)

Leonardo R.


(10) Perlitas de filosofía

A philosopher is a person who wants to find an explanation of the things that he experiences; first of all in his own person and then in the world about him.

Un filósofo es alguien que busca encontrar una explicación a las cosas que experimenta, en primer lugar en su propia persona y luego en el mundo a su alrededor.

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¡Encontrar una explicación! De eso se trata. Y es curioso que algo tan sencillo hoy sea problemático, porque lo que menos quiere hoy el hombre corriente es buscar explicaciones, prefiere que éstas le sean dadas fácilmente.

Se ha perdido bastante el hábito de la reflexión serena y profunda. El hombre actual vive pendiente de las respuestas rápidas y fáciles que le proporciona la televisión, por ejemplo. Pasa su vida ocupado en su trabajo, en sus pasatiempos, en su rutina, y poco o nada de su tiempo lo dedica a reflexionar sobre los grandes asuntos: el alma, Dios, la eternidad, etc. curiosamente respecto de estos asuntos prefiere lo que los medios tengan para decirle.

El hombre actual se jacta de decidir “libremente” mil cosas y de no dejarse imponer nada. Pero paradójicamente se deja imponer lo más importante: la visión última de la realidad. ¿De qué le sirve a un esclavo poder elegir en cosas secundarias como el color de su camisa, si luego va y simplemente acepta la imposición de una manera de ver la vida y la realidad? ¿No sería más cuerdo obrar al revés, es decir, no preocuparse tanto por reclamar “libertad” en cosas baladíes y más bien estar atento a reflexionar racionalmente sobre temas verdaderamente trascendentes?

Y lo más trágico es que estamos avanzando, o mejor dicho, estamos ya inmersos en un orden social que ni siquiera está permitiendo la elección en cosas baladíes, sino que incluso hasta allí ha extendido su hegemonía. Conquistado totalmente el terreno de las grandes verdades, hoy presenciamos la conquista del resto del espacio humano, y si no hubo respuesta contra la colonización de lo trascendente, mucho menos la habrá contra la de lo accesorio. Caminamos hacia una gran sociedad de esclavos satisfechos.


Aquí es donde está llamada a jugar un rol relevante la reflexión filosófica, por ella es posible despertar aún las conciencias que duermen el sueño de los satisfechos. La filosofía comenzó cuando alguien se preguntó ¿Por qué? Y hoy haría falta despertar ese espíritu preguntón, para oponerlo a una colonización de los espíritus que amenaza con doblegarlo todo a los pies del pensamiento único.

(El texto inicial está tomado de la obra "The metaphysics of St. Thomas Aquinas" de  Herman Reith)



Leonardo R.

LIBRO: Diálogos en latín, para practicar.

En el presente texto se contienen una serie de diálogos en latín para practicar. Son complemento de los volúmenes que ya hemos compartido de "Familia Romana" y "Roma eterna".


(clic para descargar)

jueves, 28 de mayo de 2015

¿Qué es la sustancia?: breve léxico tomista

Sustancia:

Es el primero de los diez predicamentos y se contrapone al accidente. Se define como el ente real al que compete ser por sí y no en otro. Subyace a los accidentes, sustentándolos como sujeto de inherencia —sub stare = estar debajo—. Pero lo más característico de la sustancia es que existe en sí misma y, por eso, se dice que es subsistente (De Pot. q.9 a.l).

Desde el punto de vista del modo de ser, se dan dos clases de sustancias. La sustancia primera: un ente o sujeto individual y concreto que no es predicable de ningún otro, v.gr.: Tomás. La sustancia segunda: aquello que no existe en un sujeto, pero es predicable de un sujeto. Es la sustancia universal abstraída de los singulares, como hombre, animal, viviente. Es decir, el género y la especie.


El hilemorfismo distingue las sustancias completas de las incompletas, o sustancias-partes. Estas dicen orden a otra parte esencial con la que constituyen un compuesto, o sustancia completa, v.gr.: la forma sustancial de un lingote de oro y su materia prima, el alma humana y el cuerpo del hombre.

(Texto tomado del breve léxico puesto al final de la edición de la Summa Teológica de la BAC)

martes, 26 de mayo de 2015

(9) Perlitas de filosofía

I maintain that the root cause of the theoretical atheist world view lies in a particular type of epistemology called immanentism, which has as its founder the French rationalist philosopher René Descartes, and whose spirit has dominated the philosophical scene for almost four hundred years. When the immanentist position is adopted the obfuscation and eventual discarding of metaphysics (the science of being qua being, the queen of the human sciences) becomes inevitable. Once metaphysics is eliminated, access to a rational effect to cause demonstration of God’s existence is impeded and one either falls into the various forms of agnosticism (Humean, Kantian, Neo-Positivist) or takes one step further and subscribes to the atheistic position that God is nothing but a projection of man himself (Feuerbach, Marx, Nietzsche, Sartre), a mere idea that in no way corresponds to a real, extra-mental, extra-subjective, transcendent Supreme Being.



Yo sostengo que la causa fundamental de la cosmovisión atea reside en un tipo particular de epistemología llamado inmanentismo, que tiene como su fundador al filósofo racionalista francés René Descartes, y cuyo espíritu ha dominado la escena filosófica durante casi 400 años. Cuando fue adoptada la posición inmanentista, la ofuscación y el eventual rechazo de la metafísica (la ciencia del ser en cuanto ser, la reina de las ciencias humanas) se hizo inevitable. Una vez que la metafísica se elimina, el acceso a una demostración racional del tipo ‘causa-efecto’ para probar la existencia de Dios se ve impedido y se cae en cualquiera de las diversas formas de agnosticismo (Hume, Kant, neo-positivistas) o se va un paso más allá hasta adherirse a la posición atea según la cual Dios no es más que una proyección del hombre mismo (Feuerbach, Marx, Nietzsche, Sartre), una simple idea que de ninguna manera corresponde a un verdadero, extra-mental, extra-subjetivo, Ser Supremo y Trascendente.

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En esta ocasión me limito a traducir el texto, ya que su sentido es extremadamente claro. El escepticismo (llamado 'agnosticismo' en el texto citado) conlleva naturalmente al ateísmo, en cuanto cierra el acceso a realidades meta-físicas.

(El texto está tomado de la obra "The existence of God", de Paul Gerard Horrigan)

¿A qué se llama 'virtudes'?: breve léxico tomista

Virtudes:

Son hábitos buenos o cualidades estables buenas que disponen para obrar el bien fácil y deleitablemente. Se dicen adquiridas, si se logran por las solas fuerzas naturales; e infusas, si se tienen sólo por ser infundidas por Dios.


Sto. Tomás habla de diversas clases de virtudes: virtudes intelectuales, morales (adquiridas o infusas), virtudes teologales y virtudes heroicas. Virtudes intelectuales son aquellos hábitos que perfeccionan el entendimiento para obrar bien en su actuación: tales son la intelección de los primeros principios, la sabiduría, la ciencia, el arte. Las morales son las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) con las que les son anejas. Las teologales son la fe, la esperanza y la caridad, siempre infusas. Las virtudes heroicas no son otras formalmente que las teologales y morales, pero no ya reguladas por la mera razón del hombre, sino por la acción poderosa del Espíritu Santo y sus Dones (cf. Dones del Espíritu Santo): tales virtudes son las de los santos, y su norma no es «el justo medio» de la razón, como ocurre con las morales o teologales ordinarias, sino el mismo Espíritu Santo, que lleva al cristiano mucho más allá, v.gr.: a alegrarse de ser pobre y hasta de verse perseguido por Cristo. Sus actos son las «Bienaventuranzas evangélicas» (Mt 5,3-12), que son efecto de los Dones del Espíritu divino. Los llamados «frutos del Espíritu Santo» (Gal 5,22-23) son «actos eximios», no sólo de los dones, sino también de las virtudes teologales y morales.

(Texto tomado del breve léxico puesto al final de la edición de la Summa Teológica de la BAC)

lunes, 25 de mayo de 2015

(8) Perlitas de filosofía


Intellectus agens est facultas immaterialis animae qua quidditas rei materialis fit actu intelligibilis.

El intelecto agente es una facultad inmaterial del alma, por medio de la cual la esencia de lo material se hace inteligible en acto.

Proprium intellectus agentis non est intelligere, sed facere intelligibile actu id quod est intelligibile in potentia tantum.

Lo propio del intelecto agente no es entender, sino hacer inteligible en acto aquello que es inteligible solo en potencia.

Quidditas autem rei materialis, prout existit extra intellectum, non est actu intelligibilis, sed in potentia tantum.

La esencia de lo material, en cuanto existe fuera del intelecto, no es inteligible en acto, sino solo en potencia.

Facultas cognoscitiva est potentia passiva, scilicet, potentia quae nata est recipere actionem objecti sui.

La facultad cognoscitiva es potencia pasiva, es decir, potencia que está diseñada para recibir la acción de su objeto.


Aliquid ergo dicitur actu cognoscibile, secundum quod de se potest agere in facultatem cognoscitivam et ipsam determinare ad cognoscendum.

Se dice que algo es cognoscible en acto, e la medida en que por sí mismo puede obrar sobre la facultad cognoscitiva y determinarla hacia el conocimiento.

Jamvero intellectus est facultas immaterialis, et materiale non potest agere in immateriale, deest enim proportio inter utrumque.

En efecto, el intelecto es una facultad inmaterial, y lo material no puede obrar sobre lo inmaterial, pues no hay proporción entre ambas cosas.


Ergo aliquid dicitur actu intelligibile secundum quod separatur a materia, qua separatione ad immaterialitatem accedit.

Por tanto, algo se dice inteligible en acto según que se encuentra separado de la materia, separación por medio de la cual accede a lo inmaterial.

Phantasma enim repraesentat rem sensibilem singularem, ideoque quidditatem rei sensibilis conditionibus materialibus subjectam.

El fantasma representa lo sensible y singular, es decir, la esencia de las cosas sensibles en cuanto sujetas a las condiciones materiales.

Ergo quidditas rei materialis, prout existit extra intellectum, sive in rerum natura, sive in phantasia, cum sit conditionibus materialibus subjecta, non potest agere in intellectum, et non est actu intelligibilis.

Por tanto, la esencia de lo material, en cuanto está fuera del intelecto, ya sea en las cosas naturales, o en la fantasía (que es un sentido interno), como quiera que está sujeta a las condiciones materiales, no puede obrar sobre el intelecto, no es inteligible en acto.
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Una de las doctrinas tradicionales sobre el conocimiento, que más ha dado de qué hablar, es aquella que divide el funcionamiento del intelecto humano en dos potencias distintas: intelecto agente e intelecto posible. La razón de que sea necesario postular esta división es la siguiente.

Como se deduce de los textos latinos citados más arriba, y como se deduce además del mero sentido común, la inteligencia humana es una potencia pasiva, potencial. Esto quiere decir que en un momento no conocemos algo, y luego pasamos a conocerlo. Mediante el estudio, por ejemplo.

Si no fuera así, si nuestra facultad de conocimiento no fuera potencial sino actual, sucedería el imposible de que lo estaríamos conociéndolo todo, a toda hora, como sucede en Dios. Pero no es así. El conocimiento lo alcanzamos a lo largo del tiempo y con esfuerzo y constancia de nuestra parte. Así es como vamos con los años despertando esa potencialidad y llenando la inteligencia de conceptos, juicios y raciocinios que no teníamos antes.

Ahora bien, a diferencia de Dios o de los ángeles, los cuales por ser espíritus puros (sin materia) no requieren del recurso a los sentidos para extraer trabajosamente los conceptos, los seres humanos sí debemos recurrir con humildad a los sentidos para tener ese primer contacto con lo real, contacto que nos asegura contra todo subjetivismo, puesto que nos habla directamente de la existencia de algo distinto de nosotros mismos, de un mundo del cual parte nuestra ciencia. Un mundo que no creamos, sino que está ahí.

Ahora bien, resulta que ese mundo que es el campo de nuestro conocimiento, nuestro punto de partida, está compuesto de multitud de individuos concretos, materiales y singulares. Y en cambio, nuestra inteligencia es inmaterial. ¿Cómo algo material puede ejercer su acción sobre algo inmaterial? La única manera es que eso que es individual y concreto, de alguna manera se desmaterialice, se desprenda de esas condiciones materiales y pase de ser sensible en acto e inteligible en potencia, a ser inteligible en acto y poder así ejercer influencia sobre el intelecto. Hay que recordar que el intelecto es potencia pasiva que requiere de la acción de su objeto para poder ejercer su operación propia.

Pues bien, esta desmaterialización comienza en los sentidos, los cuales reciben la cosa que conocen, sin sus condiciones físicas, como ya se dijo en la anterior “Perlita”. Este proceso es una primera desmaterialización, pero no es una desmaterialización completa aún. Puesto que la imagen que posemos de las cosas exteriores, está aún revestida de sus condiciones materiales, lo cual es comprobable mediante el ejercicio de recordar o imaginar cualquier cosa que hayamos conocido antes, siempre vendrá a nuestra imaginación una cosa con características físicas concretas: es imposible imaginar algo abstracto.

Para que se de esa completa desmaterialización del objeto conocido, es decir, para que aquello que en las cosas concretas estaba como materializado e individualizado pueda hacerse totalmente inteligible y por tanto pueda actuar sobre el entendimiento para provocar el conocimiento, es de todo punto necesario aceptar la existencia de una facultad distinta de los sentidos, inmaterial, cuya tarea consista en llevar a cabo esta última desmaterialización. Y esa es la tarea del intelecto agente.

El intelecto agente no conoce, sino que su labor consiste en una especie de iluminación. De la misma madera que la luz material obra sobre los cuerpos y los hace visibles en acto (como cuando entramos a una habitación que está oscura, pero en la que sabemos que hay varias cosas guardadas, encendemos la luz y de repente todos esos objetos que ya estaban allí, pero que no eran aún visibles en acto sino solo en potencia, son hechos visibles en acto por la luz del bombillo que ilumina la habitación). De igual manera el intelecto agente es una facultad no potencial, sino actual, es una luz intelectual siempre en acto de iluminar. Como si dijéramos un bombillo siempre encendido.

Este intelecto agente obra sobre el fantasma (en lenguaje tomista se llama fantasma al producto de los sentidos internos, es decir, a lo que va quedando ya como resultado de las múltiples experiencias sensibles que se van teniendo sobre un mismo objeto), fantasma que es aún representante de algo concreto, e ilumina en él aquellos aspectos inteligibles, quiditativos o esenciales, dejando de lado sus características singulares. Razón por la cual se dice que la tarea del intelecto agente es abstraer, porque como ya se dijo antes, abstraer no es otra cosa sino dejar de lado algunos aspectos para fijarse solo en otros. Abstraer es considerar aparte.

Una vez que se ha ejercido esta acción iluminante, abstrayente, del intelecto agente, los datos inteligibles, los valores inteligibles que se hallaban en lo material concreto extre-mental, como sumergidos en la materia, se hacen por fin inteligibles en acto. El resultado del proceso ahora es lo que se llama en lenguaje técnico ‘especie impresa’, y puede obrar sobre el intelecto posible para llevarlo a ejercer su acto propio, que es el conocimiento.

Algo a tener en cuenta: este proceso que comienza en los sentidos, con la sensación de lo concreto, y culmina en la inteligencia, con la intelección de lo abstracto; a pesar de su aparente complejidad, es un acto fugaz imposible de contabilizar en el tiempo. Esto que acabamos de explicar en pasos y niveles, es en realidad algo que ya desde niños hacemos espontánea e instantáneamente, sin siquiera percibirlo. Lo que pasa es que después, cuando reflexionamos sobre cómo es posible ese proceso que hacemos cada día, a cada momento, de forma tan natural, podemos penetrar con calma en las cosas e ir descubriendo esa maravilla que es el conocimiento humano.

Siempre he creído que sería maravilloso asistir al momento exacto de la primera aparición de una idea en la inteligencia de un niño, momento llamado ‘el despertar de la razón’. Pienso que debe ser algo así como una explosión de luz, ese momento único en el cual el infante pasa de este juguetito, aquél juguetito, el de más allá, el juguetito rojo, el verde, el grande, el pequeño, el de madera, el de plástico, etc., ese momento repito, en que asciende de todos estos que no son más que ejemplares concretos, a la idea universal de juguete, y ya no pide a sus padres ese juguetito de la vitrina en el centro comercial, sino que sin necesidad de estar viendo uno, levanta en casa su rostro hacia su madre y le dice: ¡mami, me compras un juguete, por favor! Ha de ser ese un instante de luz intelectual maravilloso.

Pero paramos aquí esta “Perlita”, demasiado extensa ya. Nos ocuparemos en una próxima oportunidad del intelecto posible.

(Los textos latinos del inicio están tomados de la obra de Estanislao Lortie)


Leonardo R.

¿A qué se llama 'accidente', en filosofía?: breve léxico tomista


Accidente:

Esta palabra se deriva del verbo latino accidere, que significa añadir, acaecer. Es decir, implica algo precario y adjetivo, algo que no subsiste por sí, sino que se añade a la sustancia.

El accidente puede considerarse como un predicable lógico, y entonces se contrapone a la esencia o quididad metafísica, expresando algo contingente que puede darse o no darse en el sujeto sin que éste se destruya, v.gr.: andar, ser rubio, ser virtuoso.

Pero el significado principal de accidente se refiere a su acepción metafísica. En este sentido constituye el grupo de los nueve predicamentos o categorías, como la cantidad, la cualidad, etc. Entendido así, se define, según Santo Tomás, como la entidad a cuya naturaleza le compete o es debido ser en otro (cf. Quodl. IX a.5 ad 2; III c.77 a.l ad 2).


Importa una aptitud de dependencia e inhesión y confiere al sujeto en el que se recibe una determinación o ser secundario, como, por ejemplo, ser blanco o ser negro, ser grande o ser pequeño, ser padre o ser hijo. Esta precisión de Sto. Tomás corrige el concepto aristotélico de accidente, definido como lo que existe en otro.

(Texto tomado del breve léxico puesto al final de la edición de la Summa Teológica de la BAC)

(7) Breve estudio sobre el escepticismo

Vamos ya culminando este breve estudio sobre el escepticismo. Creemos que con lo dicho hasta ahora es suficiente para comprender su naturaleza y aprender a ser precavidos respecto de sus consecuencias. Y una de sus consecuencias más fatales es la pérdida del sentido de la verdad.

Si algo ha perdido la sociedad actual es el olfato para discernir entre lo verdadero y lo falso, se podría afirmar sin temor a equivocarnos que vivimos ya desde hace un par de siglos (y tal estado de cosas se ha agravado después de la primera mitad del siglo XX, basta recordar mayo del 68) en una nueva era de sofistas.

En la antigua Grecia, en tiempos de Sócrates, hicieron su aparición unos personajes aparentemente sabios, que iban de ciudad en ciudad dando muestras de gran erudición y de gran dominio en las técnicas oratorias, es decir, en las técnicas de convencer por medio del discurso. No les interesaba la verdad, ni encontrarla, ni comunicarla; les interesaba el brillo que da el uso elegante de la palabra, y la posición social que podían alcanzar por medio de sus dotes dialécticas. En cuanto a la verdad, la declaraban inexistente. Uno de los más famosos sofistas de aquellos tiempos decía: no existe el conocimiento (es decir, la verdad); y si existe, no lo podemos alcanzar; y si lo pudiéramos alcanzar, no lo podríamos comunicar a los demás.

Esto significaba proclamar la opinión individual como el único árbitro confiable. Dado que no alcanzamos conocimientos verdaderos de las cosas, es decir, conocimientos que, por ser verdaderos, deban ser tenidos como tales por todos y en todo tiempo y lugar, lo mejor y más prudente es resignarnos a una batalla inacabable de opiniones. Quien ofrezca un discurso más atractivo, ese será el triunfador. Triunfar no significará tener la razón, sino tener una opinión mejor defendida que las demás.

En nuestros días, en medio de una sociedad ‘abierta, pluralista y democrática’ como la que se nos vende desde los medios de comunicación, resulta casi imposible creer en una verdad que no sea solo opinión, opinión tan respetable como cualquiera otra opinión. De hecho, muchos consideran necesario que no se piense jamás en verdades, porque eso sería un obstáculo para la construcción de esa sociedad ‘abierta’ que supuestamente se está construyendo. La verdad ha sufrido el exilio.

Entonces los nuevos sofistas de hoy, tal y como los de la antigua Grecia, se enorgullecen de poseer una ciencia superior, la ciencia de la “opinión”. Hoy, tener opiniones es tan valioso como lo era ayer tener verdades. Hoy el que ‘opina’ es sabio, tolerante, ‘open mind’, etc., y aquél que habla de verdades es el troglodita, intolerante, enemigo público, reaccionario.

Lo paradójico de todo esto es la contradicción profunda en la que se basa todo este sistema social escéptico: se proclama como verdad absoluta que la verdad absoluta no existe; se proclama como verdad absoluta que no hay verdades sino opiniones; se proclama como verdad absoluta que la verdad no es absoluta sino relativa; se proclama como verdad absoluta que todos tenemos verdades relativas, en fin, se afirma que verdaderamente la verdad no existe. No hace falta ser filósofo para percibir la contradicción de todo ello.

El antídoto contra esta radical contradicción total es simplemente el retorno a lo real. El esfuerzo por arrancarnos del subjetivismo para alcanzar plácidamente las playas del realismo será recompensado con la dicha de vivir de frente a lo real. La época nuestra nos ha dicho que somos aves de corral, que nuestras alas no sirven y que debemos acostumbrarnos a ir por la tierra cubierta de polvo; es tiempo ya de recordar que el Creador nos diseñó para ser águilas, para volar alto y para contemplar de frente al sol.



Leonardo R.


sábado, 23 de mayo de 2015

(7) Perlitas de filosofía

Singulare, dum sentitur; universale vero, dum intelligitur; seu aliis verbis: Sensus est singularium, intellectus vero universalium.


Lo singular se siente; mientras que lo universal se entiende; O en otras palabras: a los sentidos pertenece lo singular, al intelecto lo universal.

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Esta es una de las tesis más clásicas de la filosofía. Y uno de sus puntos más discutidos también.

Básicamente lo que se está afirmando es que el intelecto y los sentidos son facultades esencialmente distintas; pues mientras que por medio de los sentidos conocemos siempre cosas concretas y singulares, por medio del intelecto accedemos a ideas universales, en las cuales captamos las esencias de las cosas, o para decirlo mejor, aspectos esenciales de las cosas.

Lo anterior lo explican los manuales de filosofía analizando la diferencia radical que existe entre una imagen y una idea. Tomemos por ejemplo el triangulo; si tratamos de imaginar un triángulo haciendo uso de lo que sabemos acerca de los triángulos, necesariamente el triángulo que imaginaremos tendrá una forma determinada, es decir, lo imaginaremos escaleno, isósceles o equilátero. Será imposible para nuestra imaginación representar un triángulo que no pertenezca a alguno de esos tres tipos concretos de triángulo. Además veremos que imaginaremos un triángulo con las líneas de cierto color, negras por ejemplo, de cierto tamaño, etc. 

Pero ¿qué pasa si en vez de intentar imaginar un triángulo, nos proponemos pensar en LO QUE ES un triángulo? pues pasa que podremos sin dificultad ubicarnos de inmediato por encima de las determinaciones concretas, de manera que solo tendremos que decir: un triángulo ES un polígono de tres lados. No necesitamos especificar tamaño, color, grosor, tipo, etc. 

Y esa idea de LO QUE el triangulo es, será aplicable a todos los triángulos existentes y posibles, sin importar sus características particulares, sin importar (en lenguaje técnico) sus aspectos accidentales. Lo accidental es lo que puede cambiar o modificarse sin que por eso cambie la esencia de la cosa

Lo anterior quiere decir que la idea de una cosa es ABSTRACTA y UNIVERSAL. Dos características de las que carece absolutamente la imagen, que será siempre concreta y singular.

Ahora bien, he aquí el meollo de la cuestión: si solo contáramos con el conocimiento sensible, NO PODRÍAMOS TENER IDEAS ABSTRACTAS Y UNIVERSALES, porque los sentidos, siendo materiales, no tienen acceso por sí mismos a otra cosa que lo material, que es siempre concreto y singular.

Este análisis de la distinción entre la imagen y la idea, de lo abstracto y lo concreto, de lo universal y lo singular, es el que permite comprender que la inteligencia es una facultad de conocimiento radicalmente distinta a los sentidos.


(El texto latino inicial está tomado de la excelente obra "La verdad fundamental de la filosofía cristiana", del Padre Norberto del Prado)

Leonardo R.